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Luisa Kuliok: “hay que dar un salto en lo cotidiano, hay que inspirar para que esto suceda”

Ficción, ética, política y pasiones

Una actriz formada con el corazón del teatro. Protagonizó innumerables telenovelas, destacándose, Amor gitano, Amo y señor, Cosecharás tu siembra, Más allá del horizonte, Venganza de mujer y La extraña dama. Logrando importantes premios y una repercusión internacional.

El espacio de la creación escénica estuvo guiado por grandes maestras/os:  Agustín Alezzo, Hedy Crilla, Helena Tritek, Oscar Barney Finn, Lía Jelín, Juan Carlos Gené, entre otras/os.

Quedamos en encontramos cerca de Chacarita, en la puerta de una sala teatral que, ambas, conocemos y, desde allí, buscaríamos un bar. Fuimos tan puntuales para la llegada como interminables para poner punto final a la charla, que hubiese seguido toda la tarde. Ella salía de su clase semanal de danza, nadie lo hubiese pensado por la prolijidad de su melena ensortijada. La delataban sus piernas, que seguían bailoteando la veredita de la Avenida Jorge Newbery mientras se acercaba. Un andar entre demi plié (medio flexión) y extraña dama en su tapado entallado. Tan menuda. Sus líneas delicadas por fuera y, sin embargo, gigante en el decir, o como lo definirá ella en el transcurso de la charla: la palabra con su volumen.

Repasar su trayectoria artística es afirmar que es una de las notables de la telenovela. En lo personal, me recuerdo sentada frente al televisor junto a mi hermano. Él las disfrutaba tanto como yo. Quedar en vilo hasta el día siguiente, por un beso o una traición, valía tanto las penas como las alegrías.

Con Fervor: ¿Cuándo te sentiste contada por las telenovelas que protagonizaste?

Luisa Kuliok: Amor gitano fue una historia fabulosa, con la alegría de que se me concediera ser protagonista al lado de Arnaldo (André). Me eligieron entre dos actrices, no lo podía creer. De adolescente, miraba las telenovelas casi como un premio, no pensaba que podía hacer eso. Era muy buena alumna, iba al Normal 1 de calle Córdoba y, al volver de la escuela, miraba a Nora Cárpena, Alicia Bruzo y tantas. Estudiaba danza desde los cinco años y sabía que ese iba a ser mi camino. Pero, no me imaginaba que se podía actuar sin ensayar. Nunca se me pasó por la cabeza hacer una telenovela.

Para mí, el teatro es ensayo. La interpretación, concebir un personaje es probar, es investigar. Por eso, yo miraba como espectadora y con profunda admiración a esas actrices y actores capaces de contar, con esa verdad, las historias sin ensayo. Con el tiempo, comprendí que la televisión tiene sus propios códigos y que mi sólida formación teatral fue lo que me permitió sostener y expresarme en tantos personajes diferentes.

Así que, cuando se me da la posibilidad, estaba haciendo teatro, ya había debutado con Alezzo. Una tiene designios y se dan entre lo que una desea y lo que la vida te va poniendo delante. Tenía muy propiciado el camino desde chica y sabía que me iba a dedicar a la actuación.

Comencé en la televisión, con una participación muy chiquita, en un programa que se llamaba Televisión Abierta, donde íbamos los nuevos valores. Un gran productor, Cacho Catalán, iba a los sótanos a ver y convocaba. Así, también, comenzó Juan Vitali. Era un programa que se hacía con gente nueva, a manera de unitarios.

En teatro, ya había hecho Tiempo de vivir y Despertar de primavera con Hedy Crilla y con Agustín Alezzo, obras muy significativas y que fueron muy fuertes socialmente. Tuvieron muchísimo público, era el gran teatro, la verdad, dirigido por maestros, Alezzo y Hedy, imaginate lo que estoy hablando.

Después, cuando se me da la posibilidad de hacer una telenovela, era una cosa rarísima para mí. De hecho, yo me estudiaba los cinco libros el fin de semana. Tenía a la nena muy chiquita cuando hacía Amor gitano, a fines del 82 y principios del 83. Se realizaba en Baires, los estudios de cine que dirigía Emilio Ariño. Se entregaban los libros con anterioridad y había que grabar todo por bloques. No se editaba, incluida la música. Las escenas no eran picaditas, ni costumbristas, como hoy, eran textos basados en El Conde de Montecristo, la gitanería y el mundo de los ricos. Había tres cámaras, dos se iban mudando, mientras sucedía el final de una escena. Estaba todo puesto como para poder transitar los distintos escenarios.

