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Un mar de luto, de Alfredo Martín
Alfredo Martín nos presenta, con la profundidad de su mirada y su criterio dramático, una obra clásica de Federico García Lorca: La casa de Bernarda Alba, en su versión, titulada Un mar de luto.
Desde el primer instante, aún antes de iluminarse el escenario, se percibe un clima que promete lo que experimentaremos luego. Los acordes y las voces del coro son el mejor preámbulo de esa tragedia –no drama- que el escritor nos transmitirá.
A comienzos del siglo XX, por distintos motivos -auque el de mayor peso era el sometimiento social-político al dogma católico más retrógrado-, España vive, aún, en una estructura social de característica feudal. Este es el clima de época que padece, hasta el martirio, el escritor granadino y de estas características son las relaciones familiares y afectivas: opresivas hasta el horror. Estas condiciones se prolongaron, tardíamente, hasta la muerte de Francisco Franco, en el último tercio del siglo pasado.
El drama que El mar de luto relata -si bien es conocido, ya que, muy conocida es la obra La casa de Bernarda Alba– tiene, en esta versión, una originalidad que amplía y profundiza su sentido en nuestro siglo XXI, en el que todo lo humano viene siendo resignificado. Alfredo Martín, el dramaturgo y director, hizo una lectura de Lorca y de su texto en cruce con algunas ideas de la pensadora Judith Butler, de gran presencia en la intelectualidad argentina, que sostiene que el género es performático e implica la imposición de hábitos que no se pueden cuestionar.
Todos los personajes son interpretados por actores varones. Esto le aporta una mirada distinta al/la espectador/a, que puede reconocer, en la sobriedad interpretativa -que, en ningún momento, roza la sobreactuación, la imitación o el disfraz- los cuerpos de los actores participando, paradojalmente, del cruel imperativo del machismo. El luto es riguroso y nada puede escapar a la reclusión de los cuerpos.
En Granada, en 1936, cuando Lorca escribió, y hoy, a casi 90 años, también aquí, el autoritarismo aún busca disciplinar (no sólo) los cuerpos, cobra, en esta puesta en escena inolvidable, una hondura que nos invita a la reflexión y a la admiración. El tabú, el dogma, la hipocresía, la crueldad enceguecen mentes y corazones. A veces, con gran violencia. El abuso de poder y el sometimiento nunca y en ninguna circunstancia dan otro fruto que lo amargo del sufrimiento.
Esta puesta en escena es un todo armónico y coherente. No sólo el personaje –tremendo- de Bernarda Alba, sino, que la interpretación de una enorme potencia de Marcelo Bucossi le imprime una fuerza dramática muy poco común y –hay que decirlo- poco frecuente. El temperamento de esa madre carcelera de sentimientos y cuerpos de sus hijas le hace decir la frase final, que nos queda resonando: “Mi hija ha muerto virgen”, dos aseveraciones falaces.
El/la espectador/a, quizás, recuerda historias que conoció en primera o tercera persona, de situaciones análogas que, hasta no hace tanto tiempo, no eran tan infrecuentes. Si bien, las formas familiares y afectivas cambiaron mucho en las últimas décadas, nunca estaría de más revisar nuestras críticas ácidas y crueles hacia otros modos de vivir, de amar y de relacionarse, cuando se apartan de esa mirada performática del género al que alude Judith Butler a través de la mirada de Alfredo Martín.
Todo el elenco tiene interpretaciones sobresalientes: perfecta y potente dicción y un lenguaje corporal de elocuente y equilibrada belleza. La música en vivo y las voces dan y acentúan el clima que las escenas demandan en cada momento. Las luces y la escenografía simple enmarcan sin distracciones superfluas lo que, allí, se dice y se siente. El ascético vestuario es perfecto, pareciera combinar en el luto el hábito religioso y el atuendo campesino de aquellos tiempos y paisajes.
Una obra potente, con mucha fuerza, para seguir pensando y recordando. Son ochenta y cinco minutos en los que tenemos la sensación de estar asistiendo a un acontecimiento que, sin duda, nos trasciende.
Ficha artístico-técnica:
Actúan: Marcelo Bucossi, Luis Cardozo, Osqui Ferrero, Daniel Goglino, Ariel Haal, Juani Pascua, Gustavo Reverdito, Marcelo Rodríguez, Francisco Tortorelli, Miguel Ángel Villar y Juan Zenko
Cantantes: Daniel Goglino, Julia Mizes y Francisco Tortorelli
Diseño de objetos: Gustavo Reverdito
Arte en video: Ignacio Verguilla
Diseño gráfico: Gustavo Reverdito
Entrenamiento corporal: Armando Schettini
Asesoramiento musical: Pepa Luna
Asesoramiento artístico: Marcelo Bucossi
Asesoramiento Teórico: Estela Castronuovo
Asistencia de dirección: Ana Estefania Pasulevicius
Dirección general: Alfredo Martín
Un mar de luto puede verse los sábados a las 22:30hs. en El Portón de Sánchez, ubicado en Sánchez de Bustamante 1034, CABA.
Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.
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