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Los objetos en diálogo con la memoria: una respuesta valiente para resistir
Siguen los estrenos de Teatro de Objetos en la Ciudad de Buenos Aires. A pesar de estar llegando el cierre del año, abundan las propuestas sensibles en un contexto político que atenta contra los derechos primordiales y el funcionamiento de las salas. Santa mesa, con la actuación de Agustina Ruíz Barrea, también en la dramaturgia, compartida con Manu Mansilla, quien la dirige en la sala de impacto comunitario Los Pompapetrillasos (Comuna 4). Y Mirar al río, de la Compañía Cuerpoequipaje, con dirección de Tatiana Sandoval, en Área 623 (Comuna 3). Además, Con Fervor dialogó con responsables de las puestas en escena y de ambos teatros, Agustina Ruíz Barrea y Eli Sirlin.
En Santa mesa, una mujer (des)arma una mesa robusta y mecanismos escénicos desde la apariencia de una época: ajuares, mantillas, juegos de cubiertos, teteras, sifones, manteles, mesas, donde el ayer y el hoy se presentan para resignificar a la familia, como la gran metáfora de la patria. Ella se pregunta: ¿qué nos pasó?
Manu Mansilla logra un espectáculo bello y atento al relato de la protagonista y coautora. La coreografía de objetos se despliega en una relojería precisa y cordial entre mundos de porcelana y algunos metálicos que embarullan las relaciones de esa familia. La familia como eso que amamos y que, también, abruma por su intensidad y discordia. La mesa como la patria que no hay que dejar de (a)tender.
Cada pieza que se mueve en esa mesa es una pieza de cuidado. Las culturas orientales resguardan la tradición del kintsugi, un método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas, otorgándole una nueva vida a la pieza y transformándola en un objeto, incluso, más bello que el original. Sin embargo, la protagonista observa el plato roto, al que le faltan las partes, y lo sostiene en ese hueco de mirada y escucha, tal vez, para que lo llenemos con un kintsugi de sentido, más que de materialidad. Y “si se rompe se rompe, no importa”, dice María, sabiendo que seguirá tendiendo esa misma mesa todos los domingos.
Con Fervor: Además de actriz sos parte del grupo de gestión de la sala, ¿qué situación de riesgo está atravesando la sala y el grupo en función del recorte de las políticas públicas?
Agustina Ruíz Berrea: Como muchas de la salas de nuestro país, el apoyo económico estatal es muy precario, entonces, tenemos que transferir el costo del sostenimiento del espacio a la comunidad y nosotras/os somos parte de una comunidad donde el teatro no es un consumo permanente, a pesar de que somos creadoras/es de público, espíritu del teatro comunitario. Salir a buscar públicos y construir ceremonia y sentido en esa ceremonia. Por un lado, está la situación coyuntural y, por otro lado, tenemos una fuerte convicción de que estos espacios son de salud para nuestro territorio y hábitat. Por eso, lo seguimos sosteniendo en comunidad, pero, tiene un costo alto: hacer funciones de más, buscar estrategias permanentemente, estamos agotadas/os y se empieza a precarizar el trabajo, al sumarle muchas horas por poca plata. Lo primordial es tener el cuidado de que no se rompa o erosione toda esa trama de amorosidad y deseo que despierta este lugar. Cuidarnos cuando se vuelve un trabajo agobiante, porque, se pone en riesgo la construcción colectiva.
CF: ¿Qué necesitan?
ARB: Más financiamientos para seguir habilitando derechos y, así, que el costo de las entradas y los talleres pedagógicos que albergamos no impacten y la accesibilidad cultural sea para la mayoría de las personas. Porque, partimos de que el arte es un derecho y no un servicio como intentan reproducir las lógicas de la política actual, que no es lo que nosotras/os promulgamos.
CF: ¿Qué es la patria en este contexto social?
ARB: La Patria somos Nosotras/os, enredadas/os alrededor de este proyecto. Nosotras/os soñando con un horizonte donde todas/os entremos, donde todas/os podamos tener acceso a la construcción de sentidos compartidos. Este proyecto nos sostiene, por eso, lo cuidamos, porque encontramos un lugar que nos cobija y está entre nosotras/os, entre nuestros cuerpos, entre las/os compañeras/os y las/os espectadoras/os que vienen y se emocionan con cada función de Lo que la peste nos dejó o Santa mesa y otras obras que acontecen en el teatro y que, después de cada convivencia teatral, sienten que vale la pena estar con las/os otras/os. Eso es la Patria, una cantidad de cuerpos conviviendo en un espacio y soñando juntas/os sobre un territorio, una cultura, una manera de hacer, de habitar en el mundo y lo defendemos con tracción a sangre, entre todas/os. Y en este todas/os entran nuestras familias, vecinas/os y amigas/os.