Ahora, si algún actor o actriz se equivocaba en la escena quinta del bloque, había que volver a repetir todo. Imaginate el compromiso de todos los que estábamos ahí y lo que salía. Era un salto al vacío teatral. Me fogueé mucho y con Arnaldo…

(Y, casi como una invocación, llega Roberto Romano. Su cónyuge, médico especialista en otorrinolaringología, escritor y actor. Su compañero de vida desde hace 46 años. Padre de su hija e hijo, con quien comparte el abuelar de su nieta y con quien protagoniza, ¡Juana vive! Se besan, un saludo que, adivino, saben disfrutar a cualquier hora. Se sienta a la mesa y se va haciendo, de a poco, de la charla. Pide algo de tomar y, en silencio, la mira, como quien mira por primera vez y se fascina. Con la admiración traslucida y la cotidianeidad de quien comparte el mismo pan. Acaso, el amor de la vida elegida).

LK: Arnaldo era número uno en el género, él conocía todo. La gente preguntaba, ¿los besos son de verdad?, ¿las cosas son de verdad? Y yo les decía, todo es de verdad, la verdad ficcional. De la misma manera llorás, reis y hacés un personaje. Y, también, yo le enseñé algunas cositas a él. Nos nutrimos muy bien mutuamente y, por eso, se veía una energía muy fuerte. Teníamos un enorme respeto por la palabra. Él había hecho bastante radio, también, y a los dos nos gusta mucho la palabra con su volumen.

El Alma inmoral. dirigida por Lía Jelin.

CF: Durante la última década y, en especial, a partir de las movilizaciones feministas que visibilizaron los temas relacionados a abusos, se creó la figura de coordinación de la escena de intimidad. Nueva disciplina que comienza a situarse en las producciones de la industria cinematográfica y televisiva para preservar la integridad sexual, física y emocional y, así, facilitar espacios libres de violencia, con reglas claras de consentimiento entre todo el equipo artístico-técnico implicado en la escena.

¿Había algún tipo de cuidado o consentimiento durante las jornadas de grabación?

LK: En mi caso, siempre. Un autocuidado. Mucho tiene que ver con la infancia, con la formación de mis viejos, sobre todo, de mi mamá. Creo que tenía que ver con mi manera de pararme frente al trabajo y a las personas. Mi mamá había fantaseado con mandarme a estudiar yudo, porque decía que las mujeres tenían que saber defenderse.

CF: Una proto feminista.

LK: No llegué a aprender, pero, me ha pasado, por ejemplo, en carnaval, salir disfrazada con los vestidos que me hacía mi mamá y que, en forma muy violenta, nos tiraban agua los varones, no era un juego. También, cierta sumisión de la época. Ella tuvo que estudiar corte y confección, luego, siguió estudios en una academia Pitman. Ella venía de una familia humilde y llegó a trabajar como secretaria ejecutiva, un puesto muy importante. Sin embargo, cuando se casó a los veinte años, mi papá le dijo que tenía que dejar de trabajar y dedicarse a ser ama de casa. Pero, después, le reclamaba que era él el que traía la plata a la casa.
Yo puse en práctica lo que pensaba: ningún hombre me va a decir que me mantiene. Yo me voy a sostener por mí misma, no voy a dejar que nadie ejerza ese poder sobre mí. Por eso, con Arnaldo hubo un código tácito de respeto. No viví con ningún actor, ni actriz ninguna situación de violencia o de invasión. Tal vez, en la producción se encuentra más el problema. Hay cosas que hay que delinear, porque, aparecen situaciones desagradables: que piensen que una mujer puede ganar menos o que te usen.  Algunos productores tenían un poder terrible con el que había que luchar, porque, te querían llevar a la cama, seas varón o mujer.

CF: ¿Tuviste que aprender a negociar tu cachet?

LK: Sí. Primero estuvo Patricio Farrel y, luego, Roberto (Romano), en un momento de muchos contratos afuera del país. Cada vez que veíamos algo que nos avasallaba, decíamos: nueva cláusula para poner en el contrato.

CF: El techo de cristal también existía para la televisión.

LK: Sí y tenía que negociar sola. No había un lugar de consenso generalizado y de amparo social, por el que tenés derecho a reclamar lo que te corresponde como persona, como actriz, como laburanta. Las luchas eran todas individuales. Nuestro gremio tiene muchas coyunturas para atender, convivir y conciliar: roles, preocupaciones y necesidades ligadas a la exposición y al ganarse el sustento. Por eso, tengo mucho respeto por la gente que trabaja en las telenovelas. Las hemos hecho con actores y actrices de primerísimas cualidades, en todo sentido.

