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Inclusión social a través del arte en espacios comunitarios

Entrevistamos a Silvia Kremenchutzky, directora ejecutiva de Crisol Proyectos Sociales -desde su inauguración, en 1994-, para conocer el trabajo que realiza la institución con adolescentes y jóvenes de poblaciones en situación de vulnerabilidad, a partir de disciplinas artísticas.

F: Contanos qué es y a qué se dedica Crisol.

K: Crisol es una organización de la sociedad civil que nace en 1994, por iniciativa de un grupo de profesionales de las ciencias sociales. Nuestro trabajo está orientado al fortalecimiento de las políticas públicas y a la promoción de proyectos sociales, que tienen como protagonistas a poblaciones en situación de vulnerabilidad social.

Tenemos dos áreas de trabajo: Consultoría Social, que se dedica a realizar investigaciones, diagnósticos, sistematizaciones de experiencias y evaluaciones de política pública; y Desarrollo Comunitario, donde implementamos proyectos socioeducativos, laborales y artísticos en territorio. Los proyectos están a cargo de equipos interdisciplinarios conformados por sociólogos, educadores, recreadores, antropólogos, economistas, etc., de acuerdo a las características de cada propuesta.

F: ¿Cuáles son las premisas de las que parten en los proyectos artísticos y culturales?

K: Hay dos premisas básicas: la equiparación social y la integralidad. Entendemos por equiparación social la realización de acciones que habilitan la familiarización con estímulos, objetos y experiencias que son frecuentes y cotidianas entre otros sectores sociales: la lectura, los espectáculos, el entrenamiento corporal y artístico, la fotografía, etc. Para nosotros, aprendizaje implica un conocimiento susceptible de ser aplicado al servicio de la transformación social. Esta transformación significa, en el caso de las poblaciones vulneradas, la inclusión social, es decir, la incorporación en diferentes actividades e instituciones que amplíen la capacidad de participación y pertenencia. Incluye el conocimiento y/o reclamo por sus derechos, la equidad de géneros y el ejercicio de la ciudadanía plena.

Si se busca incidir en algún aspecto de la calidad de vida, cualquiera sea la temática específica de un proyecto (salud, educación, formación para el trabajo, creación, deporte, etc.), deben considerarse otras dimensiones (campos de aprendizaje, valores, crecimiento emocional y autoestima) que hacen a la integralidad de nuestro abordaje.

La formación integral, centrada en la equiparación social que hemos ideado, se propone romper el círculo vicioso de experiencias que dificultan el desarrollo del potencial que cada persona tiene. Requiere tiempo, trabajo sobre la autoestima y el desafío de plantear situaciones permanentes que permitan la familiarización de los integrantes de los proyectos con distintos estímulos, de forma tal que se genere la posibilidad de apropiación de conocimientos y se compensen las carencias de capital social.

F: ¿Podrías contarnos cómo son los proyectos que implementan?

K: Nuestros proyectos de inserción social a través del arte tienen dos componentes: el socioeducativo y el artístico-cultural. El primero, cualquiera sea la temática del proyecto (sexualidad, crianza de los niños, formación para el trabajo, noviazgos violentos, acceso a la salud, nutrición, teatro, música o danza, entre otros), está orientado a la equiparación social y a fortalecer conocimientos, socialización y autoestima. La mayor parte de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad han tenido vivencias de maltrato, discriminación y exclusión, lo que produce un impacto negativo en su autopercepción. Hay que iniciar un proceso de recuperación de la confianza en su capacidad de aprendizaje.

La información, el conocimiento y el aprendizaje están naturalizados en los hogares de sectores sociales más acomodados; es por eso que la educación y el desarrollo del proceso creador son los principales instrumentos de equiparación social y de salud mental. La perspectiva de géneros, transversal a todos nuestros proyectos, implica la revisión de los estereotipos de género, la construcción de las identidades y el conocimiento y ejercicio responsable de todos sus derechos.  Libertad sexual, derecho a la autonomía, integridad y seguridad sexual, derecho a la expresión sexual emocional, a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables, derecho a la educación sexual integral y a la información.

