Cultura y espectáculos

Elisa Moyano: “Este libro aborda las luchas de mujeres incomprendidas”

La escritora y ensayista Elisa Moyano dialogó con la revista Con Fervor sobre su trabajo más reciente El libro de las antepasadas. Un poemario visual donde retrata a artistas cruciales, precursoras del feminismo actual, como Lola Mora, Blanca Luz Blum o Micaela Bastidas, entre otras. Tras recorrer sus biografías, junto a la plástica Telma Palacios, la autora salteña asegura que algunas mordazas seguirán pesando “mientras las estructuras patriarcales sigan vigentes”.

Fervor: En tu trabajo más reciente, retomás las vidas de mujeres fundacionales ¿Cómo describirías el proceso de escritura y el criterio que te llevó a esos nombres y a esos recorridos?

Elisa Moyano: En la escritura del libro, funcionó lo que Roland Barthes llama “reversibilidad de los procesos de lectura-escritura”, ya que todos los poemas nacieron bajo el impacto del visionado de alguna película (todas citadas en el libro) o de obras de artistas plásticos (como el mural de Siqueiros para el que posó Blanca Luz Brum o las carbonillas y estatuas de Lola Mora). También, de la lectura de biografías noveladas (como las que realizaron Elena Poniatowska y Laura Esquivel de la fotógrafa italiana Tina Modotti y de Malinche, respectivamente), entre otros textos basados en vidas de mujeres.

Con respecto al criterio que me llevó a esos nombres, funcionó, en algunos casos, el azar o los rastreos poco conscientes. Como cuando, en la búsqueda de algún film televisado, aparecía una película con nombre de mujer, como Bessie de Dee Reed, basada en la vida de Bessie Smith, mujer de la que yo nada sabía, y nadie podía convencerme de hacer otra cosa que verla. O cuando, en algún cine club, ponían películas como Hemingway y Helhorn, que explora la relación de esta pareja. En otros casos, menos azarosos, buscaba leer sobre aquellas de las que ya había oído hablar.

F: ¿Cuál es el factor común o aquello que te impactó de las antepasadas que te inspiraron?

M: En todos los casos, fueron “mujeres desheredadas, desplazadas, incomprendidas, postergadas, usadas, condenadas por su pasión por el arte, el color de su piel o por intentar ser sujetos y no objetos de deseo”,como digo en la contratapa del libro. En la que, también, afirmo: “de ellas habla este libro, de sus luchas en diversos frentes y clases sociales. Luchas que las convierten en antepasadas de las que habitamos estos días. Y, aunque hoy esas postergaciones parezcan superadas, sus vidas siguen siendo, de algún modo, ejemplares para otras conquistas aún pendientes.”

F: Se trata, además, de una propuesta poético-visual junto a la artista Telma Palacios ¿Cómo surgió la necesidad de ese diálogo entre disciplinas?

M: También, aquí, operó el azar. Telma, que ya había ilustrado un poema mío en los ’80,  me manda un mensaje diciendo que estaba poco inspirada para pintar, que le mandara algo que la movilizara. Yo me acordé de estos poemas que venían cocinándose a fuego lento y se los mandé. Después de ver su entusiasmo, decidí editar el libro. Pero, para responderte con mayor profundidad, me sirve lo que digo al final de la contratapa: “Enamorada de su potencia vital fui reconstruyendo durante décadas esa ruta que, también, fascinó a Telma Palacios quien, durante un año, persiguió con sus pinceles esa travesía de siglos y, mes a mes, realizó obras en las que recupera rasgos de varias de ellas. Destacar huellas y gestos en un proyecto poético-visual que procura salvarlas del olvido constituye un tramo más de la senda por la que todas caminamos”. Y con esto estoy afirmando que se puede acoplar el proyecto en su totalidad (el libro y las obras de Telma) en los nuevos movimientos de mujeres.

 F: En efecto, cuando evocás a Flora Tristán, hablás de “el nuevo diseño de los tiempos” y de luchas ¿Creés que este poemario es fruto de, por decirlo así, el reverdecer del feminismo?

M: Absolutamente. Durante el cursado de una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Andina Simón Bolívar (Sede Ecuador) hice una materia, Género y modernidad, en la que se estudió a fondo el movimiento feminista. Medimos su importancia para el nacimiento de los estudios de género y se leyeron escritos de sus iniciadoras, como Flora Tristán. A partir de entonces, mi punto de vista sobre el mundo que me rodeaba cambió diametralmente, acoplándose al reverdecer del feminismo. Curiosamente, en otra materia vimos la actuación de Micaela Bastidas, la esposa de Tupac Amaru II y la responsable de la estrategia de su movimiento. En ese contexto, fueron escritos los dos primeros versos del poema que le dedico, en el que ella dice de sí misma (como todas):“En mi cuello pequeño está la clave / hay incendios que no pueden morir”, que fueron el puntapié inicial para la escritura del poemario.

F: En tu libro anterior, Mujeres amordazadas…, también te enfocás en actores femeninos, en la posdictadura en Salta ¿Cómo evaluás la actualidad de las mujeres y su palabra? ¿Hay mordazas aún?

M: Creo que mientras las estructuras patriarcales sigan vigentes, algo de eso habrá. Pero, también, veo que ellas van disolviéndose poco a poco. Por ejemplo, recientemente, en el marco del encuentro de escritores Norma Segades, realizado en Salta, participé de un recital libre acompañado de música (voces e instrumentos), que protagonizamos los que habíamos leído nuestros poemas y, por primera vez en mi vida, hubo tres mujeres y un solo varón tocando instrumentos y cantando, aunque, todos coreábamos entusiasmados. Antes las guitarras y los bombos estaban siempre en manos de varones ¿Curioso, no?

F: Entre las primeras lectoras de estos poemas están Raquel Guzmán y Teresa Leonardi ¿Qué le aportó cada una al  libro? ¿Cómo recordás a Kuki, a poco más de dos meses de su partida?

M: Recuerdo pequeñas sugerencias que, ciertamente, embellecieron la forma. En el poema dedicado a Micaela Bastidas yo había dicho: “mi secreta ambición: revivir el estatus de la mujer andina”. Raquel me sugirió: “revivir el brillo de la mujer andina”, expresión no sólo más poética, sino, también, mucho más acorde con una clave encriptada en mi libro, que el poeta jujeño Pablo Baca descubrió: en todos los poemas aparece el fuego, los leños encendidos, las hogueras, las fogatas, las realidades luminosas, los incendios, las llamas, los fulgores, la luz, lo dorado, la lumbre, las sábanas incendiadas, la pira, las chispas, el fuego, los faroles, los ardientes años, como metáforas de la “poencia vital” de esas mujeres de las que ya he hablado. Con respecto a Kui, ella me sugirió unir versos demasiado cortos y, también, detalles. Como cambiar, en el primer verso del poema a Flora Tristán, la palabra formatos. Ella no me dijo qué poner, pero, esa palabra no le gustaba. Busqué y busqué hasta que encontré diseño y quedó como vos la citaste “el nuevo diseño de los tiempos”.

Kuki fue una gran maestra para todas nosotras, en mi libro Mujeres amordazadas… llegué a decir que, sin lugar a dudas, había sido, también, una gran protagonista de los años ’80. Ya que, recién en esa década, comenzó a publicar sus libros. Y, en varias décadas, por el inmenso acompañamiento de proyectos diversos, como la Hoja de poesía y Resquicios, comandados por Mercedes Saravia, gran difusora de la poesía del norte y del mundo. Sin dudas, la extrañaremos.

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