CF: La ley de intérprete se pone en juego también.

LK: Claro, la interpretación es absolutamente personal, nadie puede venir a hacer lo tuyo. La lucha que continúa es que nos reconozcan como trabajadorxs. La vieja mitología cultural: trabajamos de lo que nos gusta y encima nos pagan, no es así.
Una vez, le pregunté a mi hermana, abogada especializada en bio-ética: Graciela, hay algo que me gustaría ofrecer gratis, ¿puedo hacerlo? Porque no quisiera que surja confusión con este tema en relación a otrxs compañerxs. Y ella me aclaró, todos tienen la obligación de pagarte, porque es tu trabajo, pero, vos podés decidir no cobrar.

Se nos llama, muchas veces, para hacer colaboraciones. Ejemplo, cuando fuimos a leer en el Cabildo, un acto político con el que coincidimos y, desde luego, no cobramos, porque somos ciudadanxs comprometidxs con la idea que apoyamos. La gente, de alguna manera, nos quiere, somos un puente para que nos escuche. Que no sea sólo desde un lugar político, sino, desde un lugar emocional. De eso se trata la vida, amás lo que conocés, no amás lo que no conocés y, de ahí, poder abrirte a conocer a otras, a otros, la diversidad que existe, de género, de sentir. Pero, siempre, teniendo en cuenta a la comunidad. Y, otras veces, nos llaman instituciones, con quienes establecemos un contrato.

Seguimos reclamando nuestro derecho al trabajo, lo mismo hacemos sobre los derechos de las mujeres, el sexo, el deseo. Me acuerdo que, en los años ‘60, era furor “la mujer tiene derecho al orgasmo”. Se insistía mucho con eso y hasta parecía que una tenía la obligación. Dios mío, tampoco es así. Es difícil. La vida está llena de matices y complejidades, una tiene que tener una cabeza y un corazón muy abiertos.

CF: Te escucho y me das la impresión de ser una mujer comprometida con tu tiempo político, con los cambios, con las transformaciones y con tu origen, tu hogar de infancia.

LK: En el caso de mi madre, no pudo ser actriz, porque se consideraba de puta, ni tener piano, porque era para ricxs y ella era de condición humilde. Ella me facilitó estudiar danza desde muy pequeña y me regalaba libros de cuentos con maravillosas encuadernaciones. Las cosas tienen un mundo y lo ponemos en valor quienes fuimos testigos de ese paso del tiempo, de esa fractura hacia lo virtual. Por eso, tenemos un gran compromiso con las infancias, tiene que haber un legado, porque, todo tiende a la deshumanización.

CF: ¿Recordás con qué hito se te habilitó “la puerta abierta para ir a jugar”?

LK: Era todo el tiempo, nací con esa apertura. Mi papá es astrólogo. Nací en el Hospital Israelita. Mi mamá no la pasó bien y yo tuve unos primeros días muy mal, entonces, él vio, en la carta astral, que no me iba a morir y que me iba a dedicar al arte. Ese signo lo llevó a acompañar lo que le decían las cartas. Después, siguió a otras cartas que tanto no me convinieron. Es muy fundamentalista con eso y yo no. En muchas situaciones difíciles, él decía: hija, ya va a pasar. Sí, pasa con o sin cartas. Una necesitaba el mimo para pasar lo que hay que pasar. Aunque, estaba, siempre, muy presente y con el orgullo de saber que yo hacía las cosas que hacía.

Aun así, esa fidelidad a su creencia hizo que, a veces, no estuviera lo cerca que yo hubiera querido. Esto no es ni malo ni bueno, esto es así. Fue un padre que propició el contacto con el arte. Nada es de un solo color.

CF: No te contentaste solo con la televisión. El teatro sigue siendo un lugar de permanente entrenamiento, búsqueda y encuentro con el público.

LK: Siempre fue y es así. Ahora, estamos gestionando gira con Juana vive! y ensayando con Helena Tritek los sonetos de Shakespeare. Nos encontramos, con ella, cuatro horas a la semana, eligiendo, diciendo, probando. Y ahí tenés un entrenamiento extraordinario. Un rito humano, una perla para estos tiempos, un amparo.

CF: Y recién llegabas de una clase de danza.

LK: Sí, hago danza desde los cinco años. Danza tradicional y moderna, barre a terre, media punta y coreografías con la Maestra Sandra Quezada, que nutre mucho por dentro. Concluimos cada encuentro con un saludo al Sol, a la Tierra, la Música, el Universo.

CF: ¿La vida cultural es un entrenamiento?

