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Feminismos, una red alternativa a las lógicas neoliberales

No tengo tiempo, en el 4° Ciclo de Teatro y Feminismos del CELCIT

Conversamos con María Pía López (autora), Cintia Miraglia (directora), Carolina Guevara y Leticia Torres (estas últimas, intérpretes de la obra).

Antes de fin de año, vuelve a presentarse el espectáculo No tengo tiempo, basado en la novela homónima de la socióloga y ensayista María Pía López. El diálogo de una mujer acerca del paso del tiempo y la maternidad en la voz desdoblada de Céline, “una historia inmoral para cumplir un deseo”, según lo argumenta la autora.

Abrimos el diálogo visibilizando las Comunas de la Ciudad de Buenos Aires a las que pertenecen estas artistas de la escena independiente porteña. María Pía y Carolina integran la Comuna 3, Leticia la 14 y Cintia la 10. Reflexionamos sobre cómo se vive, culturalmente, el valor de Comuna y pudimos distinguir que, en zonas consideradas polo turístico, se desconfigura el encuentro barrial y las salas quedan fuera del identitario comunal.

María Pía López: Hay un problema previo, sabemos en qué barrio vivimos y no en qué Comuna. Nos cuesta pensar los contornos y, quizás, por eso, nunca terminó de cuajar una identidad de Comuna. Sobre todo, porque, desde hace mucho tiempo, la Ciudad de Buenos Aires está gobernada por la derecha y no se dio un trayecto efectivo de culturización de esas Comunas y quedó como un sello administrativo y no como una realidad.

El ejemplo es el Parque de la Estación, un espacio interesante, con su propia biblioteca popular y donde existe un grupo de vecines que plantea acciones y, sin embargo, con muchos conflictos con el Gobierno de la Ciudad, con litigios por los espacios. Está emplazado en una Comuna fundamentalmente migratoria, con algunas salas, como núcleos fuertes de teatro y bares dispersos, pero, no tiene una tendencia cultural callejera, sólo la vitalidad migratoria.

Cintia Miraglia: Yo vengo de la Comuna 10, que, en realidad, pertenece a un barrio que, cuando digo dónde vivo, casi nadie reconoce: Monte Castro. Por lo cual, es barrio y la identidad que tiene es que están los abuelxs, lxs tíxs, lxs primxs, como que nos fuimos quedando en el barrio. Culturalmente, hay muy poco, destaco una sala de teatro independiente emblemática, Río Colorado, gestionada por una compañera, Norma Lichtenstein. Que, principalmente, se sostiene por la movida pedagógica teatral. En mi barrio, no hay una cultura de ir al teatro. El Complejo Teatral Buenos Aires reabrió, en el barrio de Mataderos, el Cine Teatro El Plata y se llena. Ojalá esto sea una punta de lanza para reactivar la actividad.

Con Fervor: Como grupo que viene recorriendo espacios, ¿Cultura de Buenos Aires les ha propuesto ser parte de la cartelera en los barrios?

Carolina Guevara: No. Sólo concursamos convocatorias. Por ejemplo, la de la Semana del Teatro Independiente, en la que fuimos beneficiarias, con otros espectáculos. Sin embargo, es una apropiación desde la palabra y su significado: cuando lo independiente es algo que se acuñó desde las militancias, lo histórico, las poéticas, los modos de producción. Se lavan las identidades.

Volviendo al tema de las Comunas, no está clara la información. Lo mismo pasa con lo electoral, no se sabe bien quiénes son las/as comuneras/os cuando vas a votar, ni a dónde acudir si querés participar de alguna propuesta. Y tiene que ver con cómo prefieren las políticas y, de alguna manera, de cómo se fueron apropiando de algunos polos teatrales, como es el caso del Abasto. Les sirvió, porque, se configuró un establishment del teatro independiente.

CM: Y otras propuestas, como el FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires), que se delinean más por los Site Specific y performances con mucho marqueting.

CF: ¿De qué no tienen tiempo?

CM: De nada.

CG: Yo sí.

CM: ¿Tenés tiempo de todo?

CG: De todo no. El último mes estuve con poco laburo y tuve más tiempo.

