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Mandinga, la Capilla del diablo
Dentro de las muy buenas obras del teatro independiente hay algunas que son excelentes. Tal el caso de Mandinga, la Capilla del diablo. Escrita y dirigida por Guillermo Parodi, toma algunos elementos del género literario de la leyenda.
La historia relatada por Mandinga… tiene también un componente histórico: la Capilla del Diablo, que se sitúa en la provincia de Corrientes, en la localidad de Colonia Carolina, es también la vida de un inmigrante y de su familia, a comienzos del siglo XIX que viven circunstancias trágicas y también asombrosas.
La obra transmite una atmósfera inquietante y perturbadora. La ambigüedad de una hija-novia, de un padre amantísimo, desesperado y poderoso, de un hijo resentido y sombrío, de la nana que sabe y calla, de la hija de la nana que desea y traiciona y de un cura manipulable e indolente. Todo lo que sucede es relatado por la voz sabia y omnisciente del “santo” Mandinga. Él sabe, tiene la sabiduría del tiempo y de conocer –y a veces dominar- muy profundamente el alma humana.
La puesta en escena es bellamente compleja, modular y se transforma dinámicamente por los mismos actores, según el relato lo pide.
El vestuario y el maquillaje ponen con una destacada elocuencia la expresión dramática: el traje de novia de la niña-hija, el de criollo del padre, el deshilchado y andrajoso del diablo…
Todos estos son aspectos muy importantes. Pero la descripción escrita que aquí se intenta, está realmente muy lejos de expresar lo que es la encarnación misma de la historia. Lo que allí se dice, lo que se muestra, lo que se sugiere y sobre todo lo que no se dice.
La acción de los cuerpos en el escenario, el despliegue impresionante de sus movimientos, el impacto de las circunstancias que se viven y el lenguaje a través de la corporalidad, del deseo, de la violencia, de la desesperación, de la muerte pone en evidencia el poder que se detenta en los distintos órdenes de estas relaciones muy complejas. Todos los personajes son atravesados, finalmente, por la tragedia.
La música que abre la función –y que luego la acompaña-, presenta en silencio y sin movimiento durante varios minutos a los personajes con un connatural ensimismamiento… Las actuaciones son impecables. Todos los actores despliegan una excelente dicción, expresión y desplazamiento sobre el escenario. Se percibe en todo el grupo la gran sintonía artística y emocional que los modula para realizar este trabajo escénico con tanta fuerza y profundidad.
Asistimos a un espectáculo de gran potencia que nos deja reflexionando acerca del poder del silencio que quizás durante años acalla lo evidente –bien lo sabemos todas/os nosotras/os-, que enmudece ante la presión de las pulsiones contenidas, las traiciones cruzadas, el miedo, el engaño, el recelo y el ansia de poder que no admite desafíos, hasta que todo esto es desafiado realmente por las fuerzas que lo humano no puede controlar.
Es muy conmovedora y recomendable esta asombrosa Mandinga, la capilla del diablo, que trocó lo piadoso en diabólico, como cuando se quiere controlar y dominar todo, aún hasta lo que el ser humano no entiende, en su vasta ignorancia y en su afán infinito de pobre poder.
Como decíamos al principio: hay muchas obras muy buenas, pero algunas son excelentes y podemos asegurar que se convertirán en inolvidables…
Ficha artístico-técnica:
Actúan: Julia Funari, Lucía Palacios, Camilo Parodi, Natalia Rey, Marcelo Rodríguez, Lucas Soriano y Lorena Szekely
Músicos: Nahuel Del Valle, Juan Pablo Martini, Camilo Parodi y Guillermo Parodi Diseño de vestuario: Jorgelina Herrero Pons
Diseño de escenografía y luces: Fernando Diaz y Guillermo Parodi
Producción y composición musical: Juan Pablo Martini
Realización de escenografía y vestuario: Talleres Del Teatro Argentino De La Plata – TACEC
Diseño gráfico: Leandro Almendro
Diseño de imagen: Mariana Melinc
Entrenamiento corporal: Sofia Ballvé
Asistencia de dirección: Macarena López
Mandinga, la Capilla del diablo puede verse los sábados a la 22hs. en el Teatro del Pueblo, ubicado en Lavalle 3636, CABA
Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.
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