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¿De qué te reís, Bergson?

Este análisis no tiene la intención de agotar, ni mucho menos, el libro de Henri Bergson. Sí, ser un acercamiento para quienes no lo leyeron y poder despertar cierto interés. Para los y las que trabajamos con el humor, es una fuente de consulta, sino imprescindible, por lo menos, muy importante.

Bergson fue un filósofo francés no muy reconocido en su tiempo. Pero, rescatado luego, entre otros, por el famoso pensador Gilles Deleuze. Escribió muchos libros, como La evolución creadora, Materia y memoria, entre otros. Escribió mucho y bien. Tanto es así, que le otorgaron, en 1929, el premio Nobel de literatura. Y, por supuesto, también, nos dejó La risa. Ensayo sobre el significado de lo cómico.

Si bien, es de tinte filosófico, el análisis que realiza sobre la comicidad es muy interesante y trataré de llevarlo para entender cómo se articula con la práctica.

La risa es un hecho social, nos dice el autor, nada fuera de la sociedad nos hace reír. Y, coincide con Aristóteles en que el hombre es el único animal que ríe. Si nos causa gracia un animal es porque captamos un gesto, alguna actitud o algún rasgo humano. Por eso, nos reímos de los monos, ya que, son los que más se nos parecen. Es que, siempre, existe una tendencia antropocéntrica y antropomórfica.

Para Bergson, la risa es un gesto social y, sobre todo, una sanción. La risa es de un grupo, hacia el interior y en contra de otro u otros grupos.

La risa, entonces, custodia las costumbres “haciendo que nos esforcemos por parecer lo que deberíamos ser, lo que indudablemente llegaremos a ser algún día”, dice Bergson. Ya que, cuando alguien se corre de lo establecido, de lo consensuado, de lo esperado socialmente aparece la risa para corregirlo, para reprimirlo o castigarlo. Es que nadie que no busque la risa deliberadamente quisiera ser víctima de ella. Si somos burlados nos modificaremos, al menos, en el aspecto externo, nos dice Bergson.

La hipótesis principal del libro es que nos reímos cuando vemos “lo mecánico calcado sobre la vida”. Ya que, para el autor, la ley fundamental de la vida es que nada debe repetirse. Esperamos cierta plasticidad, adaptación y flexibilidad en la vida cotidiana. Cuando alguna de estas premisas se ausenta, comienzan toda clase de inconvenientes, tanto desde lo físico como lo psíquico. Pero, sucede siempre que algún gesto, algo del carácter se repite generando cierta mecanización. Por lo tanto, va a girar alrededor de lo mecánico, la rigidez y lo involuntario gran parte de su análisis.

Y nos da el ejemplo típico de alguien que camina por la calle, tropieza y cae. Acá se conjugan varias características. En principio, tenemos una degradación de la imagen del que se cae. Si tenemos en cuenta que, en la vida cotidiana, proyectamos una imagen idealizada, que tratamos de cuidarla y exigimos que los demás la respeten.

Pero, además, en este ejemplo se conjugan otras características. La rigidez, cierto automatismo y la desadaptación, ya que no se logró a tiempo una modificación en el andar para evitar el tropiezo. Porque, es cierto que, en la vida cotidiana, muchas de las acciones las realizamos de manera poco consciente. Sobre todo, las que estamos acostumbrados a repetir. De hecho, cierta acepción de la palabra cotidiano está ligada a lo que se repite, a lo que vuelve a suceder. Caminar, subir y bajar las escaleras. Esto último, si lo hiciéramos pensando como apoyar el pie en cada escalón, sin duda alguna, nos caeríamos. Por eso y teniendo en cuenta cierta inercia y el peligro que conlleva potencialmente, se utiliza en el paso peatonal de una vía de ferrocarril lo que se denomina laberinto, para, justamente, cortar el recorrido sin parar.

La distracción se suma a estas características. Pero, Bergson destaca lo involuntario por sobre lo demás. Lo que le suceda tiene que ser contra su voluntad para que nos riamos. Por eso, “es cómico todo incidente que atrae nuestra atención sobre la parte física cuando nos ocupábamos de su aspecto moral”. Un conferenciante que estornuda sin parar o tiene un ataque de tos en medio de su ponencia.

También, reconoce que, para que aparezca la risa, es necesario cierta insensibilidad del “corazón”. La risa apunta a las inteligencias puras, dice Bergson. Ya que no hay peor enemigo de la risa que la emoción. Si nos afecta lo que le sucede al otro, no nos reímos. Algo de la “forma” tiene que aparecer para que nos desafectemos. Ya que, cuando la forma impregna el sentimiento retrocede.

Pero, ¿cuáles podrían ser los límites de la risa? Tomo lo que dice Alfred Stern, en su libro La risa y el llanto. El autor desarrolla una teoría axiológica (de los valores). Enfatiza, sobre todo, la diferencia entre la degradación y la pérdida de valores. Y, sobre el mismo ejemplo de Bergson, de alguien que se cae en la calle, nos dice Stern que, efectivamente, nos podemos reír por la degradación que conlleva. Pero, si en la caída, luego, notamos que se murió, ahí, aparece la pérdida de un valor (la vida) y pasamos de la risa al llanto.

