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Continúa No soy un Robot (Haga clic en confirmar), de Gabino Torlaschi, en el Teatro del Pueblo

Gabino Torlaschi, dramaturgo y director de No soy un Robot (Haga clic en confirmar), nos cuenta sobre el origen de la obra: la necesidad que tenemos como seres humanos de expresar lo que sentimos y de sentirnos escuchados.

 

Gabino Torlaschi: No soy un Robot (Haga clic en confirmar) tuvo varios impulsos que me llevaron a escribirla en seis meses. Primero, surgió de la necesidad de poner en palabras las experiencias de mi trabajo. En marzo del 2022, comencé a trabajar home office de telemarketer. Recibía llamados de todo tipo, principalmente, quejas, insultos y gratuitos.

Sin embargo, entre puteadas y guiones, llegaron sorpresas. Por ejemplo, una señora mayor llamó para reclamar y todo derivó en la historia de su difunto marido, desde cómo habían vivido felizmente hasta cómo lo había enterrado. Otro reclamo, de un señor de entre cuarenta y cincuenta años terminó en una confesión: se había separado una semana atrás y se tuvo que ir de su casa. Un pibe me contó cómo tuvo que sacrificar a su perro porque estaba enfermo y él mismo lo hizo porque era suyo. Yo no podía cortar la comunicación por más que fuesen situaciones incómodas y la única respuesta de contención que me permitían dar era “comprendo”, “entiendo”.

El punto en común que encontraba entre las personas, más allá de la queja formal, era la necesidad de ser escuchados. Vomitar el dolor se vuelve más sencillo cuando la persona que está del otro lado no tiene cara y no te conoce. Nadie te juzga.

Con ese impulso desarrollé el primer acto, el cual consideraba una obra corta hasta ese momento. Tres personajes, tres soledades con una necesidad interna muy clara de ponerle palabras a las cosas, pero, sin saber cómo.

En mayo del 2022, sufrí la pérdida de una amiga. Fue abrupta e inesperada. Si bien, ya había vivido duelos paralizantes en los que el sin sentido cobró mucha fuerza, todo se volvió más difícil cuando le sucedió a una persona de mi misma generación, fue todavía más desgarrador. Creo que, un poco, fingí demencia y, otro poco, fue tomar el impulso de aferrarme a la vida, a les amigues, al proyecto colectivo, a crear, a vivir el aquí y ahora. Entonces, me senté a terminar la escritura de la obra, segundo y tercer acto.

Gabino Torlaschi.

Apenas terminé, me junté a leerla con mis amigas Violeta Pugliese y Violeta Gros. Con ellas, fundamos @vvg.teatro hace un par de años ya. Enseguida, aparecieron un montón de ideas y disparadores sobre cómo realizar la obra. Nos cebó. Después, se sumaron las actrices Lucía Sola y Natasha Zaiat. Las había conocido en la Universidad Nacional de las Artes y me encantaba el laburo que venían haciendo juntas. Por último, se sumó Tomás Landa al elenco y, en marzo, comenzamos con los ensayos.

Más allá del talento y profesionalismo que manejan las actrices y los actores, buscaba, también, personas que empujaran para adelante. Siempre, trato de laburar con gente que me motive y retroalimente las ideas.

Con respecto a la dirección de la obra, tenía la ventaja de haber escrito el texto. Por lo cual, ya había muchas situaciones que imaginaba o imágenes que visualizaba. Por eso, el texto se modificó ligeramente durante los ensayos. Algunas decisiones costaron más que otras, pero, siempre, fue en pos de mejorar la obra. Además, el dinamismo que manejamos con las asistentes y la ductilidad de las actrices y los actores ayudaron a crear un espectáculo de calidad.

En la dramaturgia de No soy un robot (Haga clic en confirmar), propongo un recorrido en tiempo real de tres personajes en dos espacios en simultáneo. Cada espacio está habitado por denominadores comunes: la soledad, la asfixia y la imposibilidad de comunicar. A través de los personajes, la obra busca reflejar problemáticas actuales, como la diversidad de vínculos sexo-afectivos, la precarización laboral, proyectar un futuro o vivir el aquí y ahora. Estos planteos abren la problemática y posibilitan la interacción entre distintas generaciones de espectadoras/es.

Desde lo sonoro, la obra tiene un ritmo vertiginoso. Los dispositivos electrónicos aportan a ese ritmo y, también, entran para cuestionar los límites entre humanos y la inteligencia artificial. Por ejemplo, con la incorporación del Chat GPT en los entreactos: ¿La creación es sólo humana? ¿Qué es lo que nos diferencia de la inteligencia artificial?

Más allá de los planteos que nos hacemos, elijo creer que la obra es inteligente, pero, más emocional. Eso lo determinará cada espectador/a al verla. Y más allá del entretenimiento garantizado, me gustaría que la gente se lleve sensaciones y emociones encontradas, preguntas y dudas. Porque, cuando hay una pregunta puede haber una excusa para repensar y charlar con familiares, amigues, vínculos. Una excusa para estar en el presente con seres queridos, como la misma realización de esta obra.

Como dijo Rosario Bléfari: “Sentir que cada momento es histórico. Vivir lo contemporáneo, sin nostalgia, es lo mejor, incluso, para cuando nos pregunte alguien si tenemos algo que contar”.

 

Ficha artístico-técnica:

Actúan: Natasha Zaiat (Mashi), Lucía Sola (Jazmín) y Tomás Landa (Dionisio)

Dramaturgia y dirección: Gabino Torlaschi

 

No soy un robot (Haga clic en confirmar) puede verse los lunes a las 21hs. en el Teatro del Pueblo, ubicado en Lavalle 3636, CABA.

Entradas: www.alternativateatral.com

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