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Viva Jujuy, viva la Puna, viva el Éxodo Jujeño…

Pablo Aguiar Cau, un día, decidió rememorar la epopeya del Éxodo Jujeño. Hizo sus valijas de estudiante y fue bajando por el mapa hasta Córdoba, con la venia de Belgrano. Al tiempo, las/os cordobesas/es sumaron un escritor a sus filas que tiene un sentido del humor de esos lares, pero, desde un estado reflexivo norteño que hace más interesante esa escritura. Le brota la música en sus relatos. Las canciones se meten en las historias y los personajes parecen ir por las hojas cantando viejas canciones. Con Fervor estuvo con este escritor y gestor cultural que da pelea desde la Argentina profunda.

 

Con Fervor: ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con los libros, alguien te conectó con ellos, con el mundo literario?

Pablo Aguiar Cau: No tengo un recuerdo exacto del primer contacto. Pero, estoy seguro que fue mi abuela materna la que me puso un libro en las manos. La Tota era docente y le debo el gusto por la literatura. En mi última charla con ella, antes de que fallezca, me reclamó el libro Cien años de soledad, que nunca le devolví.

CF: ¿Cuánto tiene que ver en tu obra el ser jujeño, ese paisaje, la gente tan particular del norte argentino?

PAC: Creo que, en cierto punto, Jujuy me condicionó en mis primeros escritos “serios”. En el norte argentino, durante mi adolescencia, la mayoría de las/os escritoras/es eran poetas y nunca pude respetar los cánones de la poesía. Yo escribía cuentos y lo primero que me salió fue mi tierra. Pero, no desde un regionalismo. Yo soy del Jujuy urbano.

CF: Un tipo como yo, que siempre vivió en el mismo lugar, nunca termina de entender al que se tiene que ir de su pago, aquel que se adapta a gran velocidad y, en su nuevo ámbito, comienza nada menos que a crear, ¿esa persona se conecta con lo nuevo o es que rememora lo viejo?

PAC: Dejar Jujuy, pese a que lo hice voluntariamente, fue difícil. Cuando uno termina la secundaria tiene expectativas de vida que no siempre se cumplen. La vida lejos de los seres queridos, siendo tan joven, es complicada. Ahí surgieron los primeros cuentos que conservé. Y, por supuesto, tienen que ver con esa añoranza de un adolescente que extraña su casa, su familia y sus lugares.

CF: ¿Qué recordás de tus primeros tiempos en Córdoba, un lugar demasiado vertiginoso para un jujeño, cómo fue ese impacto?

PAC: Imaginate. Córdoba, primavera alfonsinista. Pubs y recitales. A los 3 meses de llegar lo vi a Spinetta en un recital. Había disquerías en las que no tenías que encargar los discos, como en Jujuy. El movimiento cultural fue impactante.

CF: Noto en tu escritura, sobre todo en los diálogos, un gran sentido del humor, ¿es un don que viene de fábrica o es tu nuevo lado cordobés?

PAC: Siempre me gustó el humor. Creo que me manejo libremente y sin prejuicios por ese lado. Desde chico. Las lecturas que más disfruté en la adolescencia fueron las historietas de Asterix, los cuentos de Fontanarrosa, Yo también fui un espermatozoide, de Dalmiro Sáenz. Cuando escribo pienso en despertar una sonrisa en el lector. No creo tener el talento de la repentización del humor cordobés. Hay grandes escritoras/es en Córdoba que lo hacen con mucho humor. Me encantaría poder escribir como ellas/os.

CF: Es muy interesante y poco común, para un porteño, leer sobre el Éxodo Jujeño en la pluma de alguien tan cercano a todo aquello, ¿qué te llevó al deseo de construir ese relato que hace una alusión a semejante epopeya?

PAC: El Éxodo Jujeño es, para nosotras/os, más importante que el 25 de mayo. En la escuela, te lo enseñaron edulcorado, pero, fue algo muy fuerte. No fue: “vamos a Tucumán hasta que se cansen los españoles”. Vino Belgrano, con la bandera recién creada, dictó un bando y dijo: “el que no se va lo fusilamos, quemen todo lo que pueda servirle a los españoles”. Heroico pueblo jujeño. Escribí un cuento de dos párrafos y quedó doblado dentro de un libro de historia de Jujuy. Cuando lo encontré ya tenía computadora y lo pasé. Ese cuento quedó como un capítulo en el medio de la novelita. Volviendo al Éxodo, fue determinante en la guerra de la independencia. Sin ese hecho y las batallas de Tucumán y Salta los realistas hubiesen avanzado hacia el sur. Lógicamente, yo utilicé ese hecho para crear una ficción con humor. Esa novela del año 2000 la reeditó una editorial jujeña en el 2012 y la leyeron en un par de colegios. A partir de ahí me nombraron “escritor” y me hice cargo de ello.

Pablo Aguiar Cau. Foto: Felicitas Aguiar Cau.

CF: ¿Cómo nace la idea de construir la saga del particular Inspector Sablich?

PAC: El culpable de la existencia del inspector Sablich es Riqui Pagani. Teníamos un sitio web en el que escribíamos de todo un poco (centroalaoya). Me sugirió que escriba algo en capítulos y dije que sí. Abrí el Photoshop y lo primero que encontré fue una foto de mi amigo Sablich, con un pucho en la boca y el sombrero. Parecía Bogart en el papel de Sam Spade en El halcón maltés. Iba a ser el detective Sablich, pero, no me gustaba la palabra detective. Inspector le daba más seriedad. Me divertí muchísimo escribiéndola. Y nunca pensé en una saga. Cuando dimos de baja el sitio, me quedó esa historia, la corregí y se editó. Después, un docente la pidió en un colegio y, acá estoy, disfrutando de Sablich.

