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José María Muscari: “Perdidamente es el primer espectáculo que se mete sobre la neurociencia y el deterioro cognitivo como tema en la Argentina”
Dramaturgo, actor y director, todo eso (y más) es José María Muscari. Un teatrista que, actualmente, tiene en cartel dos obras diametralmente opuestas: Sex y Perdidamente. En este reportaje, habla de sus recientes creaciones, de su impronta y del inminente estreno de Julio César, obra encabezada por la mítica Moria Casán.
Con Fervor: Comencemos por lo más novedoso, que fue verte actuar en reemplazo de Patricia Sosa en Perdidamente. Noté que fue muy orgánica tu performance; si no hubiésemos sabido que era un reemplazo, no nos dábamos cuenta ¿Cómo fue incorporarte como actor? ¿Qué tan difícil fue que tus compañeras interactuaran, ya no sólo con un nuevo intérprete, sino, con un intérprete varón?
José María Muscari: La experiencia de sumarme a Perdidamente estuvo buenísima. Significó un cimbronazo para las actrices, quienes llevaban siete meses haciendo la obra de una manera y, de un día al otro, tuvieron que adaptar el género del personaje y, también, mucho de la impronta con la que yo actué. Que no tiene nada que ver con la que tiene Patricia. Entonces, me tomé algunos lujos como actor, que suelo hacer cuando dirijo; encontrarle la identidad a cada intérprete. No es habitual, para mí, actuar, lo hago en contadas ocasiones. Cuando apareció esta oportunidad, me resultó seductor subirme a ese escenario con esas actrices. Y decir ese texto fue un desafío importante para todo el equipo. Y estuvo buenísimo, estoy feliz.
CF: Volviste a co-escribir con tu amiga Mariela Asensio ¿Cómo fue el proceso de escritura?
JMM: El proceso de escritura de Perdidamente fue muy fluido, porque, con Mariela nos pusimos de acuerdo en relación a la historia. Ella escribía la primera parte, por decirlo de alguna manera, de la impronta del texto. Sobre eso, yo corregía y volvía a escribir. Tuvimos una especie de arreglo: en lugar de plantearle al otro lo que queríamos cambiar, directamente, lo cambiábamos y reescribíamos. Entonces, en determinado momento, uno empezaba a perder el registro sobre quién escribió cada cosa. Todo se volvía extraño y cercano a la vez. Fue una experiencia extraordinaria, admiro mucho a Mariela y creo que logramos un buen material. Hubo un buen trabajo sobre la conceptualización alrededor del mundo del cerebro. Pudimos trasladarlo a una comedia de cinco personajes muy intensos. Una experiencia muy feliz.
CF: La obra reflexiona sobre la ética, el sentido de la memoria, los intereses en relación al dinero ¿Qué sentís que nos dice sobre esta era post-pandémica?
JMM: La obra fue escrita antes de la pandemia. Se estaba por empezar a ensayar cuando empezó la pandemia, por lo cual, el proyecto se retrasó casi un año y medio. Cuando el espectáculo se estrenó, parecía que dialogaba, totalmente, con todo lo que había pasado en la pandemia. Es muy loco eso. Por supuesto, yo, después, hice que la obra dialogara más con esta etapa post-pandémica, con el humor, la locura de las personas y cómo la pandemia nos afectó. Parece que la obra fue escrita para la pandemia y nada que ver.
CF: Perdidamente nos muestra a una mujer que, siempre, ha estado envestida de un aura de autoridad en plena decadencia mental. Ella quiere gestionar sus decisiones, “hacer valer su voz” más allá de lo que pase con su memoria ¿Qué te sedujo de esta temática?
JMM: Yo creo que la obra se mete, de lleno, en la vulnerabilidad humana. En algún momento, te ves en alguno de esos personajes, alguien de tu familia tuvo algo parecido a lo que les pasa a esos personajes. Quizás, no te identificás con el deterioro cognitivo o con el alzheimer del personaje de Leonor Benedetto, pero, te identificás con el cerebro adicto del personaje de Julieta Ortega o con el personaje y el cerebro corrupto del personaje de Patricia Sosa. O te identificás con las debilidades emocionales y psicológicas del personaje de Karina K, una especie de borderline y alterada emocional. O, en algún lugar, te pega algo del universo del trabajo, la nobleza y la pobreza que maneja el personaje de la mucama, interpretada por Ana María Picchio. La obra es un abanico para que, en algún momento y si sos una membrana relativamente sensible, haya algo tuyo ahí arriba. Ahí está el éxito del espectáculo.
Lo que a mí me sedujo de meterme con esta temática fue introducir la neurociencia en el teatro. Perdidamente, al menos en la Argentina, es el primer espectáculo de teatro que se mete sobre la neurociencia, el deterioro cognitivo y el funcionamiento del cerebro como tema. Me parecían temas atractivos, sobre todo para mí, que vengo de tres años de un espectáculo como Sex, que se mete de lleno con el cuerpo, con el deseo, con lo performático. Perdidamente me llevó a un lugar totalmente conceptual de actuación, de teatro más convencional, porque sucede sobre el escenario, porque es un texto legitimado que las actrices tuvieron que estudiar para poner en escena. Todo lo contrario de la experiencia Sex. Y creo que eso fue lo que más me sedujo, la introducción de la neurociencia en el mundo del teatro.
