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Con Dignidad

La Revista Con Fervor viene desarrollando un intenso trabajo en pos de visibilizar el trabajo militante y comunitario que se está llevando adelante en las distintas Comunas de la CABA. Esta vez, nos reunimos con Julieta Goldsman, militante del Movimiento Popular La Dignidad, uno de los colectivos que viene dando una batalla fuerte cada día en la ciudad, en especial en la Comuna 15. En un momento en donde se nos quiere convencer de que toda la gente joven es de derecha, se hace imprescindible leer a una mujer de 26 años que nos interpela para seguir creyendo.

 

Con Fervor: ¿Cuándo se produce tu acercamiento a La Dignidad y por qué decidís militar allí?

Julieta Goldsman: Mi acercamiento a La Dignidad se produce en el año 2015, con las Campañas de Alfabetización para adultos que se realizaban en la CABA y en varias provincias más del país. Como estudiaba Ciencias de la Educación, me llega la convocatoria a los encuentros de formación, en los cuales participo y, unos meses después, empiezo a alfabetizar en Ciudad Oculta. Después de un año en Ciudad Oculta, comienzo a militar en la Comuna 15, específicamente, en mi barrio de toda la vida, que es Villa Crespo. Y, más adelante, también, en Chacarita y Paternal. Organizando espacios de apoyo escolar, ollas comunitarias, espacios de contención a vecinos en situación de calle, articulando trabajo comunitario con nuestras compañeras del Playón de Fraga y la Carbonilla.

La organización tiene una gran amplitud, que reside en el hacer por nuestra gente. Ese principio hace que muchas personas de distintos sectores, que provenimos de tradiciones políticas e ideológicas muy diversas, podamos unirnos, a partir de acuerdos políticos básicos y al margen de nuestras diferencias, para construir respuestas concretas y comunitarias a los problemas de nuestro pueblo.

A la hora de salir a luchar en la calle, de plantear un reclamo, de organizarnos para construir en conjunto nos ponemos de acuerdo y avanzamos unidos, pegamos con un solo puño. Luego, pueden darse todos los espacios de discusión, balance y crítica que sean necesarios donde plantear distintas visiones y posturas, lograr un aprendizaje y una síntesis entre las distintas posiciones, pero, a la hora de actuar y de responder a una necesidad puntual estamos todos en sintonía. En cierta medida, creo que ese es el espíritu necesario para poder hacer frente a las grandes dificultades que tiene nuestro país. Despojarse de prejuicios e, incluso, de ideologías para analizar la realidad de la forma más objetiva posible y avanzar todos juntos en función de un fin común. Nosotros, la única división tajante que hacemos es entre quienes luchamos por el bienestar y el desarrollo de nuestro pueblo y quienes entregan el futuro de la patria por intereses personales.

Entendemos que las/os trabajadoras/es tenemos un interés histórico común: la construcción de una Argentina grande, unida y fuerte que sea capaz de ofrecernos futuro. Esos principios, que llevamos a la práctica concreta de la mejor manera posible, con sus limitaciones, como todo, son los que me llevan a militar en esta organización.

CF: Contanos de qué trata este colectivo, cuándo surge y en qué circunstancia histórica.

JG: El Movimiento Popular La Dignidad surge de los movimientos piqueteros de fines de los 90, principios del 2000. Varios de nuestros compañeros, que fundan la organización, provenían del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR). La organización comienza a gestarse en las asambleas de barrio, en las ollas populares, construyendo espacios de educación y salud comunitarias, como los bachilleratos para adultos y los jardines populares, los centros de DÍA para prevención de consumos problemáticos y de contención a personas en situación de calle, entre muchos otros dispositivos comunitarios que buscan tener presencia allí donde el Estado está ausente y no da respuestas.

Con el tiempo, la organización comienza a crecer muy fuertemente en las villas de la capital, organizando a muchísimas/os vecinas/os entorno al reclamo de la urbanización. Allí, las vecinas se organizan en cooperativas de trabajo en el territorio, encargándose del barrido y la limpieza, haciendo trabajos voluntarios para mejorar el barrio, creando, cada vez más, espacios de contención y de respuesta a las problemáticas más urgentes: como los comedores, las postas de salud y los espacios educativos. Hoy en día, la organización funciona a nivel nacional, con presencia en casi todas las provincias del país.

