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¿Qué leen las y los jóvenes?

Opinan las escritoras y los escritores

La literatura infantil y juvenil -llamada LIJ- está en auge en la Argentina. Las editoriales se multiplican (Pequeño Editor, Calibroscopio, Iamiqué, del Naranjo, Una Luna, La Brujita de Papel, Hola Chicos, entre muchas otras), las publicaciones cada vez son más numerosas y las obras de las escritoras y los escritores se venden muy bien ¿Cuáles son los motivos de este fenómeno? Y, por otro lado, ¿qué es la literatura infantil y juvenil? Es difícil marcar el límite con la que sería la literatura adulta, por llamarla de alguna manera, y, en general, dicha división está atravesada por prejuicios y categorías que se tornaron obsoletas y que no dan cuenta de la realidad social actual. Uno de estos prejuicios tiene que ver con catalogar como obras de menor calidad a la literatura fantástica -sea de terror, ciencia ficción, fantasy (también llamada fantasía pura, épica o heroica), etc.- y al policial.

Recordemos que, en nuestro país, Jorge Luis Borges trabajó, incansablemente, contra ese prejuicio, dirigiendo, en Emecé, una colección de policiales titulada El Séptimo Círculo, junto a Adolfo Bioy Casares, y publicando la memorable Antología de la literatura fantástica, junto a Bioy Casares y Silvina Ocampo, por citar sólo algunos ejemplos. Asimismo, existe otro prejuicio que pone en un lugar secundario a las obras protagonizadas por niños, niñas o adolescentes, a las de aventura y a los textos ilustrados.

Entrevistamos a la escritora Márgara Averbach y al escritor Mario Méndez, para conocer cuál es su opinión sobre estos temas.

Fervor: ¿Qué leen las y los jóvenes?

Márgara Averbach: Algunas de esas preguntas no las puedo contestar. En mi caso, soy escritora LIJ, pero, no estoy en contacto con chicos que lean, no soy mediadora, nunca fui docente de primaria ni de secundaria y eso es una dificultad. No sé lo que leen, por lo que dije antes. Sé más lo que algunas editoriales creen que leen, digo, buscan ciertos géneros. En este momento, no sé, pero hay mucho, mucho de novela histórica, por ejemplo, aunque no sé si eso es porque los chicos lo leen o porque lo piden las maestras, lo cual sería lógico. En otro tiempo todo era terror, un género que no leo ni escribo, y, en otro momento, fue fantasía, que sí escribo. En cuanto a eso, me da la sensación de que algunos de los que deciden qué se publica ven a los lectores jóvenes y chicos con mucho prejuicio y, por eso, en mi caso, a veces (no siempre) me tropiezo con el: «es que tu libro es muy difícil». No es mi experiencia. Creo que los jóvenes pueden leer cualquier cosa y los chicos, también, cualquiera que sea pensada para ellos. Pero, ahí, estoy hablando de dificultades y no exactamente de lo que leen o no.

Márgara Averbach.

F: ¿Qué es la literatura infantil y juvenil? Y ¿Cuáles son las diferencias con otras literaturas?

A: Es una pregunta demasiado amplia, pero, contesto lo que creo yo. Para mí, esa esencia es muy pero muy diferente en el caso de infantil que en el de juvenil. Yo creo que la LI (infantil) existe realmente y que hay maneras en las que una o uno le puede contar una historia a un nene o una nena de hasta 10 años, digamos. Como dijo una vez Esteban Valentino: a un nene de 6 no le podés hablar de sexo, porque no lo entiende ni le interesa y no podés hablarle en un lenguaje doctoral o poner «pasividad», «histeria», no sé. Ahí, creo que es una literatura en la que el público imaginado y su edad, sobre todo, son muy pero muy importantes. Claro que no todos coincidimos en las reglas. Yo, porque mi historia me lo pide, estoy en contra de escribir libros demasiado terribles para un chico o chica. Digo, que terminen muy mal, que tengan una desesperanza completa. A mí, leer esos libros antes de los 9, 10, me hacía un daño físico. Yo jamás lo hice ni lo voy a hacer. Otros, por ejemplo Esteban, están en contra de eso. Y está bien. Pero todas esas reglas tienen en cuenta la edad del público al que pensás hablarle.

