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Oliverio Girondo y las palabras incorrectas

En el centenario de la publicación de su primer libro

Este gran poeta argentino nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1891, en la calle Lavalle 1035, su familia gozaba de buena posición económica, y esto le permitió entre otras cosas, viajar a Europa donde vivió algunos años con sus padres, estudiando en el Epsom College de Inglaterra y en el Colegio Albert Le Grand en Francia. Frecuentó relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del continente europeo, que lo relacionaron a diversos círculos, vinculándose a las nuevas corrientes estéticas, como el surrealismo, gracias al poeta franco-uruguayo Jules Supervielle. En Europa tomó contacto con los movimientos artísticos y literarios de vanguardia, como el cubismo, interesándose por Pablo Picasso, el dadaísmo encabezado por Tristan Tzara y, también, con el futurismo, cuya figura central fue Filippo Tomasso Marinetti; se interesó, también, por la obra de Guillaume Apollinaire. Girondo emprendió, en 1926, una gira intercontinental llevando la representación de las revistas Martín Fierro, Proa, Valoraciones, Noticias Literarias e Inicial, en las cuales colaboraba.

En Buenos Aires estudió en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza, y en el Colegio Nacional Sud. en 1911 había fundado con un grupo de amigos el semanario Comœdia, una publicación de escasa duración que compartió con René Zapata Quesada y a Raúl Monsegur. Entre 1915 y 1916, coescribió con el mencionado Zapata Quesada las obras teatrales La madrastra y La comedia de todos los días. Sólo la primera se estrenó.

Girondo se recibió de abogado, pacto que había hecho con sus padres con la condición de vacacionar en Europa, aunque una vez finalizado los estudios, nunca ejerció la profesión. Su obra incorporó las principales corrientes vanguardistas y fue, indudablemente, una figura central de la renovación literaria durante los años veinte y treinta del siglo XX, dentro de la literatura argentina.

En sus libros Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), Calcomanías (1925) y Espantapájaros (1933) demostró tempranamente su maestría en el manejo de la metáfora, siguiendo inicialmente los postulados del ultraísmo, corriente literaria que proponía el uso de metáforas relacionadas al progreso, las últimas invenciones y el uso de construcciones literarias que remitan al avance tecnológico, esta tendencia fue traída al país por los hermanos Norah y Jorge Luis Borges, desde España. Oliverio usaba la imagen poética intentando alcanzar la esencia de las cosas, fue especialmente dotado en la experimentación con el lenguaje, y poseyó indudablemente una destreza singular en el manejo de la ironía, reafirmando en cada una de sus publicaciones su actitud de irreverencia moral y estética, y desplegando su particularísimo sentido del humor.

Su primer libro: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, fue editado en 1922 en Argenteuil, Francia, volumen que alcanza su centenario este año y que en su primera edición contaba con ilustraciones del autor. El poemario presenta personajes arquetípicos de la vida moderna, entre otros elementos que hasta ese momento no estaban presentes en el universo poético de la literatura argentina. Estos primeros poemas están llenos de color e ironía, son disruptivos y originales, de alguna manera compilan las experiencias de sus viajes, critican costumbres y son, sin duda, la percepción de Oliverio de la época en la que fueron escritos, la vida en las urbes plasmada desde su particular visión:

 

 

Biarritz

 

El casino sorbe las últimas gotas de crepúsculo. Automóviles afónicos. Escaparates constelados de estrellas falsas. Mujeres que van a perder sus sonrisas al bacará. Con la cara desteñida por el tapete, los “croupiers” ofician, los ojos bizcos de tanto ver pasar dinero. ¡Pupilas que se licuan al dar vuelta las cartas! ¡Collares de perlas que hunden un tarascón en las gargantas! Hay efebos barbilampiños que usan una bragueta en el trasero. Hombres con baberos de porcelana. Un señor con un cuello que terminará por estrangularlo. Unas tetas que saltarán de un momento a otro de un escote, y lo arrollarán todo, como dos enormes bolas de billar. Cuando la puerta se entreabre, entra un pedazo de “foxtrot”.