Foto: Macarena Panal.

CF: En los últimos años, apareció un nuevo concepto para trabajar lo económico en los barrios y que es una de las claves hacia la justicia social, la Economía Popular, lo que se conoce como la economía de los excluidos ¿Cuál es la relación de la agrupación con la Economía Popular?

JG: Nuestra inserción en la economía popular está muy vinculada a nuestro origen, que es el movimiento piquetero y el movimiento de trabajadores desocupados. Partiendo de esa base, nos organizamos para responder a las necesidades más inmediatas y urgentes que genera la crisis social, económica y política, construyendo, en los barrios, espacios de contención en todas las áreas (alimentación, salud, educación, vivienda, deporte y cultura) y, al mismo tiempo, buscando paliar un problema fundamental que es la falta de trabajo.

Esto en un marco de tire y afloje permanente con el Estado. Así es como van surgiendo, en la organización, cooperativas de trabajo de todo tipo, desde unidades productivas, como panificadoras, polos textiles, cooperativas de trabajo rural, cadenas de comercialización de productos de la economía popular; hasta espacios dedicados a brindar servicios sociocomunitarios en los barrios, como son los comedores, los jardines comunitarios, las cooperativas de barrido y limpieza en las villas, las promotoras de salud, los espacios de abordaje de consumos problemáticos, las escuelas sociales y deportivas, entre otros.

Para el año 2015 o 2016, la organización ingresa a la naciente CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), hoy UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular). Una herramienta que, en su momento, se construyó para agrupar a todas/os las/os trabajadoras/es informales, fundamentalmente, integrantes de cooperativas de trabajo, que se conforman y organizan desde los movimientos sociales y que entendimos la necesidad de unirnos como sector, más allá de ciertas diferencias políticas entre organizaciones, para poder dar una pelea de conjunto, como bloque, por reivindicaciones concretas vinculadas a nuestras condiciones de trabajo.

CF: ¿Qué tipo de trabajo realizan con las infancias en los barrios, cómo es ese vínculo?

JG: La organización tiene distintos dispositivos de contención para niñas/os de distintas edades en las áreas de educación, deporte y cultura. Hoy en día, organizamos a nivel nacional Jardines Comunitarios para primera infancia, que funcionan, mayormente, dentro de las villas y de los barrios más vulnerados. Tienen una dinámica comunitaria, en la cual la comunidad educativa y las familias tienen un vínculo muy importante y son el sostén fundamental de los espacios. También, organizamos merenderos y espacios de apoyo escolar y recreación, que son lugares de contención fundamentales, tanto para los chicos, como para las familias, que, muchas veces, al estar absorbidas gran cantidad de horas al día en el trabajo, no tienen tiempo suficiente de ayudar a los chicos con la tarea y hacer un seguimiento del aprendizaje y de los contenidos que se enseñan en la escuela. Vemos que el acompañamiento, sobre todo en edad primaria, es fundamental para garantizar una buena base de conocimiento para el futuro y, muchas veces, las escuelas tampoco dan abasto para hacer este seguimiento más personalizado, que sí podemos brindar en los espacios de apoyo escolar. Las escuelas de fútbol y deportes comunitarios, también, juegan un rol fundamental, ya que, hoy en día, afrontar los gastos de un club o un taller deportivo escapa a las posibilidades de muchísimas familias y es un área importante a trabajar con los chicos para descargar energía, forjar el carácter, promover la salud física y las actividades cooperativas y en equipo.

CF: Sé que uno de los enormes aportes de La Dignidad en mi barrio de Villa Crespo es la contención de la gente en situación de calle ¿Qué nos podés contar acerca de La Vianda Social Comunitaria?

