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Lenny Cáceres, una fortaleza feminista en La Pampa

Si hay un movimiento que está inventando otro calendario es el feminista. Hizo que casi todo cambie, se adapte, se piense de nuevo, se replantee. Trajo palabras, gestos, acciones y sueños. Le dio un giro al tema de la inclusión, que, ahora, se metió por todos lados y es muy difícil que algo lo detenga. Las mujeres no paran de avanzar, los hombres no dejan de desorientarse, pero, casi todos y todas, empiezan a imaginar que pueden ser diferentes, mejores y, por ahora, hay sólo una bandera que lo propugna, esa que llevan las mujeres. En nuestro país, hay grandes luchadoras, una de ellas es Lenny Elena Cáceres, una mujer que parece haberlo entendido todo.

Con Fervor: ¿Dónde naciste?, ¿cómo fueron tus primeros años?

Lenny Cáceres: Nací en Villa Regina, provincia de Río Negro, y me crié en Chichinales, en la misma provincia. Hija de doña Rosa y de un padre, casi, ausente, porque era camionero, y que, en algún momento, fue juez de paz, pero, la verdad, no lo recuerdo en esa función, ya fallecieron los dos. Éramos diez hermanos. Yo soy una de las más chicas. Mi madre era una mujer luchadora, con una historia muy dura, que, a su manera, logró superar. Actualmente, la definiríamos como una mujer resiliente. Tengo cuatro hijos: Marcos, Costanza, Lisandro y Pablo. Todos trabajan. Lisandro siguió mis pasos y abrazó el periodismo (en un importante medio pampeano: La Arena). Se completa la familia con siete nietas mujeres y dos varones.

CF: De Villa Regina, una mujer del valle, pero, un día te fuiste…

LC: Y claro, eran tantas cuestiones. Los mandatos sociales, familiares, distintas y falsas presiones, todo eso consigue que las adolescentes nos armemos, tal vez, de manera forzada, nuestro propio proyecto de vida y ese fue mi caso. Con sólo decir que, a mis 14 años esperaba a mi primer hijo, lo deja en claro. Escapé de una familia tradicional, a la antigua, conservadora, que estaba convencida de que una hija adolescente y madre soltera no era la mejor imagen social en un pueblo. Por ese entonces, no la estaba pasando nada bien, así que, un día, después de trabajar un tiempo en un galpón, donde se embalaba fruta, pude juntar un dinero y me decidí a partir. Ese día, había tres micros posibles en la terminal: uno a Neuquén, gran ciudad que estaba demasiado cerca; otro, a Buenos Aires, pero, la verdad es que me daba algo de miedo; y, el tercero, a Santa Rosa. Y fue este el que elegí. Llegué en plena Semana Santa de 1979, cuando mi hijo ya tenía 8 meses y, hoy, debo decir que fue la mejor decisión que pude tomar en aquel momento, ya que soy feliz en esta ciudad.

CF: ¿Cómo fue ese cambio drástico de, no sólo, abandonar tu lugar, sino, también, una forma de vida que parecía diseñada y sellada?

LC: Indudablemente, mi vida se divide entre la infancia y mi etapa como madre- adolescente. Por esta razón, mis primeras salidas, los proyectos y los planes con mis amigas los viví en esa época.
Al llegar a La Pampa, mi hijo ya tenía 8 meses y todo ese viaje tuvo que ver con una necesidad de escapar de una historia agobiante. Sabía perfectamente que no iba a pasarla nada bien. De hecho, en ese momento, los problemas se multiplicaban y yo, a pesar de la edad, me los vi venir y salí corriendo. Esto de esquivar y tener que seguir.

CF: La primera casa que alquilaste en Santa Rosa era un hogar bastante particular.

LC: Sí, una casita cerca del Club Belgrano, donde convivía con chicas que paraban en la calle o en el cabaret. A algunas las llamaban Yenny o Lulú, esos nombres tan especiales con que se rebautizan. Y yo era Lenny. Entonces, mis prejuicios me llevaron a utilizar el Elena de mi documento.

