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La Malinche

“No llegué en las naves
No estuve en los templos
Vengo de los cielos
Que estaban desiertos
De cuando los dioses
Armaron el tiempo”
Cristina Escofet
 

Con dramaturgia de Cristina Escofet y dirección de Andrés Bazzalo se presenta, en el Teatro Nacional Cervantes, La Malinche. Los roles protagónicos corresponden a Ana Yovino -que encarna a Malinalli- y a Maia Mónaco “La Huesera”, una mujer de más de 400 años que encarna a la Cantora: es la voz del tiempo marcado por el canto y los oráculos. A través de la lectura de los granos de maíz, relata la antigua historia originada en el año 1500 con el nacimiento de Malinalli, la princesa de Paynala, niña hermosa de origen noble, nacida en los territorios del sureste del Imperio Azteca, en una época de inestabilidad interna durante la llegada de los españoles.

Fue vendida como esclava por su madre y más tarde ofrecida como regalo a Hernán Cortés. Se convierte en su principal esposa, su traductora y consejera. Luego también madre del mestizo entre madre originaria y padre español: Martín Cortés, del que fue separado.

La historia la juzga con suerte dispar: mujer brillante, valiente, traidora, depositaria de las peores virtudes, intérprete de gran lucidez e influencia entre su pueblo y los conquistadores. A través del tiempo su figura ha adquirido una fuerza mítica y a la vez polémica, interpretada a través de los siglos transcurridos con diferentes enfoques. Probablemente reduccionistas.

La obra podría describirse desde la magnífica interpretación de estas dos grandes actrices, a través de la música original en escena de Gerardo Morel compuesta por Maximiliano Más, de las proyecciones audiovisuales de Lucio Bazzalo, también desde el vestuario Adriana Dicaprio, las luces de Soledad Ianni y la escenografía a cargo de Alejandro Mateo. O desde la conmovedora dirección de Andrés Bazzalo y de la dramaturgia de una gran artista e investigadora profunda como Cristina Escofet.

Pero aún las palabras mejor elegidas y combinadas serían insuficientes para describir esta “experiencia” de asistir a una función de La Malinche. Más allá de afirmar que “el todo es más que la suma de las partes” el espectador, sin saberlo previamente, es invitado a un acto ceremonial, a un ritual de extraordinaria belleza y complejidad argumental y estética.

La Malinche encarna un destino que acepta y que la trasciende más allá de aparentes contradicciones: perteneciente a una cultura oprimida y luego al lado del conquistador, de quien será intérprete: “la lengua de Cortés”, le dicen… En su transformación pare un hijo, que como símbolo también, es el alumbramiento de una nueva cultura mestiza. Bisagra entre dos mundos, dos civilizaciones llamadas a crear una nueva realidad, aun insuficientemente valorada en su riqueza ancestral y en su mixtura de contrastes: una nueva cultura mestiza.

El imperio mesoamericano vasto, complejo y con luchas internas por un lado y una España que avanza sobre nuestros territorios americanos como la expansión de una cruzada donde el dominio feudal, católico y la inquisición son implacables.

La obra tiene una riqueza que nos revela más que una percepción de lo conocido: nos sitúa en otra perspectiva que trasciende la dicotomía habitual del juicio determinista. Nos muestra que somos hijos de una herida y de una creación maravillosa. Permite multiplicidad de miradas, revela la condición de sujeto excluido de la mujer, que a pesar de no poder elegir vive, más allá de la mirada dominante. Todo lo asume, ¿qué más se le puede pedir?

Ya que como dice la autora, Cristina Escofet: “la escena es siempre punto de vista” y que los personajes nos ponen en “el claroscuro de la existencia” recibimos una comprensión mucho más profunda también de nuestra historia americana, femenina. Historia de “otras conquistas” diferentes a las planteadas por los grandes poderes del patriarcado. Reconocemos esa dinámica entre la obra, las/los actrices/actores y el público: un proceso dialéctico de transformación y reflexión.

La Malinche es una obra rica en multiplicidad, en sentimientos y pasiones; en comprensión y sublimación de la diversidad que implica la existencia; las herencias ancestrales y, finalmente, el decurso de una subjetividad enriquecida por esta co-vibración con el hecho artístico.

Conmueve profundamente. Sin vacilación invita a participar, activamente, desde nuestra propia subjetividad con esta voz de la historia que también es presente. Nos permite recordar que aun somos seres en construcción, afortunadamente, sin versiones “definitivas” de nosotras/os mismas/os y de nuestro devenir histórico.

Toda descripción es opaca para hablar de lo profundamente conmovedora que es la experiencia de La Malinche: vibramos con estas dos actrices que nos ofrecen una entrega total de su arte, de sus cuerpos en escena, en esas reminiscencias antiguas donde nos reconocemos, desde lo más lejano de nuestra herencia.

Una ceremonia, un ritual compartido, quizás una comunión con el alma humana…

 

 

Ficha artístico-técnica:

Dramaturgia: Cristina Escofet

Dirección: Andrés Bazzalo

Actúan: Maia MónacoAna Yovino

Diseño de vestuario: Adriana Dicaprio

Diseño de escenografía: Alejandro Mateo

Diseño audiovisual: Lucio Bazzalo

Músico en escena: Maximiliano Más

Realización audiovisual: Lucio Bazzalo   

Música original: Gerardo Morel

Diseño de iluminación: Soledad Ianni

Asistencia de dirección: Vanesa Campanini

Producción: Sofhi García JLucía Quintana

Dirección musical: Gerardo Morel

 

La Malinche puede verse en el Teatro Nacional Cervantes, ubicado en Libertad 815, CABA.


Adriana Prado es licenciada en Ciencias Teatro Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Es integrante de EDIT (Encuentro de Divulgadores Independientes de Teatro). Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.

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