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Haroldo Conti contra el olvido de los seres y las cosas

Entrevista a Alejandra Conti

Qué decir de Haroldo Conti que ya no se haya dicho. Extraordinario escritor, docente, periodista, uno de los más destacados de su generación. Autor de novelas como Sudeste; Mascaró, el cazador americano; y Alrededor de la jaula, por mencionar sólo algunas, y de cuentos de la talla de La balada del álamo carolina; Las doce a Bragado; Todos los veranos y A la diestra. Este último cuento es el que quedó inconcluso, en su máquina de escribir, el día de su secuestro y desaparición forzada la madrugada del 5 de mayo de 1976, durante la última dictadura cívico-militar en la Argentina.

Alejandra Conti, heredera de la vocación artística y docente de su padre, es artista plástica, profesora de dibujo y grabado en el Instituto Vocacional de Arte Manuel de Labardén, entre otras Instituciones, e hija mayor del querido escritor.

Tuvimos oportunidad de charlar con ella a propósito del reestreno, en su segunda temporada, de la obra teatral Confesiones de un escritor, de Juano Villafañe. Esta obra, dirigida por Manuel Santos Iñurrieta, con Gustavo Pardi, Diana Kamen, Pepo Migliori y Gabriela Perera, cuenta una imaginaria última noche del escritor y sus dos compañeras de vida, que, centrada en su propia obra literaria, en sus ideas y reflexiones, nos lleva a pasear por el imaginario y la escritura de un Haroldo ensoñado.

Les invito, entonces, a conocer a Haroldo y a su hija Alejandra, a encontrarlos a partir de breves textos que nos abrirán las puertas para abordar algunas temáticas.

Respecto al modo de encarar la escritura, dijo Haroldo, en un reportaje: “En todos mis libros yo he visto a los personajes… yo necesito encarnarlos, pensarlos como seres vivos, darles cara y cuerpo para poder escribir sus historias. Crear un determinado clima, y la imagen en función de ese clima. Me gusta la idea de Pavese de que la cosa consiste en crear climas y atmósferas” (Reportaje en El contemporáneo, Buenos Aires, junio de 1969).

Con Fervor: Vos estuviste en el estreno de Confesiones de un escritor, ¿cuáles fueron las impresiones que recibiste de este espectáculo?

Alejandra Conti: Confieso que cuando me invitan a algún homenaje u obra sobre mi padre, siempre, hay una incógnita, ¿qué voy a ver, como repercutirá eso en mi persona? Es difícil tener un punto de vista objetivo porque de alguna manera estoy viendo la personificación de mi viejo en Confesiones de un escritor. Juano Villafañe me había aclarado que era un escritor y dos mujeres y no existía la pretensión de una personificación literal. La idea me gustó mucho y fue una grata sorpresa verla porque es fresca y ágil. No hace hincapié en el tema de la desaparición, no tiene golpes bajos, es muy sutil.

Fue una experiencia muy hermosa verla y, también, muy mágica. Y digo mágica porque en un momento dado el actor sube a una escalera y con una hoja que tiene en la mano y en la que ya ha estado escribiendo durante la obra, hace un avión de papel y lo arroja a la platea. Había cualquier cantidad de gente y los artistas casi no podían ver al público. No saben quién está ahí y no sabían tampoco si yo estaba. El asunto es que lo arroja al público desde arriba de la escalera y yo veo como viene el avión hacia mí y se me clava en el cuerpo.

Me fui con el avión a casa y es lo primero que le conté a mi hijo Julián, no le dije, mirá, la obra es linda, tiene dinamismo…, nada de eso, le dije, mirá, lo que me pasó… y le conté la historia del avioncito… fue muy mágico muy lindo.

CF: Al referirse a sus inicios en el gusto de contar acude a la memoria paterna y recuerda: “Mi padre era un viajante, un tendero ambulante y yo salía a recorrer el campo con él; se encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese hábito de contar oralmente”. (Entrevista Un simple trabajador, de Heber Cardoso y Guillermo Boido, La Opinión 15 junio de 1975). Tu padre ha calado muy hondo, muy profundo en quienes lo hemos leído y lo admiramos como escritor y ser humano comprometido con su tiempo. Así como tu abuelo ejerció influencia sobre tu padre, ¿qué de Haroldo caló en vos y atraviesa tus elecciones? ¿Qué cosas de tu padre recordás que siempre están presentes?

