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Centros Culturales del Conurbano en tiempos post-macristas

Por fuera de los centros culturales oficiales más convocantes -por lo general, ubicados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires-, es posible encontrar, en los partidos del Conurbano y alrededores, otros espacios autogestivos y con una impronta más alternativa, muchos de ellos surgidos durante los cuatro años de gestión macrista y por iniciativa de mujeres. En esta nota, indagamos en sus orígenes y orientaciones para retratar la importancia que tienen dentro de la cartografía cultural bonaerense.

Durante las mañanas y las tardes, Agustina Castells transita las aulas enseñando clases de palabras, tipos de relatos, sintaxis y demás temas de Prácticas del lenguaje y Literatura, las materias que dicta en escuelas secundarias. Los fines de semana, en cambio, Castells asume parte de la coordinación de Dominga, un espacio cultural ubicado en Banfield (Partido de Lomas de Zamora), a diez cuadras de la estación de trenes. En ese mismo municipio, en el que ya resultan reconocidos el Banfield Teatro Ensamble y el centro cultural No me olvides (el primero, orientado hacia las artes escénicas; el segundo, con una impronta más musical), Dominga comienza a transitar sus primeros pasos, lejos del aura chic de Las lomitas (el barrio más coqueto de Lomas), pero, con actividades que ya empiezan a configurarle una identidad.

Castells sintetiza de qué modo surgió Dominga: “Nuestro director general, Adolfo, era parte del mítico Cineclub Núcleo, junto a Salvador Sammaritano. Después de muchos años, él quiso volver a instalar la idea del cineclub en el barrio. Es así que nace la iniciativa Cineclub Salvador Sammaritano, un núcleo de personas con ganas de ver buen cine, pero, sin un espacio físico para hacerlo. Comenzamos a deambular por distintos espacios (que nos prestaban o alquilaban) para juntarnos, una vez por semana, a ver películas que se encontraran por fuera de los circuitos comerciales”. Y agrega: “Un tiempo después, Adolfo heredó una propiedad y, a partir de eso, empezó a tomar forma el sueño del espacio propio. Se trataba de una casa hermosa, pero, muy vieja. Por lo cual, su remodelación costaría mucho dinero, con el que no contábamos. Entonces, surgió la idea de, no sólo, instalar ahí nuestro cineclub, sino, un espacio cultural diverso”. Desde ese momento, señalado por Castells, el aporte económico, surgido gracias a pequeñas actividades y clases, permitió que Dominga tuviera, poco a poco, un espacio más apto para ofrecer una programación más sostenida y variada.

Espacio Cultural Dominga.

El origen de Dominga es, al mismo tiempo, el origen de otros centros culturales, promovido por personas que desean compartir un lugar en donde las artes y los programas no fomentados por los espacios dependientes del Estado (ya sea municipal, provincial o nacional) empiecen a ser más visibles. Desde este punto de vista, estos centros le revelan, a la comunidad, nuevas formas de vincularse con los objetos artísticos. Así ocurre con SABA, Centro de Arte, el espacio cultural que abrió la teatrista Gabriela Lorusso, en Mercedes.

Luego de haberse formado y trabajado en la Ciudad de Buenos Aires, Lorusso dejó la agitada vida porteña para volver a sus pagos. Allí fundó SABA, “fundamentalmente, como una necesidad personal de tener un espacio propio para poder crear, ensayar y poner en escena las obras que me interesaran, por el tiempo que tuviera ganas”, afirma. Y agrega: “Mercedes es una ciudad que no cuenta con salas de ensayo para alquilar y los espacios privados que existen no suelen ser muy abiertos a otros artistas de la misma disciplina. Y, por otro lado, los espacios municipales tienen mucha actividad y no tienen, por costumbre, dar fechas para hacer más de dos o tres funciones por cada obra.
Manejo el espacio absolutamente sola, lo que, por un lado, es beneficioso a la hora de tomar decisiones, tanto artísticas como administrativas, pero, por otro lado, me complica para darle el funcionamiento que me gustaría. Ya que, como tengo otros espacios de clases, no puedo estar en SABA el tiempo que quisiera”.

SABA se encuentra a siete cuadras de la plaza principal (centro neurálgico de todo pueblo o ciudad chica), tiene una sala íntima, con capacidad de 40 espectadores, en donde prevalece la actividad teatral y, eventualmente, ofrece algunos conciertos. “Me interesan las temáticas sociales, las puestas en escena que interpelan al espectador, la utilización del escenario como espacio político (entendiendo por esto al espacio de poder, donde hay alguien que actúa y es escuchado y, de esa relación asimétrica, surge este concepto), el decir a través de la metáfora y la poesía, sin buscar que el público entienda, sino, que se conmueva”, sintetiza su creadora.

La Antigua Cultural, un espacio creativo.

