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Flow, sensible película animada que obtuvo el Globo de Oro al Mejor filme animado

La película del letón Gints Zilbalodis es un notable relato protagonizado por animales, que prescinde por completo de palabras para cumplir con el noble objetivo de cautivar a espectadores de diversas edades. Está nominado al Oscar por partida doble: Mejor película animada y Mejor película extranjera.
Flow (coproducción entre Letonia, Bélgica y Francia) es esa clase de rara avis de la animación que puede conmover a las audiencias de todas las latitudes y de todas las edades, como alguna vez ocurrió con el filme Las trillizas de Belleville (2003).
La película de Zilbalodis merece ser disfrutada en pantalla grande, en donde se podrá apreciar un minucioso trabajo de composición empleado para narrar la vida cotidiana de un gato negro. Un día, este pequeño animal se verá obligado a embarcarse -literalmente- en una aventura post-apocalíptica. Y ya nada será igual.
En Flow no hay humanos, pero sí rastros de que alguna estuvieron de forma más o menos reciente. Todo el ambiente empieza a llenarse de agua; son pocos los que pueden adaptarse y, los que aspiran a salvarse, tendrán que luchar permanentemente por su vida.
Ante los ojos del carismático gato negro pasarán miles de ellos y con algunos tendrá que lograr una especie de hermandad impensada. En esta necesidad de conformar una pequeña comunidad de débiles, se visibiliza en la película un gesto político para dar cuenta, metafóricamente, de la fragilidad de los subalternos y la condición política de toda asamblea. No hay un regodeo con eso, pero es claro que en allí reposa su eficacia y la empatía que genera con los espectadores.
Finalmente, podemos decir que tenemos una película protagonizada por animales (dibujados, pero animales al fin) que no hablan ni mucho menos cantan o bailan, pero que portan la extrañeza de estar forzados a entablar una comunidad para no morir en el camino. Lejos del protocolo de Disney, no hay canciones pegadizas ni secuencias slapstick para criaturas antropomorfas; aquí es cuestión de tiempo, de ver a los protagonistas luchar y, así, conocerlos hasta desear que lleguen a buen puerto. En suma, quererlos. La identificación por compasión en los relatos sigue -y seguirá- vigente.
El prodigio técnico también se consagra por la forma en la que Flow transpone en pantalla los movimientos animales, sin humanizar a estas criaturas frágiles; apenas hacia el final se asoma un gesto ligado a las comunidades que nos podrá parecer familiar, pero que se impone como consecuencia de lo que se cuenta y no como un capricho de la narración.
Ezequiel Obregón es docente en el área de Lengua y literatura y periodista cultural. Es estudiante de la Carrera de Artes Audiovisuales, con orientación en Realización (UNLP). Integra el Área en Investigación de Ciencias del Artes del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en San José, Temperley, provincia de Buenos Aires.
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