CF: ¿Cuándo empezó a ceder la hostilidad y asomó tu deseo de adaptarte?

LC: Ni bien llegué, rodé y rodé y no fue nada fácil, como no lo es para ninguna adolescente que intenta abrirse camino, sola, en un mundo hostil, adultocentrista y patriarcal. Me salvaba, un poco, el hecho de ser madre. Pero, igual nadie me escuchaba. Me las rebusqué como pude, pero, no zafé en eso de cruzar gente que hubiera deseado no conocer. El primer abrazo de bienvenida, refugio y contención me lo regaló Evarista Santillán, la mujer más buena del mundo. A partir de ese amor hacia mí y, sobre todo, hacia mi hijo, comencé a volar, a crecer, a darme cuenta de que podía ser y debía ir por lo mío.

CF: Evarista, justo una mujer, ¿ella fue quien te abrió la puerta de la amistad? Toda una señal, ¿no?

LC: Sí. Y eso me fortaleció. Luego, aparecieron mis primeras amigas, Malena Geuna y Laurita Muñoz, y mi amigo del alma, ese hermano que te contiene, te abraza y está siempre, que fue Julito Font, un verdadero sol en mi vida y en la vida de mis hijos mayores. Con Male, todavía, somos amigas, una muy linda persona, que agradezco tener en mi vida. La desgracia quiso que, a Laurita, me la lleve un accidente de tránsito demasiado temprano y, a Julito, el HIV, en 1996, dos golpes demasiado duros para mí.

CF: Alguna vez, me dijiste que te sentís pampeana.

LC: Es que mi vida, esa que construí, la que recuerdo y elijo sostener en la memoria, es en Santa Rosa. Casi todo lo que te conté ocurrió acá. Por eso, me siento pampeana y agradezco estar viviendo acá en este momento. En 1982, el Centro Empleados de Comercio, crea el Instituto 1° de Mayo, para que empleadas y empleados pudieran estudiar luego de la jornada laboral. Me inscribí y soy de la orgullosa primera promoción del año 1986. Ahí, también, coseché muchas amistades entre profesores, compañeras y compañeros que, por supuesto, aún conservo. Esa etapa me hace sentir orgullosa de todas las decisiones que fui tomando a través del tiempo. Me dio una gran fortaleza.

CF: ¿Cómo se generó tu salto al periodismo, tan particular, por cierto, enriquecido por tu perspectiva de género?

LC: Algo más tarde, vino la carrera en la Universidad de La Pampa e ingresar, por medio del Plan Trabajar, a Prensa de Casa de Gobierno, lo cual me significó un salto enorme. Esta etapa es, también, puntual en mi vida, porque, ahí, comencé a ejercer el periodismo con perspectiva de género y fue un espacio de gran aprendizaje. El periodismo institucional es otra de mis pasiones, pero, sin poder ejercerlo con perspectiva de género, no lo elijo.

CF: Quienes te conocemos te consideramos una de las mujeres que, en esta lucha, es un verdadero personaje.

LC: ¿Sí, soy un personaje? Supongo que como todos y como todas. Yo no me quedo quieta, porque no le temo a los obstáculos y, con acciones, espero hasta poder sortearlos. Como que me siento, respiro y vuelvo a intentar. Si los escollos son personas esquivo y sigo, siempre, intentando dañar lo menos posible y tratando de no salir dañada. Como a todas y todos, nada me es fácil, cada logro me costó mucho y, a veces, pienso que si no fuera así no me interesaría en ello.

CF: Siempre, se te ve muy activa, yendo por todos lados, anotándote en todas, ya sean charlas, encuentros o talleres, esa es tu gran fórmula. Las veces que, alguna mujer, me llamó pidiéndome una mano no dudé en consultarte, sabiendo que estás, siempre, al pie del cañón.