LK: La vida de los libros. Desde muy chica me entrenaron en la lectura y Roberto participó, muchos años, de la Editorial Nusud, creada a instancias de Diana Bellessi. Y generaron un ciclo de presentaciones leídas, casi todas, de autoras mujeres. Ese fue un espacio que compartimos, la lectura. Más adelante, Manuela Figueret, a cargo de la Dirección del Libro y Promoción de la Lectura (2003), me dice: “si te gusta tanto leer, ¿por qué no nos traés un proyecto que tenga que ver con la lectura, pero, que no sea con escritores. Para la semana que viene, a ver qué se te ocurre”.

Se me ocurrió una idea fantástica, una sabe cuando es buena. Luego, cuando vi la repercusión, dije, era buena. Se me ocurrió hacer entrevistas a personalidades de distintas áreas, deportistas, periodistas, escultores, pintores, actrices, bailarines… y que hablaran de los libros de su vida. Tenían que traer un texto que hubieran elegido. Yo preparaba, de memoria, una presentación inicial de unos ocho minutos y, con toda la frescura que el ser actriz me permitía, lo decía e íbamos entrando en diálogo. La gente pensaba que era improvisado. Finalmente, se sorteaban, entre el público, libros de las editoriales que no tenían posibilidades de estar en las góndolas. Se llamó La mesita de luz. Así fue, todo empezó con los libros que me regalaba mi mamá y, luego, con un marido, también, amante de la lectura.

Programa La Mesita de Luz. Luisa Kuliok entrevistando a Estela de Carlotto.

CF: ¿Cómo sería pensar tu vida como una telenovela?

LK: No sé si como una telenovela, pero, hay un hito, el de la maternidad. Es un tema que me interesa, porque este es un momento en que hasta la maternidad está cuestionada. Todo aquello que es fundamentalista cierra, en vez de abrir. Yo creo que, siempre, hay que abrir y, dentro de ello, encontrar la libertad. Tener a tu cargo una vida es prioritario.

CF: Otro mandato que está en cuestionamiento es el de la distribución de las tareas de cuidados, ¿cómo se puso en práctica en el seno de tu familia cuando tenías jornadas de trabajo extensas?

LK: La primera persona a cargo de los cuidados fue él (Roberto). A la par nos hacíamos cargo, no colaboraba. Es un compañero excepcional. Tiene una cabeza y un espíritu abierto de tal manera que todo es fácil. Mi madre y la madre de él estaban cerca en los cuidados y, luego, tuvimos una empleada que dormía en casa. No hice teatro durante muchos años, justamente, para no perderme el beso y la comida de la noche. Trabajaba en el día, cuando los chicos, también, tienen sus compromisos de escuela y sus cosas. Acordado familiarmente, le buscamos una buena mecánica para poder hacerlo.

Roberto Romano y Luisa Kuliok en Juana vive!

LK: Me quedé pensando en que veías, con tu hermano, mis novelas. Es bien interesante, porque, las mujeres que yo representaba no eran víctimas, en el sentido de llorar todo el tiempo. Eran mujeres luchadoras, donde, además del amor de pareja, trabajaban por su identidad. Siempre, hice personajes que bregaban por encontrar un camino más allá de ese amor. En ese sentido, había una representación que permitía otro tipo de libertades. Me encuentro, hoy día, con muchos varones gay que han visto mis novelas, en especial La extraña dama, y me dicen que les sirvió verla: una monja que se escapaba, contradiciendo todo, para llevar adelante lo que creía. Y cómo los ayudó a animarse a su sexualidad. La posibilidad de romper con lo establecido.

Sor Piedad tenía un bien mayor, una ética, una renuncia extrema por el bien de otra persona, en este caso, por su hija. A tal punto que, en uno de los monólogos en que le habla a Dios, le dice: “así como los médicos arriesgan su cuerpo con los leprosos, yo voy a arriesgar mi alma”.

CF: ¿Recordás otras rupturas de mandatos a las que le pusiste cuerpo?

LK: Adoré hacer Asunción Olazábal, en Mas allá del horizonte: una gran defensora de los indios frente al huinca. Ese personaje lo iba a hacer Gina Lollobrigida, pero, ella no había hecho telenovelas, había hecho sólo cine. El cine te permite hacer escenas breves y cortar. La telenovela es otro género y te exige otra dinámica. Cuando se fue, necesitaban que lo hiciera yo. Decían: “necesitamos a alguien que la quieran tanto como a Gina Lollobrigida” ¡Qué temblor! Romay quería que hiciera sólo la parte de más joven. Y le dije: no me interesa hacer sólo eso, me interesa hacer ese paso del tiempo y lo que le pasa.

