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Marcos Augusto Ferreira y una novela de singular valor literario e histórico: El paso de los cuatrocientos

La guerra Guazú, como se la denomina en el Paraguay, comenzó en 1865 con un rasgo singular, no ha terminado. La literatura cuenta con expresiones de enorme valor que dan siempre lugar a nuevas creaciones que interpelan y ponen en cuestión a aquello que se conocía hasta un punto determinado de la historia no concluida. Con su novela El paso de los cuatrocientos, correspondiente a su trilogía épica, Las crónicas de uruguayana, el escritor paraguayo Marco Augusto Ferreira, añade al relato histórico el hallazgo de un enfrentamiento en dicha contienda, donde 400 soldados paraguayos vencieron a 3.500 brasileños en la región de Caazapá. Se trata de una novela acerca del 27º Regimiento de Caballería del Ejército paraguayo durante la Guerra Grande en la que Buenos Aires, Montevideo y el ejército de la monarquía imperante en Brasil, destruyeron, masacraron, saquearon y sometieron al país hermano. Buenos Aires, que había sido fundada por paraguayos y guaraníes que llegaron con Juan de Garay, fue uno de los responsables principales en un país donde todas las provincias, se expresaron en rebeliones frente a la imposición porteña y montevideana de ir a la guerra.

Ferreira narra una etapa en la que el Sargento Bruno Caballero aparece como protagonista de los hechos en los que se ve envuelto el 27° regimiento paraguayo, que mandaba del Capitán José del Rosario López, personaje complejo e intrigante, jefe superior directo de Caballero. El desafío, el coraje, las vivencias en la incertidumbre y la distancia de los lugares donde los soldados podrían recibir ayuda, conforman un cuadro donde lo imposible surge como un destino imperturbable ante el desconcierto de cientos de soldados que vagaban como perdidos en la tierra, entre la adhesión a una lucha y la perturbación absoluta de sus destinos entregados a una inquietud permanente.

El proyecto de destruir el Paraguay independiente por parte del imperio británico se inicia en 1865. Ejércitos poderosos, gobiernos asistidos por bancas británicas y brasileñas, como la del Barón de Mauá, emprenden lo que sería una masacre. Desde la oscuridad, amparados en la mentira, los poderosos definen el escenario y las víctimas, los militares desplazan tropas y pasan sobre cerros, ríos, pantanos, llanuras y forestas, los soldados solo tienen dos opciones luego de haberlo perdido todo, matar o morir. Es ahí donde cuatrocientos caazapeños arrojados de la historia, como el escritor frente a su página en blanco, inician la marcha hacia lo desconocido, unos están dispuestos dar su vida por su patria, otros a acabar con quien se presente ante ellos en esa emoción que alcanza a los desesperados. El poder extranjero mira las acciones, da órdenes y especula en la usura que atraviesa la vida.

 

 

Tiempos de masacre

 

Ferreira pone en cuestión el relato oficial de una masacre, revive en su novela la hazaña de los 400 soldados de Caazapá, jóvenes, adultos, todos víctimas que se sumergieron en una misión suicida adolecida en la espesura y entre pantanos de la región de Río Grande do Sul, donde enfrentaron a aproximadamente 3.500 soldados profesionales de la caballería imperial brasileña de Pedro II, llevados por esa junta de intereses del Brasil, los puertos del Río de la Plata y el imperio británico, dispuesto a dar por tierra a la experiencia única de un país independiente. Los esperaban sus madres, sus padres, los hermanos, sus amigos, como en el relato de la notable película de Paz Encina, La hamaca paraguaya, que expone el color en sombras de las heridas de un pueblo. En el relato de Ferreira hay así, algo que estaba echado al olvido, incluso ocultado, que reaparece en otra espesura, la de la creación como acto de rebelión entre las sombras de una América que puede redescubrirse en el arte de buscar la verdad en los pliegues de sus vivencias.

El episodio recuerda a la batalla de Las Termópilas del 480 a.c., cuando griegos y espartanos -en número más pequeño- vencieron, en el paso de ese nombre, a un ejército persa ampliamente superior. Ferreira asume en su novela, el riesgo de una escritura desgarrante que sorprende porque se trata de una historia desconocida que, en su afán de joven escritor que pone el cuerpo a un relato frente al que intuye, por lo profundo y conmovedor del tema que escoge, que lo llevará un destino ante el cual él mismo va a ser transformado de tal modo, que al cerrar la escritura, no será ni la misma persona, ni el mismo escritor. La Guerra Guazú suele dejar secuelas y en el arte y tanto Roa Bastos, Rivarola Mattos y Gabriel Casaccia, que vivieron en las tierras de la reconstrucción de aquellos días o los que les sobrevivieron –porque el Paraguay es un espacio de muertos y de sobrevivientes -, conocieron esas reglas imperecederas. Cuando el entonces joven escritor del país, Lincoln Silva, se sorprendió cuando en una entrevista que sucedió en Saigón en tiempos de guerra, cuando al anunciarse ante Ho Chi Min y expresarle que era paraguayo, escuchó que el viejo líder le respondía tal vez con un dolor de hermano: “Paraguay, el Vietnam de América” pudo experimentar esos sentimientos de horror y pertenencia.

 

 

Faulkner y la escritura

 

Hay en su literatura de estricta intensidad, un poco del ideario sensible de Faulkner cuando planteaba que hay que ir a ella sin planes, sin una idea de estructura sino acaso en la idea de asumir un riesgo. En cierto modo, recordemos Una fábula, por caso, el escritor cuando toma ese camino, no entra en un tema sino que se sumerge en él en la convicción de que será con seguridad manipulado y remodelado en el barro de una experiencia en la que estará cuerpo a cuerpo en una suerte de confrontación con las palabras.