AC: A mí, me queda muy presente el Haroldo viajero. Un día te levantabas y el viejo no estaba. En una oportunidad, no sé cómo ni quién, lo había invitado a La Rioja y estaba fascinado porque había ido a un lugar que se llamaba Valle de la Luna. ¡Estaba con una euforia! Otra vuelta lo habían invitado a Brasil en un velero. Abriendo un paréntesis, en esa oportunidad, en ese viaje por Uruguay conoce La Paloma.  Nadie sabía dónde era La Paloma en esa época. Pero no solo eso, ahí es donde encalla con la embarcación y nos contaba que le dieron, lo que él llamaba un diploma de náufrago. La Prefectura tomó los datos de los que estaban en el naufragio y les dio un papel, un certificado y muy jocosamente hablaba de su diploma de náufrago. Resulta que yo pensé que era un poco fantasía de él y un día en casa de mi vieja, revolviendo cosas lo encontramos, existía aquel diploma.

Con respecto a los viajes, te sorprendía, se enganchaba en muchas cosas, tenía esa necesidad del caminante de contactarse con la gente.

Por otro lado, era muy fuerte su afinidad con la gente. Él no hablaba de literatura. Por ejemplo, lo recuerdo en el Tigre, con Teresa Bruzzone y los vecinos haciendo pan. Teresa le enseñaba cómo amasar.

Las cosas que él contaba eran las que vivía. Sus personajes son conocidos nuestros, los tíos, la familia o los amigos como el Flaco Fourcade. Todo era real, humano, con un tinte de poesía y un dejo de melancolía, de tristeza del hombre solo. Eso es lo que yo percibo en su obra. Menos en Mascaró. Mascaró es una joya que coincide con otra parte de su vida.

Alejandra Conti, durante la entrevista en el Centro Cultural de la Cooperacion.

CF: ¿Vos crees que él está presente en la elección que te llevó por el camino de la docencia?

AC: Seguramente, porque él me llevaba a veces cuando daba las clases. Me sentaba en el último pupitre. A mí, me daba mucha vergüenza. Me debe haber quedado porque cuando me tocó elegir, elegí una escuela de arte para ser docente.

CF: ¿Te reconocés en esas clases que vos veías? ¿Hay algo de ese Haroldo docente que esté en vos también?

AC: Sí, la transformación, el histrionismo, lo divertido, el juego. Así lo recuerdan también quienes fueron sus alumnos.

CF: Hay, por lo menos, tres entornos que marcan su obra. Chacabuco primero, el Delta del Tigre segundo (en adelante Tigre) y la ciudad de Buenos Aires. Haroldo nace y se cría en esa ciudad de la Provincia de Buenos Aires, donde habita su familia de origen y dice: “Con el tiempo, Chacabuco ha adquirido un relieve fantasmal para mí. En realidad, cuando escribo hablo de ese Chacabuco mío. No es exactamente el Chacabuco que ahora existe, acá, a doscientos kilómetros de Buenos Aires…” (Entrevista realizada por Roberto Cuervo en 1975). ¿Qué recuerdos tenés asociados a Chacabuco?

AC: Nosotros íbamos a Chacabuco en las vacaciones de invierno y era todo un mundo desconocido. Chicos de la ciudad que nos fascinábamos viendo gallinas, patos, lechuzas. Todo era nuevo y la pasábamos bárbaro.

Hay una anécdota muy cómica, cómica ahora porque la relación con los padres era diferente. Él no era el escritor era mi padre y que le ibas a discutir que ibas a decir, vos escuchabas y hacías caso. Un día que estábamos en lo de la tía Maruca, viene y dice: – Bueno, vamos que les voy a mostrar algo. Entonces nos subimos mi hermano Marcelo y yo a la parte de atrás del auto, calladitos. Tomamos un camino de tierra, ni una vaca, mejor dicho, una de vez en cuando. Tierra y más tierra, unos yuyos…nada. En un momento el camino se cerraba y para el auto, lo que había era una tranquera. Entonces se baja y dice: “Miren”.