También, al Oeste (aunque no tan lejos de la Ciudad de Buenos Aires), se destaca La antigua cultural, el centro cultural dirigido por la profesora de teatro y actriz Mercedes Fittipaldi. Quien resume, así, sus principales características: “Es un espacio creativo en Merlo, que funciona de manera independiente y autogestiva, conocido como ‘aquella vieja casa en la esquina de Jujuy y Bolívar’. Comenzamos a fines del 2017, con talleres y eventos. La antigua cultural surgió a partir de una idea mía: abrir un centro cultural en mi ciudad natal para generar un espacio novedoso. El nombre es debido a que la casa es bastante vieja, la típica casa chorizo. Es un lugar que inspira, arquitectónicamente, al arte y la creación”. En cuanto a las actividades programadas, Fittipaldi agrega: “Se dan talleres de distintas ramas artísticas, principalmente: música, pintura y teatro. Intentamos profundizar en el área teatral, ya que las coordinadoras que llevamos adelante el proyecto, hoy en día, somos profesoras de teatro. Se realizan, también, obras de teatro independientes de la zona oeste y de capital. Asimismo, organizamos el evento multiartístico llamado Varieté a la Antigua; La Fiebre, un ciclo de cine y música; y, también, la Impetuosa feria, de artesanos y emprendedores. Suelen venir familias, padres o madres que traen a su niño/a a los talleres. En los eventos de música, asiste juventud, principalmente. Pero, también, organizamos eventos para toda la familia, como las ferias u obras de teatro infantiles”.

En relación a las líneas estéticas y políticas de La antigua cultural, su directora se explaya: “Cada año, vamos en la búsqueda de una identidad marcada del espacio. Nos interesa que los espectáculos que ofrecemos tengan una coherencia, en cuanto a una visión del mundo y temáticas sociales. Intentamos que sean producciones propias, de autores zonales y de grupos de trabajo de investigación. Tanto sea con las obras de teatro, como con la proyección de cortos o películas. En el caso de las bandas que tocan, somos más abiertas. También, solemos hacer eventos a la gorra, porque, pensamos que es la forma más inclusiva para el acceso a un espectáculo, siempre, con un discurso sobre el valor del arte y lxs artistas”.

Asimismo, sobresale, en La antigua cultural, la impronta feminista, tan a tono con los tiempos que transitamos: “Siendo dos mujeres quienes coordinamos, nos interesa ofrecer una mirada feminista del espacio, espectáculos que inviten a repensar el rol de la mujer en la sociedad, el debate sobre la ley del aborto y otras cuestiones sociales que sentimos la responsabilidad de abordar en un espacio donde hacemos arte. Por ende, el punto de vista político y social es inherente a dicha actividad. Y, en cuanto a la línea de trabajo en las clases de teatro, nos inclinamos por una pedagogía de teatro físico, investigación a partir de imágenes corporales, pudiendo generar materiales propios, donde se educa el ojo del artista con todas las ramas que ello implica. No nos interesa, solamente, formar intérpretes, sino, personas que tengan una visión del mundo y que deseen plasmarla en expresiones artísticas”, concluye.

Centro Cultural La vidriera.

Sorprende que, gran parte de estos emprendimientos, hayan surgido en los años del macrismo, marcados por una enorme caída en el consumo y un aumento descomunal en el costo de los servicios. Pese a ello, imperó la necesidad de generar nuevos bienes culturales, aún, en medio de un contexto recesivo. Tampoco, fue excepción la Zona Norte del Conurbano. Históricamente, la más sólida en términos económicos, pero, no por eso menos golpeada. En General Pacheco, Partido de Tigre, Lorena Caceffo inició, este año, un proyecto ambicioso: La vidriera. En diálogo con la revista Con Fervor, comenta: “el espacio inició sus actividades en enero de este año, con el propósito de colaborar en la circulación, visibilización y desarrollo del contenido cultural local, en interacción con otros contextos y ser un espacio de trabajo y experimentación para les trabajadores culturales de la zona. Por ser un proyecto nuevo, los impulsos iniciales que promovieron su fundación están en constante movimiento y reformulación”. Y agrega: “el equipo de trabajo, hoy por hoy, lo conforman artistas, artesanes, educadores, agentes de salud y vecines (la mayoría de la zona) que traen ideas que desean poner en diálogo, a modo de talleres, eventos, mesas de trabajo, etc. Por ser un espacio independiente, estas propuestas van haciendo posible la sustentabilidad del proyecto, a la vez, que dando cuerpo al contenido actual y arrojando experiencias con las que crear/ diseñar próximos recorridos. La coordinación general, en este momento, está a mi cargo, pero, lo que se está dando, de manera espontánea y preciosa, es que la mayoría de las acciones que van sucediendo, se promueven de manera colaborativa entre quienes conformamos el equipo de trabajo, en múltiples sentidos”.