CF: Rompiste con lo que esperaban de vos como actriz.

LK: Todo el tiempo. Me decían que era brava, cuando, siempre, defendí lo que pienso y eso tiene un costo. Mi padre soñaba con un varón y me crió como a un varón, según sus parámetros, la cabeza, no los sentimientos.

Juana vive!

CF: Estás protagonizando Juana vive!, otra mujer que asume la desobediencia.

LK: Es una adelantada a su época, como tantas otras. Por eso, escribimos, en el programa: “es un homenaje a Juana Azurdy y, en ella, a todas las mujeres que, en silencio o a viva voz, a lo largo de los tiempos, fueron construyendo la rebelión imprescindible”. Esas cofradías de mujeres que se armaron para salir adelante, como las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. La unidad de la lucha, que es muy particular.

CF: Y Juana, alguien que se apropia del deseo, que va pariendo a sus hijos en el campo de batalla, el mismo campo que se los arrebata.

LK: Juana encarna una gesta que no podría compararse con otras, donde las mujeres han estado muy expuestas y perdiendo muchas cosas. Juana no tenía límites. El autor de la obra, Andrés Lizarraga -escrita en 1972-, le hace decir a Juana, luego de doblegar a un sargento que viene a sacarle todo: “Manuel, Manuel, quiero acompañarte a la guerra, hoy volteé a un soldado. – Juana, el ejército español no es un solo soldado. – Sí, lo sé Manuel, pero, nuestro ejército tampoco será un solo soldado. – ¡¿Qué?! ¿mujer para el lecho tiene derechos? – Si los hombres tienen la fuerza de la patada del burro, las mujeres tenemos la fuerza de la empacada de la burra”. Y termina diciendo: “Esa misma noche, arriando a los cuatro hijos, nos largamos para la guerra”. Es decir, una convicción del ser en paridad con él. La adoraban y la consideraban la Pacha Mama.

CF: Otras maneras de cómo se expresa la pasión y el deseo.

LK: Viste que cuando una ama su trabajo, el erotismo, la libido se pone en otro lugar y, creo, es lo que sostiene a la gente a lo largo del tiempo. Es muy importante el erotismo. Imaginate, nosotros tenemos 46 años de casadxs y sigue estando la misma pasión. Cuando éramos jóvenes hacíamos el amor todos los días, van cambiando las hormonas, todo, pero lo que no se pierde es el deseo, ni la pasión. Esa libido está en todo lo que hacemos.

CF: Y en la obra está presente.

Roberto Romano: Al principio, pensé, esto nos puede costar el matrimonio. Pero, la realidad es que, desde el primer día, fue glorioso, uno de los momentos más bellos, ensayar. También, era consciente en que hay que estar a la altura de esta actriz. Fue un disfrute siempre, incluso, cuando algo no aparecía.

LK: Para eso se ensaya.

CF: El espacio para errar.

LK: Desnudarte y hacer lo que puedas.

CF: ¿Qué aprendes de él en escena?

LK: Es un actor muy generoso, como en la vida. Porque, los hombres no están tan criados para lo generoso. Hablamos de las mujeres como la que va a parir, un mundo que se le crea y, al varón, se lo anula con el no llorar. Él no tiene nada que ver con esa cultura, con ese modelo de hombre. Muchas veces, se nos alternan los roles en la pareja, de acuerdo a lo que vamos viviendo.

CF: ¿Cómo vivís la popularidad de Luisa cuando salen de gira?

RR: ¡Me encanta! En épocas en que iba al Hospital de Clínicas a la mañana y, de ahí, me iba al Hospital Ramón Carrillo, en Ciudadela, alguna vez, me decían, por ejemplo: “te separaste de tu mujer”, a raíz de que había salido algo en algún medio. “No sé, hoy me dio el desayuno”. Nunca fue una preocupación.

CF: ¿En qué escena la recodás entrañable?

RR: En la obra Nuestro pueblo, ella aparecía en un balcón.

LK: Muy joven en esa obra. Él me hablaba del candor que yo tenía y me lo sigue diciendo. La frescura de encontrarse con la vida y lanzarse como a un mar de posibilidades. Las peores cosas que una puede ir consiguiendo es el cinismo. Por eso, en nosotros está la frescura de cómo encaramos el día a día y, cuando trabajamos juntos, pasa algo.

CF: Como una nueva cita.

LK: Sí, cada uno tiene su camarín. Nos preservamos hasta la escena. En el escenario, algo pasa, nos trasciende y hasta la gente dice que es hermoso vernos juntos, a pesar de que él hace de un abogado del poder, un malo, ladino.

