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19 y 20, crisis 2001, lo que falta…

 

“Eran escalones o planos de conciencia

medidos en metros de calle”.

Horacio González, 2002.

 

Veinte años después, vale traer el pasado ante nuestra mirada. La crisis que estalló el 19 y 20 de diciembre de 2001 fue un mojón generacional e histórico, debacle político, social y cultural que nos sigue, aún hoy, haciendo pensar lo que falta por hacer. Disculpen las/os artistas y grupos activistas que fueron partícipes, que pusieron imágenes y el cuerpo en acción en las calles convulsionadas, pero, en momentos de tanta rabia y fulgor eran todxs los nadies quienes se entrelazaron en un grito colectivo. El enemigo no está entre nosotros, “el mundo se ha puesto muy berreta” si asumimos que la crítica es en clave individual.

Los que la sufrieron profundamente en el 2001, hoy, persisten en la lucha, anhelando la oportunidad: piqueteras/os, desocupadas/os, trabajadoras/es de la economía popular y tantas/os trabajadoras/es que se encontraron a la intemperie, a la deriva en plena noche neoliberal, aún, siguen sin tener las garantías institucionales y legales de aquellos derechos conquistados.

¿Qué democracia defiende a los que construyen desde abajo? Bajo el hambre, la potencia de la lucha y la imaginación política como punta de lanza, luego del 2001, se crearon cooperativas de trabajadoras/es que tomaron fábricas, iniciativas de bachilleratos populares, bibliotecas comunitarias, proyectos autogestivos bajo el control de sus trabajadoras/es y diferentes acciones de afectividad colectiva, que hicieron de esos espacios nuevos mundos por inventar en una lucha día a día, de sueños, esperanzas y fuerzas compartidas.

Nada de toda esa invención fue fácil y tampoco hoy lo es. El arte siempre estuvo y sigue, aún, agitando al pie del cañón con una mirada crítica y extrañada, a destiempo de la “normalidad” y, ahora, con perspectiva de género. Sin embargo, no confundamos el rumbo y al enemigo, porque, en esa encrucijada nos carcome la vanidad y la historia cristalizada que olvida la potencia primera de esas luchas. Es el semiocapitalismo, quien cosifica toda imagen de resistencia, el que, hoy, reproduce un estereotipo vacío de sentido que tira piedras a la nada.

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