Las dificultades de proyectos emergentes como La vidriera tienen su epicentro en la cuestión económica. “En este momento del proceso, nos ocupa, prioritariamente, poder sostener el proyecto en cuanto a lo económico. El trabajo es sumamente estimulante, es mucho y, al ser un proyecto que tiene una mirada social, inclusiva, con propuestas que permitan el acceso de la mayoría a los talleres y eventos, se nos abre una labor minuciosa en cuanto a esta cuestión. Generar una estructura de sustentabilidad que nos permita desarrollar nuestro trabajo y ofrecer un servicio cultural a la comunidad posible de ser habitado, son otras de las cuestiones que nos ocupan”, comenta Caceffo. Y, en cuanto a la recepción de fondos del Estado para el mantenimiento del espacio, agrega: “en nuestro municipio, contamos con un fondo municipal que es otorgado, una vez al año, a diferentes proyectos culturales (no siempre se otorga a los mismos) y, si bien ayuda, es un monto mínimo de dinero, en relación a las necesidades reales que implica el sostenimiento de un espacio cultural, en el más amplio de los sentidos. Hoy por hoy, estamos gestionando, a partir de la conformación del Colectivo de Espacios Culturales Independientes de Tigre, el reconocimiento de la figura del Espacio cultural y el diseño de una ordenanza que regule nuestra labor y contemple las necesidades reales que, este tipo de propuestas, tiene”.

En total sintonía con lo expresado por Caceffo, las otras tres directoras coinciden con la preocupación económica. Agustina Castells, de Dominga, señala, respecto a esta cuestión: “hasta el momento, las dificultades son puramente económicas, ya que, todo lo que tiene que ver con remodelación de una casa antigua, cuesta mucho dinero y, al no contar con el mismo, la mayor parte de esos gastos provienen de los integrantes de la comisión directiva. Asimismo, nos encontramos llevando a cabo los trámites para la habilitación y esto, también, se dificulta mucho, tanto sea por los tiempos, como por el dinero necesario para financiarlo. Que es demasiado, teniendo en cuenta que se trata de un espacio cultural que, ni siquiera, ha abierto sus puertas de forma plena”.

SABA, Centro de Arte.

Mercedes Fittipaldi, de La antigua cultural, señala, también, a las dificultades económicas como el principal problema, aunque, hace foco en la comunidad: “la gente suele invertir poco en la enseñanza artística. Muchos talleres se tienen que cerrar debido al incumplimiento del alumnado. También es así, en el caso de los eventos. Cuesta mucho asegurar una cantidad mínima de personas. Lo mismo ocurre cuando hacemos espectáculos a la gorra, intentando ser inclusivos. No hay mucha consciencia y el ingreso es mínimo. Al generar poco dinero, la gente se agota. Al principio, comienza por placer, pero, luego, es difícil de sostener”. Además, remarca la necesidad de hacer reformas edilicias, por el momento, no llevadas a cabo debido a los altos costos. Más allá de estos conflictos, los principales objetivos, para La antigua cultural, refieren a los recursos humanos. Tal como los enumera Fittipaldi: “Darle una identidad más teatral, generar un espacio destinado a la investigación teatral, crear una compañía con elenco estable y una cooperativa de trabajo. Además, pedir subsidios y generar mayor ingreso en los eventos”. Su colega, Lorena Caceffo, igualmente, aspira a tener una mayor vinculación entre praxis y teoría: “además de seguir fortaleciendo el cuerpo de acciones y contenidos que este año iniciamos, para el año próximo, queremos empezar con un espacio de experimentación/investigación desde el arte, que permita el tratamiento interdisciplinario de cuestiones de interés grupal”, sostiene.

Por su parte, Gabriela Lorusso, que no recibió ni recibe apoyo de ningún organismo, remarca las dificultades de asumir una responsabilidad tan grande en soledad: “SABA no es un espacio que funcione todos los días del año. Eso, por un lado, es una ventaja, ya que las actividades se organizan con tiempo. Pero, por otro lado, ese mismo motivo complica a la hora de afrontar los gastos mensuales de mantenimiento. Como ya dije, al estar sola no doy a basto para todo lo que me gustaría hacer. Hay áreas que, hoy en día, son importantes        -como las redes sociales, la difusión y la comunicación- y en las que no me muevo con soltura (o no me gustan) y eso se convierte en una debilidad a la hora de promover las actividades que se realizan”.

Dominga: Banfield, Partido de Lomas de Zamora, Buenos Aires.

La antigua cultural: Jujuy 310, Merlo, Buenos Aires.

La vidriera: Bogotá 436, Gral. Pacheco, Tigre, Buenos Aires.

SABA. Centro de Arte: Calle 41, entre 20 y 22, Mercedes, Buenos Aires.

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