RR: Al principio, se muestra como tonto.

LK: Ella no lo quiere y le bate la justa.

RR: Es desagradable el tipo.

LK: Pero, algo pasa. Ves dos actores con toda su potencia vinculada al otro. Hay una comunicación en un lugar muy profundo de los dos. No importa el rol que hagas.
Y pasan otras cosas. Hace poco, fuimos a Cañada de Gómez, hicimos una entrevista con una historiadora en un escenario y, además, la idea era intercalar poesías. Y él contó cuentos, como narrador que es. Sedujo a la platea de una manera que la gente me agradecía: “nos trajiste a Roberto”, yo no era novedad.

Así fue. Mientras yo avanzaba con la actuación y participaba del grupo de Repertorio creado por Agustín Alezzo, él lidiaba entre la prórroga del servicio militar y la medicina. Se le iban acotando las posibilidades de actuar, hasta que, un día, hicimos una participación en Argentores y me dijo: “ay, no me quiero bajar”. Y le digo, “¿por qué no hacés unos seminarios con Helena Tritek?”. Y allí fue.

RR: Ya había asumido que iba a dejar.

CF: Y pudiste conciliar ambas carreras.

LK: Y la escritura.

RR: En un momento, me cansé de buscar trabajo como actor. Era otra época, era difícil. Uno entraba en un canal, había que andar pidiendo por favor. A partir de ahí, empecé a escribir, a instancias de la señora. Primero, fueron canciones. Y sentía que me quedaba corto con lo que quería contar. Ella había leído que Diana Bellessi daba cursos donde yo estudiaba música. Empecé con Diana, primero, para mejorar las letras de mis canciones. Escribí un cuento y chau, no escribí más canciones. Después, la novela. Dejé de actuar y la escritura fluía. Armamos una editorial donde publicamos a muchos escritores. Después vendría Helena Tritek y, con ella, tantas obras de teatro: Cielo rojo, Apasionatta, El amante del amor con los Sonetos de Shakespeare. Hoy, es Juana vive!

Juegos de Amor y de Guerra, dirigida por Oscar Barney Finn.

CF: Si te llamaran de la televisión, ¿qué personaje te gustaría interpretar?

LK: Me gustaría mucho hacer un personaje de abuela de hoy, que es el rol que nunca hice. No como un apéndice de gente joven. Que estén todas las generaciones, que puedan formar parte de una familia o de una comunidad. Que se hable de toda la conflictiva que está atravesando. Me gustaría que sea una abuela que no tenga posibilidades económicas, trabajar con algo muy real y social, donde pueda atravesar el abuelazgo. Qué es ser abuela hoy y cómo tenés que hacer nuevos aprendizajes.

CF: Una abuela, hoy, sigue trabajando y tiene una vida muy vital y social.

LK: Tal cual.

RR: Y, además, cuida a las/os nietas/os.

LK: Por ejemplo, hablar de temas como la menopausia, con profundidad. Hablar de personas que atravesamos la menopausia y todos los movimientos que, hoy, están atravesando la sociedad.

CF: La narrativa de cómo hablamos y difundimos los temas.

RR: A partir de los 60 años hay una vida…

LK: Extraordinaria.

RR: Desde lo erótico, desde cualquier lugar.

CF: Hacer gira con el espectáculo es todo un plan.

RR: La gira es…

LK: Preparar las valijas…

RR: La comida, después. Conocer gente.

LK: Es una fiesta y es festivo hacerlo juntos.

Juana vive!

CF: ¿Cómo leés este momento político de la Argentina?

LK: Un momento terriblemente peligroso. Muy doloroso. Estoy invitada, en la Cámara Diputados, para leer, por el aniversario de Eva (Duarte de Perón). Y está tan clarito el mensaje: es el pueblo o es el pueblo, hay que tomar las medidas necesarias que corresponden y tenemos el derecho para hacerlo. Levantar la desilusión de un pueblo es difícil, más si está atravesada por la economía, una pandemia y un Gobierno que antecedió esta situación. Hay muchas cosas para levantar en este momento.

Cada persona quedó fracturada, por una cosa o por otra. Toda fractura no se puede coser, hay que volver a empezar. Primero, asumiendo un duelo, que no te impide hacer cosas. Pero, no creando un castillo de naipes. Hay que reparar teniendo en cuenta a la comunidad.

CF: El gremio de las/os trabajadoras/os de la actuación ha sido muy afectado.

LK: No se está haciendo ficción.

CF: Se ve a muchas figuras acompañando en causas de bienestar eco-social.