CF: ¿Para qué?

CG: Para pensar qué me invento para, después, tener más laburo. Difícil que me entregue al ocio.

CF: ¿Cómo se relaciona con ser mujer artista?

CG: Lo hablamos. A mí, me caló hondo la idea de la productividad excesiva, incluso, haciendo arte. De pronto, estoy a las 4 de la tarde con una jornada terminada y me parece que mi vida va en un derrape. Un mes sin hacer funciones y no sé quién soy y pienso en poner un kiosco. Voy a terapia igual (risas).

CF: Vos decías, Cintia, que no tenés tiempo de nada.

CM: A mí, me aparece la idea de que si tengo tiempo no me está yendo bien.

Leticia Torres: ¡Eso!

CG: Gracias.

CM: Ser exitosa implica correr de un lado para el otro, tener una reunión tras otra, tener mucha gente que te está pidiendo cosas y, en realidad, me lleno de proyectos que me estresan, que no terminan de darme la felicidad que pensaba iban a darme y no tengo tiempo para el disfrute.

CF: ¿Disfrutás y celebrás cuando obtenés un subsidio, un premio o distinción?

CM: No. Porque siento la sensación de que no es el último objetivo, logré un poquito, pero, todavía, falta. No es un disfrute pleno.

LT: Pasa lo mismo con los estrenos. Una trabaja un montón, con los ensayos y toda la producción. Al otro día, una tendría que descansar, sin embargo: las gacetillas, los flyers… Está mal.

CF: ¿Qué te adeudás?

LT: Hacer cosas que no tengan que ver con producir, mimos para mí, hacer cosas porque sí, que no tienen un objetivo. Si no es productivo no sirve y lo dejo para otro momento.

MPL: Como soy más grande de edad, algo aprendí sobre eso. Mi tiempo se organiza para poder hacer yoga todos los días y eso organiza las demás tareas y el trabajo. Me garantizo, también, los tiempos de lecturas.

CF: ¿Qué te atravesó para poder sopesar las prioridades?

MPL: Primero, una pregunta: ¿qué cosas sostener y cuáles no?, sobre todo, por la demanda ajena. Y, por otro lado, la pandemia me reorganizó. Y, de verdad, la apertura a una pregunta: ¿qué vida quiero sostener? Y, por ejemplo, apareció la necesidad de estar tirada un rato con el gato y no contestar correos electrónicos ¿Cómo compensar la propia neurosis con la alerta de autocuidados?

CF: Una deuda de las artistas, en clave de autocuidados, ¿cómo lidiar entre la super productividad y el vacío que pareciera producirnos el descanso y el ocio? Algo que se relaciona con la feminización del trabajo y la precariedad laboral en las artes escénicas independientes, en particular. Partimos de una premisa de consideración social, el trabajo cultural es de una improductividad intrínseca, sin embargo, para una concepción ampliada de las economías feministas, las tareas que se realizan para hacer arte constituyen trabajo, no siempre bien remunerado y/o en condiciones precarias (al trabajo en negro, inconstante, se le suman las tareas domésticas y los cuidados de infancias y/o personas que necesitan acompañamiento).

CF: María Pía, ¿cómo vivís las dos formas, la novela y la obra teatral, desde el diálogo con los públicos?

MPL: La obra ya no es mía. Desde la dramaturgia se modificó la tonalidad del texto y, a mí, eso me gusta mucho, porque asisto como si fuera algo propio y ajeno a la vez. Eso me divierte de la obra, que no sea la novela. Me gusta hablar con el público de la obra, porque lo hago de espectadora a espectador/a.

CF: Este lugar de espectadora, ¿te iluminó algún otro aspecto del texto?

MPL: Sí, por ejemplo, algo que pasó en la puesta que no estaba en la novela y me hizo pensar bastante: la cuestión de la clase. La puesta es la relación del deseo de maternar y la clase social y la mercantilización de ciertos aspectos de la vida. Me gustó mucho el tipo de juegos y tensiones que aparecen. Si yo leo la voz de la novela, leo a alguien con quien tengo mucha empatía y cuando las veo a ellas en escena, yo no tengo mucha empatía o relativamente.

