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La Bauhaus, la promesa de la igualdad de género en las artes

Un análisis de la serie alemana Bauhaus, una nueva era

“La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones perpetradas por el hombre contra la mujer, con el objetivo directo de establecer una tiranía absoluta sobre ella. Para demostrarlo vamos a presentarle estos hechos al ingenuo mundo… (…) Decidimos: que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su conciencia le dicte o que la sitúen en una posición inferior a la del hombre, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen ni fuerza ni autoridad”.

(Declaración de sentimientos Séneca Falls, Nueva York, 19 y 20 de julio de 1848)

 

El año pasado se cumplieron los cien años de la fundación de la Bauhaus: la escuela de artesanía, diseño, arte y arquitectura surgida de la unión de la Escuela de Bellas Artes con la escuela de Artes y Oficios, por medio del arquitecto Walter Gropius en la República de Weimar (actualmente Alemania).

La institución solo permaneció en funcionamiento desde 1919 a 1933, pero sirvió para imponerse como un gran referente de las vanguardias artísticas del siglo XX. Bauhaus deriva de la unión de las palabras alemanas bau, que significa construcción, y haus, que quiere decir casa.

El canal HBO Mundi realizó la miniserie Bauhaus, una nueva era, en honor a esta gran casa de estudios. Con idea, producción y dirección de Lars Kraume, la ficción sorprende y atrapa, porque parte de una crítica a la falsa inclusión de género que promulgaba la escuela.

Con el recurso de la entrevista al director Walter Gropius, arquitecto y fundador de la escuela, hecha por una periodista feminista de la revista Vanity Fair, en los años 60- época donde se dio la tercera ola del movimiento-, se establece la reconstrucción histórica, mediante preguntas que van desde el cuestionamiento a su desempeño como director de la Bauhaus a sus acciones en la vida íntima, relacionada con una de sus alumnas más importantes, Dörte Helm, muchacha de clase alta, que se ve interpelada y capturada por los métodos innovadores de la institución y se redescubre como mujer artista y militante por la igualdad de género.

De esta manera, a medida que se va concatenando el cuestionario periodístico, se constituye, paralelamente, el entramado interno de la institución, con flashbacks que nos  llevan a  escenas protagonizadas por maestros/as y alumnos/as, que marcaron una huella imborrable, un antes y un después, en la historia de las artes y el diseño y, además, se ven sumamente relacionados con el contexto sociopolítico vivido en la República de Weimar post Primera Guerra Mundial y previo al acenso de las fuerzas antidemocráticas en manos de Adolf Hitler.

La modernidad que trajo La Bauhaus, no sólo cautivó a hombres, sino, también, provocó una notable atracción para las mujeres contemporáneas y participes, algunas, de la segunda ola del movimiento feminista, que había logrado el sufragio para dicho género ese mismo año. En el primer año de la escuela, se inscribieron 51 muchachas y 61 muchachos, demostrando mucha igualdad entre unos y otros. En la serie, se pueden observar escenas que prueban la alegría de estas mujeres al inscribirse, libremente, en las cátedras que deseaban cursar sin ser excluidas.

Por ejemplo, seremos testigos de una escena donde Dörte Helm y Gunta Stôlz -otra alumna destacada de la escuela- se conocen y la segunda le dice a la primera que van a poder estudiar lo que quisieran, lo que tuvo real aplicación hasta 1921, año en el que todas las estudiantes matriculadas debieron anotarse sí o sí en los talleres telares. Definiendo la actividad femenina artística como hegemónicamente estaba vista: un estereotipo del trabajo artesanal delicado de las manos, asociada a la costura y, por lo tanto, al trabajo dentro del hogar.

La producción se vuelve realmente interesante cuando indaga más y más en el incumplimiento de esta promesa de la igualdad, es decir, la periodista hace hincapié en este tema y, también, en el vínculo sexual y afectivo del director Gropius con la alumna Helm, lo que fue un escándalo para la época y un comportamiento antiético inaceptable. Este detalle, nos interpela en nuestra cotidianidad, ya que somos testigos de muchas denuncias de alumnas que son acosadas, en su formación artística, por docentes que abusan de su poder. La serie elige contarlo como una historia de correspondencia amorosa, sin embargo, muestran que es un acto no legitimado por la institución, detalle que deberían rever los docentes y directivos de los espacios académicos actuales.

Por otro lado, es importante destacar el arte de la reconstrucción de época que tiene la serie, junto a un guión lleno de detalles, que permiten al espectador redescubrir este centro educativo tan emblemático y reflexionar sobre temáticas que aún siguen teniendo incidencia en nuestro presente ¿Por qué se conocen más artistas hombres que mujeres?  ¿Por qué nuestros marcos teóricos, en general, son postulados masculinos? ¿Hay un arte masculino y otro femenino o, simplemente, existe el arte? ¿Por qué, en la Bauhaus, no se cumplió la igualdad de género?

Los diversos discursos que conforman la narrativa de la serie erigen una mirada sobre el feminismo que estaba en boga y que aún sobrevive. Este tiene que ver con la falta de voluntad política para luchar contra la desigualdad de género, por considerarla una temática poco relevante y, desde el punto de vista de las organizaciones de izquierda -en la serie representada por el Partido Comunista- creer que le quitaba importancia a la autentica lucha: la de clase, que, por consecuencia, sería la que además aboliría todos los abusos de poder.

Clara Zetkin (1857-1933), militante comunista alemana y una de las pioneras de la organización de mujeres a nivel internacional desde una perspectiva de clase, desenmascara los intereses de las mujeres de la alta burguesía de la época, diciendo que el matrimonio no es más que un acuerdo económico que no posee sentido moral. Clara agrega, además, que estas mujeres de la alta sociedad no tienen ninguna función social en la familia, porque no son madres (ya que una niñera cuida a sus hijos), ni son esposas (no aman a sus maridos). Entonces, su necesidad de darle sentido a su vida estará ligada a la apropiación del capital, es decir, centrar su lucha en el derecho de ser dueñas de su patrimonio, que es el que, justamente, les ha quitado el hombre de su clase.

¿Por qué traemos a Zetkin en este escrito? Porque, el personaje de Dörte Helm, al enamorarse del director de La Bauhaus y éste pedirle matrimonio, reflexiona acerca de cómo va a devenir su identidad de artista libre y feminista a esposa relegada al ámbito privado. Es más, hay un diálogo que mantienen los dos personajes que sintetiza el conflicto y la posterior resolución.

Dörte: Walter, ¿por qué te divorciaste de Alma?

Walter: Disputas. Todo el tiempo, puras escenas.

Dörte: Pero, ¿por qué?

Walter: Porque se negaba a obedecerme.

Dörte: Y si me niego también.

Walter: Entonces, no me obedezcas.

Quizá, allí radique la diferencia y la potencia feminista, en la rebeldía y en comprender que nuestro movimiento no puede estar último en una simbólica escala de problemáticas sociales a disputar, sino, las consecutivas vejaciones de las que somos víctimas seguirán siendo una anécdota dolorosa o un fantasma que nos persigue. Las mujeres y disidencias hemos formado parte de todas las revoluciones, cambios, quiebres de paradigmas científicos y teóricos y creadoras de vanguardias estéticas. No cuidando a los hombres ni consolándolos en la casa, con un plato caliente de alimento o con la ropa limpia, sino luchando al lado de ellos. Sólo que, siempre, nos han borrado de la historia, como al mural de Dörte Helm.


Frida Jazmín Vigliecca es actriz, directora, docente y licenciada en Actuación (Universidad Nacional de las Artes).

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