LK: Sí. También, si salimos a reclamar algo se nos toma de pasatistas y no nos preocupamos por los obreros. Y, la verdad, es que somos todos obreros.

CF: Así es. Somos trabajadoras/es.

LK: Una vive el día a día y ve el árbol y no ve el bosque. Estoy convencida de que el mundo siempre fue esto. Hay un cuento judío que lo ilustra. “El estudiante le dice al maestro: Rebe, Rebe, me voy a suicidar. El maestro le contesta: esa no es la solución. Vuelve a la semana siguiente. Rebe, Rebe, no me voy a suicidar. El maestro le contesta: esa no es la solución. Entonces, maestro, ¿cuál es la solución? A lo que el Rabino pregunta, ¿y quién te dijo que hay una solución?”. Creo que, lo que tenemos que hacer son estos pasos de hormiga.

Hay responsabilidad de quienes nos gobiernan y, para eso, se han propuesto como gobernantes. La lucha va a seguir siendo, siempre, cotidiana y es importante que cada quien ponga su parte. Y todo lo que no se haya logrado con este gobierno nacional y popular no me aparta ni un milímetro de apoyar un gobierno nacional y popular.

CF: ¿Te han formulado para un espacio partidario?

LK: No. Sí, me han preguntado si me quería dedicar a la política, amo a la política, porque somos seres políticos en lo cotidiano. Pero, dedicarme como trabajo a la política, no. La mejor política se trata de que cada trabajador-trabajadora pueda hacer lo que desea hacer. En Kalpa Imperial (novela de Angélica Gorodischer), donde hay un emperador maravilloso, que expresa que el zapatero pueda hacer sus zapatos, que cada uno pueda hacer lo suyo y abramos las puertas y hagamos un teatro.

CF: Seguir con Juana vive! simboliza una política del haSER, ¿verdad?

LK: Mi manera de hacer política, hoy, es hacer teatro. Lo que significa, desde el escenario, tener un compromiso fuerte con una idea. Juana lo dice clarísimo: “País o colonia (…) Más nombres, más nombres… para procesar, manosear y joder usando los juicios como cortinas de humo. Que tapen a todos los trepadores coimeros que han descubierto una importante mina de oro… (…) Ordeñar al país desde el gobierno”.

RR: Es muy fuerte todo lo que se dice.

LK: “Sí, yo quiero una humanidad conciliada. Pero no como la quieren ellos”.

RR: “¿De qué me acusan?” La acusan de estar sentada o de estar parada, es Milagro Sala.

LK: A pesar de haber hecho a tantos personajes que avanzaban, no me animaba a meterme en la piel de Juana, tan enorme y, además, bajarla del bronce. Muy mujer, con su humor, con sus broncas. Me le animé cuando pude encontrar un lugar de inspiración y esa fue Milagro Sala. Habíamos estado con un grupo de gente en el penal y verla. Eso es, hoy, Juana. Un periodista me dijo que, para quien ve el espectáculo, es una invitación para sacar su Juana Azurduy de adentro. Si desde tu lugar podés hacer algo, hacelo. Nosotros, como actrices y actores, sentimos que esto es lo que tenemos que hacer. Queremos contagiar el coraje y, también, la fe. “Creés que somos tan débiles, tan estúpidos ¿Querés oírme Dios? Mi guerra no terminó”.

CF: Para los feminismos es así. Y, a vistas de lo que está aconteciendo en Estados Unidos, en torno al retroceso por el derecho al aborto, se revitaliza el pensamiento de Simone de Beauvoir: “no olvides jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debes permanecer atenta durante toda la vida.”

Celebrando los 40 anos de casados en su chacrita, frente al río.

CF: ¿Te gusta ver cine y plataformas de series?

LK: Me gusta ver cine. En pandemia leíamos mucho. Pero, en medio de tanta angustia, una persona frente al televisor se siente un niño. Es interesante tener la posibilidad de ver una historia bien contada, con verdades. Ejemplos, Borgen o Iosi, el espía arrepentido, serie argentina muy bien actuada.

CF: ¿Te gustaría actuar en una producción como esa?

LK: Me dan ganas de actuar si me ofrecen una buena historia. Me han propuesto hacer algo, acompañé el proyecto para la gestión y actuarlo, sin embargo, renuncié al rol protagónico, porque no resultaba lo que se decía iba a ser.
A lo largo de mi carrera, me pude dar el lujo a decir que no a muchas cosas, aunque, me ofrecían mucho dinero. Sabía que iban a ser éxitos, pero, no condescendían con mi manera de ser, con lo que una diría, el mensaje. En una telenovela, con formato diario, que puede verla una persona de cualquier edad, creo que tiene que haber un ordenamiento potencial de mensaje ¿Dónde vas a poner el acento? ¿Qué vas a valorar? No me importa hacer de mala, hago de mala. Lo que no puedo es contar algo en lo que no creo.