LC: Trabajo, trabajo y más trabajo, esa es mi fórmula. Hago muchas cosas más de las que puedo. A veces, quizá, demasiadas, pero, elegí vivir así. Dirijo el Diario Digital Femenino. Y, allí, cuento con un enorme grupo de personas que suman a diario y, en especial, con mis colaboradoras cercanas, compañeras y amigas: Sofi y Alejandra. Pero, también, dicto cursos, talleres y capacitaciones con perspectiva de género. Para colegas de periodismo y comunicación con perspectiva de género analizo producciones periodísticas. Producciones, lo cual no quiere decir medios o colegas. Y, siempre, con el objetivo de sumar, de mejorar juntas y juntos.

Me gusta mucho lo que hago, aunque cueste que se reconozca. No te olvides que yo me formé para esto. Doy conferencias nacionales e internacionales. Y, lo más reciente, es que integro el grupo de asesoras del senador nacional por La Pampa, Daniel Lovera.

CF: Y, ¿cómo te llevás con tus sueños, los propios y los colectivos, qué espacio ocupan en tu militancia?

LC: Mis sueños son cosas chiquitas: que mejoren mi mundo y el de quienes me rodean. Arreglar la casa, poder dedicar tiempo, mimos, juegos y lectura a mis nietas y nietos. Compartir con mis hijos e hijas y, para eso, también, es necesaria una estabilidad económica, básicamente, aunque me las he sabido arreglar, aún, en las peores situaciones. Ellos son, siempre, mi prioridad

En lo colectivo, el sueño pasa por tirar abajo el patriarcado y, como eso no se logra con una sola acción, voy hacia mi sueño junto a muchas compañeras. Y se va a caer, lo pensamos y actuamos con total convencimiento.

CF: Sos una peronista declarada y, desde allí, hacés política. Y, por cierto, con extrema pasión, lo cual hace todo mucho más convincente.

LC: Es que ser peronista es como ser hincha de Boca, se nace. Desde mi formación feminista hago política a diario, vos sabés que todo es político: las compras, el consumo, el lenguaje, los vínculos, hasta lo personal es político. Y, en lo partidario o de gestión, en el espacio, como asesora en Género del senador Lovera.

CF: ¿Cómo ves el rol de las mujeres que trabajan en el periodismo, qué percibís que ocurre en tu medio?

LC: Las mujeres en el periodismo seguimos siendo las más precarizadas, las que no llegamos a espacios de decisión, aún hoy, cuando hay sitios donde han nombrado a compañeras como editoras de género. En la mayoría de los casos, no son escuchadas con la profundidad que debieran y terminan valiendo las opiniones de los varoncitos. Y, te digo más, también se nos sigue calificando por la imagen física, producto de los estereotipos de belleza que inventó el patriarcado y para uso del mercado. Otras cuestiones más graves aún, son las violencias que padecemos en el ejercicio de la profesión, hacia adentro de los medios, en la calle y en el ejercicio de nuestro trabajo. Basta con mirar un poco la realidad en toda América Latina.

CF: Diario Digital Femenino es un gran faro, quizá, el mayor punto de referencia como para seguir de cerca esta lucha que vienen dando muchísimas mujeres ¿Cómo fueron aquellos tiempos en que lo pensaste?

LC: En mi cabeza lo imaginé algunos años antes, como una necesidad de recopilar información con perspectiva de género, una especie de archivo e insumo para todas y todos. Si bien los medios, ahora, difunden más información relacionada con estas cuestiones, todos tienen data diversa, no específica. Pensé en un lugar donde, además, pudiéramos replicar las voces de las personas que producen contenidos propios. Hemos transitado varios años y estamos logrando ser un sitio que las personas eligen leer. Ejercer el periodismo con perspectiva de género no es fácil, pero, sí, un compromiso y es muy necesario. Esto no sólo para beneficio o el bien de las mujeres, lo es para todas, todos y todes. Es el único formato de diario de América Latina con material específico. Y me ilusiona pensar que, con el paso del tiempo, se amplíe y pueda ser una empresa que pueda darle trabajo a otras mujeres. Ese es un sueño.

Y, además, que la información llegue a todas. Conseguimos, con un grupo de personas, algo muy importante: que nos aprobaran un proyecto de extensión universitaria, en la Universidad Nacional de La Pampa, para trabajar en territorio un proyecto sobre ESI (Educación Sexual Integral), en un barrio de Zona Norte.

