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Prisión perpetua en cárcel común
El jueves 10 de junio pasado, presenciamos, de manera virtual, la finalización de un juicio histórico, emotivo y reparador: Contraofensiva Montonera. A lo largo de setenta y ocho audiencias, se pudo escuchar y repensar la experiencia de la Contraofensiva, devolviendo la palabra a lxs sobrevivientes y familiares. Se escucharon más de doscientos testimonios. Los alegatos de la Fiscalía y las querellas fueron verdaderas clases de historia política argentina.
Allí estuvimos, desde Dibujos Urgentes, anotando las palabras que creíamos importantes resguardar y generando imágenes para compartir audiencias que sentíamos vitales e históricas.
A la mañana, fue el turno de las últimas palabras de los imputados, momento utilizado por sólo dos de ellos, para continuar negando su accionar. El abogado defensor de genocidas, Hernán Corigliano, pidió que se aparte del juicio a Jorge Norberto Apa, su defendido, por demencia. La Fiscal Gabriela Sosti, el abogado querellante Pablo Llonto, Yanina Michelena y Ciro Annicchiarico en representación de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Provincia de Buenos Aires, de manera unánime, rechazaron el pedido. Luego de un cuarto intermedio, lxs jueces decidieron otorgar diez días para que se presente un certificado que demuestre sus condiciones psíquicas.
A la tarde, el juez Esteban Rodríguez Eggers leyó la sentencia, que dictó junto a sus colegas Matías Alejandro Mancini y María Claudia Morgese, considerando de lesa humanidad a este juicio y no dando lugar a los pedidos de la defensa sobre la prescripción y la pretensión de inconstitucionalidad.
El Tribunal Oral Federal N°4 de San Martín condenó a prisión perpetua y ordenó revocar las prisiones domiciliarias otorgadas a los imputados y sus traslados a cárceles del Servicio Penitenciario Federal. Así, Eduardo Ascheri, Marcelo Cinto Courtaux, Jorge Bano, Luis Firpo y Roberto Dambrosi fueron condenados a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, con accesorias legales, por hallarlos coautores penalmente responsables de homicidios por alevosía con premeditación, privaciones ilegítimas de la libertad agravadas por mediar violencia y amenazas, tormentos agravados en condición de perseguidos políticos y abusos agravados.
Los imputados
Aunque, los abogados defensores pretendieron mostrarlos como patriotas impolutos, como alejados de los hechos o como obedientes sin mando, los acusados tienen un pasado que habla por sí sólo. Basta ver dónde y cuándo se desempeñaron:
Eduardo Eleuterio Ascheri fue Jefe de la División Planes del Departamento de Inteligencia (G2) del Comando de Institutos Militares, desde el 16 de octubre de 1978 hasta el 29 de noviembre de 1979.
Jorge Eligio Bano fue Jefe de la División Operaciones del Departamento de Inteligencia (G2) del Comando de Institutos Militares, desde el 14 de febrero de 1979 hasta el 16 de octubre de 1980.
Marcelo Cinto Courtaux fue Jefe de la Sección Primera de Ejecución del Destacamento 201 de Inteligencia del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo, desde el 7 de marzo de 1979 hasta el 17 de noviembre de 1980.
Roberto Bernardo Dambrosi fue Jefe de la Compañía de Actividades Psicológicas del Batallón de Inteligencia 601, desde el 6 de marzo de 1979 hasta el 17 de noviembre de 1980.
Luis Ángel Firpo fue Jefe de la Central Contrainteligencia y Jefe de la División Seguridad del Batallón de Inteligencia 601, desde el 3 de diciembre de 1974 hasta el 31 de agosto de 1980.
Jorge Norberto Apa (cuya sentencia quedó en suspenso) fue Jefe de la División Inteligencia “Subversiva Terrorista” dependiente del Departamento Interior de la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército Argentino, entre el 15 de enero de 1979 y el 14 de noviembre de 1980.
Dibujamos a cada uno de ellos tantas veces como pudimos, para mostrar sus rostros y para dar a conocer sus fisonomías junto a sus nombres y cargos. Atrapamos sus gestos, sus pocas palabras, sus sonrisas siniestras, sus miradas altivas.
