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«Que yo me fui de mi barrio, cuando, cuando… si siempre estoy llegando»

Un 18 de mayo de 1975, Aníbal Carmelo Troilo fallecía, dejando en silencio su bandoneón, su jaula llena de gorriones, a una ciudad y a un país que lo amaba por lo que había sido como músico, pero fundamentalmente por lo que él encarnaba como persona.

Aníbal Troilo nació el 11 de julio de 1914, en la calle Cabrera 2937, entre Anchorena y Laprida (en pleno barrio del Abasto) pero desde los ocho años de edad (después de la muerte de su padre) vivió en Soler 3280, entre Gallo y Agüero.

Sus padres se llamaban Felisa Bagnoli y Aníbal Troilo. Se habían casado en la iglesia de Balvanera el 11 de noviembre de 1909. Su padre le pondría el seudónimo de Pichuco, nombre por el cual llamaban a uno de sus mejores amigos; el apodo podría ser una deformación del napolitano picciuso, que significa “llorón”.​Tuvo dos hermanos, un varón, Marcos, y una mujer, Concepción, que murió de corta edad.

Aníbal Troilo -Pichuco- de niño.

Durante su niñez, Troilo escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio. A los 10 años convenció a su madre para que le comprara su primer bandoneón. Felisa lo compró a 140 pesos de entonces, a pagar en 14 cuotas de 10 pesos; pero luego de la cuarta cuota el vendedor desapareció y nunca reclamó el resto.

El bandoneón es un instrumento musical de viento, libre (o de lengüetas libres) a fuelle de la familia de la concertina (en alemán konzertina), de forma rectangular, sección cuadrada y timbre particular. Su nombre original en alemán es bandonion, pero su castellanización en el Río de la Plata estableció la palabra “bandoneón” para denominar al instrumento en español.

Fue diseñado inicialmente en Alemania como evolución de instrumentos de lengüetas sueltas (free-reed) anteriores, como la concertina u otros. Se dice que su uso fue inicialmente como órgano portátil para ejecutar música religiosa; de ahí su sonido sacro y melancólico.

Al llegar al Río de la Plata de la mano de marineros e inmigrantes, a fines del siglo XIX, fue adoptado por músicos de la época y fue así como colaboró en la formación del sonido particular del tango rioplatense, constituyéndose en un verdadero símbolo de este.

Volviendo a Troilo, en 1925 (cuando contaba con 11 años de edad), Pichuco realizó su primera actuación, en un bar pegado al Mercado de Abasto (el mercado central de frutas y verduras de Buenos Aires). Más tarde integró una orquesta de señoritas. A los 14 años ya había formado un quinteto.

Estudió hasta tercer año en la prestigiosa Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini.

En diciembre de 1930, fue contratado para formar parte del famoso sexteto del violinista Elvino Vardaro, el pianista Osvaldo Pugliese y Alfredo Gobbi (hijo) -quien era apenas el segundo violín del conjunto, pero, más tarde, se haría célebre como director de orquesta. Allí tuvo como compañero a Ciriaco Ortiz, de quien Troilo más adelante se consideraría deudor. Ese sexteto no realizó ninguna grabación discográfica.

Troilo pasó por numerosas orquestas, entre otras, las de Juan Pacho Maglio, Julio de Caro, Juan D’Arienzo, Ángel D’Agostino y Juan Carlos Cobián.

 

 

La primera orquesta, año 1937

 

Suele decirse que, en sus comienzos, la orquesta tocaba «a la parrilla», término utilizado en la jerga del tango para designar en general a la música interpretada sin un arreglo escrito. Evidentemente, la música de esta primera época (como la versión de Tinta verde de 1938, o la de Toda mi vida de 1941, junto a Francisco Fiorentino, cantor) contaba con arreglos relativamente simples, incluso para la época. Pero “El Gordo” sabía lo que quería y lo iría plasmando con el devenir del tiempo.

Eran frecuentes por aquellos años las “barras milongueras” y por ende las rivalidades. Una anécdota: (no solo las barras milongueras se embanderaban con una orquesta, sino también los músicos integrantes). La orquesta mejor pagada por aquellos años era la de Juan D’Arienzo, hacía bailes, radio, clubes y artista exclusivo del cabaret Chantecler de la calle Paraná 440. Los músicos de Troilo solían tener palabras no muy gratas respecto de aquella orquesta por su ritmo duro de los tangos con fuertes staccatos. (Stacato es una palabra de origen italiano que significa “despegado” o “destacado”. En notación musical es un signo de articulación que indica un acortamiento de una nota respecto a su valor original y así queda separada por un silencio de la nota siguiente en la melodía.) A lo que Pichuco les respondía “No hablen mal de Juan, que gracias a él comemos”. Y es verdad lo que decía Troilo, ya que por los años 30 con la llegada de otros ritmos extranjeros al país, D’Arienzo supo darle al tango una nueva rítmica que resultó atractiva para la juventud.

