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La grasa de las capitales no se banca más…
Corría el duro año 1979, luego del Mundial ’78, todo parecía jugar a favor de la Junta Militar que robaba, torturaba, asesinaba y destruía todo, de la mano de una oligarquía local que gobernaba desde las sombras, o no tanto. En medio de todo eso, Serú Girán decide volver a la carga con un segundo álbum, después de un debut glorioso, artísticamente hablando, pero, con demasiada gente alrededor pensando en criticar, para parecer profunda e inteligente. La grasa de las capitales es un verdadero hito en la Música Popular Argentina, una obra maravillosa por donde se la mire, con un Charly García encendido en su modo más brillante. En noviembre de 2019 fue reeditado, luego de una maravillosa remasterización capitaneada por el propio Pedro Aznar, al cumplirse 40 años de su publicación.
El Instituto Nacional de la Música (INAMU) recuperó el catálogo íntegro del viejo sello Music Hall, que había quebrado y no tuvo mejor idea que tirar toda su producción en un depósito, y les devolvió a los músicos los masters y los derechos, una enorme gesta. Allí y durante muchos años, convivieron entre la humedad y la desidia algunos de los mejores discos de nuestra historia. Entre más de 2000 obras, estaban los dos primeros discos de Serú Girán, que habíamos visto y comprado en CD, por la magia trucha de una distribuidora misteriosa que los había impreso en Canadá, los publicó en toda América, pero, nunca se acordó de pagarle los derechos a Sadaic y, mucho menos, a los músicos; simplemente, consiguieron el vinilo, lo pasaron a CD y a facturar a espaldas de todos. Siempre, es más que discutible la manera en que muchos impresentables manosean nuestra cultura, en su afán de ganar dinero sin pensar en otra cosa que en la estafa. Y lo peor es una llamativa ausencia de legislación que los deja hacer.
La reciente edición es lujosa, ya desde la tapa se percibe. La cinta que se utilizó para esta remasterización es la copia de seguridad que se hizo en ese entonces, la original está perdida (y siguen los maltratos). Se tomó como referencia el viejo vinilo y trataron de superar aquel sonido original, ahora, de la mano de lo digital y las nuevas herramientas, les aseguro que lo consiguieron y con creces.
En lo que hace al arte de tapa, el mismo fotógrafo, Rubén Andón, resucitó los negativos de aquella sesión e hizo su propia remasterización, realizando todo un proceso de lavado de esas fotos, para lograr más claridad y superar a las originales. La edición cuenta con el agregado de un póster con fotos inéditas, lo que da un mayor valor histórico.
El álbum se grabó a partir de junio de 1979 y se publicó en agosto, por el sello Sazám. La presentación en vivo ocurrió en el Auditorio Buenos Aires, desde el 6 al 16 de septiembre de ese año y dejó sorprendido a la mayoría. La banda venía de un muy cuestionado primer disco, un trabajo bellísimo y que tardó varios años en ser valorado como se debe, algo común en la carrera de García. Este disco significó la explosión de la banda, los temas eran de una potencia arrolladora, las letras estaban cargadas de ironías y pases de factura a la prensa rockera y de la otra. Charly recordó, más de una vez, esa tapa: “La idea fue mía. Estaba podrido de todas esas revistas tipo Gente, que eran tan caretas. Habíamos compuesto ese disco para ir al choque directamente. Las canciones eran más pesadas, más contestatarias. Había que salir de la grasa, de la mediocridad. Era una época en que el rock todavía estaba en contra de la música comercial: era nosotros contra el mundo. Y la revista Gente era el enemigo.”
En la primera edición del disco, en la tapa, entre otras frases sarcásticas, se leía: “David Levón se confiesa”, con ese horror ortográfico. Se hablaba de “Los dobles de Serú Girán”, en alusión a una nota de Pipo Lernoud, en donde se decía que, en el concierto de presentación del grupo, este estuvo como ausente y que sólo se vio a sus “dobles”. La tapa en sí era un tiro certero a Gente, una revista que acompañaba a cuanto frívolo quisiera colaborar con la Dictadura Cívico–Militar, uno de los medios que más hizo por ocultar las aberraciones de esos tiempos.
Ya desde el vamos, era un disco que venía a romper. Musicalmente representó un salto de calidad enorme para el Rock Argentino, con canciones exquisitas, plagadas de frases irónicas y combativas hacia el mundo careta que teñía de sangre y estupideces el país. Era un duro cuestionamiento a la gente que elegía, a conciencia, mirar para otro lado, conformarse con la música berreta que venía de las radios y que era ejecutada por músicos y músicas que se mofaban del dolor ajeno. En medio de esa verdadera tragedia social, un maestro del cinismo y la poesía, como Charly García, nos acercaba, metafóricamente, sus relatos crudos. Lo primero que se escucha es un coro a tres voces que, dulcemente, nos golpea: «Qué importan ya tus ideales, qué importa tu canción, la grasa de las capitales cubre tu corazón».
