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Abelardo Castillo y Edgar Allan Poe

A propósito de la obra Israfel, estrenada en el Centro Cultural de la Cooperación

Conocí a Abelardo Castillo en el Taller Literario Mario Jorge De Lellis, en los primeros años de la década del ’70, en el local que la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP) tenía sobre la calle Viamonte al 400. El grupo de jóvenes que integrábamos ese Taller Literario veíamos en la figura de Castillo la representación perfecta del poeta, del escritor y del intelectual comprometido. Y mucho más también, porque, de alguna forma, representaba, para nosotros, la tradición romántica y maldita. Abelardo Castillo iba hasta las últimas consecuencias en los debates culturales y en su vida literaria.

Pero, muy particularmente y a propósito de la obra Israfel -que se acaba de estrenar en el Centro Cultural de la Cooperación-, quiero destacar como recuerdo nuestros encuentros con Abelardo Castillo en la Confitería Richmond, ubicada en la calle Florida, también, al 400 (que no es necesariamente la Taberna de Richmond, donde estaba Poe en la Nochebuena de 1826). En esa confitería, nos encontrábamos para jugar al ajedrez y tomar ginebra. Abelardo nos contó, una vez, que él se sentía muy identificado con toda la vida y la obra de Edgar Allan Poe y que, desde ese compromiso, había escrito la obra Israfel.

Castillo conocía toda la literatura de Poe, su personalidad, su forma de escribir. Israfel está basada, de alguna forma, en el cuento William Wilson, el hombre perseguido que se encuentra con el perseguidor. El tema del doble es fundamental en Poe. Para nosotros, muy jóvenes escritores, el desafío que nos provocaba Abelardo Castillo, en aquellas charlas en la Richmond, implicaban que, para escribir y ser como los dioses, debíamos ser, también, los dobles de Abelardo Castillo, ir hasta las últimas consecuencias. Nos preguntábamos quién de nosotros iba a representar al propio Abelardo con la integridad que correspondía. El desafío se había vuelto muy complejo. Hasta que, un día, Abelardo nos explicó que para escribir no era necesario tomar mucha ginebra, algo que, por cierto, nos tranquilizó y nos recoló como jóvenes dentro de nuestras normalidades y capacidades literarias más autónomas. Pero, el mito se seguía construyendo en todos los abordajes que nosotros hacíamos de la obra de Abelardo Castillo. Y, por cierto, Israfel seguía golpeando sobre los sueños de los obsesivos dobles de la literatura y de la vida.

La obra teatral Israfel, de Abelardo Castillo, se vuelve a representar bajo la dirección de Daniel Marcove. Y yo creo que hay que reconocer, especialmente, en esta nueva versión, la potencia del doble y del otro, donde, también, William Wilson vuelve a estar, como siempre, vestido de negro -como la gran obsesión de Poe. Y se agrega, a su vez, el otro, que ha escrito la obra, que no es ni más ni menos que Abelardo Castillo, que está representado dentro del propio espectáculo por el gran actor Aldo Pastur, como el que explica la fábula, la propia fábula que ya ha sido escrita por el otro. Paradojas de la vida poética, la de ver, ahora, al propio Abelardo Castillo contando, como cuando hablaba con nosotros en la Confitería Richmond de la calle Florida. También, la Richmond representaba, en su momento, para nosotros, todas las tabernas del mundo donde habíamos vivido durante toda una noche. Ahora, esa noche de juventud, de hace cincuenta años atrás, está representada, para mí, sobre el escenario del CCC, frente a un tablero de ajedrez y el gran dios tabernero de las abundantes ginebras para todos.

Abelardo Castillo.

En esta nueva versión de Israfel, se pueden reconocer los momentos centrales de este clásico nacional. Daniel Marcove, con gran calidad e inteligencia, sabe hacer decir los parlamentos dentro de las acciones actorales. El relato teatral está en permanente movimiento, no se establecen detenciones para representar parlamentos, la palabra se actúa y se continúa en la acción de los cuerpos. Todos los personajes están excelentemente tipificados, con una expresiva escenografía que se destaca, una dramaturgia de luces que acompaña brillantemente las escenas y un gran vestuario.

La alianza entre la corrección de la obra original, la nueva versión, la dirección de la puesta y el nivel de las actuaciones están dentro de un equilibrio artístico de excelencia. Juan Manuel Correa representa, de manera única, la figura de Edgar Allan Poe. La actriz Antonia Bengeochea expresa maravillosamente a Virginia Clemm, la romántica y enferma esposa de Poe, de la cual nos volvemos a enamorar, como ocurrió en la ficción y en la propia realidad. Todo el elenco tiene actuaciones muy destacadas durante todo el espectáculo: Diego Sassi, Cristina Allende, Christian De Miguel, Martín Lopez Fiorini, Ezequiel Moyano, Julieta Pérez, Mario Petrosini, Miguel Sorrentino y Marcos Woinski. La música original de Ezequiel Moyano exalta las acciones con los sonidos de un hermoso violín.

La estructura de la obra se mantiene en los dos planos que representan las escenas, en la taberna y, por otro lado, las que ocurren en la casa de la propia familia Clemm. La taberna es la casa y la casa de los Clemm es, también, la taberna. En los últimos cuadros, se ironiza sobre un sistema que se dice democrático, dándole actualidad al sentido del fraude político en todos los niveles imaginables que recolocan a la obra, una vez más, en el presente. Es excelente el momento en que Poe visita a la Casa Blanca y a los empleados de la burocracia estatal.

En el último acto, se destaca la lucidez del poeta frente al caballero negro, o sea, frente a William Wilson, que, siempre, ha sido el doble de Poe y que será, también, el propio Edgar Allan Poe en algunos momentos de su vida. El escritor estadounidense cuenta, sobre el final, la última fábula del horror, la que simboliza el dólar acuñado en una moneda que todos se diputan vergonzosamente. Y el autor de la obra, el gran Abelardo Castillo, se presenta en escena, en la noche del estreno, contando, también, su propia fábula, como cuando jugábamos al ajedrez en la Confitería  Richmond y nos explicaba, profundamente, la forma en que podíamos ser escritores: si éramos capaces de sostener la luz del día y la luz que provoca la noche, con la tenacidad de las horas trabajadas, para que el poeta se mantenga siempre despierto.

Israfel, una hermosa obra para ver en el Centro Cultural de la Cooperación.

 

Ficha artístico-técnica:

Autor: Abelardo Castillo

Corrección de textos: Sylvia Iparraguirre y Claudia Solans

Versión: Daniel Marcove

Actúan: Aldo Pastur, Juan Manuel Correa, Cristina Allende, Marcos Woinski, Antonia Bengeochea, Miguel Sorrentino, Diego Sassi, Mario Petrosini, Christian de Miguel, Julieta Pérez y Martin Fiorini

Violín y música en vivo: Ezequiel Moyano

Diseño de vestuario: Paula Molina

Diseño de iluminación: Miguel Morales y Horacio Novelle

Fotografía: Lucas Suryano

Asistencia de dirección: Florencia Laval

Prensa: Silvina Pizarro

Producción ejecutiva: Mauro J. Pérez

Coreografía: Mecha Fernández

Dirección de arte: Héctor Calmet

Dirección: Daniel Marcove

 

La obra puede verse los viernes a las 19hs. y los sábados a las 22,15hs. en el Centro Cultural de la Cooperación, ubicado en Av. Corrientes 1543, CABA.

Podés adquirir tu entrada en el siguiente enlace: https://www.alternativateatral.com/obra80516-israfel


Juano Villafañe es poeta y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en Balvanera, Comuna 3, CABA.

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