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Observación teatral: Potestad

Verde es la esencia escenográfica, pelotitas violentas, un símbolo que revota en la penumbra y con este lenguaje será, otra vez y siempre, la identidad.

Tito, equipado, mastica un chicle infinito con una presencia marcial, pero, es el pibe que cambia el putter del juego. Las posiciones se adaptan a la sensación del lugar, el mecanismo imprescindible del movimiento. Cuanto menos ganás más, así, aquí también. El texto casi solitario y, de repente, la dualidad textual disocia el estado y cambia la atmósfera, como un nudo en el largo hilo, un nudo que cuenta una familia.

Entonces chiquitita y sola, sin querer, la han dejado sin saber quién es.

Escrupulocidad que resguarda el rastro de crueldad apropiada que pretende, elegante, ser lo que no es y da risa, tristemente, con vergüenza reír (siempre, de quien ve).

La Desesperación, qué intensa interpretación, es zozobra de lo que no está. La continuidad de los sucesos del pasado arrojan angustia en el escenario, sonidos que perturban entran y salen y la locura, un castigo si del cielo viene, porque el infierno rojo no crea al amor cuentan “los buenos”.

Un ojo por acá, carne rota y sangre por todos lados, desde la cabeza al uniforme, en los valores jurados. Es la imagen que nos deja Norman Briski. Hoy, la verdad que aún tiene que resolverse a través de Eduardo Pavlovsky.

Presión 0, el asesinato consumado, verificado el hecho, rematada la barbarie. Pero morir así no fue un acto sin eco, así no. Y la historia continua…

Otra vez, reordenando la situación que el quebranto asfixia. Querer se siente sólo así, un objeto.

Desaparece el juego. Y los hombres del mal sólo quieren cerciorarse del buen trabajo hecho, aterra el oficio.

El sanguinario desahogo de quienes, tomando vidas, libertad, derechos, violando toda moral, todo cuerpo, desasnan su ideología.

Y, entonces, sin poder ser quien se es, unida a la muerte del amor verdadero, entre mentiras, omisiones, vivir siendo otra, ser la historia viva del presente, mientras el proceso de transformación, crecer y salir a la luz como mariposas de un genocidio, un tesoro de aquellas almas.

Potestad, obra teatral de Eduardo Pavlovsky, estrenada en 1985, un estreno para siempre, con la dirección de Norman Briski.

 

 

Ficha artístico-técnica:

Actúan: Damián Bolado y Eduardo Guillermo Misch

Diseño de escenografía: Guillermo Brethold

Realización de escenografia: Guillermo Brethold

Audiovisuales: Antonio Fernández

Música original: Martín Pavlovsky

Diseño gráfico: Antonio Fernández

Asistencia de dirección: Iván Domnanovich

Prensa: Adriana Schottlender

Dirección: Norman Briski

 

Potestad puede verse los viernes a las 22hs. en el Teatro Payró, ubicado en San Martín 766, CABA.


Sandrina Gallego es profesora de danzas clásicas, cantante, poeta, actriz, dramaturga y artista plástica. Pertenece a AMIBA. Vive en Lanús, Provincia de Buenos Aires.

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