Faulkner compartía zonas de su labor y resumía que “Cuando escribí La paga de los soldados ya sabía más o menos cómo aproximarme al lenguaje, a las palabras: no con la seriedad del ensayista, sino con un respeto alerta, como lo harías con la dinamita; incluso con alegría, como te acercas a las mujeres: tal vez hasta con las mismas intenciones, secretas y sin escrúpulos. Pero cuando terminé El ruido y la furia descubrí que hay algo para lo que el derruido término Arte no solamente puede, sino debe, aplicarse”. Tal vez, Ferreira lo haya leído, tal vez no, pero no podemos dudar que cabalgó junto a los soldados de un pueblo además negado en muchas de sus hazañas, había rastros de una epopeya que había descubierto y para la cual, camino pueblos, lluvias y solazos, entrevistó a personas que tenía aproximaciones acerca del paso de los cuatrocientos cuya trama estaba casi perdida en la historia de su país. Y asistió así a una reconstrucción que era además de todo, un sentimiento contradictorio, trágico en un sentido y revelador en cuando que se trataba de un hallazgo que lo empujaba a una situación que de la que podía disponer de modo parcial pues lo llevaba también, como desplazan los hechos a las emociones de las que dispone y vive un escritor, cuando está dispuesto a sufrir las consecuencias de un proceder que no deja de ser atrevido e intrépido.

No se trata de equiparar esta novela sino establecer que hay un espíritu semejante porque, si había un plan, es posible en este caso, que el escritor haya visto desbaratada su estrategia una y otra vez porque los hechos son acontecimientos vivo a la hora de trasladarlos al papel en la experiencia de una novela, se mueven por sus propios medios y con sus propios planes. El desafío que por momentos corresponde al coraje, consiste en meterse en ellos en conocimiento de que se trata de un riesgo porque la historia, como decía Benedetto Croce, es historia contemporánea y en literatura, se regresa a sus vivencias incansables más aun tratándose de sucesos acontecidos en las heridas que hacen al Paraguay.

Rubén Biceglia, editor de la novela en la Argentina desde la provincia de Chaco, consideró que la guerra al Paraguay “nos permite ver en la historia a un ejército nacional valiente y patriota con líder que llevó a escala internacional la defensa de una democracia La guerra fue un holocausto, fue el atropello del unitarismo a regiones federales de América. La novela es mi reconocimiento a esa Patria y Ferreira que expone una letra viva, joven, desprejuiciada de un escritor joven, controversial que expresa a una escritura fresca que enaltece a su nación y nos lleva a leer el conjunto de sus obras”.

El paso de los cuatrocientos sucedió en América del Sur, en ese espacio del planeta que confirma el universo en el saber de la filósofa Amelia Podetti, como que se trata de un continente de hallazgos ahora en un contexto de palabras y metáforas que hacen de la sorpresa, un acto de fe en la confirmación de un muchas veces negado, lugar en el mundo. Ese es parte del mérito de este joven escritor que en la inquietud de su propia existencia, aporta una obra que es inquietud y provocación para instalar también un debate no concluido en los términos de un continente mestizo, que nunca deja de remarcar su presencia viva en el momento de una transformación universal. Ferreira a todo esto, con 28 años parecer decir desde su labor incansable, que esto es solo el principio. Ocho novelas publicadas y obras de teatro parecen confirmarlo.

 

 

La trascendencia de la obra

 

El paso de los cuatrocientos fue publicada en la Argentina este mismo año por la editorial Librería de la Paz, de Resistencia, Chaco. Biceglia, editor, consideró que la guerra al Paraguay “nos permite ver en la historia a un ejército nacional valiente y patriota con líder que llevó a escala internacional la defensa de una democracia. La guerra fue un holocausto, fue el atropello del unitarismo a regiones federales de América. La novela es mi reconocimiento a esa Patria y Ferreira que expone una letra viva, joven, desprejuiciada de un escritor joven, controversial que expresa a una escritura fresca que enaltece a su nación y nos lleva a leer el conjunto de sus obras”.

En esa provincia, por iniciativa de la Librería de la Paz y la Escuela Pública de Gestión Social n° 2 “B° Emerenciano”, de ese barrio de la ciudad de Resistencia, se inauguró el mural El Paso de los Cuatrocientos, realización del artista José Kura, el muralista Javier Flor y los profesores de artes plásticas de la institución, Cecilia Lema, Patricia Zack, Claudia Zack y Sandra Ledesma. Marcos Augusto Ferreira presentó su novela en la Feria del Libro de Goya su obra El Paso de los Cuatrocientos de este año, cuando tiene ya una cuarta edición en Paraguay. Fue presentado por Rubén Bisceglia, titular de la Librería de La Paz en Resistencia.

Augusto Ferreira es vicepresidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP). Nació el 15 de enero de 1994 en Asunción. Es abogado y consultor. Ganó el primer lugar de la categoría menores de 25 Años en el XXIII Concurso de Cuentos del Club Centenario (2017) por su obra Señor Voronin, y fue finalista del concurso de Cuentos ITAÚ Digital 2016. Fundó el blog de fotografía paraguayo, PhotoBlog Magazine. En próximas semanas, se estrena una obra teatral de su autoría y en colaboración con la dramaturga Tahiana Larissa, en Nueva York.

La novela se presentó, también, en la Feria del Libro de Goya.


Alejandro C. Tarruella es periodista, escritor y poeta. Sus libros más recientes son Güemes, el héroe postergado y la novela Las muertes de Albornoz.

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