Georg Simmel.

Rigidez y vicio

Bergson se pregunta si lo que tiene de rígido la idea fija no tendrá un correlato con el vicio del carácter. Y nos dice que el vicio que nos convierte en personajes cómicos es aquel que nos viene de afuera, “aquel que nos impone su rigidez en lugar de amoldarse a nuestra flexibilidad”.
Para el autor, cuando se pinta un vicio en el drama, el personaje lo asimila de tal manera que vemos diluidas las características del vicio y sólo vemos al personaje. En cambio, en la comedia, se refuerza las características del vicio. De ahí, deduce que las tragedias llevan nombres propios (Otelo, Ricardo III) y las comedias nombres genéricos (El avaro, El jugador). También, nota que es más fácil ridiculizar la rigidez de una virtud que la flexibilidad de un vicio.

El disfraz y lo cómico

Para Bergson, “un hombre que se disfraza es una figura cómica. También lo es un hombre que parece haberse disfrazado”. Porque, cuando alguien está vestido con la moda actual, nuestra imaginación no distingue entre la persona y la ropa. Son uno solo. Pero, si se viste con una moda anterior, decimos que parece disfrazado. Lo mismo sucede con alguien que se viste con una moda anterior o de manera excéntrica. Ahí, separamos la ropa de la persona.
Georg Simmel -sociólogo alemán- escribió un estudio sobre la moda, donde, también, notó algo parecido a la separación del cuerpo y la vestimenta. Y se refiere a que, cuando nos ponemos un traje nuevo, algo de la forma (cierta rigidez) se nos impone y parece separado de nuestro cuerpo. Luego, de a poco, se va generando la transición de manera inversa. Y somos nosotros quienes le imponemos nuestra forma a la ropa. También, habla sobre cierta rigidez y homogeneización de los movimientos cuando vemos a grupos de personas vestidas de la misma manera (ropa deportiva, vestido de fiesta, esmoquin, etc.).
Lo cierto es que “toda moda es ridícula bajo algún aspecto. Sólo que, cuando se trata de la moda actual, nos acostumbramos a ella”, dice Bergson.

William James.

Vestimenta e identidad

La vestimenta es parte de la identidad. Nos vestimos para parecernos a algún grupo, para diferenciarnos de otros o para no parecernos a nadie. Pero, existe una voluntad de mostrarnos. Un poco, es la paradoja de la moda. Es un proceso de imitación y de diferenciación.
Ayuda a crear una imagen que queremos proyectar. Ya que, si seguimos las palabras de Williams James, “nuestra imagen está en la mente de los otros”. Por eso, tratamos de que esa imagen sea positiva.

Ridiculizar al otro por su vestimenta es un atentado al yo. Pero, también, es una herramienta más que utilizan los clowns y los payasos para ridiculizarse y encontrar la risa del público. Un viejo dicho dice que el hombre está conformado por tres partes: cuerpo, mente y vestimenta.

Palabra cómica y palabra ingeniosa

Para Bergson, “una palabra es cómica cuando nos hace reír de quien la pronuncia, e ingeniosa cuando nos hace reír de un tercero o de nosotros mismos”.
Me inclino a pensar y relacionar a la palabra cómica con la muletilla, el latiguillo. Esa frase que se repite y, en la repetición, se vacía de significado y deja de comunicar lo literal. Y, efectivamente, nos reímos de quien lo dice y, sobre todo, de cómo lo dice. Y la palabra o frase ingeniosa está más ligada al chiste.

Entre lo cómico y lo feo

El autor se pregunta si lo feo hace reír. Por su puesto, se da cuenta, inmediatamente, de que es difícil dar una definición de lo feo, como, así también, de la belleza. Pero, cree que, si agravamos lo feo, pasamos a lo deforme. Y nos encontramos en un camino que pasa de lo deforme a lo ridículo. De ahí, extrae una ley: “Toda deformidad susceptible de imitación por parte de una persona bien conformada puede llegar a ser cómica”. De ahí que, muchos personajes cómicos, se inclinan por la imitación, deformando ciertas rigideces del cuerpo y del carácter.


Algunos recursos de la comicidad

Por último, Bergson describe algunos recursos como los más usados en la comedia.
Como lo cómico es inconsciente, el personaje no sabe qué hace reír. Entonces, la repetición, que genera lo mecánico, la rigidez y, sumado a lo involuntario, son de los principales recursos. Puede ser la repetición de una escena, de una frase, de una palabra, de un sonido, de una acción o de un gesto.
La transposición del lenguaje es otro recurso. Nos hace notar que, muchas profesiones, tienen un lenguaje técnico específico y que, si lo trasladamos tal cual a otro contexto, obtenemos un choque de lenguajes. Un ejemplo puede ser el positivo/negativo del policía para decir sí y no.

La inversión es otro recurso que se utiliza con frecuencia. Y se trata, como dice el término, de invertir, por ejemplo, el sentido común o cierta lógica establecida.
La exageración o bola de nieve. Este recurso se da cuando se encadenan causas y efectos de tal manera que, algo pequeño, tiene consecuencias muy desproporcionadas.

Ya que -como tantas veces ha sido repetido- el humor es una cuestión de proporciones, decía Charles Chaplin.

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