CF: Entre los temas de la obra está, precisamente, el deseo de maternar o no, el paso de los años, los mandatos ¿Qué tema las atraviesa en lo personal?

LT: El texto me llegó justo en el momento donde el tema del paso del tiempo y el cuerpo comienzan a poner límites y resistencias. La puesta propone ir con humor y a contrapelo de lo que estamos diciendo. Poder reírme me salva, deja de ser grave, está bien, es normal.

CG: Leí la novela en el verano previo a cumplir los 40 años, la primera ficción que leía de Pía. Lo hice en una tarde, como si no tuviera tiempo. Se lee con esa velocidad. Me atravesó en lo existencial del tiempo. Los 40 me pegaron de manera feroz, me sentía para el ojete. Tuve una identificación inmediata por la teatralidad del personaje.

CF: ¿Te acompañó en esos cambios la obra?

CG: Claro. Me acuerdo que leía la novela y le iba haciendo capturas de pantalla a una amiga y le decía: soy yo la que está hablando, pero, esta persona lo dice más bonito. La novela me hablaba, era muy corpórea.

CM: Lo que más me atrajo de la novela y que fue lo que intenté en la puesta en escena es la incorrección que tiene. La posibilidad de decir cosas incorrectas de los feminismos. Hablar de lo que debería pensarse de otros modos me generó mucho atractivo. Qué bueno animarme a decir esto y lo trasladé a mi vida. No tener que ser tan correcta con todo. Podemos militar el feminismo y reconocer las contradicciones, la dualidad. Como, por ejemplo, cuando le digo cosas terribles a mi hija.

CF: O no esperar a tener las mejores condiciones para producir nuestra escena.

CM: Mejores condiciones, nunca. Un poco cansada, también, del caretaje en todos los ámbitos. Con Pía nos conocimos en el Ni Una Menos. Y hasta en ese espacio que yo idealizaba, también, sentía que había un caretaje, que algunas personas iban por algo más que la militancia. Y, tal vez, no está bueno hablar entre minas de lo que nos pasa y, en realidad, pasa. O te invito a ver mi obra y a la salida te saco una foto, que quede tu cara de que viniste para que me difunda la obra. Algo de eso me agota.

CF: Agota, porque es un resabio de las maneras patriarcales de producir, comunicar y circular nuestros espectáculos. A medida que nos interiorizamos en otras prácticas, más ligadas a las formas matriarcales o de liderazgos entrañables, de los que habla la antropóloga Marcela Lagarde, aflora un poner en valor la palabra y acción de otras. Legitimarnos entre nosotras. Horizontalizar las maneras del haSER colectivo.

En diálogo para esta nota: Cintia Miraglia, Leticia Torres, María Pía López , Carolina Guevara y Claudia Quiroga.

CF: ¿Cuál es tu lectura de los feminismos, hoy, frente a la falta de rumoreo, tan cercanas al 25 de noviembre?

MPL: Me parece clave partir del plural. Hablar de feminismos implica tensiones, querellas, disidencias. Por otro lado, estamos en un momento muy ambivalente, venimos de las grandes movilizaciones, hasta obtener la Ley IVE (2015-2019), y de una composición de transversalidad política muy profunda y dinámica, junto a los Paros Internacionales, que posibilitó una crítica al neoliberalismo y de una transversalidad efectiva y callejera. Y que tuvo logros considerables con la construcción de la institucionalidad, con los Ministerios de las Mujeres, Géneros y Diversidades en Nación y Provincia de Buenos Aires. Y, también, un rebote muy fuerte en todas las áreas municipales y las universidades. Un florecimiento de las formas de institucionalización de los feminismos.

Y, otro efecto, la transformación de lo cotidiano, de las existencias. Las vidas no son las mismas para las generaciones que vienen después de la experiencia de los feminismos movilizados masivos. Porque, les pibes rompieron con el orden binarizante y aparecen nuevas maneras de reacción. Por ejemplo, la reacción Mileista es antifeminista. Un dato terrible es que los votantes de Milei son, esencialmente, varones jóvenes, mientras que las mujeres jóvenes están politizando, mayoritariamente, por la vía de los feminismos.