JG: La Vianda Social Comunitaria surge en el año 2017, a raíz de nuestra participación en el Censo Popular de Personas en Situación de Calle, que realizamos organizaciones sociales, colectivos y vecinos independientes en toda la CABA, para contrastar nuestros números con los datos oficiales del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. En esa oportunidad, estuvimos encargados de organizar el censo en todo el barrio de Villa Crespo y, a partir de esa experiencia, pusimos en pie la Vianda Social Comunitaria. Meses atrás, ya veníamos notando que cada vez se acercaban más vecinos y familias, que venían, sobre todo, de provincia, pidiendo donaciones y alimentos, algo que, años atrás, no nos había sucedido. Rápidamente, entendimos que necesitábamos organizarnos de forma comunitaria en el barrio para dar respuesta a esa necesidad, que empezaba a profundizarse, cada vez más, con la crisis económica. Empezamos juntándonos entre nosotros, haciendo una vaquita para comprar la comida, acercándonos a los comercios y a la comunidad en general para pedir donaciones. Y, así, comenzamos la vianda en Villa Crespo. Primero, una vez a la semana, después, dos veces. Más adelante, nos organizamos para abrir otra vianda en Chacarita y, también, para sumar más manos y voluntarios que ayudaran en la cocina y en las recorridas. Cocinábamos y salíamos con un carrito o una bicicleta a repartir las viandas por el barrio a vecinos en situación de calle. Con el tiempo, los vecinos nos fueron conociendo y empezaron a acercarse ellos al espacio a buscar la comida. La comunidad fue y sigue siendo un factor clave para mantener en pie la vianda. Fundamentalmente, en la pandemia fue todo un desafío sostener la enorme demanda de viandas semanales. En el momento más crudo, llegamos a entregar más de mil porciones de comida semanales entre tres barrios: Villa Crespo, Chacarita y Paternal, donde sumamos una olla en la Plaza de Pappo.

Foto: Macarena Panal.

CF: ¿Cuáles son los trabajos que vienen realizando en La Casa Osvaldo Pugliese?

JG: La Casa de la Dignidad “Osvaldo Pugliese” es un local político y social que organizamos en función de las necesidades de nuestra comunidad. Funciona como un lugar de contención para muchos vecinos. Para otros, también, es un espacio donde acercarse a expresar opiniones, debatir ideas y organizarse. Para algunos, es un espacio donde poder acercarse para hacer un aporte a la comunidad como voluntario o donante. Para muchos, es todo eso al mismo tiempo. Desde el local, impulsamos y organizamos actividades de todo tipo, desde la Vianda Social Comunitaria, distintos talleres y charlas políticas, hasta una escuela de boxeo. que funciona en la Plaza 24 de Septiembre. Durante y luego de la pandemia, la actividad que más tiempo comenzó a ocupar en el espacio es la Vianda Social Comunitaria, que, hoy, funciona cuatro veces a la semana. También, realizamos un productivo de empanadas solidarias semanalmente, para sostener y financiar al espacio. Al comenzar la semana, tenemos nuestra asamblea abierta, donde nos reunimos para organizar el trabajo en el barrio y debatir sobre actualidad. Creemos que una de las claves, hoy en día, es la comunicación y, por eso, elaboramos un periódico barrial que redactamos entre varios compañeros y que salimos a entregar por el barrio todas las semanas.

CF: ¿En qué comunas de la CABA están militando y, particularmente, cuál es la tarea social que realizan en la Comuna 15?

JG: Estamos en la mayoría de las comunas de la capital, sobre todo, con mucha presencia en las villas. Nuestro trabajo más fuerte en la Comuna 15 está en Villa Crespo y Chacarita. Y en Paternal, en menor medida. En los tres barrios realizamos trabajo territorial con las/os vecinas/os. En los locales (Villa Crespo y Chacarita) funciona la vianda social comunitaria y los productivos. También, funciona el espacio de apoyo escolar en Chacarita, “La 24” Escuela de Boxeo en Villa Crespo, la Escuela de Fútbol “Garrigos” en Paternal (en el hogar Garrigos) y la olla popular en la Plaza se Pappo. En el playón de Fraga y la Carbonilla, también, funcionan los comedores populares, las postas de salud con las promotoras, se realizan talleres de apoyo escolar, danzas, oficios y deportes. En Chacarita, las compañeras conformaron un polo textil cooperativo y en La Carbonilla funcionan las cooperativas de barrido y limpieza, que se encargan de hacer todo el mantenimiento del barrio. Todos estos espacios cumplen un rol de contención social, de escucha y compañerismo. Por medio de ellos buscamos generar un entramado comunitario que proponga y proyecte valores colectivos, de solidaridad y respeto mutuo, que cuestionen el actual orden de las cosas, que encuentre, en la crítica constante, salidas concretas y propuestas para transformar la realidad.

