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Todo es historia, ¡el odio también! (Primera entrega)

El odio
En la antigua Grecia, el odio (μῖσος, mîsos) era entendido como una fuerte aversión o antagonismo hacia algo o alguien, similar a lo que hoy llamaríamos «odio». Sin embargo, el concepto griego también involucraba aspectos relacionados con la justicia, la venganza y la relación con los dioses. Además, existían términos específicos para tipos de odio, como la misantropía (odio a la humanidad).
El odio es un sentimiento intenso de aversión y rechazo hacia algo o alguien, que puede manifestarse en deseos de daño o comportamientos hostiles. Es considerado un sentimiento negativo, opuesto al amor, y a menudo se asocia con la ira, el desprecio y la repugnancia.
El odio puede tener diversas causas, como el rencor, la envidia, el miedo o incluso el asco. También puede surgir de situaciones adversas o como una forma de defensa ante lo que se percibe como una amenaza. Además, el odio puede ser un componente en la construcción de la identidad, donde se odia lo que se percibe como una amenaza a esa identidad.
Desde la psicología consideran que el odio puede surgir como una respuesta a otras emociones, como el miedo, la frustración, o la impotencia. También puede estar influenciado por factores sociales y culturales, como la discriminación, la xenofobia, o la propaganda.
Es importante destacar que el odio no es solo un problema individual, sino que también puede tener consecuencias sociales negativas, como la violencia, el conflicto, y la polarización. Por lo tanto, comprender las causas y los mecanismos del odio es fundamental para promover la empatía, la tolerancia y la convivencia pacífica.
Algunos filósofos ven el odio como una relación humana fundamental, presente incluso antes que el amor, debido a la naturaleza finita y múltiple de la condición humana. El otro, en su alteridad, puede ser visto como una perturbación del deseo, lo que genera odio.
El odio se caracteriza por un deseo de aniquilación o eliminación del objeto odiado, ya sea una persona, grupo, ideología o idea. Es una emoción que puede ser intensa y persistente, con el potencial de generar daño y sufrimiento.
Para Baruch Spinoza, el odio es una tristeza acompañada por la idea de una causa externa. Es decir, es una emoción negativa que surge cuando percibimos algo o alguien como la causa de nuestro sufrimiento o dolor. Spinoza clasifica el odio dentro de las «pasiones tristes», junto con otras emociones como el miedo y la ira. En su filosofía, el odio no es un estado esencial del ser humano, sino una pasión que surge de la imaginación y puede ser superada a través del conocimiento y la razón.
En resumen, el odio es una emoción compleja y poderosa, que puede tener efectos significativos tanto en la persona que lo siente como en su entorno.
Dante Ressia, cantor de tango solía confesar a sus allegados “Mi sueño es no morirme sin volver a cantar en mi tierra”.
Las formas del odio
La muerte de Mariano Moreno
Corría el año 1811 y el abogado y periodista, fundador de La Gazeta, Mariano Moreno, quien había renunciado a su cargo en la Primera Junta, se embarca junto a sus secretarios, su hermano Manuel Moreno y Tomas Guido en una misión diplomática en la fragata Fame rumbo a Londres. Oficialmente, Moreno marchaba en misión encomendada por la Junta Grande, pero en la práctica era un exilio de Buenos Aires, donde sus enemigos se habían apoyado en Saavedra y donde había perdido gran parte de su influencia.
La Junta también le ordenó que se presentara ante la corte portuguesa en Río de Janeiro, pero Moreno optó por prescindir de esta parte de la misión y viajó directamente en dirección a Inglaterra.
Las cartas de su esposa María Guadalupe Cuenca mostraban la angustia y el temor de no volver a verlo. Días más tarde e irónicamente, Guadalupe recibió una encomienda anónima, con un abanico, guantes negros y un velo, que eran símbolos de luto, junto a una esquela que decía: «Estimada señora como sé que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado».