Nosotros nos bajamos del auto y miramos, lo único que vimos fue un árbol hermoso, divino…, pero un árbol. No dijimos nada. Nos quedamos solemnemente un rato mirando el árbol y después nos metimos en el auto y volvimos.

Con los años al leer la Balada del álamo carolina, cerró todo y ahí me di cuenta de que había visto EL ÁRBOL.

CF: De su lugar de origen, Chacabuco al Delta del Tigre, lugar elegido en sus años de adulto: “Por aquellos años conocí el Delta, uno de los metejones de mi vida, me dediqué a construir un barco… fui conociendo a la gente de la costa…Y con toda naturalidad, mientras construía ese barco, surgió Sudeste. Así empezó todo” (Entrevista de Heber Cardoso y Guillermo Boido, en La Opinión, 15 de junio de 1975).

En este fragmento nos habla de un momento fundacional relacionado al barco Alejandra (claramente, un acto de amor de padre) y a la aparición de su primera novela la que lo ubicaría en otros escalafones literarios. ¿Cómo era ese barco, ese río, esos paseos en la mente y el corazón de una niña?

AC: No era consciente de que el barco llevaba mi nombre. El otro día estaba charlando con mi tía Pocha (Lidia Olga Conti), su hermana, y le pregunté ¿cómo consiguió un barco? que en realidad era un bote, un bote grande de esos que eran botes salvavidas. Entonces, me entero que había un remate, creo que de la Marina y mi tío Casagrande (esposo de Pocha que figura en muchos de los relatos) le avisa y se van para allá. Él compra uno de los botes y convence, le contagia a mi tío Luis el entusiasmo y mi tío se compra uno también.

Con mi viejo, nos íbamos a una especie de astillero en donde estaba el inglés Tony Beck (otro personaje de sus cuentos). Vivía allí con su madre y le enseñó todo para poder ir transformando el bote en un velero. Para nosotros, eran hermosos los paseos y estar en un barco. Todo en estado salvaje porque no era el Tigre de hoy.

Me acuerdo que un día nos puso unos salvavidas que no son como los de hoy, eran aros como de caucho, ató una soga y sin preguntar nos tiró al agua. Así aprendimos a nadar.

CF: Sabemos que aquellos caminos lo llevaron a rescatar las diversas poéticas literarias asociadas a la llanura, el río y los entornos urbanos. “Uno es historia. ¿Qué hay para adelante? Caminos…” (de Mascaró, el cazador americano) ¿En qué lugar de la naturaleza y de la vida sentís que tu padre tenía su mayor arraigo?

AC: En la ciudad estaba como enjaulado. Así que llegaba el fin de semana y ya nos íbamos. Invierno, verano…no importaba nada, ni la temperatura, ni la lluvia, nada, no había discusión. Si bien el amor de su vida fue Chacabuco yo creo que su lugar en el mundo era el Tigre, como si hubiera sido tigrero desde siempre. Yo creo que al Tigre lo odiás o lo amás, porque es tan dura, tan cruel la vida ahí. Yo los veía… gente muy luchadora, muy sufrida, las manos de trabajo, la cara curtida, la soledad…no es nada poética la vida real ahí y él le tenía un amor incondicional al lugar, pero, principalmente, a la gente. Los personajes de sus novelas son reales.

Los vecinos de al lado, los Bruzzone, tenían una parrilla y tengo la imagen de unas noches en unas mesas muy largas tomando vino, comiendo empanadas y todos mirándolo y escuchando sus relatos. Mi padre tenía un gran carisma y te contaba las cosas de una manera que te enganchaba en su relato. Pero, no sólo hablaba, sino, que, también, escuchaba. Porque, de todos esos personajes escuchaba atentamente sus experiencias.

Volviendo a la obra Confesiones de un escritor, me gusta la frescura, lo cotidiano y la presencia de sus compañeras. Yo comenté antes que Mascaró era otra etapa, es decir, todo lo que es Sudeste, En vida, Alrededor de la jaula es de su vida con Dora Magdalena Campos, mi madre, y todo lo que es Cuba, Casa de las Américas, Mascaró es Marta Scavac, su segunda compañera. Para mí, es un antes y un después, no lo digo como crítica literaria sino por lo que yo percibí. Sus dos compañeras marcan dos etapas literarias en su vida y, a mí, me sorprendió que la obra Confesiones de un escritor rescatara eso y que no girara solo en torno del escritor, que las mujeres tuvieran una presencia y un papel que en la vida real tuvieron, eso me gustó mucho.