En este sentido, estamos en una situación ambivalente, con muchísimos logros, con un proceso que puede tener altibajos, pero, no es detenible en la transformación que implica. Y, por otro lado, con imposibilidad de articulación masiva callejera. Como vos decías, no se palpita el 25, tampoco, el 3 de junio tuvo la magnitud de otros años, ni el 8 de marzo lo tuvo. Y, ahí, hay que pensar dos cosas complejas: ¿qué pasa cuando se institucionaliza algo que es un logro y, al mismo tiempo, resta energías a la movilización? Y, por otro lado, los efectos de la pandemia, ¿qué pasa con esa experiencia de aislamiento? ¿Qué pasa con ese encierro, respecto de volver a convocar las voluntades en la calle?

Eso que nos pasa a nosotras pasa en otros países. Y este momento de desmovilización es claramente aprovechado por muchos sectores, que intentan reposicionar las jerarquías tradicionales en los partidos, las organizaciones, las instituciones, que, ocurre siempre, cuando diluís tu poder amenazante.
Me interesan mucho los feminismos cuando están ligados a la vida política, por eso, por ejemplo, pongo la mirada en qué va a pasar en Colombia, con Francia Márquez en la vicepresidencia, o qué va a pasar en Brasil o que está pasando en Chile. Se nos abre una perspectiva muy interesante, con muchísimos desafíos respecto a qué van a hacer estos feminismos.

CF: ¿Qué pasa con los anteojos violetas, que asumieron como artistas feministas, cuando las convocan de otros proyectos?

CM: A mí, no me convocan mucho para otros proyectos.

CG: A mí tampoco.

CM: La mayoría de los proyectos los autogestiono o son de amigas artistas. A nivel institucional, no soy convocada, no me sucede. En general, me molesta cómo se apropian de discursos que nos pertenecen. De repente, ves que, en los premios, los lugares de reconocimiento y los espacios de producción del teatro oficial y comercial están circulando temáticas en relación a las problemáticas de lo femenino, realizadas por varones. Esto me inquita, porque, como diría Moria, se cuelgan de mis tetas, sin que sea de enojo, más bien, para dialogar y problematizar qué está sucediendo ¿Se puso de moda?

CG: Se puso de moda, lo toman y el lugar de poder lo tienen ciertos varones. A mí, me pasa eso, no me han convocado. Trabajé 16 años en una compañía con un lenguaje muy propio. Cuando una está tanto tiempo en un espacio en el que te identifican con eso, mi forma de salir y contar lo que deseaba fue con un lenguaje distinto, en comedia, con Los golpes de Clara.

Me llamó la atención, en las últimas premiaciones, que todas las actrices nominadas para comedia son de teatro comercial. Eso marca el gusto de lo que se ve. Qué pena que no estén viendo a las comediantes del teatro independiente, porque, es esa la comedia que apunta al orden establecido. Se lava un lenguaje estético que, históricamente, tiene que ver con la denuncia. Y, en teatro independiente, se va a ver a las obras trágicas y/o dramáticas. Qué se ve, qué es bueno, qué es malo, qué se premia, qué no…

LT: Como si fuera más fácil hacer comedia. En mi caso, me han llegado algunas propuestas que no puedo evitar, al leerlas, pensar qué están contando. De a poco, he empezado a meter cuchara en distintos proyectos escénicos, intentando reflexionar el cómo se cuenta y quiénes cuentan. Y hay espacios en los que, directamente, no me interesaría estar, ya no podría hacerlo.

CF: Claro. Cuando hay un artivismo, una vida doméstica concebida desde una mirada de géneros, buscamos la conjunción y coherencia ¿Pueden ver al feminismo desde el humor y la espiritualidad?

CG: Con el humor seguro. Me atrajo, de la novela de Pía, esa cosa salvaje.

CM: Creo que soy muy oscura y me fui acercando al humor. Pocas cosas me hacen reír. Es un lugar en el que me cuesta posicionarme, como directora, produciendo ese tipo de materiales, porque siento que, como espectadora, no soy buena en eso. Con No tengo tiempo no podía haber tibiezas. O era a fondo o no era.