CF: Me pareció original encontrar a varios amigos que tenemos en común en ciertos trabajos de Sablich. Fue como leer y, todo el tiempo, pensar en esas personas que hacen a la historia, porque las conozco, los leo, hablo con ellos, pero, resulta que ahora los veía transformarse en personajes de un cuento, ¿cómo te surgió esa locura?

PAC: Hay dos características bien definidas de las desventuras de Sablich. En todas, hay música y, en todas, los personajes son mis amigos. Cuando hace falta algún personaje en la trama, supongamos un médico, todos tenemos un amigo médico, o un periodista o un chanta. Allá fueron entrando con sus nombres o sus apodos. Otras veces, la historia surgió por la actividad de un amigo. Un coleccionista de flippers, sí o sí, tenía que robarse uno. Así surgen las historias.

Vos conocés a todos los que participan en Como dos extraños, porque transcurre en Buenos Aires y tiene que ver con un mítico recital de Charly. Lo más lindo de esto es la sorpresa que se llevan los amigos al verse reflejados en las historias. Los personajes femeninos son los únicos en los que no utilizo nombres verdaderos.

CF: ¿Cómo ves, desde tu trabajo de gestor cultural, el remanido asunto de la batalla cultural, se va ganando o se pierde por goleada?

PAC: La batalla cultural es como la película Sin novedades en el frente. Tenés las bombas cayendo al lado tuyo, compañeras/os que bajan los brazos, espacios que cierran, pero, seguís adelante. Vamos perdiendo, pero, seguimos peleando, tratando de sumar soldados para hacernos fuerte.

CF: Nos conocemos hace tiempo y sé que la música tiene mucha preponderancia en tu vida, en tu obra literaria, ¿qué significan para vos el folclore, el rock argentino?

PAC: La música es fundamental en mi vida desde que tengo memoria. Mi viejo toca el piano y yo, siempre, me senté a su lado a disfrutar. No hubo placer más grande que tocar con mi viejo. Cada vez que voy a Jujuy, repetimos el ritual de tocar algo a cuatro manos. Soy un caradura que agarra cualquier instrumento (menos de viento) y trato de hacer música.

Por supuesto que, por una cuestión de origen, cuando tengo que tocar algo, siempre, arranco con el folclore. Pero soy un bicho del rock argentino. También, el jazz, el tango y la música clásica forman parte de mi bagaje. Y en mi literatura, siempre, hay música, la uso para escribir y como disparador. Habrás notado que una de las características de las desventuras de Sablich es que usa frases de canciones para comenzar y finalizar cada capítulo. Si tengo que describir el apagón que se produjo, ¿qué frase pongo?: “cuatro cables se tocaron”. Cada desventura tiene como leitmotiv un género o un artista. A ese nivel es de importante la música en mi obra.

CF: ¿Qué lectura hace un escritor como vos, comprometido con la Cultura Nacional y Popular, conocedor del país profundo, en este momento, en donde se nos quiere hacer creer que todo gira hacia la derecha?

PAC: Siento preocupación. Tengo casi 54 años y vivo en una ciudad en la que la derecha sacó, en las elecciones del 2015, un 70%. Hoy, si sumamos las distintas alternativas, se llevan el 90%. Eso me produce una gran desazón. Y cuando veo a mis pares con la guardia baja te embarga la tristeza.

CF: ¿En qué proyecto estás en este tiempo, habrá más aventuras de Sablich?

PAC: Siempre hay proyectos dando vueltas. He retomado una vieja novela sobre un caso real ocurrido en Jujuy en 1908, que voy mezclando con la historia familiar. Pero, siempre, está Sablich dando vueltas por ahí. Por el momento, son 8 libros editados del Inspector y hay dos desventuras listas esperando aparecer. Siempre, digo que lo voy a dejar descansar, pero, algo aparece y me dispara una nueva historia. También, tengo pendiente un nuevo libro de cuentos. Lo que sí tengo claro es que, siempre, estaré en la trinchera escribiendo.

CF: En tu libro Como dos extraños, más allá del título, cada capítulo arranca con una frase extraída de un tango. Me gustaría saber qué piensa un escritor jujeño, afincado en Córdoba, de la poesía del tango, esa extraña filosofía que se atribuye a la ciudad ¿Cómo la lee alguien del país profundo, qué toma de esas frases, de esos pensamientos?

PAC: Más allá de que el tango es patrimonio de la ciudad de Buenos Aires, me parece que es algo que nos une, al menos, a los de mi generación. “Cuartito azul dulce morada de mi vida…”, eso, en la voz de mi abuelo caminando con su mano en mi hombro por el parque de Jujuy, es algo que te marca. Los letristas de tango son algo increíble. Antes te dije del piano de mi viejo. Conviven Chopin con Piazzola, Mozart con Mariano Mores. “Si yo tuviera el corazón”, Santos Discépolo, gloria pura.

La primera vez que viajé a Buenos Aires quería ver la luna rodando por Callao. Llega un momento en el que necesitás el tango. Porque, te canta la justa. “¡No me sigas, ni me beses, ni me llores, ni me quieras más!”. Eso es universal.


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.

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