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Notas sobre Poesía Visual y Experimental

Territorios

Un campo experimental de signos móviles, en perpetuo movimiento en su búsqueda de extensión, presenta sus zonas de invención artística y sus modos de producción bajo las formas de la hibridación, los cruces de lenguajes y la transdisciplinariedad. En estos territorios ya no nos alcanzan las nociones o categorías tradicionales para denominar sus singularidades, para nombrar su novedad, para pensar sus problemáticas siempre abiertas y en interrogación. Su indagación y exploración de lo desconocido, de lo extranjero a su propio campo, de lo Otro como radical alteridad, sugiere un deseo de ampliar las fronteras del arte y la poesía, poniendo en tensión el lenguaje, cuestionando sentidos ya cristalizados y planteando nuevos horizontes de sentidos. Todo ello plantea serias dificultades, tanto para la crítica como para los lectores/espectadores, ya que las obras resultantes de estas prácticas no responden ni al canon tradicional, ni a lo que aquellos entienden, habitualmente, por poema, lenguaje o, incluso, escritura.

Lenguaje

Borges, en Siete noches, escribe: “erróneamente, se supone que el lenguaje corresponde a la realidad, a esa cosa tan misteriosa que llamamos realidad. La verdad es que el lenguaje es otra cosa”. Un poco más adelante, especifica: “el lenguaje es una creación estética”. Se trata, para nosotros, de trabajar poéticamente en los bordes del lenguaje; de su función poética y no de su función prosaica de representación o comunicación, ya que el lenguaje puede estructurar la realidad, pero, ésta no puede ser nunca representada del todo. En el decir poético uno se encuentra con la imposibilidad del lenguaje, con lo imposible de formular.

Desbaratar los imperativos de univocidad del lenguaje con el modo poético de enunciación es escribir contra la Lengua; es intentar romper un orden instituido para encontrar nuevos ordenamientos significantes; romper la estructura formal del lenguaje es, también, operar sobre su lógica. Lo que conlleva a un pensar diferente, a intentar cambiar la vida misma.

El arte, la poesía son vías posibles de apropiación y tratamiento de lo real y, a la vez, maneras de responder a los discursos dominantes, actos de resistencias frente al caos de la vida. Lo real, que en su intento por inscribirse y tramitarse, no cesa de retornar, no se diluye en lo visible. Ni la dimensión de lo imaginario, ni nuestros sistemas simbólicos logran recubrirlo enteramente. Hay, siempre, en aquellos intentos, algo que les excede y desborda. Estamos, por lo tanto, condenados a la invención.

Las estrategias de la poesía visual y experimental, como campo expandido, intentan producir rupturas en el tejido sensible y conceptual de las relaciones que afectan a los cuerpos (cuerpos subjetivos, cuerpos sociales y grupales). Intentan hacer ver aquello que no era fácilmente percibido, intentan hacer ver de otra manera, con nuevos ojos; repensar y cuestionar cómo se organizan los regímenes de configuración de lo visible y de lo enunciable. Qué dicen, qué callan, qué silencian y qué invisibilizan dichos regímenes.

Claudio Mangifesta, Deuda.

Poética

En el campo de la poesía experimental, lo poético ya no se circunscribe, exclusivamente, al terreno de las palabras, sino, que abarca innumerables objetos, se amplía, incluso, a otros medios: una letra, un fragmento de letra, los objetos, las acciones poéticas y performances, el holograma, el video, los pixeles pueden, ahora, ser soportes de la experiencia poética. Hay, por lo tanto, una extensión del concepto de lo poético en tanto trabajo con la materialidad del lenguaje, con sus pliegues y virtualidades. Materialidad no solo textual, sino -tomando un término de Joyce-, “verbivocovisual”.

El poema puede prescindir del verso para concentrarse en la materialidad significante de otros elementos, que antes podían aparecer como elementos secundarios de una composición, elementos negados o forcluidos por las corrientes literarias dominantes: forma y materialidad de la letra, espacialidad, diferentes tipografías, colores, imágenes, acción, etc. Se trata de un campo amplio y heterogéneo de prácticas y discursos que incluyen, desde procedimientos estrictamente lingüísticos, textuales, hasta trabajos plásticos y visuales que, en sus juegos significantes, aparecen como vehículo de significaciones; desde composiciones hechas sólo de trazos asemánticos hasta las llamadas “escrituras ilegibles”. Somos herederos de Mallarmé, pero, también, de Duchamp. Somos herederos de Un golpe de dados no abolirá el azar, pero, también, del ready made.

Visual

El poema visual no es un poema ilustrado. Si bien, muchas veces, los poemas visuales se suelen exponer como cuadros, en ellos los valores visuales son parte de los mecanismos propios del lenguaje. En el poema visual, algo: una idea-imagen, un fragmento figural, etc., se ofrece a la captación visual del lecto/espectador, pero, esto no agota la experiencia de recepción del poema. Es un cuerpo que puede ser, a la vez, icónico y lingüístico. En el poema visual, algo se da a ver o se ofrece, primero, a la mirada. Más exactamente: eclipsado en nuestra visión, algo, en el poema, nos mira. Ahora bien, la mirada no es la visión. Entre ambas hay quiasmo, entrecruce y esquizia. El punto ciego es ese lugar desde donde somos mirados por el Otro.

