DestacadasNotas de Opinión

El regreso de la mañana

Entrevista a Débora Infante

Antes de la pandemia, fui a un concierto de canciones y poesía en el Centro Cultural de la Cooperación. El exquisito poeta Juano Villafañe creaba climas con sus palabras, apoyado en una mesa de café. Una banda muy prolija acariciaba sus instrumentos. De pronto, surgió una voz que parecía reunirlo todo, navegar hacia la sensibilidad total y pintar colores en la noche de quienes estábamos ahí. Débora Infante, con su voz cautivante, me llevó de viaje un rato y, allí, pensé en que, también, quería leerla.

Con Fervor: Para comenzar, me gustaría verte viajar en el tiempo a la búsqueda de tu primera emoción frente a una canción. Que recuerdes el motivo de esa emoción, ese sentimiento que, a vos, te marcó un camino.

Débora Infante: Recuerdo dos cosas importantes, entre los 12 y los 13 años, en relación a la canción poética o al género canción, más precisamente. A los 12 años, concluía mi etapa primaria y me entregaban una medalla a la mejor estudiante y mejor compañera. Allí, en el escenario de mi escuela primaria, canté, por primera vez, frente a público, con mi guitarra, Carta de un león a otro. Me emocionaba esa canción, cantarla y sentirla. Y, poco tiempo después, al año siguiente, mi amiga del alma, que hoy vive en España, me llevó a Parque Sarmiento al cierre de un acto de Raúl Alfonsín. Por primera vez y con la boca abierta y llena de emoción en el cuerpo, lo escuché a Víctor Heredia y me dije, para mí, eso quiero ser yo.

CF: ¿Cúando decidís comenzar a formarte musicalmente para hacer eso que querías ser?, ¿en ese entonces ya tocabas un instrumento?

DI: Mi primer acercamiento con la música fue cantando. Luego, mi hermano, que tenía una guitarra que le había regalado una tía materna mía, me enseñó los primeros tonos y, allí, comencé a acompañarme con la guitarra. No estudié en un conservatorio. A partir de los 26 años, comencé a educar mi voz con el maestro Ricardo Catena. Me formé con la técnica lírica. Soy soprano lírica. Mi instrumento es la voz, la guitarra me acompaña y lo hago de oído.

CF: Una de las primeras cosas que noté en tu estilo es lo bien que te llevás con los aires folclóricos. Se nota que conocés muy bien ese paño. Siendo porteña, ¿cúando te dejás seducir por el folclore? Entiendo que esa es una relación que, en Buenos Aires, no es sencilla de llevar a cabo, el paisaje no nos acompaña.

DI: En verdad, me nutrí del folclore porque mis familias paterna y materna son de Santiago del Estero y Catamarca, respectivamente. Por parte de padre, tenían un conjunto folclórico que se llamaban los Miski Mayu. Habían salido, junto a Horacio Guaraní, Los Tucu Tucu, Los Fronterizos, entre otros. Sucede que, luego, tomaron rumbos diferentes. Mi bisabuelo era poeta y mi abuelo cantaba tangos y tocaba el piano. En todas las reuniones, me fui nutriendo del folclore. Luego, tomé mi propio camino y encontré mi voz, el de la canción poética.

CF: ¿En qué momento aparecen tus primeras composiciones?, ¿te acordás de qué hablaban?, ¿cómo fuiste descubriendo las herramientas necesarias como para componer tus primeros temas?

DI: La primera canción la compuse allá por el año 99, a los 24 años. Este disco que estreno ahora, el tercer disco, lleva esa canción. La compuse al volver de la provincia de Corrientes, luego de haber vivido una hermosa experiencia en una escuela rural. Como profesora de matemática de una escuela secundaria en Capital, acompañé a los estudiantes a un encuentro solidario. La voy a grabar, ahora, por primera vez. Así son las cosas, es la vida de las canciones. Mis herramientas para componer, siempre, fueron nutrirme de los poetas que me emocionan, José Martí, Miguel Hernández, Violeta Parra, Chico Buarque, Nicomedes Santa Cruz, García Lorca, en fin, tantísimos. Y mi influencia más marcada, probablemente, sean músicos como Chico Buarque, Serrat, Víctor Heredia, Gieco, Violeta Parra.

CF: Muchos creemos que esas canciones que escuchamos durante la infancia se quedaron para siempre y van moldeando nuestro camino artístico ¿Cuál era la música que sonaba, en tu casa, cuando eras chica?, ¿quiénes te mostraron la música y la poesía en esa época?