Biarritz, octubre, 1920.

 

 

Es estrecha su vinculación con la revista Proa, originalmente denominada Sociedad Editorial Proa, que fundara junto a Ricardo Güiraldes y Evar Méndez, hay datos contradictorios respecto al año de fundación, que se remonta a 1919, pero en muchos foros se toma el año 1924, junto con la primera publicación como año fundacional, como los nombres de estos literatos se entrelazan, también, en la revista Martín Fierro (1924-1927), ambas difundieron nuestras letras y los movimientos de vanguardia que por entonces se gestaban en Europa, esto fue fundamental para el desarrollo de la estética literaria de Girondo, ya que le permitió estar en contacto con aquellos otros autores que participaban en las publicaciones, como Jorge Luis Borges, Evar Méndez, Samuel GlusbergJacobo FijmanXul SolarLeopoldo MarechalRaúl González Tuñón y Macedonio Fernández, entre otros, la mayoría pertenecientes al  Grupo de Florida, de estética elitista y vanguardista, para tales tertulias solían reunirse en la Confitería Richmond. Siempre se habló de una confrontación literaria y dialéctica con el llamado Grupo de Boedo, pero en realidad nunca existió tal rivalidad. Oliverio rechazó la invitación de Victoria Ocampo para publicar en la revista “Sur”, aunque integraba su consejo, notable rebeldía, ya que desde su inicio esta publicación fue indudablemente la más importante de su época, y Victoria una figura central en la promoción de las artes y la literatura, pero luego en 1936 accedió a publicar en el número 23, en el homenaje a Jules Supervielle. Oliverio como muchos artistas y escritores, se refugiaba en el delta de Tigre para escribir, donde produjo gran parte de su obra.

 

 

El puro no

 

El no

el no inóvulo

el no nonato

el noo

el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan

y nooan

y plurimono noan al morbo amorfo noo

no démono

no deo

sin son sin sexo ni órbita

el yerto inóseo noo en unisolo amodulo

sin poros ya sin nodulo

ni yo ni fosa ni hoyo

el macro no ni polvo

el no más nada todo

el puro no

sin no.

 

 

Ejerció aviesamente un liderazgo con las palabras, disruptivo y provocador, en el segundo número de la revista Martín Fierro, aparece un interesante manifiesto firmado por Girondo, en un lapso breve el grupo se disgregó y al cabo de algunos años sus compañeros optaron por inscribirse en la narrativa tradicional. Oliverio transitó orgulloso una individualidad comparable únicamente a la ejercida por Macedonio Fernández, pero Girondo hacia el final de su vida fue mucho más reaccionario que en su juventud, camino inverso de casi todos sus compañeros de grupo, la poesía para él fue una forma de transfigurar la realidad y darle un vuelo perenne en el papel impreso.

Se destacó por su humor negro, matizado con una constante referencia sensual, sus escritos tienen una intensa energía, un tremendismo. Las sensaciones se traducen como un estallido, cada gesto parece distorsionar el conjunto.

Su mordacidad al hablar de otros escritores, fue también un rasgo característico, con ácidas palabras y una crítica despiadada, como si en esto también se cifrara un manifiesto, en un intento de distanciarse de aquellos que critica:

“…Los paréntesis de Faulkner son cárceles de negros…”.

“…Es tanta la mala educación de Pió Baroja, y es tan ingenua la voluptuosidad que siente Pío Baroja en ser mal educado, que somos capaces de perdonarle la falta de educación que significa llamarse: Pío Baroja…”.

