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Asumir la fragilidad como potencia creadora
Voraz y meláncólico, de Toto Castiñeiras
Félix Guattari, en su libro Micropolítica: cartografías del deseo, expresa: “El cuerpo, el rostro, la manera de comportarse en cada detalle de los movimientos de inserción social es, siempre, algo que tiene que ver con el modo de inserción en la subjetividad dominante. Y, cuando el cuerpo surge como tal —por ejemplo, como problemática neurótica, como problemática de angustia o como problemática amorosa, lo que, por otro lado, frecuentemente, es la misma cosa—, nos encontramos en una encrucijada, en la articulación entre, por un lado, los agenciamientos potencialmente productivos de un posible singular y, por otro, los agenciamientos sociales, equipamientos colectivos que esperan cierta adaptación normalizadora.”
Voraz y melancólico es la obra de teatro escrita y dirigida por Toto Castiñeiras donde, tomando como punto de partida el mito antropomorfo del Lobisón -séptimo hijo varón continuo que, por extraño sortilegio, se convierte, los días de luna llena, en una bestia peluda-, hace una lectura poética y política sobre el uso de los cuerpos en las sociedades posmodernas. El espectáculo contiene, en su discurso, una historia de amor entre dos seres marginales: el Lobo, interpretado por Ignacio Torres, y la Rubia, interpretada por Micaela Rey, personaje femenino que se presenta como una joven que sufre la represión de su padre y de la sociedad en su cuerpo, ya que tiene ciertos comportamientos anormales-animales, que la llevan a comportarse fuera de los parámetros de lo socialmente establecidos.
Además, cuenta con un tercer personaje: el Niño-músico, interpretado por Santiago García Ibáñez. Que juega, por momentos, con el rol de narrador de la historia y como testigo de los hechos que transcurren en aquella noche, brindando un relato paralelo y extra sensible que, no sólo trasmite imágenes sonoras autóctonas de la región del litoral, sino, que sumergen al espectador en otra forma posible de realidad. Así, desde diversos ríos folklóricos, este personaje es capaz de traer oleajes que desmontan estereotipos y, en cada marea, acerca una pregunta sobre la subjetividad. La elección de la tríada, tanto actoral como ficcional, se fusiona en una armónica composición coreográfica construida por capítulos, cuadros o fotogramas dinámicos y, visualmente, atractivos en su elección estética como plástica. El monte y el río, la fiesta del mate y la virgen gaucha crean el universo semántico de la pieza.
Es interesante destacar, también, la lectura crítica que hace la obra en relación a la histeria femenina y su estigma histórico cultural. Ya que, el personaje de la Rubia -voz comandante de la obra- es descripta como una mujer con ciertas características psicopatológicas: alucinaciones, desborde emocional, descontrol de ciertas acciones de su cuerpo y hasta violencia física contra ella misma y con su entorno. Síntomas que el espectáculo vuelve hipérbole, para ponerlo en un primer plano y generar una reflexión acerca del prejuicio patriarcal que rige y censura el deseo erótico femenino. Por otra parte, el recurso de mostrar una figura femenina autónoma desde su vulnerabilidad, corrida de un lugar de objeto de deseo, hace replantear las arcaicas estructuras vinculares y pone en jaque la identidad masculina.
Emilce Dio Bleichmar, psicoanalista argentina, dirá, en su libro El feminismo espontáneo de la histeria: “el goce sexual de la mujer, en tanto goce puro, el ejercicio de la sexualidad como testimonio de un ser que desea placer y lo realiza de forma absoluta -por fuera de cualquier contexto legal, moral o convencional- se constituye en una transgresión de una ley de la cultura de similar jerarquía que la ley del incesto (…) cada vez que la mujer se sienta humillada, apelará a su única arma en la lucha narcisista, el control de su deseo y su goce, para, de esta manera, invertir los términos. Ella será el amo, asumiendo un deseo de deseo insatisfecho”.
Son, por lo tanto, la Rubia y el Lobo una metáfora de una subjetividad maltratada, invisibilizada, desclasada y descartada que, desde su fragilidad, eleva la voz para apropiase de la escena de su existencia, resistiendo la domesticación y apropiándose de nuevas relaciones con el mundo. La música y el baile, la tradición y el rito recrean el contexto oportuno para la aparición monstruosa de lo desconocido, para el encuentro y desencuentro amoroso, para atravesar lo imprudente, atrevido y absolutamente desconocido que se vuelve el amor; territorio metafísico donde los afectos devienen voraces, inabarcables y artífices de un sinuoso camino que sustrae el pensamiento sobre la utilización de los cuerpos, no orientado a la acción apropiadora, sino, a la exposición de los mismos como medios inapropiables: instancia de reflexión ética que permitirá vínculos más genuinos y no especuladores, relaciones sexoafectivas antineoliberales forjadas desde la ternura, el cuidado y el acompañamiento.
Ficha técnico-artística:
Autoría: Toto Castiñeiras
Actúan: Santiago García Ibañez, Rey Micaela e Ignacio Torres
Pelucas: María Eugenia Palafox
Diseño de vestuario: Daniela Taiana
Diseño de escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez
Diseño de luces: Alejandro Le Roux
Música: Juan Ignacio Bianco
Fotografía: Lucas Schlott
Entrenamiento corporal: Diego Rosental
Asistencia de dirección: Rocío García Loza
Producción ejecutiva: Rocío Gómez Cantero
Dirección: Toto Castiñeiras
Este espectáculo formó parte del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA 2020). Las funciones son en el NÜN TEATRO BAR, Juan Ramírez de Velasco 419, CABA, los jueves a las 21hs., hasta el 02/05/2020. Entrada: $ 400.
Frida Jazmín Vigliecca es actriz, directora, docente y licenciada en Actuación (Universidad Nacional de las Artes).
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