Recientemente, empezamos a trabajar más en profundidad sobre la comunicación alternativa. Realizamos algunos talleres abiertos de periodismo y comunicación popular y, a partir de allí, surgieron nuestro periódico barrial y nuestro podcast, ambos con el nombre Hacela corta. Ambos, funcionan hace ya un año con periodicidad.

También, consideramos fundamental la articulación y el diálogo permanente con otras organizaciones, colectivos y espacios del barrio. Por eso, participamos, siempre que podemos, de las iniciativas y convocatorias barriales y, también, buscamos impulsar y contribuir a realizar actividades articuladas con otros espacios de la comuna, como charlas, talleres, eventos culturales, entre otros.

CF: ¿Qué respondés a los cuestionamientos que suenan contra los movimientos sociales, el asistencialismo y los planes sociales?

JG: Me parece que, en parte, los cuestionamientos que se hacen surgen de un relativo desconocimiento de la situación de los movimientos sociales y de quienes formamos parte de ellos: sumado a un relato que se construye, malintencionadamente, desde los medios de comunicación masivos, que se monta sobre este desconocimiento y que, como todo relato, busca influir sobre el pensamiento de la gente con una intencionalidad política determinada. Pero, también, creo que esos cuestionamientos calan hondo en muchos sectores de la sociedad, porque contienen una cuota de verdad. En este punto creo que la autocrítica, por parte de los movimientos sociales, es fundamental. El relato que se construye apunta a los sectores de trabajadores que no forman parte de los movimientos sociales. Y, generalmente, quienes no pertenecen a las organizaciones ni reciben su asistencia desconocen su funcionamiento, su trabajo en el territorio, las personas que las integran y sus principios.

La única información que llega está muy intermediada. La imagen que tiene la mayoría de la gente sobre las organizaciones y los programas sociales no proviene directamente de sus integrantes, en general, y, mucho menos, de sus bases, en particular, sino, que llegan de lo que difunde la televisión, el diario y la radio. La imagen que crean los medios masivos de comunicación del “planero vago”, que es improductivo, que toma recursos del Estado sin generar un valor para la sociedad y que cobra por ir a una marcha. Lo que creo que buscan y que, efectivamente logran, es instalar una lucha de trabajadores contra trabajadores. Hacen que las diferencias innegables que existen entre los distintos tipos de trabajadores que existen en la Argentina se traduzcan en una división tajante y en una lucha política entre laburantes: que el enemigo del trabajador que tiene un programa social sea el rappi o el emprendedor que no recibe ninguna asistencia del Estado, que el enemigo del trabajador informal sea el empleado que está en blanco, y así.

En este punto, es importante aclarar, por un lado, que, dentro de las organizaciones sociales, quienes acceden a un programa social deben brindar una contraprestación a la comunidad, ya sea en calidad de servicios-sociocomunitarios -que van desde la organización de comedores y merenderos, postas de salud, centros de contención para vecinos en situación de calle y jóvenes en consumo, hasta la puesta en marcha de espacios culturales y deportivos-, como conformando unidades productivas que se organizan como cooperativas de trabajo y que van desde polos textiles, panaderías, herrerías, hasta trabajo rural, entre otros.

Vale aclarar que, en la mayoría de los casos, son las mismas organizaciones las que se procuran los establecimientos, la logística y la gran cantidad de insumos que son necesarios para poner en marcha cada una de las iniciativas. Por otro lado, hay que decir, también, en respuesta a una creencia usual, que no se puede vivir de un programa social. Por lo cual, aquellos que acceden a los mismos, además, generalmente, deben buscar otra fuente de ingreso para llegar al sueldo mínimo. También, es cierto y de esto se agarran los medios, que no en todos los casos ni en todas las organizaciones se cumple como corresponde con el trabajo social, con los servicios sociocomunitarios que tienen que verse reflejados en un intenso trabajo en el territorio para responder a las necesidades y urgencias del barrio y de las/os vecinas/os.