Cuerpos

La cultura tradicional ha opuesto sistemáticamente logos e imago, texto e imagen, verbalidad e iconicidad, lo analógico y lo digital, lo literal y lo figural, el decir y el mostrar, el leer y el ver. Nuestra época tiende a replantear la pregunta por los límites y, también, sus posibles puentes o articulaciones entre zonas o elementos heterogéneos. A partir de las vanguardias históricas, la letra, muchas veces, se presenta como imagen y la imagen, a su vez, puede ser soporte de algún texto. El poema visual es un objeto que tiene un cuerpo o, quizá, podríamos decir, que revela múltiples cuerpos: la letra impresa, los caracteres tipográficos, el espacio blanco y ciertas imágenes exhiben y nos muestran sus cuerpos. Son cuerpos que se ofrecen, a la vez, a la mirada y a la lectura. Un interesante juego de movimientos entre imagen y escritura, entre el decir y el mostrar, entre voz y mirada.

Claudio Mangifesta, Matadero F.

Poesía Visual

La Poesía visual y experimental se presenta, así, como un género discursivo-icónico que conjuga elementos que provienen del campo literario, con otros que se nutren del campo plástico y artístico. Es, por cierto, una forma de saber hacer dentro de un nuevo concepto de arte, donde se diluyen las fronteras entre las prácticas artísticas. Experimentación, transdisciplinariedad, levedad del límite, el trabajo en zonas de borde, simultaneidad, pluralidad de formas, la búsqueda de complicidad del espectador y la potencialidad de recorridos de lecturas múltiples de las obras son, a veces, algunas de las características principales de estas formas de poesía.

Si, desde el campo literario o textual, los operadores lingüísticos tradicionales -sintácticos, lexémicos, etc.-, ofrecidos para una lectura de los poemas visuales, son operadores necesarios. No son, sin embargo, suficientes, pues, también, se necesitan mediadores que provienen del campo plástico o icónico –parámetros relacionales no lineales, constelares, multimodales-, requiriéndose de la interacción compleja de ambos tipos de operadores para una lectura más aguzada de los poemas. Estas poéticas se sirven, muchas veces, de recursos no tenidos en cuenta en la ya clásica poética de Jakobson: fragmentaciones, cortes, la escansión, la elisión, la paradoja, la aliteración, etc.

Topología

El poema visual no se confunde con su soporte. Podríamos, quizá, decir que, en este proceso, el poema se sale de la página blanca, se despliega en el espacio, se abre a la vida, a lo real. En nuestro país, Edgardo A. Vigo es quien primero señala la necesidad de quemar las divisiones de los géneros heredados, ganar la calle y considerar la activación más profunda del lecto/espectador: esto es, la realización del poema por él mismo.

El poema sale de la página blanca, pues, el espacio del libro se torna ya un espacio insuficiente para contener el poema: el verdadero espacio donde se escribe y se despliega el poema es, siempre, un espacio topológico. No sólo se hace objeto (poema objeto), videopoema, instalación, acción poética, performance, poema virtual o electrónico, sino, que el propio espacio se construye y se piensa, ahora, en términos no ya euclidianos, sino, topológicos. La ciudad entera o, aún, el ciberespacio pueden ser sus soportes.

El poema, para decir ahora su enigma, ya no será exactamente lo que está escrito o figurado sobre un papel o en la pantalla virtual sino el objeto que cae como un resto de una operación poética. Ese objeto imposible que se intenta cernir e inscribir en el vacío que alguna figura topológica traza y que intenta, así, enlazar lo más exterior del mundo a lo más íntimo del propio sujeto, las extraterritorialidades de todo sujeto a lo más íntimo del mundo.

Escritura

En la poesía visual y experimental, la escritura no aparece ya como sistema de signos que representan sonidos, ni como representación del logos, sino, como una escritura cuya alteridad radical la torna otra. Una escritura que alcanza a tocar el cuerpo pulsional del otro. Beckett escribió, a propósito del Finnegans Wake de Joyce, algo que nos resuena: “No es para ser leído o, en todo caso, no es solo para ser leído. Es para ser mirado y escuchado. Su escritura no es sobre algo; es ese mismo algo. (…) Cuando el sentido es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando el sentido es bailar, las palabras bailan.”

Sujeto

El psicoanalista Jacques Lacan escribió, en su modo aforístico, que: “La soledad es lo que se escribe por excelencia”. El acto poético, como acto instituyente, pone en juego una singularidad irreductible e inapropiable: la del propio sujeto. El acto poético, en tanto acto, se realiza desde una radical soledad (aunque, allí, intervengan muchos). El poema, por tanto, nos hace sujetos. Y es, también, un acto ético. Y, en tanto se toma partido en las cuestiones de lenguaje, no puede dejar de ser un hecho político. En ese sentido, no hay poema que no sea político. Otro psicoanalista, Jorge Alemán, afirma, en consonancia con lo expuesto, que no puede tener lugar una lógica emancipatoria, sin el sujeto poético. La poesía visual y experimental es potencia para un otro despertar: no ya el adormecimiento hipnótico, como ésos a los que nos someten, diariamente, ciertos discursos, sino un verdadero despertar.


Claudio Mangifesta es psicoanalista y poeta visual.

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