El sonido del álbum era llamativo, grabado en los Estudios ION y de la mano de Amílcar “No te mueras nunca” Gilabert (así bautizado por los músicos), traía un sonido novedoso, quizá, una manera más prolija de grabar, pero, sobre todo, de arreglar y producir, por eso, generaba algo diferente al ser escuchado. Allí, el concepto era otro, los que tocaban eran virtuosos, cada uno en su instrumento era de lo mejor por ese tiempo en la Argentina, pero, además, le rendían culto al buen gusto, dos cosas que no siempre van de la mano y desde la consola todo eso se captó. Un recuerdo sentido para el baterista Oscar Moro, que tuvo mucho que ver con esa polenta creativa. Lebón aportó su rockera guitarra y su voz afinadísima. El caso de un muy joven Pedro Aznar es llamativo, ya pintaba para músico tan integral como notable. El trabajo de Charly, en lo compositivo, la voz o el teclado, es memorable, como todo lo que le concierne y a lo largo de su carrera. En las partes instrumentales había pasajes del mejor jazz rock, algunos toques progresivos y asomaban arreglos influenciados por un discazo del momento del gran Gino Vanelli, Brother to brother, o ciertas cosas de Joni Mitchell, con su bajista extraordinario Jaco Pastorius, lo cual le dio a Aznar un apodo momentáneo: Aznorius.
Recuerdo que me llamaba la atención que tanta gente tenía ese disco. Seguramente, vendió más de lo esperado, algo que no era nombrado ni reconocido por la industria discográfica, una muestra del problema ideológico de los capitostes del medio. Como se ve, Serú Girán recibió el ninguneo de varios sectores, propios y de enfrente. Sin embargo, a fuerza de un valor artístico inusitado, todo eso fue aplastado. Contaba Charly, en una entrevista: «Y, grasada no en tanto contraposición entre fino y mersa, sino, que tiene una connotación más densa; es decir, como que es más represión, decadencia, lo negativo en general. Hay una intención satírica en el álbum y, por eso, incluyo sonidos actuales, como de discotecas de la televisión».
Al escuchar por primera vez el álbum, hubo una canción que me llamó mucho la atención, Viernes 3 a. m. Una letra tan poética como oscura, que relata las reflexiones últimas de un suicida, incluso, supe un tiempo después, que por pedido de la iglesia, la Dictadura prohibió su difusión, acusándola de apología del suicidio. Charly García reconoció que la letra contiene un error: «Dice ‘bang, bang, bang’, y nadie puede pegarse tres tiros, con el primero ya se mató». También, estaba entre mis favoritas Perro andaluz, con definiciones más que punzantes, en una letra que plantea la profunda autocrítica que sigue a una desilusión. Hay un toque tanguero que sobrevuela todo, pero, sin duda, su pico máximo está en el tema Los sobrevivientes, con aires piazzolleros, a manera de referencia y homenaje.
Uno escucha este hermoso trabajo 40 años después, recuerda su clima de época y comienza a encontrar similitudes que hacen que la preocupación siga, incluso, que agregue algunas actuales. Ya no está la Dictadura, pero, cuando este álbum se reedita hay un gobierno que se despide y tiene de fondo algo de aquellas bandas militares y una impronta económica que la imita prolijamente. Se perciben, en el aire difuso, ciertas voces que añoran aquel pasado nefasto, se avasalla a la cultura a través de una censura oculta que manipula, señala y acusa mientras los medios (en su mayoría) están en las manos de los mismos que encubrían al régimen dictatorial o los hijos de aquellos funcionarios que, hoy, intentan un reestreno aggiornado, con discursos y marketing que maquillan sus bajos deseos. Incluso, esta edición, también, está empañada por un rumor capitalista que la rodea, me refiero al precio del vinilo al momento del lanzamiento, una exageración que no tuvo en cuenta el pésimo momento económico que vivían quienes quisieran comprarlo. Seguramente, las autoridades del INAMU, nombradas por el macrismo, hicieron una lectura distante de la realidad de las víctimas de su propio gobierno, que redujo la Cultura a una pulverizada Secretaría de Cultura Lastimada. El beneficio de los pactos espurios suele ser desafinado y fuera de tiempo.
La grasa de las capitales ataca a un enemigo que sobrevive a puro consumismo, que goza de buena salud privatizada, que se atrinchera en los medios y lava y lava, que aplasta y genera desgano, marca a una prensa que desinforma, que “le encanta caretear, ser aceptada donde te odian más…”.
Un fino arte de tapa cuestiona al mundo “careta” que, hoy, está más ampliado que antes, incluso, se mezcla, se disfraza y confunde a más de un ingenuo o ingenua que ya no sabe si detectarlo o cambiarse de bando. Quizá, nos quedamos pensando que el Rock Argentino debe recuperar aquella lucha por algo distinto, superador, que se pare del lado de la contracultura y embista, abrazado a la metáfora, a la ironía y no al temor del reto de los empresarios inescrupulosos. Serú Girán le salió al cruce a esa fachada hipócrita que atraviesa a la Historia Argentina. Habría que pensar la manera de recuperar esa mística y salir a disputar el partido en todos los rincones de la cancha y no quedarse atrás, mirando cómo los pusilánimes o los traidores se sientan en la mesa de los caretas, pero, prometiendo que se van a acordar de nosotros, cosa que jamás van a hacer. Hoy, 40 años después, seguimos pensando que “La grasa de las capitales no se banca más”, que lo contado en la canción Frecuencia modulada nos sigue resonando: “si en la música que escuchás ya no hay vida, si la letra ya no tiene inspiración, si, aunque aumentes el volumen, ya no hay fuerza, son los tiempos que están huecos de emoción…”.
Lo admirable es que Serú Girán, en especial Charly García y su poética, viven con una vigencia que impresiona, continúan en su tarea de interpelar a una sociedad sospechosa y que ha crecido, pero ojo, nosotros y nosotras también nos hemos multiplicado, aunque, eso no quita que sigamos atentos/as, que nos atemos al mástil junto a Ulises para no ser atraídos por los cantos de unas sirenas caretas.
Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y miembro de AMIBA.
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