A Christine no le gusta su nombre –aquel con el que fue bautizada-, ella pide ser nombrada como Lady Bird. Tampoco le gusta haber nacido y vivir en Sacramento, “¿se nota demasiado que soy una chica de Sacramento?”, le pregunta a su madre en una de las primeras escenas del film. Christine-Lady Bird es una estudiante que está terminando la escuela secundaria y, como tal, está atrapada en un complejo laberinto de emociones, cambios y replanteos. Lady Bird es, ni más ni menos, una adolescente.
Excepto por algunos detalles muy yanquis ( el clásico baile de fin de curso, al que las chicas deben asistir ataviadas con vestidos pomposos y, necesariamente, bien acompañadas de un muchacho apuesto y gentil que pasará a buscarlas en el auto de sus padres), Lady Bird –escrita y dirigida por Greta Gerwig en 2017- narra una historia interesante sobre una adolescente que, si bien sucumbe a ciertas imposiciones sociales, se muestra distinta, desenvuelta e implacable.
La película, que ha recibido numerosos premios, gana menos por la originalidad de la historia, que por la profundidad con que narra los conflictos que se generan en el paso a la adultez, la relación con sus pares y, especialmente, con los adultos referentes, sin caer en moralinas, maniqueísmos, ni lugares comunes. Que una adolescente tenga una relación turbulenta con su madre no es ninguna novedad, sin embargo, los diálogos que la chica mantiene con aquella no tienen desperdicio y combinan grandes actuaciones (brillante interpretación de Saoirse Ronan -acaso inolvidable en el rol de Briony Tallis, en la afamada Expiación, deseo y pecado, de Joe Wright- en la piel de Christine), con dosis magistrales de ironía.
Sin dudas, la presencia femenina de la guionista y directora se nota y mucho. Su pluma delinea con sutileza la mirada feminista que impregna toda la película. Los personajes principales son mujeres –además de la protagonista, es su madre, una enfermera excesivamente preocupada por la economía doméstica, puesto que es quien mantiene a toda su familia, quien lleva adelante buena parte de la acción dramática- y son las relaciones entre ellas las que cobran mayor relevancia en la historia, elegidas, explícitamente, como voceras de los grandes temas que atraviesan la modernidad: la elección de una carrera universitaria, el rol de la mujer en el mundo laboral y familiar, la construcción de la identidad y la sexualidad.
Por todo esto, Lady bird cumple, con creces, el requisito –enorme desafío si los hay- de ser una película que puede ser vista y disfrutada tanto por adolescentes, como por adultos (madres, madres y hasta educadores y educadoras), a quienes (nos) interpelará, inevitablemente, de manera sagaz.
Laura Fuhrmann es profesora de Lengua y Literatura y correctora literaria y de imprenta.
Comentarios de Facebook