RR: A veces, son decisiones difíciles, porque había mucha plata. Cuando era su representante hubo oportunidades en que ofrecían una fortuna. Y cuando les decía que no, no lo podían creer. Y les decía: mirá, ¿sabés qué? Yo apoyo la cabeza en la misma almohada que ella.

LK: Así tenemos dos hijos de una ética…

RR: Extraordinaria.

LK: De una construcción emocional que dan orgullo. No es cierto que sólo los padres pueden construir a los hijos, cada uno trae sus cosas, sumado a la comunidad y los tiempos que dan claridad a lo que pensamos.

CF: Me quedé pensándote como la Gina Lollobrigida nuestra. Fue una elección no irte del país cuando tuviste la oportunidad de una carrera internacional.

LK: Soy del terruño. No iba a dejar a mi mamá, mis lugares y mi gente.

RR: La imaginación de la gente es una cosa interesante. Compramos, una vez, una chacra chica en Fray Bentos (Uruguay) y las/os vecinas/os nos decían: “¿no compraste en Punta del Este?”. Ese lugar no tiene que ver con nosotras/os, el nuestro es un lugar más solitario, de campo. No podían entender que no invalidábamos, pero que a nosotras/os no nos produce placer.

CF: Junto a la familia y la tierra de una, las creencias siguen siendo tus pilares.

LK: A mí me da orgullo ser judía, la parte sabia de la religión judía. Todas las religiones tienen una parte sabía, un corazón de generosidad. Después, lo toman los seres humanos y hacen desastres. Hay algo muy interesante en la religión judía. Primero, que el rabino es un maestro, no una autoridad. Y cuando tenés que aprender la Torá, se reúne a dos personas, porque sin disenso no se puede construir nada. Siempre tiene que haber dos miradas. Lo central es el corrimiento de los fundamentalismos. Después está la derecha del judaísmo y me quiero distanciar completamente de todas las derechas.

Entonces, cuando Abraham no mata a su hijo y cambia la ley, el rabino escucha algo que tiene adentro. A Dios lo tiene adentro y no espera del afuera. Él decide. Esa voz es el alma, le indica que no siempre lo bueno es lo correcto, ni lo correcto es lo bueno. Es muy importante, porque el alma te va a decir lo que es lo bueno.

CF: Has podido recrear tu propia espiritualidad.

LK: También, desde mi madre, ese estado poético heredado. Sobre lo poético cotidiano habla Leandro Santoro (no puedo creer que un político hable de lo poético), hay que dar un salto en lo cotidiano, hay que inspirar para que esto suceda. Quienes tuvimos la posibilidad de comer, de ejercer felices nuestros trabajos, deberíamos tener esa responsabilidad de inspirar. Es un estado que religa.

CF: Este estado poético sigue es sus búsquedas con los sonetos de Shakespeare.

LK: Sí. Además, Helena (Tritek) nos dijo que era un regalo para nosotros.

RR: Quería dejarnos la valijita para que viajemos haciendo esto.

LK: Shakespeare, los sonetos, es un acto de generosidad. Y, además, yo voy a buscar a la gente. A Helena la fui a buscar, soy autogestiva y tengo el no bastante para cosas de las que trato de correrme. Nadie tiene la vaca atada. Una elige hacia dónde quiere ir, hasta con los errores, los pasos que da mal o las miserias personales, porque las tenemos todos. El tema es: qué hacemos con eso, dónde lo ponemos y cómo lo trabajamos. Todo está en nosotros y, después, lo mejor nuestro se puede ir transformando en algo que sojuzgue las voces mas horribles que tenemos adentro. Son decisiones, también. Como decía alguien: “lo indomesticable del hombre no es lo malo, es lo bueno”. Ir, siempre, con lo personal integrado a lo comunitario, aquello que no hace daño al otro.

CF: Estos tiempos de pandemia, trajeron lo solidario.

LK: Dar. El dar y compartir. Como la poesía, va.

La extraña dama.
Juana vive! Ilustración de Ro Ferrer.

Claudia Quiroga es directora, actriz, dramaturga, artivista, docente y fotógrafa. Co-Fundadora de la Colectiva Feminista Artivista, MAT – Mujeres de Artes Tomar. Integrante Asociada y docente en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Integra la Colectiva de Autoras. Vive en Villa Sarmiento, Morón, Provincia de Buenos Aires.

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