Las mujeres pobres, en tanto población doblemente vulnerable, encuentran en las actividades educativas y en su propia organización un espacio de empoderamiento, que las hace más independientes y con capacidad para la toma de decisiones en el ámbito doméstico y con relación a la crianza de sus hijos. Estas actividades tienen un impacto en sus capacidades de aprendizaje, liderazgo, organización y autoestima.

F: ¿Podrías darnos algún ejemplo?

K: Sí, claro. En un proyecto en un comedor comunitario, comenzamos con actividades de promoción de la lectura. Se leían y comentaban cuentos que eran utilizados como disparadores para que las integrantes del grupo pudieran comentar temas que, habitualmente, son silenciados: vivencias de soledad, sobrecarga por las responsabilidades familiares, violencia de género, etc. En un momento determinado, surgió la demanda de conectarse con la informática. Sin embargo, el manejo de un procesador de textos implicaba tener algunos conocimientos, principalmente,  de ortografía, con los que no contaban. Esta situación provocaba mucha vergüenza y el aprendizaje se evitaba. Cuando, con la guía de la facilitadora, lograron avanzar, primero, copiando textos de los libros y, luego, escribiendo sus propias reflexiones, pudieron compartir estas vivencias de vergüenza y desvalorización y sentir que, a pesar de todas las dificultades, eran capaces de aprender.

El segundo componente es el artístico-cultural. El arte es un medio de comunicación y transformación. Las disciplinas artísticas facilitan la participación activa de los sujetos en la comunidad. Tenemos proyectos de danza, teatro, circo, promoción de la lectura, música y narración. Si se incentiva la creatividad y el contacto con actividades culturales y alternativas de expresión, se estimula el desarrollo personal, las relaciones interpersonales, la integración y la inclusión social.

Las prácticas artísticas y culturales, como herramientas de expresión, ayudan a la construcción de vínculos sociales. A través de ellas, es posible crear espacios de interacción que fomenten la interpelación de los sujetos, la reflexión y el intercambio de experiencias y problemáticas que experimentan en su vida cotidiana.

F: ¿Dónde implementan los proyectos?

K: En la actualidad, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires particularmente, pero no exclusivamente en la Villa 15 o Ciudad Oculta. Es una urbanización informal con una alta densidad poblacional. Allí viven unos 15 mil habitantes, procedentes de distintos puntos del país y de países limítrofes, principalmente, Bolivia y Paraguay. El contexto socioeconómico y cultural de la población del barrio es de alta vulnerabilidad.

A partir de un diagnóstico realizado con habitantes y organizaciones del barrio, vimos que sus principales problemáticas son: la dificultad de acceso a los servicios de salud, embarazos adolescentes, la propagación del consumo de drogas; problemas de acceso a la vivienda y la educación; el aumento de la violencia y la delincuencia; problemas de higiene asociados a la administración de los servicios de recolección de la basura y la deficiencia en la provisión de servicios básicos como cloacas; entre otros.

Trabajamos, siempre, en gestión asociada con instituciones del barrio (merenderos, comedores comunitarios, juegotecas, escuelas medias, etc.) y, en conjunto, vamos seleccionando los temas de nuestros proyectos. Desde 2007, implementamos, aproximadamente, cuarenta proyectos socioeducativos y artístico-culturales que incluyen talleres de disciplinas artísticas, campañas comunicacionales y salidas culturales.

F: ¿Qué resultados obtienen del trabajo que realizan?

K: En general, lo que vemos como indicadores de resultados son: una mayor confianza en sí mismxs; la vuelta al sistema educativo, en los casos en que lo hubieran interrumpido (algo que siempre estimulamos); menor timidez para hablar en grupos grandes; desarrollo de la capacidad de negociación y de exposición de las propias ideas; conciencia sobre el sometimiento de las mujeres en sus vínculos (con el padre, el novio, los hermanos o el marido); y el derecho a enfrentarlos. También, el inicio de emprendimientos productivos, algo que venía siendo tendencia hasta 2015, pero que se vio interrumpida por la crisis económica y social provocada por el gobierno de Cambiemos, que asumió en dicho año.

En síntesis, es importante que los proyectos pongan al alcance de la población vulnerada la experimentación de alternativas educativas y culturales, ampliando sus modelos de referencia y facilitándoles el acceso a dichas opciones. Es el camino adecuado y necesario para incrementar sus posibilidades de desarrollo personal y de relacionamiento y, por lo tanto, de inclusión social.

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