CF: Alguna vez, Harodo dijo y lo rescatamos en Confesiones de un escritor: “Pero, a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante” (del cuento Perfumada noche). Si asociamos los años de oscuridad con los largos años de búsqueda y dolor que prosiguieron a su secuestro y desaparición en manos de la Dictadura, ¿cuál es el minuto en la vida con tu padre que resplandece con luz deslumbrante, ese momento que atesoras como luminoso?

AC: Parece una simpleza, pero, así como cada personaje tiene su historia y su ámbito mi viejo y yo teníamos el zoológico.

El zoológico era muy mágico, era nuestro lugar. Pero esos paseos eran muy ambiguos, porque, siempre, terminaban en lo mismo, llegábamos con amor y entusiasmo a ver a los animales y salíamos puteando por las jaulas, por el estado en que estaban los animales.

Recuerdo al respecto que un día estaba escribiendo. Escribía siempre y tenía sus horarios para hacerlo. Él en su cuarto y nosotros en el living, no hacíamos ruido ni nada, no volaba una mosca cuando él trabajaba. Ese día sale del cuarto y me deja sobre la mesa 4 papelitos con cuatro frases y me pide que elija uno. Los leo, por supuesto no pregunte nada, elijo y le señalo el que decía Alrededor de la jaula. Tomó el papelito y se fue a seguir escribiendo. Después me enteré que era el título de un libro que gira en torno a ese pibe que libera o roba un animal del zoológico y se lo lleva a dormir al auto donde dormía también él. Sergio Renán hizo una película de esa novela. Lo que sucede es que a Sergio lo presionaron para que cambiara el título. Me acuerdo que nos llamó y nos dijo que había un problema. Se estrenaba en junio del 76, mi viejo había desaparecido hacía poco más de un mes y Renán tenía miedo de que no la dejaran estrenar o pasara algo y la productora nos preguntó si accedíamos a que le cambiara el título porque había recibido objeciones. Entonces accedimos y se estrenó con el nombre Crecer de golpe. Eran momentos muy tensos, no sabías si iba a haber un atentado o que podía pasar.

Siempre pido, como docente, que se divulguen los libros y cada tanto hacen partidas de libros para los estudiantes y me preguntan qué título elegiría y les digo Alrededor de la jaula. Es mi preferida a nivel afectivo.

Imagen de la obra Confesiones de un escritor.

CF: “El escritor es escritor nada más que cuando escribe, después es cualquier otra cosa.” ¿Quién era Haroldo cuando se silenciaba el ruido de las teclas de su máquina de escribir?

AC: Era un personaje constante lo que no le impedía ser muy metódico, con horarios para las cosas. Es más, hasta nos ponía horarios para ver la televisión. Resulta que todos mis compañeros de escuela tenían televisión y nosotros no. No sé cuántas veces lo habré encarado y pedido que nos comprara el televisor. Yo le pedía, pero, decía que no, sin explicación, después, con los años entendí el tema del consumo, la caja boba… Debo haber insistido mucho y lo convencí, pero, teníamos horarios y cuidadito que lo fueras a prender en otro horario.

No recuerdo a mi padre sentado frente al televisor, salvo con Tato Bores.

Respecto a las clases le dieron para dar latín y educación democrática y según testimonio de los alumnos él les daba cualquier otra cosa.

CF: Tom Lupo contó en un testimonio, creo que en la película Homo Viator, de Miguel Matos, que cuando fue alumno de tu padre él les dijo que no iban a estudiar latín que no les sería tan útil y comenzó a leerles literatura latinoamericana, por ese entonces no tan conocida como ahora.

AC: Me encanta escuchar el testimonio de sus alumnos y como anécdota recuerdo que la directora de una de las escuelas en la que trabajaba lo apercibió, le dijo: “Conti no puede ser todas sus alumnas tienen nueve y diez en latín y educación democrática”.

CF: Además de un innovador, era un tipo profundamente creyente, su ideología y su participación en cuestiones políticas no le quitó su creencia, su fe.