Comenzó a escribirle decenas de cartas a Mariano que jamás tuvieron respuesta. Todo esto pocos días antes de recibir la noticia de la muerte de su esposo.
Mariano Moreno había muerto en alta mar en la madrugada del 4 de marzo de 1811. Dicha muerte nunca fue esclarecida y su cuerpo arrojado al mar envuelto en una bandera inglesa en (latitud 28° 27’ S), a unos kilómetros de la costa de Brasil y a 120 km al sur de la Fortaleza São José da Ponta Grossa, de la isla de Santa Catarina, tras unas salvas de fusilería. Según sus secretarios, Moreno murió producto de una convulsión por una sobredosis de un medicamento administrado por el capitán de barco Walter Bathurst. Su hermano Manuel asegura que fue un asesinato por envenenamiento y que las causas eran por la compra que se haría, vía un comisionado, de armamento a Londres. Dejo aquí parte de aquel convenio extraído de la página de Felipe Pigna El Historiador: “en el artículo 11 de este documento se aclaraba con una previsión no frecuente en nuestros gobernantes “qué si el señor doctor don Mariano Moreno hubiere fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtís con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho el doctor Moreno”.
El fusilamiento de Manuel Dorrego
Manuel Dorrego en su periodo como Gobernador de Buenos Aires, implementó políticas destinadas a mejorar la situación de los trabajadores rurales en la provincia. Promovió una ley que permitía a los pobres votar, lo que lo convierte en un precursor del sufragio universal. Fijó en favor de las clases populares, precios máximos sobre el pan y la carne para bajar la presión del costo de la vida y prohibió el monopolio de los productos de primera necesidad. Tuvo éxito y en febrero y marzo de 1828 el peso recuperó casi todo el valor que había perdido.
Firmó la paz con Brasil el 8 de octubre de 1828, reconociendo a su vez la independencia de la Banda Oriental (actual Uruguay).
Además de Bernardino Rivadavia, Dorrego tenía otros enemigos internacionales: el embajador británico en el Río de la Plata, Lord Ponsomby, quien no toleraba la independencia y patriotismo del nuevo gobernador, y aquellos que estaban descontentos con el resultado del tratado de paz con el país vecino. Todos apoyaron la iniciativa de los unitarios de preparar un golpe contra el gobernador.
El golpe y fusilamiento contra Manuel Dorrego se planeó en una reunión secreta, el domingo 30 de noviembre, en una casa en las inmediaciones de lo que hoy es Parque Lavalle en la ciudad de Bs. As. El historiador Mario “Pacho” O’Donnell reconstruye quienes fueron los mentores de la conspiración: Bernardino Rivadavia, encubierto en la figura de un representante francés a quien llamarían “monsieur Verennes”, los generales Lavalle, Brown, Martín Rodríguez, el ministro Díaz Vélez y Larrea. Rivadavia, Agüero, Valentín Gómez, Carril, Ocampo y el general Cruz participaron de todas las reuniones secretas. Varela y Gallardo fueron los redactores de dos diarios incendiarios.

