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¡Qué los cumplas, Villa Crespo, qué los cumplas feliz!

El sábado 3 y el domingo 4 de junio hubo fiesta en el barrio. Villa Crespo cumplió 135 años, todo un acontecimiento. Con Fervor estuvo presente en ambos días compartiendo con la populosa barriada una jornada tan sentimental como histórica.

 

El Servicio Meteorológico Nacional advirtió en la semana sobre lluvias y tormentas y se temió lo peor, en un barrio con una larga historia de inundaciones desde tiempos remotos. Esta vez, se prometía una gran fiesta desde temprano, esperábamos una gran concurrencia de público y, además de las ferias, estaban programados varios shows, de manera que la lluvia fue una gran amenaza. El sábado, desde muy temprano, feriantas/es, organizadoras/es, almas voluntarias se fueron dando cita en la Plaza Benito Nazar. El despliegue de energía de toda esa gente fue tremendo, pero, cuando se lanzó la fiesta comenzaron a llegar esas alegrías que secan la transpiración, animan los espíritus y proporcionan la fuerza necesaria como para arrancar y sostenerse.

Se veían varios stands de naciones preparando sus artes culinarias, lo mismo hacían algunas provincias argentinas, los que gustan degustar comidas novedosas estarían de parabienes. Cuando llegué a la plaza, me rodearon unos cuantos aromas que llevaron varias inquietudes a mi estómago. Vi varios puestos con artesanías, en algunos de ellos se mostraban piezas realmente artísticas, con ese trabajo artesanal casi terapéutico. Ya desde temprano, se vio a mucha gente concentrada en la cocción de productos más que tentadores, entonces, se tornó necesario alejar a dietistas y gastroenterólogos que prometían amargar el encuentro.

Algo que me llamó mucho la atención fue la presencia masiva de varias agrupaciones culturales y políticas que militan en la zona. Patria Grande, Lxs Irrompibles, el Partido Solidario (PSOL), La Cámpora, el Partido Comunista, La Dignidad, Cooperativa La Yumba, Club Atlanta, La Cultura del Barrio, Banco Credicoop, Parroquia San Bernardo, Asociaciones de Comerciantes, Cooperativa Matemurga, Murga Los Movedizos y otros tantos carteles le contaban a la gente que este es un barrio históricamente inquieto, políticamente hablando. Siempre, hubo espacio para las cooperativas, los centros culturales, los clubes de barrio y demás lugares de contención. Y eso que las diferentes crisis fueron arrasando muchos clubes chiquitos que disfrutamos y, luego, con mucha tristeza, vimos desaparecer.

Más allá del menú ofrecido, de los shows que comenzaron a desfilar trayendo su arte y de los juegos para niñas/os se notaba, en la gente, cierta identificación y, claro, festejábamos el cumpleaños del barrio, que es un poco un festejo familiar, colectivo, todas/os somos un poco el barrio. Uno se muda, viaja, cambia de casa, pero, siempre, se lleva al barrio a cuestas. Eternamente parece que caminara esas veredas, que se mirara en esas antiguas vidrieras y piensa en el paso de los años. Y vuelve, uno siempre vuelve, aunque sea, para ver los recuerdos, las calles, la escuela, el quiosco en donde fuimos felices saboreando las mejores golosinas de nuestras vidas. A recordar el olor a pan calentito, las carnicerías adonde íbamos a comprar esos churrascos que, hoy, se nos han alejado y no por pedido de la dieta. A ver en los negocios nuevos y, con un toque de imaginación, aquellos negocios que miramos, en donde compramos alguna bufanda que nos proteja del frío del olvido.

Foto: Ángel Romano.

Villa Crespo es un barrio muy particular. Es, seguramente, el lugar en donde mejor se aprende a convivir con el distinto, donde la/el otra/o no es una/un otra/o, porque, es vecina/o, amiga/o, compañera/o de la escuela. Varias religiones armaron, en Villa Crespo, un espacio de reunión sin atacar a las otras, teníamos que convivir, era necesario y reparador. Las/os inmigrantes vinieron a enseñarnos que habían visto demasiado dolor, que vieron caer familiares y amigas/os por distintos tipos de penurias, guerras infames, persecuciones, aberraciones raciales, ninguneo de pueblos, atrocidades que avergüenzan a la humanidad para siempre. Entonces, entendieron, de inmediato, que acá podrían construir un nuevo paraíso, en donde todo eso fuera una horrible pesadilla, pero, no un presente. Y nosotros comprendimos eso, nos esforzamos por ser diferentes, por siempre abrir y nunca cerrar. Entonces, cuando, en este fin de semana, nos juntamos a festejar, también, fuimos con la certeza de que nos íbamos a reunir con fantasmas, con imágenes algo difusas por el paso de los años, pero que, con un poco de paciencia, las veríamos volver casi intactas.

Las/os artistas que se fueron presentando le pusieron música a la fiesta. Un gran personaje del barrio, como Fausto Arce, se encargaba de contar lo que iba sucediendo, lo que estaba por venir al escenario en donde distintos ritmos se dieron cita. Un activísimo Ángel Romano recorría, por enésima vez, la plaza en su afán de coordinar todo lo placentero. La gente fue muy respetuosa y escuchó, bailó, aplaudió a las/os artistas de su barrio y estos confesaron, en distintos tonos, la emoción que sentían por estar allí, de jugar de locales.

Este es un evento que se viene realizando desde hace muchos años, pero, que cada vez, concita más atención del público. Porque, en esos dos días fueron miles de personas las que vinieron a dar el presente y nadie quiso enviar un certificado médico para justificar la ausencia, no, estuvimos ahí acompañando a nuestro barrio. Quizá, masticábamos buscando aquellos sabores de la infancia, bebimos recordando las cervezas adolescentes que nos mojaron el alma. Somos privilegiadas/os, afortunadas/os y todo tipo de adjetivos que digan que tenemos un barrio hermoso, con mucha historia. Hasta tenemos un arroyo que no hace falta que se muestre.

En el barrio hay un estadio, el del viejo Atlanta, una cancha que, hoy, lleva el nombre de un patriarca de estas calles, de ese club, el ruso Kolbowski. Hay una estación de tren que lleva, ahora, el nombre del barrio y no esa canallada de Paradero Chacarita. Un subte que recorre las entrañas barriales. Por eso, este festejo es un acto de justicia y nos puso tan felices, lo hicimos entre todas/os para nuestro propio disfrute, para la inmensa alegría de todos los fantasmas que colmaron la vieja plaza, esos fantasmas buenos que se rajan de la Chacarita cuando nos reunimos, total saben que les queda cerca. Es que siempre están cerca.


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.

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