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Lulú, una tragedia monstruo: las chicas quieren divertirse…
Lulú fue escrita por el alemán Frank Wedekind (1864-1918) a finales del siglo XIX y representada luego de sortear los obstáculos del escándalo y la censura. Ella encarna la fuerza “natural” del erotismo en pleno florecimiento del expresionismo alemán.
A comienzos del siglo XX, se gestaban las simientes de profundas transformaciones en todos los ámbitos de la experiencia humana: la ciencia, el arte y la política; que iban a revolucionar un mundo que, pronto, se sumergiría en dos guerras totales. La sexualidad femenina, siempre, se representa como conflictiva.
En el aire circense de la puesta, Lulú aparece con algo de fiera y sus amantes como virtuales “domadores”. Siempre, es temido el poder transgresor del amor y de la sexualidad. Comedia musical, circo, cabaret, todo esto… La tragedia monstruo. Con todo lo monstruoso que tiene el goce y el placer. Parafraseando a la canción de Cindy Lauper: “las chicas solo quieren divertirse…” ¡Y esto parece que es noticia y escándalo!
El atractivo y la seducción de Lulú despiertan el deseo de un modo irrefrenable e irresistible. Ella está, siempre, en modalidad de “goce” y esto es magnético. Esta singularidad y feliz desparpajo deja un tendal de suspiros y arrebatos. No fue fácil su vida, pero, ya no es la niña de 12 años que vendía flores y bailaba en los cabarets. Cada uno de sus amantes le pone un nombre distinto. Nombrarla es un modo de poseerla, de hacerla suya… Pero, ella ya tiene su nombre propio: es Lulú.
Esta puesta en escena, dirigida por Cintia Miraglia, asombra por varios motivos. La actuación de Iride Mockert despliega con fluidez una Lulú potente y cautivante, ¿atrevida?, que -en los 75 minutos sobre el escenario- canta, baila y se mueve con la plasticidad audaz que su rol demanda. Los actores desfilan alegres y seducidos por ella y muy atentos, siempre, a esa fuerza que cautiva. La música original y las canciones le imprimen la potencia de la comedia musical o el circo que esta adaptación nos propone. Es una obra alegre e inteligente, actuada con picardía y humor, que nos deja pensando.
Hay cosas que no son nuevas, pero, siguen siendo noticia. Hablamos de la mujer y su deseo, generalmente, con estereotipos hegemónicos. La sexualidad femenina sigue siendo un misterio o un peligro. Y esto nos recuerda a Freud, que, por aquella época, dice: “Una sola cosa no he podido responderme, y esa es ¿qué quiere la mujer?”.
Ficha artístico-técnica:
Adaptación: Cintia Miraglia y Miguel Sorrentino
Actúan: Héctor Bordoni, Carlos Ledrag, Horacio Marassi, Iride Mockert y Miguel Sorrentino
Diseño de vestuario: Paula Molina
Diseño de escenografía: Víctor Salvatore
Realización de escenografía: Víctor Salvatore
Realización de vestuario: Paula Molina
Música original: Carlos Ledrag
Letras de canciones: Cintia Miraglia
Técnicos de sonido: Matías Dapena y Ezequiel Morfi (Titanio Studios)
Diseño De Iluminación: Matías Noval
Comunicación: Marcos Mutuverría
Diseño gráfico: Cintia Miraglia
Asesoramiento en sonido: Matías Apena y Ezequiel Morfi (Titanio Studios)
Asistencia de dirección: Ramiro García Zacarías
Community Manager: Pablito Lancone
Producción artística y ejecutiva: Alejandra García
Dirección musical: Carlos Ledrag
Lulú, una tragedia monstruo puede verse los sábados a las 20hs. en El Portón de Sánchez, ubicado en Sánchez de Bustamante 1034, CABA.
Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.
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