 

 

Arregladores y la goma de borrar

 

Troilo contó en su extensa carrera con grandes arregladores orquestales, Argentino Galván, Héctor Artola, Astor Piazzolla, Julián Plaza, Emilio Balcarce, Raúl Garello entre otros, pero siempre esos arreglos estuvieron supeditados a la goma de borrar de Anibal Troilo quien les daba el toque final a cada uno de los arrglos para encontrar el punto exacto que necesitaba su orquesta. Con la consigna menos es más.

 

 

Marabú

 

Marabú fue cabaré que funcionó en la ciudad de Buenos Aires, Argentina en un subsuelo de un edificio estilo palacio italiano ubicado en Maipú 359 a metros de la Avenida Corrientes, entre 1937 y fines de la década del 1980. Fue creado por Juan Leslie Sala. Éste había trabajado en el Chantecler y luego fundó el Marabú, que llegó a ser un cabaré tradicional de la noche porteña donde actuaron muchos de los grandes exponentes del tango. En años posteriores el local tuvo varios usos que incluyeron un local con recitales de música rock; cuando estaba al borde de la quiebra, la fundación Argentine Tango Society de la Argentina que lidera el filántropo Joe Fish la salvó y el local reabrió como milonga en 2017, remodelado y con nuevo equipo de sonido.

En el Marabú Aníbal Troilo se presentó con su orquesta y la voz de Francisco Fiorentino el 1 de julio de 1937, y si bien 10 años antes había dirigido un quinteto que duró poco más de un año, por la importancia del conjunto se toma aquella fecha como el inicio orquestal del maestro del bandoneón.

 

 

Caño 14

 

Caño 14 fue un local dedicado a la música de tango de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, que fue creado en 1962, en los principios como un restaurante de comidas regionales. En un grupo que al reunirse charlaba sobre tango comentaron con Aníbal Troilo que en ese momento no existía un local que se dedicara enteramente al género y el bandoneonista los alentó a instalarlo y ofreció la colaboración que pudiera prestarles. Fue así que Vicente Fiasché y su amigo Rinaldo Martino, jugador de fútbol que había brillado en Club Atlético San Lorenzo de Almagro, en Juventus de Italia, en el club Nacional de Montevideo y en Boca Juniors, junto al destacado pianista Atilio Stampone, fundaron Caño 14, que comenzó sus actividades en marzo de 1965. El nombre se lo puso Martino por la expresión lunfarda “irse a vivir a los caños” -fracasar económicamente en alusión a quienes por estar en situación de calle se refugian en ellos- a la que agregaba el número 14, que en el ambiente quinielero simboliza al borracho.

El primer local, con capacidad para 150 personas, estaba ubicado en la zona céntrica, en la calle Uruguay entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear. Pronto comenzó a llenarse de espectadores que concurrían a beber y a escuchar música de tango, por lo que a principios de 1967 se mudaron cerca de allí, al local ubicado en el sótano de Talcahuano 975, donde previamente había funcionado la boite Samoa. El local abría a las 23 horas de lunes a sábado y cerraba a la madrugada. Los primeros intérpretes que estuvieron en su escenario fueron el cuarteto de Aníbal Troilo con el guitarrista Roberto Grela, Enrique Francini con Héctor Stamponi, Horacio Salgán con Ubaldo De Lío, los cantantes Marcelo Paz y Ruth Durante y también el contrabajista Humberto Pinheiro, quien esa noche llegó y tocó junto con el pianista Lucio Demare. Siempre tuvo un ambiente de familiaridad y hasta de cierta intimidad, favorecido por las características físicas de los locales, el pequeño de la calle Uruguay y el mayor de Talcahuano, pero también porque los propietarios de entonces, Stampone, Martino y Fiasche, brindaban su hospitalidad permanentemente.

Aníbal Troilo y Paquito (Francisco Di Paola), quien llevó el bandoneón de Pichuco por 25 años.

 

 

Teatro Colón

 

Durante el primer Peronismo y con la intención de abrir las puertas al pueblo, se decidió presentar en esa sala El conventillo de la Paloma. Dicha pieza de Alberto Vacarezza se representó en el Teatro Colón. Ocurrió el 21 de diciembre de 1953, en una función a la que asistió el presidente Juan Domingo Perón.

El director fue Román Viñoly Barreto, y los actores (con alguna que otra excepción) eran todos de los más renombrados de la época: Tito Lusiardo, Francisco Charmiello, Alberto Bello, Pedro Maratea, Pepita Muñoz, Tita Merello, Leonor Rinaldi, Enrique Serrano, Roberto Escalada, Juan Carlos Mareco, Ubaldo Martínez, Luis Arata, Hugo del Carril, Rolando Chaves, Osvaldo Miranda, Rosa Rosen, Iris Marga, Analía Gadé. Partes musical y coreográfica: Aníbal Troilo, Astor Piazzolla, Roberto Firpo, los Hermanos Ábalos; escenografía: Mario Vanarelli.

Para la elite porteña se convirtió en un sacrilegio que el tango y esa obra llegaran a ese teatro. Años más tarde, en 1972, Aníbal Troilo reconoció, ante la periodista uruguaya (revista Crisis) “Perón hizo lo imposible para que el tango llegara al teatro Colón”. Aunque este nunca expreso sus ideas políticas en público.