La Patria es, como dice la obra, “es esta mesa larga a la que todas/os están invitadas/os y donde todas/os puedan levantarse con la panza llena” y no, solamente, llena de comida, también, llena de esperanzas compartidas, activas, motorizadas y conspiradas juntas en esa mesa.
“Si se nos cae la mesa se nos muere la patria”.
CF: ¿Qué tuviste que poner en juego en la escucha de dirección del material de Agustina?
Manuel Mansilla: Agustina es la directora del Grupo de Teatro Comunitario Pompaspetriyasos. Aparte de ser directora de teatro y maestra de actoras/es y docentes. Todo un cuadro es ella misma en la cultura teatral actual. Crear dramaturgia juntas/os y dirigir su trabajo debía de ser una capoeira entre todas las dimensiones que la y me constituyen.
El primer escalón fue crear una estrategia para que mis encuentros sean con la Agustina vecina, mamá, hermana, amiga, compañera, hija, argentina. La sabiduría escénica brotaría luego, en el momento de habitar y tridimensionalizar el texto.
Santa mesa nace de la necesidad de Agus de conflictualizar desde el objeto/símbolo “mesa familiar” el ayer y el hoy. Para preguntarnos: ¿qué nos pasó?, ¿cómo llegamos hasta acá? y ¿dónde quedó todo eso?
Cuando la escuché por primera vez comprendí que al hablar de la mesa hablábamos de la patria. Que la mesa familiar, a ambas/os, nos había ofrecido alimento fundante para la construcción de nuestra subjetividad. Descubrimos que nos duele el hambre, nos duele la soledad que propone un sistema capitalista que atenta contra el encuentro, la escucha y la comunidad. Nos duelen las rejas como respuesta a la otra vereda, vecinas/os ocupando las calles, sus barrios, sus veredas, haciendo teatro, cantando, murgueando.
Dos de mis grandes maestras/os fueron Susana Rivero y Ricardo Santillan Güemes, quienes me enseñaron a trabajar con la escucha abierta, conectado con lo instituyente que brota de la investigación, el huellear, el parto de mí y parto de mí.
Todo estaba en Agustina antes de empezar a escribir, los objetos y los textos. Yo traje mi barrio de Lanús, las voces de mis antiguas, los consejos de mi madre y tanta vivencia amorosa vivida con mujeres y familias de América Latina. El resto fue poner la mesa y crear nuestro espectáculo.
Al finalizar la función, la compañía invita al público a una gran mesa de domingo para compartir el almuerzo. La entrada al espectáculo incluye un plato de pastas.
“Naturaleza propia del teatro comunitario es hacer del encuentro un punto de partida. Sentarnos a comer será, de alguna manera, la continuidad de una dramaturgia que Santa mesa propone tanto dentro de la sala como en el momento de encontrarnos en la mesa”.
En Mirar al río. Diálogos con lo inanimado, Tatiana Sandoval da continuidad a su poética mestiza entre objetos y cuerpos en movimiento, iniciada hace 10 años con Compañía Cuerpoequipaje, retablos vivos de una escena comprometida. En esta ocasión, en la memoria reciente de los vuelos de la muerte de la última dictadura cívico-militar y eclesiástica en la Argentina.
Una diapositiva de una playa desolada en el Uruguay descubre el cuerpo inerte de una mujer desaparecida y arrojada al río, seguramente, previamente torturada. Sin embargo, esa caída no silencia la historia de esa persona, sus ideales, sus militancias y el amor hacia un prójimo.
La experiencia visual, desplegada en formato virtual en pandemia, con el espectáculo Con este cuerpo en este mundo se ve plasmada en Mirar al río, por la trama entre los mapping diseñados por Gabriela Gabriela, el riquísimo vestuario (Fiamma Greco y Lucía Mezzera), donde se combinan texturas artesanales y transparencias en una gama de colores que evocan esas playas de río. Junto a los dispositivos sonoros instrumentales y la ejecución de objetos de Cecilia Canda y la colaboración escénica de Leonardo Volpedo, actor músico invitado que, también, imprime a la grupalidad una presencia actoral multifacética, ya que, alude a la manipulación y la voz poética y, también, al esperpento que encarna en un par de botas y gorra militar.
CF: ¿Cómo se inició el montaje del material documental del espectáculo?
Tatiana Sandoval: El trabajo se inicia como una investigación escénica en torno a los conceptos de cuerpo, territorio y memoria, especialmente, sobre el eco de la memoria en el inconsciente colectivo y el individual. En este sentido, la “escucha” de la dirección escénica consistió en seleccionar y ordenar los signos que se conjugaban en las improvisaciones y definir el territorio. Como la tierra a orillas del territorio rioplatense, incluso, antes de ser nombrado así, con palabras en castellano, y tener las fronteras que hoy conocemos. Por eso, es tan importante el universo visual como el sonoro. Allí, en el territorio de la memoria de esta tierra: las aguas y el viento guardan voces ancestrales y recuerdan los cuerpos que otras/os quisieron hacer desaparecer.
