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Las fuerzas del pasado se inscriben en el presente

¿Cómo es posible el devenir singular de una obra clásica? ¿Cómo un relato que todes conocemos puede inscribirse en la particularidad de una identidad histórica y territorial que todes encarnamos? ¿Cómo una misma obra puede multiplicarse sin repetirse? ¿Cómo algo producido en otro continente y con otro idioma puede agenciarse argento y contemporáneo? ¿Cómo se entiende la crueldad y la violencia en las personas?

Quizá, sea el camino de los afectos la respuesta a las preguntas anteriormente planteadas, ya que, no hay traducción a algo tan viviente y vibrante como lo son las pasiones.

Los finales felices son para otros, dirigida por Ignacio Gómez Bustamante y Nelson Valente, es una obra de teatro que deja en claro algo: los monstruos no habitan sólo en las pesadillas, no hay buenos y malos, simplemente, hay personas en un contexto social determinado con determinadas influencias que producen ciertos actos. Y esto es mucho decir.

La adaptación de Mariano Saba de Ricardo III e, incluso, sus intertextos con otras obras de Shakespeare más que una adaptación es un diálogo con la producción shakesperiana y con el universo isabelino, anclado en esta contemporaneidad, también, azotada de pestes.

Los finales felices son para otros talla su potencial en la particularidad de su trama social, siendo este el anzuelo que el público muerde, apelando a una construcción colectiva de memoria y poniendo en juego una serie de construcciones sociales y culturales del territorio de lo sensible. Será un recordatorio de nuestro eterno retorno en una apuesta estética con intersticios políticos.

La historia transcurre en una fábrica de guillotinas de papel en la década 90, en pleno neoliberalismo. Son sus tres hermanos –entre ellos, Ricky, el más joven- los apoderados de la misma, luego de que ocurriera una tragedia que los signe. El contexto familiar es de carencia y violencia, hasta que aparece la posibilidad de ser vendida la fábrica a un personaje del pasado que los tres recuerdan. Situación que será la punta de lanza para la sucesión de hechos fatídicos.

Walter Benjamin dirá: “El historicismo culmina, con justicia, en el concepto de una historia universal… (…) Su proceder es aditivo: suministra la masa de los hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío”. Es interesante cómo el espectáculo logra pensar la historia como heterogénea y diversa, dejando esos vacíos incómodos sobre el pasado sin llenar: pensar en la historia como un conjunto de historias y no como una grande y sola. La historia universal no existe, porque, sería como un idioma que es todos los idiomas, reduciendo todo a un principio común, unitario y hegemónico. La historia de los pueblos es la historia de los pueblos contada por sus habitantes, sus obreros, sus muertos, sus fábricas, su propio incendio.

 

Los dispositivos de la crueldad

 

Shakespeare escribía sobre bases históricas y lo que podía observar en su presente. Sus fuentes eran reales y Ricardo III contiene el discurso de extrema maldad y crueldad, porque, el terror asecha al mundo y lo siniestro es una construcción discursiva que genera una puesta en acto muy peligrosa. Si lo sabremos nosotres, hijes de un Estado que asesinó y desapareció 30.400 personas y que disemina odio las 24hs. como producción de entretenimiento, como si esto no tuviera consecuencias. Como si querer matar a una vicepresidenta fuera un hecho natural y sumamente ordinario.

Dirá Lila María Feldman: “el lenguaje no sólo expresa cosas que ya existen, sino que, también, las fabrica, las produce”.

Es destacable resaltar cómo esta versión logra asir el concepto principal de la obra clásica: la importancia del lenguaje, donde se experimenta lo perverso que antecede al suceso trágico y sus irreversibles efectos. Ricky está muy cerca de nosotres y nos hace pensar que la idea del “loco suelto” no existe. Primero, porque la patologización y discriminación de un sujeto que sufre un dolor psíquico es fascista y, segundo, porque es una idea ingenua y reduccionista. Y, por otro lado, porque simplifica un cuestionamiento ético-político en una cuestión de psicológica individual o acto personal aislado, negando los mecanismos de violencia y crueldad con los que opera el poder hegemónico.

Son las consecuencias macabras que generan los relatos de odio las que Los finales felices son para otros reproduce, con el abanico de personajes arquetípicos y contradictorios, que trazan una cartografía de una sociedad donde no hay buenos o malos, sino, un conjunto de subjetividades partidas por un sistema excluyente, que incentiva, mediante sus medios de comunicación y movimientos de derecha, asesinatos y guerra.

 

 

Ficha artístico-técnica:

Dramaturgia: Mariano Saba

Actúan: Martín Gallo, Augusto Ghirardelli, Mariana Mayoraz, Sofía Nemirovsky, Matías Pellegrini Sánchez y Julián Ponce Campos

Vestuario: Betiana Temkin

Escultura: Carlo Pelella

Diseño de escenografía: Micaela Sleigh

Realización escenográfica: Taller Metal Creativo, Jorge Barneau, Joan Bekerman y Ramiro Pérez Morbelli

Diseño de iluminación: Leandro Crocco

Diseño gráfico: Javier Pane

Asistencia de escenografía: Pipo Manzioni

Asistencia de dirección: Pipo Manzioni

Producción ejecutiva: Jimena Morrone

Producción general: Upa Producciones

Dirección: Ignacio Gómez Bustamante y Nelson Valente

 

Los finales felices son para otros puede verse los sábados a las 19.30hs. en el Espacio Callejón, ubicado en Humahuaca 3759, CABA. Entradas desde: $ 1.300.


Frida Jazmín Vigliecca es actriz, directora y docente. Lic. en Actuación por la Universidad Nacional de las Artes y Especialista en Arte Terapia por la misma Universidad. Cursa, actualmente, estudios de posgrado de Prácticas Artísticas Textiles Contemporáneas. Vive en el barrio de Floresta, Comuna 10, CABA.

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