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Marechal, entre los pliegues barriales de la ciudad de Buenos Aires

Leopoldo Marechal fue un escritor muy comprometido con la cultura y la política nacional. En política, formó parte del Comité Yrigoyenista de intelectuales jóvenes -junto a Borges, Nicolás Olivari, Macedonio Fernández y Carlos Mastronardi- y, más adelante, se afilió al Partido Justicialista. Y, cuando se produjo el Golpe de Estado a Perón, en 1955, se llamó a sí mismo, ironizando a la autoproclamada revolución libertadora, “el poeta depuesto”. En lo cultural, las tradiciones, las leyendas, los personajes históricos y populares y los paisajes, rurales y urbanos, de nuestro país se hacen presentes de modo permanente. Basten como ejemplos, los poemas A un domador de caballos, Epitafios australes -donde dedica poemas al resero Facundo Corbalán, a la peona Ezequiela Farías, al domador Celedonio Barral y a un angelito, en referencia al modo en que se llama al bebé que moría en el campo argentino-, Elegía del sur, Canción libre a Santiago del Estero y el gran poema Descubrimiento de la Patria.

Cuando alguien reflexiona sobre cómo aparece la ciudad de Buenos Aires en la obra de Marechal, enseguida piensa en Adán Buenosayres, quizá su obra más famosa, pero, se olvidan de su Historia de la calle Corrientes, una obra que es muy poco conocida y que se publicó por primera vez en 1937. En ella, Marechal escribió la biografía de una de las calles más emblemáticas de la cultura porteña. Para ello, investiga en archivos y padrones, ilustraciones y fotografías. Lo más interesante de esta obra, que narra la vida de la calle Corrientes en orden cronológico, es que está redactada según la mirada de un escritor que vivió grandes momentos de nuestra cultura en ella -como las veladas en el sótano del Royal Keller, en la plenitud de las primeras vanguardias argentinas- lo cual da al libro un tono nostálgico, pero, además, una vitalidad y un estilo que no es el más común en este tipo de trabajos de investigación.

En Adán Buenosayres, una de las novelas más complejas, poéticas y mejor escritas de la literatura universal, Marechal nos sumerge en los diversos pliegues de la ciudad de Buenos Aires y muchos de sus barrios. Es realmente increíble el vuelo poético con que narra los lugares y personajes de dichos barrios, muchos de los cuales forman parte de su vida y ocupan un lugar afectivo en su memoria: “la Gran Capital del Sur era una mazorca de hombres que se disputaban a gritos la posesión del día y de la tierra”. Es la ciudad que él vivió, junto a sus compañeros martinfierristas, durante la década de 1920. Allí, Villa Crespo y Saavedra son los escenarios donde Adán Buenosayres y sus compañeros de viaje deben atravesar las más desopilantes peripecias, mientras la mitología griega y los personajes populares porteños se metamorfosean de modo ejemplar.

Por otro lado, en el último libro de la novela, Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia, somos testigos de los costados más oscuros de la ciudad, con un profundo simbolismo y un humor ácido, y donde la influencia de los infiernos de la Odisea, la Eneida y la Divina Comedia es inmensa. Por ejemplo, me parece magistral de qué modo el lugar de Caronte está ocupado por un colectivero gallego de la línea 38. Y, asimismo, el poeta la califica como una “Buenos Aires inteligible”.

Por todo lo dicho, se hace patente que Marechal, en sus obras, fue uno de los escritores que colaboró para sembrar ese mito de la ciudad de Buenos Aires, que vive en la memoria y la imaginación de tantos seres humanos de este y otros países.


Santiago Julián Alonso es artista plástico, escritor y periodista.

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