Dicen Mariano Suárez y Miguel Ángel Taboado en su libro Troilo una teoría del todo: “La obra de Vacarezza sintetiza el relato del Peronismo sobre el Colón bajo el apotegma, de los documentos partidarios ‘los teatros en manos del pueblo’ realizando la democratización del teatro”.

Por aquellos días, el diario La Nación dijo “representación oportunista, la llegada del sarampión populista, una invasión”.

Para más detalles de la época recordemos que la recepción del Presidente Juan Domingo Perón en el teatro Colón fue con La marcha Peronista en las escalinatas de dicho teatro y de la mano del actor Enrique Muiño, claramente identificado con los postulados peronistas.

Dijo Perón ese día: “Queremos darle carta de ciudadanía al Teatro Colón, como también queremos comenzar a anotar en el libro de nuestro arte y brindarle pedigree a Los Conventillos de la Paloma. Trabajaremos por ir elevando la cultura de nuestro pueblo que es la verdadera cultura”.

 

 

Teatro Odeón

 

Meses antes de presentarse en el teatro Odeón de la ciudad de Buenos Aires, el periodista Juan de Dios le realizó una entrevista a Aníbal Troilo para la revista Gente. La misma se llevó a cabo en su casa de Mar del Plata, luego de que Pichuco fuera operado de la cadera en septiembre de 1974, pero no fue publicada por esos dado que él hablaba de lo mal que se encontraba de salud ya que se encontraba próximo a su debut.

(Revista Gente por Horacio de Dios)

Ahora que ya pasó se lo puedo decir: se temió que usted estuviera muy mal…

– Estuve muy mal. Al otro día de mi cumpleaños, el 12 de julio, vino Blackie para hablar de un programa espectacular que finalmente no pude hacer. El 11, cuando cumplí 60 años, la había pasado con mi familia sentado en un sillón. Tranquilo. Normalmente. Me estaba portando muy bien. Comía verduras, frutas, sin sal, sin alcohol, sin pan. Había bajado 12 kilos. Y de golpe, al día siguiente comencé a sentirme raro. Tuve como un ataque de epilepsia. Estuve 3 horas muy mal. Pienso que fueron tantas inyecciones que me dieron. Primero en Mar del Plata y luego en Buenos Aires. Hice de todo. Hasta acupuntura. Pero no pasó nada. Cuando una cosa tiene que ser operada no hay remedio. Aquí ya no basta calor ni inyecciones. Hay que operar. Me operó ese genio que es el doctor Petracchi y fue un éxito total.

Cuando tuvo que andar con bastones unos días, ¿qué pensó?

– Me costaba caminar. Imagínese. Estuve tanto tiempo sin caminar, anclado en mi casa a un sillón, meses y meses. Usé bastones después de la operación durante 10 días. Pero poco a poco todo pasó y ahora me siento como nunca.

¿Cómo se siente ahora sin hacer nada?

– Bien. No hago nada de nada. Descanso. Qué sé yo. Como un burgués.

¿Hace algún régimen especial?

– No. Como de todo. Tomo un buen vino. Un par de whiskies. La vida de siempre.

¿Ve menos a sus amigos que antes?

– No. Además, estoy rodeado de toda mi familia. Somos como diez u once. Están todas mis sobrinas, mis cuñadas. Se van turnando. Se van unas y vienen otras.

¿Sale menos de noche?

– No, salgo bastante. He visto unos cuantos espectáculos. Algunos buenos. Otros más o menos. Ahora voy a ir al circo Tihany. Tengo un ansia bárbara de ir a un circo porque hace una punta de años, desde que era un chico, que no veo un circo.

¿Tanto descanso no puede cansar?

– Hace más de un año que estoy descansando.

 

 

Simplemente, Pichuco

 

El 3 de abril de 1975, Aníbal Troilo se presentaba junto a su orquesta y su cuarteto en el teatro Odeón de la ciudad de Buenos Aires. Compartían escena, junto a Pichuco, Juan Carlos Copes y María Nieves con su ballet Juan Carlos Palma, Coco Martínez, Alba Solís, Roberto Achával y Edmundo Rivero. Horacio Ferrer era el autor del libro y recitaba poemas.

“Buenos Aires, aguantame un cacho más”.

Con esa frase Aníbal Troilo cerraba su presentación el día 17 de mayo de 1975. Al día siguiente la noticia de su fallecimiento nubló de tristeza la cuidad. Aníbal Troilo “Pichuco” fallecía el 18 de mayo a las 23.40 horas en el Hospital Italiano.

Cátulo Castillo lo despidió con estos versos:

 

¡Murió el gorrión…! ¡Más queda la divisa

De quien estira el fueye todavía…!

¡Miramos hacia arriba todavía…! ¡Qué alegría…!

¡Está Troilo cantando…en la cornisa…!

 

Última actuación de Aníbal Troilo en el Teatro Odeón:


Carlos Varela es cantor, productor discográfico, artístico, televisivo y radial.

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