En su polifacético desarrollo artístico, la plástica también fue una actividad que abrazó con pasión, ilustra sus poemas, juega gráficamente con la ubicación de las estrofas y frecuenta artistas, le sugiere a Pedro Figari que ilustre el poema gauchesco Martín Fierro, al mismo tiempo que propone la erección de un monumento a José Hernández. En la revista Martín Fierro, publica la ilustración: Instantánea del cerebro de Ramón, en ocasión de la supuesta visita al país de Ramón Gómez de la Serna, pero finalmente el español declina la invitación. En octubre de 1933, llega a Buenos Aires Federico García Lorca con quien Oliverio y Norah Lange entablan rápidamente amistad. También organizan la fiesta por la publicación de 45 días y 30 marineros, de Lange, a la que asisten Neruda –también de visita en Buenos Aires– Raúl González Tuñón, Conrado Nalé Roxlo, Jorge Larco, Xul Solar y Emilio Pettoruti, entre otros. A pesar de sus muchas vinculaciones Oliverio, fiel a su genio, también usó la escritura para descalificar y criticar a sus colegas artistas:

“…Todas las razones que tendríamos para querer a Velázquez, si la única razón del amor no consistiera en no tener ninguna…”.

“…El problema más grave que Goya resolvió al pintar sus tapices, fue el dosaje de azúcar; un terrón más y sólo hubieran podido usarse como tapas de bomboneras…”.

“…Lo prodigioso no es que Van Gogh se haya cortado una oreja, sino que conservara la otra…”.

Y son célebres sus frases, también mordaces, acerca de la literatura como arte:

“…Un libro debe construirse como un reloj, y venderse como un salchichón…”.

“¿Cómo dejar de admirarla prodigalidad y la perfección con que la mayoría de nuestros poetas logra el prestigio de realizar el vacío absoluto?…”.

“…La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta…”.

Ciertas experimentaciones con la forma de publicar sus palabras derivaron, por ejemplo, en el poema gráfico Caligrama, que abre Espantapájaros (1932), que expresa de dos maneras su contenido, una en forma visual, donde se insinúa una figura humana y la significación de su mensaje.

La denodada elección de metáforas sorprendentes y la arquitectura siempre novedosa de su lenguaje predisponen al lector, es un autor para amar u odiar, sin términos medios, en algunos casos esa originalidad se torna malsonante, excesiva, rebuscada, pero sin duda de la pluma de Girondo han surgido páginas esenciales de la literatura del siglo XX.

Es notable también una cualidad exasperada de las palabras, sumada a las connotaciones sexuales subversivas, Oliverio elije no pasar desapercibido, decide provocar:

 

“…Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo, con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosa me iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cada uno de sus poros surgía una especie de uña que me perforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Una exudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas; hasta que su sexo —lleno de espinas y de tentáculos— se incrustaba en mi sexo, precipitándome en una serie de espasmos exasperantes. Era inútil que le escupiese en los párpados, en las concavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y mi desprecio. Hasta que la última gota de esperma no se me desprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gota de lacre derretido, sus encías continuaban sorbiendo mi desesperación; y antes de abandonarme me dejaba sus millones de uñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio que pasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poder echarme una gota de yodo en cada una de las heridas… ¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de la predilección de los súcubos! …”.

 

Por otra parte, su imaginación estuvo siempre aplicada a forzar el lenguaje hacia una originalidad sorprendente, la metáfora expande su incidencia en el texto, configurando un uso novedoso de esta herramienta del lenguaje:

 

“…Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto. Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando. Llorar como un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar. Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!”. 

Todos los elementos disponibles del lenguaje fueron materia para su literatura, la aliteración es también un recurso largamente usado por el poeta:

 

 

Responso en blanco vivo

 

Blanca de blanca asfixia

y exangüe blanca vida,

a quien el blanco helado

nevó la blanca mano

de blanca aparecida,

mientras el blanco espanto

blanqueaba su mejilla

de blanca ausencia herida,

al ceñir su blancura

de intacta blanca luna

y blanca despedida.