CF: ¿Por qué es un espectáculo de teatro feminista?

MPL: Es una obra feminista, porque está hecha por compañeras feministas. Y porque está hecha desde premisas que vos formulabas: ¿cómo se produce y con qué tipos de colaboraciones, horizontalidad y energía colectiva? La producción de esta obra es feminista por consideración de los temas y trata, de manera sarcástica y crítica, algunas cuestiones sobre experiencias vitales, no necesariamente tratadas de manera feminista. Una tensión necesaria.

CF: ¿Qué se deben los feminismos a mediano y largo plazo?

MPL: Formas más certeras, más amplias, más morosas y menos exigidas de pensar la vida. Construir una distancia contra la lógica del capitalismo, que es una distancia sensible, no sólo, material. Vos, hace un rato, preguntabas sobre la espiritualidad y no la retomamos ninguna. Y me parece que tiene que ver, también, con eso que decimos, que los feminismos son la real alternativa de la lógica neoliberal, la red alternativa a la construcción de un no régimen sacrificial que cuenta muertos, que es el capitalismo actual. Pero, para hacer eso, tenemos que disputarle, palmo a palmo, todas las definiciones de lo que es la vida. Por eso, la tarea es inmensa.

CF: ¿Cómo es estar, también, en el Ciclo Teatro y Feminismos como directora de Solilokia?

LT: Es un proyecto que nació en pandemia. Se ensayó todo de manera virtual, porque la actriz, Laura Romero, además, vive en Río Negro. Nos conocemos desde hace muchos años y me contactó a partir del taller Caos Creativo, donde acompaño trayectos escénicos para concretarlos. Llegamos a montar un espectáculo que nos divierte mucho y habla del goce femenino con muchísimo humor y desde un deseo muy personal. Lo interesante es que no nos conocemos desde los feminismos, no sé si ella se define como feminista, nos encontramos desde el hacer.

CF: ¿Por qué creen que es importante seguir dando lugar a estos espacios que visibilizan la creación y producción de feminidades?

CM: Porque aún falta recorrer un camino enorme en ese sentido. En general, son espacios construidos por nosotras mismas y los espacios más institucionales no son de fácil acceso. Este ciclo de Teatro y Feminismos, organizado por compañeras y el CELCIT, no sólo está pensando temáticas, sino, modos, también, de producción y es lo que me resulta atractivo y de puesta en valor.

A veces, vemos obras con temáticas sobre la mujer, bla, bla… y, luego, nos enteramos de que las maneras en que se han producido esas obras son horrendas y hasta de los maltratos de un rol a otro. Por eso, este ciclo, es un espacio de encuentro para conocernos, quiénes somos, qué pensamos y de qué manera trabajamos.

CG: La gesta de este ciclo, Teatro y Feminismos, es en 2018, al calor de la agenda pública, a partir de los movimientos sociales feministas. Para muchas de nosotras, el Ni Una Menos sirvió para que las temáticas nos convocasen en nuestro oficio, el teatro. Fue un efecto dominó, junto al seguimiento de la Ley IVE. Y, en el CELCIT, esto irrumpió. Y pensamos qué peculiaridad tenía que tener el ciclo y nos pareció que la dramaturgia era lo que tenía que suceder. Porque, la pluma de las autoras trae un relato que sucede en los cuerpos. Poder contar otros relatos, buscando pluralidad de voces y estéticas, sumando desmontajes, talleres, encuentro y diálogos desde el CELCIT, siempre, abierto a un trabajo humano entre compañeras/os.


Programación completa en: https://www.celcit.org.ar/espectaculos/

La obra No tengo tiempo puede verse el lunes 21 de noviembre a las 19hs.

Podés comprar tus entradas en: https://www.celcit.org.ar/espectaculos/226/no-tengo-tiempo/


Claudia Quiroga es directora, actriz, dramaturga, artivista, docente y fotógrafa. Co-Fundadora de la Colectiva Feminista Artivista, MAT – Mujeres de Artes Tomar. Integrante Asociada y docente en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Integra la Colectiva de Autoras. Vive en Villa Sarmiento, Morón, Provincia de Buenos Aires.

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