CF: Los elencos femeninos, en tus obras, ya son toda una marca autoral. Comenzaste, incluso, mucho antes de que se abrieran los debates más mediáticos (en el mejor sentido) sobre las cuestiones de género. Como creador, ¿de qué forma te sigue interpelando trabajar con tantas mujeres?
Como vos decís, el tema de los espectáculos de mujeres atraviesa mi producción desde muy temprana edad. Mi primer espectáculo se llamó Criaturas de las sombras y actuaban, solamente, cinco actrices. Mi segundo espectáculo, que fue un hit, fue Mujeres de carne podrida, donde actuaban quince actrices. Y, así, te podría nombrar un montón de espectáculos, que van desde la adaptación de la película Ocho mujeres a La casa de Bernarda Alba, pasando por Extinguidas, Falladas, Derechas.
Hay algo un poco paradójico que me atrae mucho y es que, a diferencia de muchas personas de nuestra cultura, del mundo del entretenimiento, que se han tenido que decodificar, modificar, deconstruir yo siento que podría volver a hacer cualquiera de los espectáculos que hice hace veinte años. Que mi vínculo con la mujer era igual al que tengo hoy, de respeto y de igualdad. Estoy muy contento de lo que fue sucediendo socialmente, pero, siento que es algo que, por suerte y quizás por haber sido muy amigo de Mariela Asensio desde la primera hora, que es una feminista que, siempre, tuvo en claro esa lucha y me ayudó a desasnarme cuando nadie hablaba de feminismo en la Argentina. Cuando ni siquiera era un tema que trataba la televisión.
Todo eso me permitió establecer un vínculo con las mujeres no en el teatro, sino, en la vida en general. Y que me hace resistir archivo, en el buen sentido, porque escucho gente que dice: “bueno, eso lo hacíamos antes”. Y yo te podría decir que, bueno, mis obras de hace veinte años quedarían viejas a lo mejor, pero, las podría hacer perfectamente, no tendría que resetear nada sobre cómo vincularme o retratar el universo femenino.
CF: ¿Cómo ves el medio teatral en este retorno? ¿Qué balance hacés de la temporada teatral de verano?
JMM: La temporada de verano fue difícil, a diferencia de la temporada del año, que fue mucho más explosiva. Creo que, todavía, hay un último envión que le falta tomar al público para volver a las salas. En mi caso, creo que no me puedo quejar. Sex, desde casi tres años, agota todas sus funciones en todos sus formatos. Y Perdidamente lleva siete meses en escena y está dentro de los diez espectáculos más vistos, según AADET. No puedo quejarme, pero sí puedo decirte que, por el fin de año que tuvimos, yo pensé que la temporada de verano iba a ser más explosiva. Y creo que la cepa Ómicron refrenó, de alguna manera, esa especie de adhesión que había al teatro. De a poco, estamos retomando esa llama encendida que necesitamos del lado del espectador. Veo al medio teatral floreciente y depurado; la pandemia sirvió para que mucha gente refundara su lugar en el teatro.
CF: Ya hemos visto ensayos de Julio César, un proyecto que pensaste desde hace años para hacer con Moria Casán ¿Cómo es trabajar con ella? Yo creo que, además de una actriz, es todo un artefacto cultural, alguien que dice mucho de nuestra historia del espectáculo y de nuestra cultura.
JMM: Julio César va a ser estrenado el 23 de abril y va a inaugurar el Teatro del Plata de Mataderos. Para, luego, pasar a la Sala Martín Coronado del Teatro General San Martín. Es algo que me tiene súper movilizado. Primero, por lo que significa, para mí, dirigir un texto de Shakespeare, que es como continuar una línea que vengo desarrollando desde hace varios años, desde aquella Electrasock, que fue mi versión de Electra de Sófocles, pasando por La casa de Bernarda Alba, metiéndome con Lorca. Un poco más acá, Madre coraje de Brecht. Y, ahora, llegó el turno de Shakespeare.
Cada tres o cuatro años visito a un gran autor. Es una obra monumental, majestuosa, con una gran vigencia. La obra habla de la lucha de los hombres, en una nación, por el poder político. Nada más vigente. Trabajar con Moria es una aventura, es un desafío y es, también -como vos decís-, una construcción cultural muy poderosa. Yo siento que lo más parecido a Moria es Andy Warhol. Creo que significa mucho su llegada al San Martín. Tiene todas las herramientas para llegar a ese lugar y creo que, por prejuicios, no había tenido la posibilidad de desafiarse. Julio César tiene un elenco superlativo, increíble, y no lo digo porque sea mi obra. El espectáculo fue invitado a representar a la Argentina por el Festival de Teatro de Mérida, como su apertura.
Ezequiel Obregón es docente en el área de Lengua y literatura y periodista cultural. Es estudiante de la Carrera de Artes Audiovisuales, con orientación en Realización (UNLP). Integra el Área en Investigación de Ciencias del Artes del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en San José, Temperley, provincia de Buenos Aires.
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