Luego, está el trabajo político que viene a combatir el concepto de asistencialismo, que es innegable en muchísimos casos. Ese es un trabajo que debe darse internamente, dentro de cada organización y, a su vez, entre las mismas organizaciones, para avanzar de la lucha únicamente reivindicativa a una lucha de fondo: pasar de paliar los problemas, de poner parches, a resolverlos profundamente; curar la enfermedad y no sólo calmar los síntomas. Para esto, sigue haciendo falta desarrollar el debate político y la conciencia política de las organizaciones y sus miembros.

La existencia de los programas sociales y de las organizaciones sociales responde a la falta de una respuesta política a las mayores necesidades de nuestra sociedad: la falta de trabajo de calidad, la pobreza y el hambre, la problemática de la vivienda, la falta de educación y salud. Las organizaciones sociales surgimos en el 2001, como respuesta a una crisis social, económica y política que, al día de hoy, no sólo no se saldó, sino, que muestra signos de haber empeorado. Creo que para que el conjunto de las organizaciones salgamos de la dinámica del asistencialismo, que, muchas veces, nos absorbe -aunque no sea en la generalidad de los casos- es necesario avanzar seriamente en un proyecto político capaz de implementar medidas de fondo que transformen a la Argentina, para que ni los programas sociales ni los comedores y merenderos, ni ningún parche sea necesario.

Foto: Macarena Panal.

CF: Se habla de las/os hijas/os del Argentinazo de 2001, ¿cómo ves aquella épica, ahora, a la distancia y cuáles son sus consecuencias sociales?

JG: Creo que, hoy en día, hay una gran continuidad con el 2001. Allí comienza la historia del movimiento piquetero. Los programas sociales y las organizaciones sociales surgen a fines de los 90 y principios de los 2000, por el desempleo creciente y el deterioro en la calidad de vida de la enorme mayoría de los laburantes. Hoy, continuamos dando la lucha por una transformación profunda de la sociedad argentina en un contexto de crisis muy aguda. De ese momento a nuestros días, el mercado laboral no sólo no pudo absorber a toda la masa de trabajadores, sino, que quienes, hoy, se encuentran insertos en el mercado laboral formal ni siquiera tienen garantizadas mínimas condiciones de vida: 1 de cada 3 trabajadores formales son pobres.

Hoy, puede que el desempleo no sea tan alto como en el 2001, pero, la precarización laboral extrema se viene profundizando y los programas sociales forman parte de ese parche a este entramado, que sigue excluyendo y marginando a gran cantidad de argentinas/os y que se combina con todos los demás factores sociales y económicos que vienen cuesta abajo. La lucha del movimiento piquetero nos deja un gran legado, que muestra que el pueblo organizado es capaz de lograr grandes conquistas y de avanzar en luchas reivindicativas que son muy importantes, pero, también, deja a la luz sus limitaciones y la necesidad de dar un paso más: de avanzar en transformaciones profundas que nos saquen, de una vez por todas, del atolladero en el que nos encontramos.

Después de más de dos décadas, es claro que la lucha que necesitamos librar no debe darse únicamente en el terreno de lo reivindicativo y de lo social, sino, fundamentalmente, en un plano político. El “que se vayan todos” nos muestra claras limitaciones, que, a mi entender, tienen que saldarse con más y mejor política que emane de los sectores populares. Con la gente común tomando decisiones, haciendo la política del pueblo, desde el pueblo y para el pueblo argentino.

CF: La derecha y el coro de sus medios nos quieren hacer creer que la mayoría de la gente joven es de derecha, que la rebeldía pasó a ser patrimonio de ese sector que milita allí o que acompaña a Milei, ¿qué respondés a esto, dada tu edad?

JG: Creo que es necesario diferenciar al votante de Milei con la gente de derecha. No creo que ni todos, ni siquiera, incluso, la mayoría de los votantes de Milei sean de derecha. Creo que Milei logró interpelar a una población muy amplia de jóvenes y adultos que están cansados de una dirigencia política que, evidentemente, no está pudiendo resolver ninguno de los mayores problemas de la Argentina. Creo que el avance de las opciones de derecha más radicalizadas, como en este caso la de Milei, tiene más que ver con el fracaso de los partidos políticos que se alternaron el poder en el último tiempo que con una derechización en sí de la sociedad.