 

 

El 6 de noviembre de 1926, en un almuerzo organizado por el periódico Martín Fierro en la Sociedad Rural Argentina en honor de Ricardo Güiraldes, debido al enorme éxito de Don segundo Sombra, al cual asisten todos los martinfierristas, conoce a la escritora Norah Lange, de 20 años, y queda fascinado, se comprometerán en 1934 y se casarán en julio de 1943, luego de dieciocho años de noviazgo, la ceremonia tuvo lugar en la Parroquia de Nicolás de Bari, partieron de luna de miel a Montevideo, donde se encuentran con Supervielle. Luego viajan a Brasil, permaneciendo allí dos meses, donde frecuentarán a la poeta chilena Gabriela Mistral, quien por entonces era cónsul en ese país. Regresan al país en septiembre, pasando por las Cataratas del Iguazú.

Un dato de color: al almuerzo en la Sociedad Rural Argentina en honor de Ricardo Güiraldes, asistió Borges, quién invitó a Norah, que era su prima y de la cual estaba profundamente enamorado, ella entró al sitio con Borges y salió de allí con Girondo, el flechazo entre ellos fue ostensible, esto llevó al gran Georgie a fustigar y denostar de por vida a Oliverio, por ejemplo, cuando dio a conocer Calcomanías, Borges publicó: “…A lo largo de las cincuenta páginas de su libro, he atestiguado la inevitabilidad implacable de su afanosa puntería…”. Lo cierto es que a partir del desengaño amoroso Borges tardaría años en retomar la poesía, recién en 1960 cuando publicó “El Hacedor”, los exégetas más radicalizados atribuyen también a este suceso, un intento de suicidio en la ciudad bonaerense Adrogué, fruto del amoroso desencuentro con Lange.

En el momento de la muerte de Girondo, Borges publicó: “…A lo largo de una vida de relativa aplicación, apenas logró producir tres o cuatro greguerías mediocres. Tiene razón Anderson Imbert, cuando lo llama ‘Peter Pan de nuestras letras’, porque nunca creció…”.

Borges es entrevistado por la revista Xul en un número dedicado a Girondo, y dice: “¿Si hay un posible paralelismo conmigo? ¡Pero no! Yo alguna página rescatable creo haber escrito’, y añadió: ‘Oliverio era un infeliz…”, pero, no contento con fustigar la obra de Oliverio decía que era un plagiador, un peronista inmundo, un farrista y un inmaduro.

En 1956, Borges habla de que Gómez de la Serna, “…en un rato puede escribir toda la obra de Girondo…”. Girondo había publicado, en 1954, En la masmédula.

El odio continúa, declararía más adelante: “… a él no se le ocurre nada, salvo plagiar a los demás diez años después…”. En 1963, cuando Girondo publica sus últimos poemas, Georgie dictamina que en toda su vida “…ha escrito una sola línea memorable…”.

 

 

La mezcla

 

No sólo

el fofo fondo

los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales serios

y sus liqúenes

no sólo el solicroo

las prefugas

lo impar ido

el ahonde

el tacto incauto solo

los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo

el gusto al riesgo en brote

al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones

ni tampoco el regosto

los suspiritos sólo

ni el fortuito dial sino

o los autosondeos en pleno plexo trópico

ni las exellas menos ni el endédalo

sino la viva mezcla

la total mezcla plena

la pura impura mezcla que me merma los machimbres e!

almamasa tensa las tercas hembras tuercas

la mezcla

la mezcla con que adherí mis puentes

 

 

La lejanía de la realidad de sus últimos poemas, da cuenta de un universo personal donde el poeta decide perderse, ya la comprensión quedó abolida en pos de un hablar singular, de una cacofonía de sonidos que proponen juego, antes que sentido, allí se reconoce Oliverio, como resiliente emisor, singular hasta el empecinamiento. Sus versos se leen con verdadera dificultad, versos autistas, donde pareciera que el autor no quiere ser entendido, sino que prefiere un logos personal, hermético, constructor de lenguaje. Una literatura repleta de recursos lingüísticos, rítmicos, espaciales, heredados de la oralidad, que se abren al mundo y producen efectos estéticos sin precedentes, Girondo se regocija en una forma de escribir que construye y reconstruye significados.