Ascheri, Bano y Dambrosi estaban, hasta el jueves 10 de junio, detenidos con prisión domiciliaria. Cinto Courtaux estuvo prófugo durante tres años, hasta que, en 2017, se lo encontró caminando impunemente por Santa Fe y Pueyrredón y fue llevado la Unidad 31 de Ezeiza, donde permanece hasta ahora.
En noviembre del año pasado, durante el juicio, le fue revocado el beneficio de la prisión domiciliaria a Firpo, a pedido de la Fiscal Sosti, quien mostró, en una audiencia, unas fotos en donde se lo vio saliendo de su domicilio y llegando a un supermercado. Fue trasladado a la Unidad 31 del Servicio Penitenciario Federal de Campo de Mayo.
Los acusados Carlos Blas Casuccio, Raúl Guillermo Pascual Muñoz y Alberto Daniel Sotomayor murieron en el transcurso del juicio.
“Adonde vayan los iremos a buscar”
Este juicio tuvo un carácter histórico por muchas razones. El abogado querellante Pablo Llonto, representante de casi todxs lxs familiares, dijo, en su alegato, que el juicio de Contraofensiva era el más importante desde el Juicio a las Juntas. Aunque se mencionó mucho a Campo de Mayo, este juicio no se centró en el accionar de la represión en ese centro clandestino, sino, que puso el foco en la estructura de la Inteligencia militar como estrategia del terror: la obtención de la información, a través de la tortura, para el secuestro de más militantes y el exterminio total. Se escucharon a testigos expertos, quienes explicaron los reglamentos que usaba Inteligencia para el exterminio: la táctica y la acción psicológica. Se pudo entender, cabalmente, la articulación y el despliegue de un Estado genocida.
Los testimonios de lxs sobrevivientes y familiares nos permitió escuchar la dimensión territorial de esta gesta, en su reconstrucción por Cuba, El Líbano, España, Perú, Paraguay y el Brasil, así como, por distintas zonas del país. Y, al mismo tiempo, mostró que no todxs lxs montonerxs estaban viviendo en el exterior, que había una importante resistencia interna.
Por otra parte, el modo en que las historias se fueron contando posibilitó entramar amores, lealtades y luchas. Escuchar recuerdos dolorosos y narraciones que trajeron situaciones vitales atravesadas por el horror fue, al mismo tiempo, reparador, por el contexto judicial donde se pudieron expresar.
También, dio lugar a la reivindicación sobre el derecho de los pueblos a la resistencia en tiempos de opresión. La militancia se posicionó como sentido de vida.
La lectura que hicieron las querellas y la Fiscalía de estas historias de vida tejió situaciones personales con reivindicaciones colectivas.
La Retaguardia lo transmitió en vivo, desde el comienzo de la pandemia. Ayer, el chat fue a pura emoción, un abrazo colectivo conmovedor y reparador.
Fue muy difícil dibujar en este contexto, envueltas como estábamos entre tanta emoción. Sin embargo, quisimos dejar constancia del acontecimiento, dejar nuestros trazos conmovidos para que queden como testimonios de lo que ocurrió en la sala del TOF 4 y en la virtualidad.
Lxs familiares que tuvieron acceso a la audiencia prepararon amorosamente las fotos de lxs desparecidxs para que pudieran verse en el Zoom, donde estaban los acusados. Y quienes estaban en sus casas, también, lo hicieron, como se vio en el encuentro posterior que preparó La Retaguardia. Allí, cada unx tuvo tiempo para contar su historia y recordar a sus familiares, los llantos de emoción nos conmovieron a todxs. Los abrazos a la distancia parecían traspasar las pantallas.
El fallo del TOF 4 devolvió sosiego y reparó dolores. Por eso, luego de la lectura del dictamen, hubo necesidad de seguir, de contar, de recordar y, a la vez, de traer a quienes ya no están. Y se vivió como una fiesta colectiva. Faltó la calle, como en otras sentencias y, sin embargo, se pudo cantar y terminar con alguien que gritó, repetidamente: “30 mil compañeroxs detenidxs desparecidxs”, mientras todxs repetíamos, una y otra vez: “Presentes”.
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