Las elecciones fueron un verdadero baño de realidad, que nos mostró que la sociedad no se siente representada por las dirigencias de todo el arco político. Ahí jugó un rol importantísimo el voto castigo o voto bronca y, también, la enorme cantidad de abstenciones: 11 millones de argentinas/os no votaron en las PASO. Hay una crisis de representación muy importante en la que Milei, con su discurso antiestablishment y contra la casta política, encaja perfecto, encuentra un escenario que le resulta muy favorable. Recordemos que Milei gana las PASO con el “que se vayan todos” que cantábamos nosotros hace 20 años. Es este discurso, combinado con el de “la libertad”, y no el de las medidas económicas o el del negacionismo de Villarruel, el que resulta muy atractivo, fundamentalmente, para los jóvenes.

Aprovecharon un contexto de gran descontento por parte de la gente con los partidos tradicionales y supieron apelar al sentido común con un discurso muy emocional y enérgico, libre de corrección política que contagia e invita a ser parte, que da un mensaje de esperanza (aunque sea ficticio). Algo que, sin duda, ninguno de los demás candidatos pudo derramar a la sociedad argentina. En gran medida, también, porque a ellos ya les tocó gobernar con resultados no muy satisfactorios. Y Milei todavía no pasó por esa prueba de fuego.

Al mismo tiempo, el exhaustivo trabajo en redes sociales con cyber militantes e influencers diseminados por todas partes cumplen un rol importante. Milei supo entrar de lleno en la comunicación del siglo XXI y, así, logró llegar, incluso desde el chiste y el humor, a gran cantidad de jóvenes que pasan una buena cantidad de horas al día viendo y compartiendo contenido desde sus computadoras y celulares. Mientras las dirigencias de los demás partidos están completamente divorciadas de las bases, hablando en otro idioma, haciendo campañas inentendibles que no le tocan ni una fibra a nadie, Milei está al alcance de todos, creando conversaciones y generando multiplicadores de su imagen y de sus ideas.

En este punto creo que los militantes del campo popular tenemos que ser autocríticos y revisar nuestras formas de comunicar y de interpelar a la sociedad. Necesitamos construir un proyecto político real que represente a la mayoría. Necesitamos revisar nuestra dificultad para comunicar ideas que lleguen, buscar la forma de atraer con un discurso que interprete y refleje el sentir y el pensar de nuestra gente. Hay una batalla cultural que, evidentemente, la derecha está ganando, pero, no porque la gente sea de derecha, sino, porque nosotros venimos siendo incapaces de plantear alternativas reales y comunicarlas efectivamente. Ese es el trabajo que creo debemos darnos todas/os aquellas/os que queremos una transformación de fondo en la Argentina, centrada en el desarrollo del país para el bienestar del pueblo en su conjunto. Y esa tarea debemos darnos para interpelar tanto a los jóvenes, que son fundamentales, como a los adultos.

CF: En el barrio de Villa Crespo, se nota un profundo deterioro social. Los que siempre estuvimos en el barrio miramos con asombro la profundización de esa decadencia ¿Cómo analizan esto y qué proponen para paliarlo?

JG: La crisis general del país tiene un claro reflejo en el barrio. Sobre todo, porque, cuando uno piensa en Villa Crespo, se imagina un típico barrio porteño de clase media, de un poder adquisitivo de medio a medio alto en algunos casos. Pero, en los últimos años, se nota una decadencia importante en el nivel de vida de las/os vecinas/os. Sin ir demasiado lejos, nuestro comedor comunitario está ubicado en pleno Villa Crespo y, allí, se acercan a retirar la vianda vecinos en situación de calle que van en aumento, jubiladas/os, madres solteras y hasta, incluso, muchísimos laburantes de la zona y cartoneros que, cada vez, son más. Allí, entregamos un promedio de 60 porciones cada día, un número altísimo para el barrio.

