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Racismo y civilización en la literatura argentina

Primera entrega

El racismo es un tipo de pensamiento peligroso, violento, antidemocrático y deshumanizante que crea odio y discriminación, promueve el crimen, la opresión, la injusticia, la esclavitud y el asesinato, destruye la paz social y puede tener -ha tenido en algunos lamentables períodos históricos-, como objetivo final, el exterminio de una o varias etnias (etnia: agrupación de individuos que tienen la misma cultura).

Las teorías racistas se basan en el falso concepto de raza, creado por el arcaico pensamiento positivista europeo del siglo XVIII y que se basa en falsas generalizaciones, que no tienen límites definidos y claros y que no resisten ninguna prueba o argumentación que se les oponga. Los seres humanos no tienen razas -como los animales-, sino, que pertenecen a diferentes etnias, culturas diversas, distintas nacionalidades y diversos géneros. Y ninguna es superior o inferior a las demás. Por lo tanto, las teorías racistas que sostienen la superioridad de ciertos grupos raciales frente a los demás son falsas.

Las teorías racistas crean un falso nosotros que se postula como superior a todos los otros, los cuales, en muchos períodos de la historia humana, se vuelven sus enemigos, que deben ser exterminados. Es decir, en muchos períodos de la historia humana el objetivo final de aquellos que postulan teorías racistas es el exterminio de los otros, o sea, su genocidio (genocidio: crimen cometido para exterminar un grupo étnico o social).

Una de las teorías racistas más famosas y utilizadas en los últimos tiempos es aquella que proclama a la llamada cultura occidental -blanca, cristiana y de origen europeo- como superior a todas las demás, lo cual ha servido para justificar a los reinos, las naciones y las empresas que se consideran como pertenecientes a dicha construcción cultural a someter, oprimir, saquear, esclavizar, asesinar, violar, exterminar, etc., a las personas y grupos étnicos pertenecientes a todas las demás culturas del mundo, produciendo los genocidios  más atroces de la historia humana. Ejemplos de estos son los genocidios producidos por los reinos, naciones y empresas europeas sobre las etnias originarias de América -llamadas por ellos, erróneamente, indios- y de África.

Fray Bartolomé de Las Casas, nacido en Sevilla, España, en 1484, denunció las atrocidades que los españoles estaban realizando en América: “Más han muerto los españoles dentro de los doce años dichos en las dichas cuatrocientas y cincuenta leguas, a cuchillos y a lanzadas y quemándolos vivos, mujeres y niños y mozos y viejos, de cuatro cuentos de ánimas, mientras que duraron (como dicho es) lo que ellos llaman conquistas, siendo invasiones violentas de crueles tiranos, condenadas no sólo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas” (Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1552).

Fray Bartolomé de Las Casas.

Es interesante reflexionar de qué modo no todas/os las/os europeas/os entraron en esa denominada civilización occidental, ya que, numerosas/os trabajadoras/es, en las fábricas y minas europeas -como describen de modo magistral grandes escritores como Dickens y Zola-, eran oprimidas/os y trabajaban y vivían en condiciones infrahumanas. Esto lo conocemos muy bien las/os argentinas/os, ya que a nuestro país llegaron miles de inmigrantes europeos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Entre los cuales se encontraban mi abuela -pastora- y mi abuelo -labrador- de Galicia, España, quienes tampoco disfrutaron de los beneficios de esa cultura occidental europea y tuvieron que dejar sus pueblos nativos.

Agregamos que muy vinculadas a estas teorías racistas se hallan modos de pensamiento que postulan la xenofobia: aversión hacia los extranjeros, la misoginia: aversión hacia las mujeres y homofobia: aversión contra personas homosexuales.

Dentro de esa teoría racista que postula la superioridad de la cultura llamada occidental sobre las demás, se encuentra un grupo de escritores argentinos, cuya figura más famosa y representativa es, quizá, Domingo Faustino Sarmiento. “El padre del aula” escribió las siguientes frases racistas: “Se nos habla de gauchos… (…) …la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos” (Carta de Domingo F. Sarmiento a Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861); “¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (Domingo Faustino Sarmiento, El Nacional 25 de noviembre de 1876); “No crea que soy cruel. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní; era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana” (Domingo F. Sarmiento 13 de septiembre de 1859); “Entre los europeos y los árabes en África, no hay ahora ni nunca habrá amalgama ni asimilación posible; el uno o el otro pueblo tendrá que desaparecer, retirarse o disolverse; y amo demasiado a la civilización para no desear desde ahora el triunfo definitivo en África de los pueblos civilizados” (Domingo F. Sarmiento, Viajes por África, Europa y América, 1849); “Las elecciones de 1857 fueron las más libres y más ordenadas que ha presentado América. Para ganarlas, nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror, que empleamos hábilmente han dado este resultado (de las elecciones del 29 de marzo de 1857). Los gauchos que se resistieron a votar por nuestros candidatos fueron puestos en el cepo o enviados a las fronteras con los indios y quemados sus ranchos” (Domingo F. Sarmiento, El Nacional, 13 de octubre de 1857); “El pueblo judío, esparcido por toda la tierra, ejerce la usura y acumula millones, rechazando la patria en que nace y muere por una patria ideal que baña escasamente el Jordán y a la que no piensa volver jamás. Este sueño, que se perpetúa hace veinte o treinta siglos, pues viene del origen de la raza, continúa hasta hoy perturbando la economía de las sociedades en que viven pero de que no forman parte; y ahora mismo en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta un grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la tierra, el culto al heroísmo de la virtud, de los grandes hechos, dondequiera que se producen” (Domingo F. Sarmiento, Condición del extranjero en América); “Son pobres satélites que esperan saber quién ha triunfado para aplaudir. La Rioja, Santiago del Estero y San Luís son piltrafas políticas, provincias que no tienen ciudad, ni hombres, ni cosa que valga. Son las entidades más pobres que existen en la tierra” (Domingo F. Sarmiento, El Nacional 9 de octubre de 1857).

Juan Gelman y Rodolfo Alonso. Foto: Javier Naranjo.

Una forma de pensamiento opuesta a la teoría racista anterior, la encontramos en uno de los más grandes poetas de la lengua castellana, el argentino Juan Gelman, que en el poema XXV de su libro Bajo una lluvia ajena escribe:

Europa fue la cuna del capitalismo y al niño ése, en la cuna, lo alimentaron con oro y plata del Perú, de México, Bolivia. Millones de americanos tuvieron que morir para engordar al niño, que creció vigoroso, desarrolló lenguas, artes, ciencias, modos de amar y de vivir, más dimensiones de lo humano.
                ¿Quién dijo que la cultura no tiene olor?
                Paso por Roma, por París, bellísimas, En vía del Corso y Bulmish huelo de pronto a taino devorado por perros andaluces, a orejas de ona mutilado, a azteca deshaciéndose en el lago de Tenochtitlán, a inquita roto en Potosí, a querandí, araucano, congo, carabalí, esclavizados, masacrados.

 

Lamentablemente, falsas teorías racistas, como las mencionadas anteriormente, siguen teniendo adeptas/os en muchos lugares del mundo e, inclusive, en lugares de poder. Lo cual nos pone sobre aviso de que las mismas siguen siendo peligrosas y tienen que seguir siendo combatidas para mantener la paz y la armonía social de los seres humanos en todos los rincones del mundo.


Santiago Julián Alonso es artista plástico, escritor y periodista. Vive en el barrio de Palermo, Comuna 14, CABA.

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