Los autores materiales de la orden fueron cuerpo de los antiguos combatientes de la guerra con el Brasil, encabezado por Juan Lavalle, a quien le prometieron la gobernación de Buenos Aires a cambio del favor.
El fusilamiento de Manuel Dorrego ocurrió el 13 de diciembre de 1828, a manos Juan Lavalle, quien justificó la ejecución como un acto necesario para la seguridad pública, argumentando que Dorrego era una amenaza para la naciente nación.
Antes de ser fusilado, Manuel Dorrego escribió varias cartas de despedida a su esposa y a sus hijas, así como una carta a Estanislao López. En sus cartas, Dorrego expresó su perdón a sus enemigos y pidió a sus amigos que no tomaran represalias. También dejó instrucciones a su esposa para que educara a sus hijas. En la carta a Estanislao López (Gobernador de Santa Fe), Dorrego escribió: “En este momento me intiman morir dentro de una hora. Ignoro la causa de mi muerte; pero de todos modos perdono a mis perseguidores. Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre”.
Rosas, la demolición de su casona en San Benito de Palermo
El Brigadier General Juan Manuel de Rosas tras ser derrotado en la batalla de Caseros por el ejército del General Justo José de Urquiza el 3 de febrero de 1852, se retira al exilio llegando a Londres el 26 de abril de 1852 donde vivirá una vida austera dedicándose a la labranza de la tierra. La casona que poseía el Brigadier General en San Benito de Palermo tuvo distintos ocupantes y diversas finalidades. Ni bien fue vencido la casa la ocupó inmediatamente el General Urquiza, posteriormente fue sede del Colegio Militar de la Nación como así también de la Escuela Naval.
Cuarenta y siete años después, al cumplirse un nuevo aniversario de la derrota de la batalla de Caseros, se procede a la demolición total de lo que fuera la casona de Juan Manuel de Rosas, a pesar de la importancia histórica de la misma.
El casco central de la casa fue dinamitado el 2 febrero de 1899, por la noche. Al día siguiente 3 de febrero, cuando se cumplían cuarenta y siete años de aquella derrota, se organizó un festín donde se sirvió asado, vino y cerveza gratis.
Aquella casona de Palermo poseía varios apelativos “la tapera”, “morada del tirano” o “inmunda pocilga”.
La decisión de demolición total fue llevada a cabo por Adolfo Jorge Bullrich, un reconocido rematador, cuyas oficinas funcionaban donde hoy se erige un shopping que lleva su nombre, y que había sido nombrado intendente municipal por el presidente Julio A. Roca en 1898.
El máximo revanchismo se produjo al instaurar el nombre de “Parque 3 de febrero” a la que fuera la residencia de Don Juan Manuel de Rosas y aún más en erigir un monumento en dicho parque del que fuera el más acérrimo enemigo Domingo Faustino Sarmiento.

El derrocamiento de Hipólito Yrigoyen
Tras el derrocamiento del segundo gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, sucedido el 6 de septiembre de 1930, a manos del general José Félix Uriburu y civiles de la oligarquía argentina, se da inicio a la llamada «Década Infame», un período de diez años de gobiernos autoritarios y crisis políticas, que finalizó con el golpe militar de 1943.
Los titulares de los medios decían textualmente en tapa y con letra de molde (diario La Fronda) “El Gobierno del Sr. Yrigoyen está muerto; solo falta su entierro” y en su bajada la nota da una sugerencia más que llamativa: “La solución de la terapéutica clásica es la única que cabe, ¡Hierro y Fuego!” otra nota de tapa del mismo periódico titulaba “La Mazorca en acción”, otro título “Almanaque peludista”.
Otro medio de la época en su tapa decía: (diario Crítica) “Jubilosamente celebra todo el país el triunfo rotundo de la revolución”, también como bajada, “Huyeron numerosos funcionarios de régimen depuesto” (léase bien “régimen depuesto” así se mencionaba a un gobierno democrático popular destituido por un golpe de estado)
Yrigoyen, por aquellos días, fue detenido y confinado en la isla Martín García, mientras su casa de la calle Brasil, en el barrio de Constitución, era allanada y saqueada por oficiales de justicia, policías y un grupo de manifestantes afines al nuevo régimen. Demolieron paredes internas, arrancaron sanitarios, cocina, muebles empotrados, destrozaron bibliotecas; todo buscando el dinero que decían los diarios de la época que Yrigoyen se había robado. No encontraron nada de lo que el odio los impulsaba a buscar, pero a su paso desmantelaron destrozaron la casa.
Tres años más tarde Hipólito Yrigoyen fallece. Su muerte causó una gran conmoción social en la Argentina, y su funeral se convirtió en una de las manifestaciones populares más grandes y espontáneas de su tiempo.

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