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Después del ensayo, de Ingmar Bergman y con dirección de Daniel Fanego
Escrita como película para televisión por Ingmar Bergman en 1980 y estrenada en 1984, es, de algún modo, una reflexión sobre el teatro, las actrices, los actores y la vida.
Con una afinada dirección de Daniel Fanego, las dos actrices y el actor en escena son Osmar Núñez, interpretando a Henrik Vogler -el director-; Silvina Sabater a Raquel Egerman -la actriz mayor-; y Vanesa González a Anna Egerman -su hija. Todas/os se muestran muy implicadas/os con sus personajes, de tal modo que, rápidamente, llevan al/la espectador/a a dejarse permear por la escena.
Quizás, los dos momentos que mejor nos transmiten el espíritu del texto son el comienzo y el final de la obra, en la que se ve a Henrik en una actitud de conmovedora introspección. No se ven, pero, podrían adivinarse sus pensamientos y cavilaciones.
La escena transcurre en el escenario de un teatro, luego del ensayo de la obra El sueño, de August Strindberg, que, de ninguna manera, puede ser una referencia fortuita. El sueño y la realidad, el pasado y el deseo, los fantasmas y los recuerdos visitan, en ese instante, a las/os tres personajes que están ligadas/os íntimamente. El director Henrik es un hombre maduro, de vuelta de una vida intensa y dedicada a la pasión por el teatro como centralidad de su existencia. La joven actriz Anna, a la que dirige con fina sintonía, espera de él, a través de un despliegue de seducción, la intimidad erótica que él rechaza, pero, reconoce que, también, vibra en su interior. La madre de la joven -Raquel-, también actriz, ya mayor y en una etapa de derrumbe psicológico y físico había vivido una intensa pasión, simultáneamente, con Henrik y con el que, luego, iba ser el padre de su hija. Fue una mujer muy bella y pasional, pero, ahora, frustrada, alcohólica y suicida. Ella le pide y le demanda volver a repetir aquellas horas de apasionado amor y deseo de la juventud.
Este es el triángulo que, desde sus vórtices, activan el flujo dinámico de las reflexiones de la vida: la pasión, el amor, la soledad, la vejez, la sabiduría, la soledad y la siempre insatisfecha búsqueda de sentido.
La pieza adquiere un interés particular desnudando la sensibilidad de las/os actrices/actores, la relación compleja con las/os directoras/es, los pliegues y los velos sutiles que envuelven, a través de la fantasía, a otros escenarios, otras vidas y otros sentimientos: quizás, el prisma de las infinitas dimensiones de la existencia humana.
El director ejerce su potestad y conoce los vínculos que se tejen con las/os actrices/actores y los textos. Se conoce a sí mismo, sabe quién es y puede comprender, a través de su experiencia, los estados antagónicos de esas dos actrices al que lo ligan, desde el pasado y en el presente, al deseo, que, también, es teatro.
Con la belleza que produce la armonía de un texto que refleja lo que quiere decir, interpretado, además, con una vibrante sensibilidad, que estas/os tres excelentes actrices/actores le transmiten, comparten con el/la espectador/a una intimidad que nos acerca la sutil experiencia del alma humana, en este caso, la de las/os artistas.
Bergman, como síntesis de su tumultuosa vida, compartió, en Después del ensayo, su reflexión y, tal vez, su legado. Como en toda su obra, nos pone en contacto con la dimensión extraordinaria de la existencia.
Sin esa primera y última escena, interpretada en silencio por el potente actor que es Omar Núñez, Después del ensayo sería un bello relato que empieza y termina con la función de 80 minutos. Pero, estas dos escenas hacen que la obra despierte algo escondido en el/la espectador/a y que lo siga acompañando luego, en otros momentos, con una comprensión más profunda del teatro y de la vida, que tanto se parecen.
Finalmente, la palabra ensayo, en su acepción más corriente, es definida como: “Puesta en práctica de una acción o actividad para poder perfeccionar su ejecución”. A la luz de la puesta del director, nos sugiere que la vida, también, es un ensayo: repeticiones, pruebas, errores, correcciones, frustraciones, éxitos, dramaturgias difíciles de comprender o memorizar, con directores/as amables o tiranos/as, con compañeros/as de escena complejos/as y dispares… todas/os encaminándonos al día del estreno… toda una vida esperando el estreno. Cada uno descubrirá cuándo llega ese momento en nuestro calendario.
Un íntimo placer lo que este grupo artístico, incluidos el escenógrafo, la vestuarista, el iluminador y las/os asistentas/es ofrecen cada domingo, a las 16hs., en uno de los espacios teatrales que amamos: El Picadero.
Ficha artístico-técnica:
Autor: Ingmar Bergman
Traducción: Martín Morgenfeld
Actúan: Osmar Núñez, Vanesa González y Silvina Sabater
Escenografía: Diego Silliano
Vestuario: Daniela Dearti
Iluminación: Horacio Efron
Asistente de dirección: Luna Pérez Lening
Dirección: Daniel Fanego
Después del ensayo puede verse los domingos a las 16hs. en El Picadero, ubicado en Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857, CABA.
Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.
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