CF: Una vez, te pregunté acerca de esa mala costumbre, que uno escucha en medios y personas, que consiste en poner en duda las denuncias de las mujeres y tu respuesta fue tajante.

LC: Sí, lo recuerdo, fue en aquella reunión que tuvimos con AMIBA (Asociación de Músicas/os Independiente de Buenos Aires), en el Centro Cultural de la Cooperación. En esa oportunidad, fui tajante, porque te tiré un dato que me dio la propia experiencia, y es que, nunca, en mis treinta años de militancia, conocí a una mujer cuya denuncia de violencia fuera falsa. Y mirá que escuché historias… Esas mujeres, nunca, mienten.

Lenny Cáceres brindando una charla en la Universidad Nacional de Tucumán.

CF: Antes se decía “crimen pasional”, ahora, hablan de “relaciones tóxicas”, es decir, que, siempre, hay un perverso juego retórico que oculta la cruel realidad de las mujeres violentadas.

LC: Por supuesto. Por eso, digo que no la dibujen más, basta de confusiones, cuando decimos que una relación es tóxica, tenemos que decir que es violenta. Y te digo más, los femicidios no son una pandemia, porque, las muertes de mujeres no son una enfermedad y los violentos, tampoco, son enfermos.

CF: Siempre te escucho cuestionar esa cómplice costumbre de ir detrás de los hechos.

LC: Es que vemos, con muchísima angustia, que no podemos trabajar en prevención, porque, siempre, estamos trabajando sobre los hechos, cuando ya es tarde. Tenemos que ayudar a las mujeres, travestis y trans que sufren la violencia en forma reiterada, pero, también, hay que trabajar sobre la prevención, hay que desaprender las conductas de violencia.

CF: ¿Qué papel debe jugar el Estado en esta cultura de la prevención?

LC: Se debe incorporar la perspectiva de género en todas las esferas del Estado. Es cierto que tenemos la ESI y la Ley Micaela, pero, no se aplican como se debiera hacer. Deben articular los Ministerios de La Mujer y el de Educación para una verdadera aplicación de la ESI y no depender de una charla de 45 minutos. Esa no es la solución. Se debe incorporar la ESI desde las escuelas, para naturalizar que una mujer, un hombre y una compañera o un compañero travesti o trans tienen los mismos derechos. Te informo que ninguna carrera profesional te forma con perspectiva de género. Si tuviéramos una perspectiva de género clara desde el Estado las compañeras travestis o trans deberían trabajar sin ningún tipo de problema y no necesitar un cupo. La ESI no se aplica en forma adecuada.

CF: Hoy, al mirar hacia atrás y ver tantos años de lucha, de lugares, personas y situaciones dolorosas, ¿de qué manera recordás, aquellos primeros tiempos, de abrazar semejante causa?

LC: El feminismo, no con ese nombre puntual, me llegó a edad temprana, cuando podía observar, tal vez, sin reconocerlas, pero que sí me hacían ruido, las desigualdades entre los varones y las mujeres. Cómo nos ponían en un lugar violento para vivir, un lugar que nos dañaba y que a nadie le llamaba la atención. Y, es más, hasta debíamos permanecer calladas. Por ahí, creo que me llegó el feminismo. Ya luego, fui juntándome con otras, a leer, charlar y debatir. De manera que, hoy, puedo asegurar que el feminismo me salvó la vida. Ojalá me hubieran llegado estos conocimientos a una edad temprana, porque me hubiera salvado del 70% de las violencias y el dolor. Hoy, es mi forma de vida, mi lucha, el tiempo para compartir y, siempre, escuchar a otras, valorar su palabra y su historia personal. Cada una construye su propia militancia desde su lugar, la estructura con todo lo que trae de su vida. Es un proceso que, cada una, vive de manera diferente y, en la lucha colectiva, nos encontramos.

Podés ver el Diario Digital Femenino en el siguiente enlace: https://diariofemenino.com.ar/


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y miembro de AMIBA.

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