Hubo dos momentos marcados, en el último tiempo, en los cuales notamos un aumento considerable en la concurrencia de vecinas/os al comedor: por los años 2017 y 2018, en plena crisis económica, y por el 2020, en plena pandemia. En esos dos momentos, se dieron saltos en la cantidad de porciones que repartiamos. Si bien, los niveles del 2020 eran mayores a los actuales, la disminución, desde la pandemia hasta el día de hoy, no fue tan pronunciada. Nunca volvimos a los niveles de 2017, ni mucho menos a la época previa. Este deterioro, entendemos, que responde directamente a la crisis económica y social que atraviesa el país. Fundamentalmente, vinculado a la falta de empleo de calidad y al aumento desmedido de precios por la inflación, que se traduce, directamente, en la baja del poder adquisitivo de la gente.

A este malestar social, que deriva, muchísimas veces, en el consumo de drogas -que afecta mayormente a los jóvenes- se suma la falta de contención desde las áreas de educación, salud y. especialmente. de salud mental, que terminan profundizando, aún más, la exclusión y marginación. Para paliar estas problemáticas, nuestra reacción, siempre, es organizarnos comunitariamente para responder a las urgencias, mientras pensamos y buscamos cómo resolverlas de fondo. El comedor actúa, no sólo, como un espacio donde brindamos una vianda a los vecinos, sino, también y, fundamentalmente, como un espacio de contención y de encuentro, como un lugar donde construir comunidad verdaderamente.

Por eso, buscamos dar respuestas en todas las áreas, desde dar la comida, ayudar a un vecino a conseguir trabajo, conseguir asistencia psicológica, hasta asesorar en trámites, brindar talleres y espacios educativos, hasta, incluso, realizar actividades de entretenimiento, cultura y deportes para la comunidad.

CF: La ausencia de una realista y solidaria Ley de alquileres golpea fuertemente en CABA, manda al exilio bonaerense a muchas familias que hasta se han fragmentado, dada esta cruel situación en donde sólo se prioriza el negocio inmobiliario ¿Qué consecuencias de esto ves en el barrio, cómo pelean frente a esta crisis de vivienda?

JG: Vemos, cada vez más, vecinos en situación de calle, más pibes que se tienen que juntar entre varios para pagar una habitación, vecinos que, incluso, tuvieron que mudarse a provincia de Buenos Aires. Hay, en muchos casos, un aprovechamiento por parte de dueños e inmobiliarias del hecho de que haya poca oferta y mucha demanda de viviendas para alquilar -a pesar de que, en la CABA, una de cada diez viviendas se encuentran ociosas. Esto deja a los inquilinos a merced de las condiciones que les impongan y que, incluso, se encuentran, muchas veces, por fuera de la ley. En muchos casos, se ven forzados a aceptar subalquileres a precios exagerados, aumentos imprevisibles, contratos basura, entre otros.

El aumento descontrolado y desregulado de los alquileres genera, también, que un porcentaje mayor del sueldo esté destinado a sostener la vivienda y quede un resto menor para todos los demás insumos de primera necesidad. Creemos que eso, también, repercute en que una mayor cantidad de vecinos tengan que acudir al comedor. Como todo, el problema de la vivienda es una decisión política de los gobiernos, que no implementan una política pública de vivienda seria e inclusiva en la CABA. El estado de las villas y barrios no urbanizados de la ciudad, el aumento de las/os vecinas/os en situación de calle que se da año tras año y la creciente cantidad de inquilinos que deben pagar alquileres cada vez más altos son la expresión de una política de vivienda que busca expulsar y marginar, que busca hacer de la CABA una ciudad de negocios para muy muy pocos. Hay que tener en cuenta que, en 30 años, los inquilinos, en CABA, pasaron del 10% a más del 40%. Hoy, la casa propia es un sueño inalcanzable para la inmensa mayoría. Desde la organización, trabajamos, fundamentalmente, en las villas de la ciudad y con vecinos en situación de calle. En los barrios no urbanizados, buscamos, siempre, pelear por mejoras edilicias, por la instalación de los servicios básicos, realizamos trabajos voluntarios para mejorar el barrio comunitariamente; luego, con nuestros vecinos en situación de calle buscamos darles una mano con todo lo que esté a nuestro alcance.

Una de las tareas que nos damos es solicitar el subsidio habitacional, pero, que, de todas formas, resulta un plan frustrado en gran cantidad de oportunidades, por la burocracia y los requerimientos absurdos que hace el Gobierno de la Ciudad para otorgar ese subsidio.


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15.

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