AC: Mi madre, siempre, decía que tardó como un año en dejar la sotana luego de abandonar el seminario. Descubrir eso fue sorprendente para mí. En casa estaba la sotana, pero, yo no la veía como sotana, para mí, era una capa y yo, a veces, le pedía que me prestara la capa y con ella me sentía Batman.

Era muy devoto de la Virgen de Luján, es más, Marcelo y yo somos bautizados en Luján. Una gran fe por la Virgen. Cuando allanaron la casa se llevaron y rompieron todo, pero, la máquina de escribir no la tocaron y en ese escritorio estaba la Virgen de Luján que, aún, conserva mi tía, una Virgen de porcelana bellísima en una especie de vitrina de madera labrada. No la tocaron.

CF: Hay una frase que se repite, varias veces, en la obra Confesiones de un escritor, una pregunta que es respondida con ecos, con retazos de imágenes y de palabras. A la diestra, ¿qué quiere decir a la diestra, Alejandra?

AC: Yo lo asocio a las palabras en latín a lo religioso. También, me pregunto porque puso en latín la frase “Este es mi lugar de lucha y de acá no me mueven”, que estaba en la cartelera de su escritorio. Por eso, a la diestra lo relaciono con el latín y con lo religioso… a la diestra de Dios Padre. Me quedo con eso la cosa de seminarista, la religión estaba presente en él.

CF: Me atrevo, a decir, con tu permiso, que fue un hombre con una gran fe en Dios y en el Hombre, es decir un creyente en la Humanidad.

AC: Él lo decía siempre yo todavía creo en el hombre, y me llega porque creo que realmente creía en el hombre, en la lucha, en la igualdad y en un montón de cosas que para él no eran solo palabras. En uno de estos encuentros que teníamos en el bar, antes de que él entrara a la escuela a dar sus clases, llegué a decirle: Papá, ¿por qué no te vas? Y no me contestó nada. A mí, ya me había llegado la información de que había una lista en la cual estaba Rodolfo Walsh, también. Yo hubiese preferido que él se hubiera asilado. Hubiera preferido tener un padre. Es más, pienso, que él hubiera seguido su lucha. Eso es lo que me queda a mí, que cuando le avisaron él tenía posibilidades todavía de asilarse.

Marta Scavac, su segunda mujer, después del secuestro se asiló en la embajada de Cuba, con mi hermano Ernesto. Por eso, me queda esa pregunta ¿por qué él eligió quedarse? Ese dolor está compensado en parte, porque, su obra sigue generando cosas, sigue de algún modo estando presente. Eso es lo que me mueve, mantenerlo vivo a través de su obra.

Imagen de la obra Confesiones de un escritor.

 

 

Datos sobre la obra teatral Confesiones de un escritor, de Juano Villfañe

 

Confesiones de un escritor puede verse los viernes a las 20hs. en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, ubicado en Av. Corrientes 1543, CABA. 

Ficha artístico-técnica:

Dirección y puesta en escena: Manuel Santos Iñurrieta

Texto original: Juano Villafañe

Trabajo dramatúrgico: Juano Villafañe, con la colaboración de Manuel Santos Iñurrieta

Intérpretes: Gustavo Pardi, Gabriela Perera y Diana Kamen

Música original: Pepo Migliori

Asistencia de dirección: Marina García

Asistencia técnica: Rodrigo Isequilla

Diseño de iluminación: Horacio Novelle

Diseño de vestuario: Alicia Gumá

Diseño de escenografía: Diego Maroevic

Producción ejecutiva: Juan Gabriel Yacar

Fotografía: Gisela Romio

Prensa: Daniel Franco

Diseño gráfico: Claudio Medin

 

La nota completa puede verse en el siguiente enlace: https://youtu.be/02X8EoQ2CsY.


1. Chacabuco es una ciudad localizada al noroeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, La distancia entre Ciudad de Chacabuco y la Ciudad de Buenos Aires es de 192 km.

2. El Delta del Tigre, es la parte baja del Paraná que nace en la Provincia de Entre Ríos y desemboca en el Río  de la Plata. Este río de aguas sedimentarias desemboca en el Río de la Plata, dando así vida a un conjunto de islas y arroyos que lo conforman.

Gabriela Perera es licenciada en Arte, investigadora en Arte y Educación en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, docente de Teatro en el Instituto Vocacional de Arte M. de Labardén, actriz, directora y dramaturga. Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.

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