CF: ¿Cómo dialogan los objetos en este contexto político social?
TS: En la investigación con objetos trabajamos en diálogo con obras de artistas argentinas/os, como León Ferrari y Liliana Porter, que tienen al objeto como eje central de parte de su obra. Por otro lado, los objetos juguetes y miniaturas son, en otra escala, la representación del mundo a través de sus signos y símbolos. El pasado de nuestras tierras incluye a dinosaurios prehistóricos, pero, también, a esos que el rock eternizó en una frase. Para ello, seleccionamos juguetes en desuso de nuestras propias casas y trabajamos con referencias escénicas de danza y objetos, en las que el cuerpo podía ser retablo y escenario.
“Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle
Los amigos del barrio pueden desaparecer
Pero los dinosaurios van a desaparecer”.
(Charly García, Los dinosaurios, 1983)
El Teatro elegido por la Compañía Cuerpoequipaje es Área 623, también, una sala comprometida con su tiempo y comunidad. Aquí, solemos encontrarnos con espectáculos muy interesantes y una cartelera que incluye, habitualmente, poéticas de la diversidad. Para ello, su gestora, Eli Sirlin, reconocida diseñadora de iluminación teatral del país y arquitecta, ha integrado a su infraestructura los dispositivos de accesibilidad para públicos y actuantes con discapacidades visuales, auditivas, de movilidad y de comprensión (planos y baldosas táctiles, baños adaptados, aro magnético, espacios para personas usuarias de sillas de ruedas, ascensor, etc.). El objetivo es sensibilizar a la comunidad sobre Perspectiva en Discapacidad y reconocer las necesidades de los públicos.
CF: ¿Cuál es la actualidad de las salas en función del desfinanciamiento cultural de las actuales políticas públicas?
Eli Sirlin: Las salas precisan apoyo institucional, porque, como sabemos, la economía dependiente del valor de las entradas arma un círculo complejo en momentos en que la gente no dispone de dinero para espectáculos. Sin instituciones como el INT o PROTEATRO es muy difícil tener un equilibrio económico y no estar a pérdida en un contexto en el que, además, los subsidios de servicios están desapareciendo. El apoyo institucional se puede hacer con aporte de dinero o con aporte de funciones. El INT, en algún momento, apoyó subsidiando, también, espectáculos. La sala proponía qué espectáculos serían los subsidiados, con acuerdo de las compañías, y eso garantizaba el ingreso del total del cupo de la sala en entradas vendidas. Cuanta más variedad de propuestas de subsidios surjan más contenidos tenemos.
Por ejemplo, la inversión en accesibilidad fue realizada porque surgió el concurso “Teatros Accesibles” (INT 2022). No teníamos el 100% del dinero para realizarlo, pero sí la voluntad y cuando apareció el concurso sabíamos que el aporte del 25% que teníamos que hacer nos era factible. Por suerte, fuimos elegidos. Sin estos apoyos nos es imposible sostener el sistema de cooperativas y una entrada a precio económico que pueda alimentar a las compañías independientes.
CF: ¿Cómo pensás que median los objetos para construir narrativa en un contexto tan adverso?
ES: Los objetos, históricamente, han desarrollado exponencialmente metáfora o pensamiento lateral. Pienso en Arianne Mnouchkine, en esa famosa obra 1789, en La tropa, en Gemelos, en Olivia Orsini cada vez que nos visita en la sala y el increíble potencial que tiene la transferencia de comunicación al objeto animado. Yo doy un taller de investigación lumínica en el posgrado de objetos del Departamento de Artes Dramáticas de la UNA y es una usina de creatividad, donde el objeto tiene un rol expresivo ampliado. Yendo un poco al tema político social y volviendo a la obra 1789, del Théâtre du Soleil, ahí pude entender el gran potencial amplificador que tiene un relato y la denuncia de un problema cuando la situación es mediatizada a través de un títere o un elemento que sustituye a la persona real que padece o vive esa problemática.
Santa mesa y Mirar al río. Diálogos con lo inanimado, dos propuestas hermanadas que aluden a la memoria esperanzada, nos acompañan a plantarnos ante estos tiempos con arrojo y ternura. Dos teatros cómplices en su geografía urbana y resueltos a sostener culturalmente a sus Comunas.
Santa mesa puede verse los domingos a las 12hs. (hasta el 24/11) en la Sala de Los Pompapetriyasos, ubicada en Brasil 2640, CABA.
Mirar al río. Diálogos con lo inanimado puede verse los sábados 18hs. (hasta el 30/11)
en Área 623, ubicado en Pasco 623, CABA.
Claudia Quiroga es directora, actriz, dramaturga, artivista, docente y fotógrafa. Co-Fundadora de la Colectiva Feminista Artivista, MAT – Mujeres de Artes Tomar. Integrante Asociada y docente en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Integra la Colectiva de Autoras. Vive en Villa Sarmiento, Morón, Provincia de Buenos Aires.
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