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La crueldad en el arte

“El arte es un modelo para otra cosa”, decía Lacan en 1974, haciendo alusión a la referencia de James Joyce sobre la literatura como síntoma; síntoma que, en el campo del psicoanálisis y de las ciencias sociales, es una vía privilegiada para dilucidar el HACER.

Marina Abramovic (1946), artista de performance serbia, mostró en una de sus obras más famosas Rhythm 0 (1973-74) “lo que la humanidad es capaz de HACER si le das ciertas herramientas”.

La performance duró seis horas en el Estudio Morras de Nápoles. Inmóvil frente a una mesa con 72 objetos (perfumes, rosas, miel, pan, uvas, tijeras, bisturí, látigo, pistola), dieron la consigna de que los usarán sobre su cuerpo; ella como objeto.

Durante las 3 primeras horas la besaron, la acariciaron, le regalaron una rosa. Después de ese lapso, el público se volvió violento. En palabras de Marina: “me sentí verdaderamente atacada, me cortaron la ropa y el cuello, me clavaron las espinas de las rosas en el estómago, me apuntaron con la pistola en la cabeza y otro se la sacó. Lo que aprendí es que si dejas que el público decida te pueden matar”.

Cumplido el tiempo establecido, comenzó a moverse hacia el público, que fue abandonando el lugar evitando un enfrentamiento real.

¿Dónde están los límites del visitante?, se preguntaba ¿Hasta dónde la crueldad intrínseca de cada una/o se potencia en un acto colectivo? La irrupción de acciones crueles podría entenderse como inclinaciones del orden de lo erótico, donde el sadismo aparece como manifestación de la pulsión sexual. Etimológicamente el término alude a sangre cruda, a lo sangrante, a lo incivilizado, lo que se derrama fuera de la ley como una especie de canibalismo que aterroriza y toma el vínculo social.

En Viena, 4 artistas precursores del arte performativo encontraron en el proceso creativo la manera de desobedecer las restricciones morales y sociales de los años 60. Gunter Brus,
Hernann Nitsch, Otto Much y Rudolf Schwarzkogler fueron 4 Beatles del “Accionismo Vienés”. Estos jóvenes llenaron la ciudad de caos, violencia, repugnancia, sarcasmo, sexo y feísmo. Usaron su cuerpo como objeto, como materia prima. Crearon el Body Art y encararon con su HACER un cambio de Paradigma al proponer fundir el cuerpo en obra de arte.

Gina Pane (1939-1990), artista francesa, es otra precursora en el desarrollo de experiencias artísticas. Tomó su cuerpo como objeto de placer y dolor. La llamaban “la loca de la navaja». Cortes en las manos, los brazos, el vientre, las mejillas, la boca y la lengua siguen, aún hoy, ensayando teorías sobre sus puestas en escena. Sus obras son respuestas catárticas hacia el contexto histórico de esa época: identidad sexual, guerra de Vietnam, liberación femenina ¿El lastimar el cuerpo es síntoma de masoquismo? ¿Es otro aspecto de la crueldad que lleva a la autodestrucción?

El arte corporal tiene en cada manifestación un amplio sentido de denuncia social y política. Es una estética que tiene mucho de mito y de rito, intenta subvertir un status quo, irrumpir para molestar, rechazar y provocar. En el caso de esta artista, sus pinturas, fotografías, dibujos, textos, videos y esculturas demostraron su interés por investigar la violencia y el dolor de las problemáticas que afectan a las mujeres y al entorno natural.

El bastidor, esa estructura esencial hecha en madera dura para el soporte de las obras en lienzo, ha garantizado que las producciones de artistas perduren en el tiempo y se pueda volver a ellas para una nueva mirada.

El artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (en quechua: ave blanca volando. 1919-1999) pintó La serie de las manos en los años 60. Buscó plasmar la injusticia, el dolor, la crueldad y la ternura de los pueblos latinoamericanos antes de la conquista ¿Hay crueldad en su arte o la crueldad radica en lo que es pintado? Sus esculturas, murales y dibujos contienen un potente mensaje humanista, crítico y comprometido. En 2002 se inauguró la Capilla del Hombre, donde se encuentran muchas de sus obras, además de ser un sitio de reflexión sobre los desafíos sociales contemporáneos.

Paula Rego (Portugal, 1935-2022) fue una artista que vivió la dictadura de Salazar acentuando en sus obras el lado siniestro de lo cotidiano. Sus cuadros hablan de la lucha de la mujer en una sociedad que parece no renunciar nunca a su aversión hacia lo femenino. Los personajes de Disney fueron un disparador para pintar, como en el caso de Blancanieves, las desigualdades sociales, de género y las complejas relaciones familiares.

Blancanieves es pintada de forma masculinizada, muy típico en la obra de Rego y muy alejada del ideal de belleza americano.

“Sin crueldad no hay fiesta”, dice la artista Ana Barriga (1984), nacida en Jerez de la Frontera. Mientras su arte pop recorre el mundo, define su pintura como bonita y golfa. Vende obra en tiempo récord y confiesa: “tenía más posibilidades de dedicarme a la prostitución o a vender droga que a la pintura” ¿Es una nueva forma de crueldad velada?

Rita Segato (1951), doctora en Antropología, escritora y activista femenina, sostiene que la repetición de la violencia produce un efecto de normalización de la crueldad directamente proporcional al goce narcisista y consumista. Y que a mayores niveles de crueldad más bajos son los umbrales de empatía y de sensibilidad ante el sufrimiento de los otros.

Hay cosas que nunca desaparecen; una de ellas es la violencia en sus diversas manifestaciones.

¿Cuáles son nuestros actuales umbrales de tolerancia ante la crueldad cotidiana?

¿Hay, hoy, un trasfondo violento en los discursos y mensajes que avalan la discriminación y la deshumanización?

¿No corremos el riesgo de naturalizarlas? La Real Academia define la crueldad como una respuesta emocional “de goce o de indiferencia ante el sufrimiento”. Los mensajes de odio (otra forma de crueldad) que circulan en las redes, ¿sirven de apoyo a tanta descalificación? “Es la impunidad del anonimato lo que prima en las plataformas”, dice Macarena Deluca, especialista en redes sociales digitales.

Si todo lo público es político, ¿podemos reconocer en el Hacer de las Artes un camino posible de transformación?

Si el presente está siendo arrebatado, la realidad inclusiva con trabajo y educación pública destruida, ¿qué hacer ante tanto desamparo?

Tal vez en lo colectivo, en el reencuentro con un otro haya una nueva oportunidad.


Silvia Dasso es docente, Lic. en Sociología (UBA), Master en Gestión de Instituciones Educativas, Universidad de San Andrés (Udesa). Fundadora y directora del Colegio Bilingüe Jardín-Primaria-Secundaria en CABA. Consultora y selectora de personal en el ámbito educativo. Escritora y artista plástica. Vive en Palermo, Comuna 14, CABA.

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