La juvenil, en cambio, para mí no existe. Yo creo que toda persona de más de 12, 13 años, que es buena lectora puede leer todo, yo leía todo. Leía Faulkner, mis hijos leían cosas de adultos muy temprano, porque querían. Por eso, yo cuando escribo juvenil, escribo igual de lo que escribiría para un adulto. Claro que, por razones de nicho de mercado (para mí la juvenil es sobre todo un nicho de mercado), trato, por ejemplo, que mis personajes tengan una edad adolescente. Pero, ha habido libros que fueron de adultos durante años y, después, se decidió que eran de jóvenes (los de Jack London, por ejemplo); y libros que se escribieron para adultos y terminaron en colecciones juveniles. Yo no creo en la existencia de una literatura separada para jóvenes. Y creo que si tiene reglas es un error y la convierte en mala. Por ejemplo, hay algún libro mío que escribí para adultos y salió en juvenil (Guitarras) y uno que pensé para juvenil y va a salir para adultos.

En segundo lugar entrevistamos al escritor Mario Méndez.

F: ¿Qué leen las y los jóvenes?

M: Esta pregunta es difícil de responder, porque, lo que leen es muy diverso, sobre todo, teniendo en cuenta el grupo juvenil, los adolescentes, donde la diversidad es bastante mayor que en los lectores niños. De alguna manera, más dependientes de lo que se les ofrece y/o piden leer en la escuela. De todas maneras, podría decir que leen casi todos los géneros, con preferencia en el terror y el fantasy. Y que, en determinados momentos, como este año belgraniano, sobre todo los niños, leen narrativa histórica.

F: ¿Qué es la literatura infantil y juvenil?

M: Es una literatura que, de algún modo, está determinada por sus destinatarios: los niños y los adolescentes. Si bien muchos especialistas y escritores abogan por una «literatura sin adjetivos» y a la LIJ la puede leer cualquier grupo etáreo (de hecho, las maestras y maestros, los bibliotecarios y profes son de los que más la leen y no son niños, ni adolescentes), creo que es indiscutible que hay un peso fuerte de los destinatarios, divididos por edades, en lo que se escribe y publica.

Y, en nuestro país, tiene un peso enorme la escuela, desde el jardín hasta el secundario. La LIJ argentina depende mucho de la circulación de los libros en las aulas. Es, además, una fenómeno editorial de gran magnitud, uno de los pocos sectores de la industria que resistió los cuatro años de debacle macrista.

Mario Méndez.

F: ¿Cuáles son las diferencias con otras literaturas?

M: Creo que lo he dicho en la anterior respuesta: cierta preponderancia del destinatario, cierta dependencia de la cuestión escolar en la circulación y elección de temas, vocabulario, géneros. Y, en los límites que, a veces, se imponen y, otras veces, los escritores, conciente o inconcientemente, nos autoimponemos.

F: Recomendanos cuatro libros contemporáneos y decinos por qué los recomendás.

M: Moreno, de Laura Ávila, publicado por Edelvives en su colección juvenil Alandar: un guión de cine que se lee como una novela, originalidad única -que yo sepa- en nuestra  LIJ, que nos acerca, de un modo afectivo, por momentos emocionantes, a la figura de un prócer de carne y hueso. Un prócer, además, que es, quizás, el más importante de nuestra historia, tanto como San Martín o Belgrano.

El mar y la serpiente, de Paula Bombara, publicado por Norma en su colección juvenil Zona libre. La elijo porque esta novela, si bien no fue la primera, fue la más importante a la hora de traer a las aulas la discusión histórica y literaria sobre el tema de los desaparecidos y la represión de la última dictadura. Fue pionera de un tema que me es muy caro y que debería serlo para todos los argentinos.

Historia de un primer fin de semana, de Silvia Schujer, publicada originalmente en la histórica editorial Quirquincho, actualmente en Loquelo. Porque es una novela que trajo el realismo, con cierto escándalo mediante que, hoy, nos parece ridículo, a la mesa literaria o al pupitre, para mejor decir. Una novela que habló del divorcio cuando nadie lo había tomado. Hizo historia.

¡Socorro!, de Elsa Bornemann, editado originalmente en la pequeña editorial REI, actualmente en Loqueleo. Porque fue un éxito enorme, impensado en su primer momento y sigue siendo elegido por los chicos. Ya es un clásico de nuestra LIJ y creo que fue pionero en el terror para niños y jóvenes. Además de ser la obra de una de nuestras escritoras más importantes.


Santiago J. Alonso es artista plástico, escritor, periodista y licenciado en Letras (UBA).

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