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El Che y yo

La obra nace por 2015, cuando un amigo actor y director -Miguel Iglesias-, con quien ya habíamos trabajado juntos, me propone escribir un texto sobre Guevara, que fuera innovador, no sólo por la información que brindara, sino, por la propuesta en sí misma. Su sueño era interpretar a El Che. Lamentablemente, falleció poco después de que leyéramos el texto finalizado, del cual dejó una copia en la escuelita de La Higuera, hoy convertida en museo, lugar donde ejecutaron a Guevara.

Para que el personaje hablara de sí, contara intimidades desde su vivencia, hacía falta “un otro” que lo interpelara. Así surge Lari Lari, este ser mitológico boliviano, hoy olvidado por las nuevas generaciones. En el texto se le atribuye haber capturado al guerrillero para robarle el alma y recobrar el prestigio que supo tener.

Este mix entre investigación histórica y fantasía fue una apuesta fuerte: Lari Lari es el “pre-texto” que nos permite conocer a un Guevara íntimo, lejos del bronce y de las estampas. El libro se fortalece con un lenguaje cuidado, poético, por momentos romántico y, por otros, nostálgico, donde las reflexiones filosóficas de los personajes no están ausentes. En síntesis, dos íconos, dos mitos, dos formas de ver y sentir el mundo, de intereses totalmente diferentes encuentran, en un momento, un punto en común: lo efímero de la vida y la necesidad de la trascendencia.

La obra se sitúa en la escuelita de La Higuera, Bolivia, entre el 8 y el 9 de octubre de 1967, previo a la ejecución de Guevara. En ese espacio oscuro y casi a modo de cárcel improvisada, la humilde aula no sólo recibe a El Che, herido, en crisis asmática, abatido y derrotado, sino que, además, aparece este extraño ser, mitad hombre, mitad animal, temido y respectado por las/os pobladoras/es, una suerte de demontre (demonio), mephisto y que, según cuenta la mitología andina primitiva, robaba el alma de sus víctimas. Para ello, se convertía en allegados a sus presas para ganar su confianza.

Un mito naciente y otro olvidado. Un encuentro imaginario, un relato mágico, onírico, pero, con datos fidedignos.

Raúl Garavaglia, autor y director de El Che y yo.

Para materializar el proyecto se realizaron audiciones. Me gusta el proceso de audicionar. Me parece democrático, les da posibilidades a jóvenes actrices/actores para hacer su primera experiencia. En el caso de Lari Lari, era preciso un actor versátil, flexible, camaleónico y me sugirieron a Tomás Claudio, quien, sin ninguna duda y en la primera prueba, confirmamos que era lo que necesitábamos. Para Guevara, se presentaron unos diez/doce actores a audicionar. La mayoría con mucha información sobre el guerrillero. Uno de ellos confesó conocer muy poco, sin embargo, su excelente performance hizo que aceptáramos sin vacilar a Laurentino Blanco, quien compuso desde lo físico y emocional un Che verdadero, real, sin imitaciones.

En 2018, estrenamos y, en 2023, Tomás debió dejar la obra porque fue contratado por el San Martín para integrar el elenco de Cyrano de Bergerac. Fue un momento muy caótico. En otra audición, para otro personaje, había conocido a un joven actor de 20 años, Theo Césari, quien, en menos de diez días, compuso un Lari Lari que maravilló al público con su interpretación y sigue, hoy, recibiendo excelentes críticas y comentarios.

En general, durante el proceso de ensayo, el texto inicial no fue modificado, quizá, se reemplazaron algunas frases o líneas, porque ya las decían los cuerpos, que suelen ser aún más elocuentes. Lo que sí modificamos fue el título. El inicial era Los ojos del Che, en alusión a la mirada vívida que se muestra en la famosa foto una vez fallecido. Justo antes de estrenar, una vidriera de una librería me enrostra un libro con ese mismo título. Pese a que son géneros diferentes, opté por El Che y yo para evitar cualquier confusión o que se interpretara como una especulación.

Hemos sostenido desde el principio, desde la elaboración del texto no hacer una obra panfletaria. Contamos una historia que tiene investigación rigurosa, pero, que cuenta una ficción, una fantasía. La gente sale conmovida con las actuaciones y el texto. Al finalizar la función, ya no importa si es o no El Che, puede ser la historia de cualquier humano privado de su libertad y que, en la certeza de saber que su vida finaliza, hace un repaso de sus actos, un hombre que persiguió su utopía con la necesidad de dejar un legado, la de trascender más allá de la vida.

  • ¿Qué dice el ejecutor arrepentido tras reconocerse como autor de la muerte de Guevara?
  • Soy alguien que no hizo más que repetir un hecho cíclico… un hombre que mata a otro hombre.

Trascender, al precio que sea y como sea.

 

 

Ficha artístico-técnica:

Dramaturgia: Raúl Garavaglia

Actúan: Laurentino Blanco y Theo Cesari

Diseño de luces: Raúl Garavaglia

Sonido: Gregory Preck

Diseño gráfico: Decero Identidad Gráfica

Asistencia: Iván Pedernera y Gregory Preck

Utilería: Matías Noval

Prensa: Valeria Franchi

Puesta en escena: Raúl Garavaglia

Dirección: Raúl Garavaglia

 

El Che y yo puede verse los lunes a las 20.30hs. en Ítaca Complejo Teatral, ubicado en Humahuaca 4027, CABA.


Raúl Garavaglia es dramaturgo y director teatral.

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