El hermetismo, sobre todo hacia el final de sus días fue una elección, sus escritos están pletóricos de neologismos que conducen a un no lugar, palabras inventadas donde el regocijo de los sonidos no alcanza, llevando la creación a un límite muy personal, haciendo inaccesible el contenido, hasta disfrutando del hermético palabrerío. Muchas veces el sentido es el gran ausente de una asociación de palabras, que tiene ininteligibles contornos, otras veces no hay desenlace ni progresión, asocia libremente, seducido por el sonido de algunas palabras del idioma y otras inventadas para ese contexto.

 

 

Mi lumía

 

Mi lu

mi lubidulia

mi golocidalove

mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma

y descentratelura

y venusafrodea

y me nirvana el suyo la crucis los desalmes

con sus melimeleos

sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios limbos y

gormullos

mi lu

mi luar

mi mito

demonoave dea rosa

mi pez hada

mi luvisita nimia

mi lubísnea

mi lu más lar

más lampo

mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio

mi lubella lusola

mi total lu plevida

mi toda lu

lumía

 

 

Girondo también fue conocido por sus acciones performáticas: en 1932, para promocionar Espantapájaros (al alcance de todos) hizo una escultura de papel maché del “espantapájaros académico” dibujado por José Bonomi, la colocó en una carroza tirada por seis caballos, con aurigas y lacayos incluidos, y la hizo desfilar por las calles de Buenos Aires; en un mes, logró que se vendieran cinco mil ejemplares.

Entre sus libros más destacados se encuentran Plenilunio (1937), Persuasión de los días (1942) y Campo nuestro (1946), pero es, quizás, en su última obra, En la masmédula (1954), acaso la más audaz de todas, es donde se puede leer hacia dónde derivó todo el caudal del imaginario girondiano, sobre todo por el caos verbal y alucinatorio que propone. Él poseyó una percepción grotesca de las cosas y las personas, trasvasó su distorsionada visión en crueldad, pero hay cifrada una ternura última por aquellos objetos y seres que cayeron en la crítica o fueron denostados por el poeta. La poesía asumió con Oliverio su propia substancia, el ejercicio de lo absurdo se transforma en un elemento positivo, lo exorciza en palabras, lo convierte en irreverencia hacia un orden que percibió como opresivo, por eso y en un ejercicio blasfemo dotó al lenguaje de ingravidez, creando vocablos que sobresalían en todos sus escritos tales como: “egofluido”, “etervago”, “plespacio”, “nubífago”, etc., una especie de superpalabras abarcativas de sentido, con significaciones múltiples y polivalentes, que proceden tanto de su sentido semántico como de las asociaciones fonéticas que producen. Girondo existe en su hechicería verbal, en la sintaxis dinamitada, en sus incorrectas palabras en permanente combustión.

Testigo de su incorrección leemos en su Manifiesto, publicado en el cuarto número de la revista Martín Fierro, el 15 de mayo de 1924:

“…Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca…. Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo…”.

En 1960 diversificándose una vez más, grabó un disco leyendo algunos de los poemas de En la masmédula, antología sonora dirigida por Arturo Cuadrado y Carlos Mazzanti, la tapa del disco fue ilustrada por Luis Seoane. La edición incluyó 10 discos numerados acompañados por un poema autógrafo. En 1961 fue atropellado por un automóvil, hecho que lo disminuyó físicamente hasta el final de sus días. Norah Lange dirá que pasaron entonces cinco años casi sin salir a la calle.

Muere en Buenos Aires el 24 de enero y es enterrado en el Cementerio de la Recoleta. En el funeral, su antiguo compañero Cayetano Policinio Córdova Iturburu declara: “Había abierto a la realidad del arte con el signo de la juventud. Con ese signo vivió y con ese signo murió”.


Fernando González Oubiña es actor, autor, docente teatral y gestor cultural. Ha sido galardonado con importantes premios y distinciones internacionales. Vive en Quilmes, provincia de Buenos Aires.

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