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Pero el amor es más fuerte

En épocas en que el mundo debate cómo se vive con una pandemia, una película que vale la pena.

Perfect Sense, de David Mackenzie (2011)

Hace ya unos años, en una época en la que las actividades culturales se podían realizar fuera de nuestras casas, tuve la dicha de encontrarme, en un circuito de cine independiente, con una película muy hermosa y que, si en aquel momento me conmovió y me invitó a reflexionar mucho, pero mucho, sobre ella, hoy, por las circunstancias que atravesamos, me parece que verla y disfrutarla cobra un valor único. Me refiero a Perfect Sense  (David Mackenzie, 2011).

La película (enorme desafío no ser spoiler en estos momentos tan aciagos) plantea la aparición, inesperada e inexplicable, de un virus que comienza, sorda y lentamente, a esparcirse por todo el mundo y que tiene la particularidad de causar en la población la pérdida de los sentidos. Claro que esto es gradual, pero, además, antes de que ese sentido desaparezca se suscita un comportamiento, un cambio brusco en la conducta de las personas, que preanuncia no solamente la desaparición del sentido en cuestión sino un quiebre profundo en la relación con un otro, cercano, prójimo.

De este modo, todo aquello que era usual en ese tiempo y que formaba parte de la vida cotidiana: ir al trabajo, comer en restaurantes, andar en bicicleta, etc., debe ser reemplazado, creatividad y solidaridad humanas mediante, por otros usos y costumbres conforme se va desarrollando el día a día.

Si bien, por lo antedicho, los lectores podrían aventurar que el film pertenece al género de ciencia ficción (paradoja actual, si las hay), es momento de aclarar que el contexto en donde esta pandemia se desarrolla es el de una ciudad de Inglaterra, en la que una mujer y un hombre se conocen y se enamoran. Por lo tanto, si calificáramos a Perfect Sense como una película romántica, tampoco estaríamos equivocados. Y es que el logro mayor de la obra radica, sin dudas, en un guión que sabe conjugar magistralmente no solo la presencia de los géneros cinematográficos anteriormente mencionados, sino la narración de un vínculo amoroso en una atmósfera continuamente cambiante, impredecible e intempestiva.

Más allá del guión –como ya se dijo-, la fotografía, el uso de la voz en off y el tempo de la narración son impecables y logran crear un verosímil y una empatía que no siempre se consiguen en una obra que combina distintos géneros.

Lejos de querer interferir en la lectura que cada uno pueda hacer de esta historia, los conceptos de amor y solidaridad –tan urgentes en este aislamiento que estamos viviendo- atraviesan constantemente el film -y nos interpelan sin dudas- y se entrelazan de forma absolutamente coherente con el título elegido por el director británico.


Laura Fuhrmann es profesora de Lengua y Literatura y correctora literaria y de imprenta.

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