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Amanda y Eduardo, más que una historia de amor

Escrita por Armando Discépolo hace casi cien años, Amanda y Eduardo fue estrenada antes en Barcelona que en Buenos Aires. En el complejo contexto de la crisis económica mundial y la idiosincrasia dominante, en la que la mujer era apenas sujeto de muy pocos derechos y con una subordinación casi completa a los extendidos mandatos y dominios del patriarcado. Su dependencia afectiva y económica estaba predeterminada y su libre albedrío, por diversas causas, estaba condicionado por el deseo de los demás: la familia, la clase social y, sobre todo, la pobreza.

Amanda es una joven y muy bella muchacha, la “querida” de un señor mayor (Camilo), que la mantiene económicamente a ella y a su familia y le brinda la seguridad acomodada, que es, también, un modo de sometimiento.

Cansada de esa vida, pero, sobre todo, enamorada de un joven bohemio y pobre (Eduardo), que quiere ser escritor y que apenas sobrevive con un empleo precario, vive con su esposa (Elena), que le brinda, a su modo, atención y afecto.

A pesar de lo comprometida de su situación y de la presión que, implacablemente, ejerce su madre (Doña Flora), decide romper el vínculo con su protector y, así, estar libre para experimentar el verdadero y apasionado amor por Eduardo. Él, también, se ve envuelto en una pasión arrolladora, que lo lleva a sostener una difícil doble vida.

Esa madre terrible, que lucha por su supervivencia y la de sus hijos, no tiene miramientos ni con su hija ni con la esposa de Eduardo. Y se desencadena el escándalo y la tragedia, cuando pone en evidencia el romance de los amantes. La joven hermana, Alicia, a pesar de la situación, emprende el camino de trabajar para sostenerse, algo que, para la época, no era usual y más: estaba muy mal visto. Una muchacha “decente” no podía trabajar…

Así está, básicamente, planteado el argumento. Pero, hay varios planos relacionales yuxtapuestos para observar. Primero, la relación de Amanda con su conciencia, como presencia silente que expresa, con bellísima elocuencia, su mundo interno y que atraviesa toda la obra. El vínculo con Camilo –que trata de complacerla- está teñido de hastío por el encierro y la falta de amor. Ella es sólo un agradable objeto de placer, casi, como un adorno. La relación con su madre es de una intensidad asfixiante y prepotente que la somete a una vida de insatisfacción. El vínculo con su joven hermana es de afecto y ternura y, luego, de asombro. El amor por Eduardo es abrasador y apasionado y le da la fuerza para romper las ataduras a un destino que no eligió y que detesta. La relación con la esposa de Eduardo es esperablemente dramática cuando el osado triángulo queda al descubierto y el desenlace sobreviene.

Foto: Adriana Prado.

Podríamos pensar que una obra que es casi centenaria podría haber envejecido… Pero, no es este el caso. Todo lo contrario. Hoy podemos resignificarla a la luz de nuevas comprensiones acerca de la mujer y su relación consigo misma y sus vínculos en la sociedad.

En los primeros años del siglo pasado, no era infrecuente ese tipo de relación tolerada con mayor o menor aceptación o exposición social. La “mantenida” (así se la denominaba) era la persona mantenida económicamente por otra, en especial, cuando tenía con ella algún vínculo afectivo.

Teniendo en cuenta que la vida laboral femenina aparece con masividad luego de pasados unos cuantos años después de la Segunda guerra mundial, desde esa perspectiva puede comprenderse la posición de la madre: estaba muy preocupada por el sostenimiento de la familia. No se mencionan padre ni esposo. Hay un hermano, también, errante. Una muchacha bella tenía una herramienta útil para sacar a flote la familia, que, como tantas, estaba navegando en las peligrosas aguas de la miseria y, quizás, de la marginalidad. En varios momentos, se sugiere que caer en la prostitución, en este caso, desde las llamadas telefónicas de un supuesto enamorado, era una alternativa posible.

Pero, hay otros dos giros muy interesantes. La joven Alicia, hermana de Amanda, busca y encuentra un empleo comercial, a pesar de la contrariedad de su madre. Cuando la esposa de Eduardo estalla en furia y todo queda al terrible descubierto, Amanda y su conciencia toman una iniciativa diferente, nueva y muy audaz, que nos deja con una mezcla de asombro, alivio y esperanzada tristeza o viceversa.

Esta puesta en escena es bellísima. La dramaturgia de Patricia Zangaro le da una vital actualidad…, más allá y más lejos de la literalidad del texto de Discépolo, puede leerse y releerse desde muchos focos interesantes. La escenografía inteligente nos hace alternar, sucesivamente, en los distintos espacios y vínculos que se desarrollan en el escenario. El vestuario es sobrio y refleja, con cómoda naturalidad, los matices de cada personaje. La iluminación y la música original adicionan la armonía del conjunto.

Capítulo aparte y esencial: la dirección de Teresa Sarrail se percibe minuciosa y magistral, no sólo, en la profunda interpretación de Lorena Szekely, sino, en absolutamente todas/os las/os actrices/actores que intervienen. Nos conmueve esta obra de una brillante e inteligente vigencia, no sólo, por su dramaturgia, sino, por la actuación de este experimentado grupo de artistas.

En el teatro independiente, actualmente, hay muchas obras buenas que disfrutamos. Pero, hay otras que son excelentes y no olvidaremos. Difícil será superarlas en su calidad. Sé que obras como esta puesta de Amanda y Eduardo quedarán en el registro personal y en la memoria colectiva del muy buen teatro. Se vive con intensidad y plenitud y, como espectadoras/es, nos sentimos incluidos en la emoción de sus humanos personajes y circunstancias.

 

 

Ficha artístico-técnica:

Autoría: Armando Discépolo

Dramaturgia: Patricia Zangaro

Actúan: Jésica ÁlvarezJose Manuel Espeche, Liliana Lavalle, Lucía PalaciosMario PetrosiniLorena SzekelyFaty Arahuete

Locución: Marcelo Velázquez

Vestuario: Paula Molina

Escenografía: Paula Molina

Diseño de luces: Eduardo Safigueroa

Cantante: Inés Echavarría

Música original: Pedro Piterbarg

Fotografía: Nahuel Lamoglia

Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia

Asistencia de dirección: Eliana Hernández

Prensa: Paula Simkin

Producción ejecutiva: Claudia Díaz

Dirección: Teresa Sarrail

 

Amanda y Eduardo puede verse los domingos a las 20.30hs. en el Teatro Patio de Actores, ubicado en Lerma 568, CABA.


Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.

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