DI: En mis primeros años, en mi casa, sonaban todos los conjuntos folclóricos que, en ese momento, vivían su época de oro. También, estaban los tangueros y sus grandes voces, en especial, recuerdo a Julio Sosa. Las canciones de Violeta Parra y las más bellas zambas y chacareras de grandes autores, como Eduardo Falú, Jaime Dávalos, tantísimos… que, seguro, me estoy olvidando de unos cuantos. Pero, también, escuchaba a Rafaela Carrá, Queen, Kiss, Charly García, Louis Armstrong, Charles Aznavour, mucha música en verdad y de diferentes autores e intérpretes.

CF: ¿Cuáles fueron, a tu criterio, aquellos autores y compositores que considerás que te influyeron, esos que te ayudaron a encontrar tu voz, tu estilo caraterístico?

DI: Enseguida, vienen a mi cabeza algunos nombres fundamentales. En especial, diría que mi influencia más marcada, probablemente, venga de las composiciones de Chico Buarque, Joan Manuel Serrat, Víctor Heredia, León Gieco y Violeta Parra.

Foto: Sebastián Ochoa.

CF: ¿Ves una mayor conciencia frente a la perspectiva de género en el ámbito musical?, ¿considerás que ese mensaje se traduce en los hechos o sólo se instaló un maquillaje distinto?

DI: En principio, me gustaría hacer un paréntesis para referirme a la expresión “perspectiva de género”, que, a partir de que fue nombrada, por primera vez, en el documento de la Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, en 1995, se repite como un mantra y reproduce, a mi entender, un error de origen y una paradoja. Por un lado y desde el discurso de los feminismos, se refiere a pensar o mirar desde o a partir de un solo género, el género femenino (lo mismo sucede con “violencia de género”, “política de género” y un largo etc.) y, por otro, se torna una paradoja, teniendo en cuenta que si existen identidades de géneros múltiples -según las nuevas modas y tendencias, tanto legas, como académicas-, ¿por qué razón se sigue repitiendo sólo en referencia a la mujer? (asociado a lo femenino, claro está).

Género e identidad son categorías analíticas complejas que requieren una reflexión más atenta, a mi entender. En particular y, ahora sí, respondiendo a tu pregunta acerca de si las mujeres tenemos lugar en la música, creo que lo tenemos en la medida que tendamos a elegirla (a la música). Para ser rigurosa con los contextos, no creo que haya un obstáculo para ser música y para hacer música siendo mujer en este país, en esta época del siglo y en esta ciudad, menos. Tampoco, creo que necesitemos cupos. Nadie debería necesitarlos. No quisiera que me contraten o compren una entrada para escucharme por ser mujer, quiero que me convoquen por mi trabajo y las creaciones que realizo, que me escuchen por lo que tengo para dar como artista, para lo que me formé y estudié. Estoy de acuerdo con que, en el país en el que uno resida, se contemplen políticas culturales y presupuestos para que los que habitan en él se desarrollen y puedan vivir de lo que han elegido y de lo que los haga feliz.

Cualquier persona que ejerza la música o cualquier oficio o profesión artísticos debe tener oportunidades para ello. Pero, al mismo tiempo, debe tener el compromiso y la responsabilidad de formarse y dar lo mejor. Los derechos o, más precisamente, la lucha por los derechos, siempre, tienen que ir acompañados de una responsabilidad. De otro modo -y parafraseando al sociólogo Stavenhagen-, corren el riesgo de convertirse en privilegios conducentes a seguir estableciendo asimetrías o, lo que es peor, a profundizarlas.

La “perspectiva de género”, para hablar de inclusión, me parece una entelequia vacía que no explica nada. Hay que incluir a la mayor cantidad de personas y que esas personas, en virtud de una reciprocidad, sean capaces de honrar esos derechos. En este sentido y para completar la idea, creo que la dificultad mayor para los músicos está en otros lados. Por nombrar algunas, no hay políticas serias que movilicen realmente los resortes materiales para mostrar nuestros trabajos. Sobre todo, los músicos independientes, que costean sus proyectos y que no tienen capacidad de mover estructuras grandes por si solos. La imposibilidad de formar parte de la grilla de festivales del país es uno de los resultados de esa falta de plataforma de la que hablo.

Con la cantidad de músicos y músicas de calidad que tenemos, no se comprende por qué las grillas, siempre, la ocupan los mismos actores. Se podría estimular económicamente a las organizaciones de festivales a promover a músicos que no son masivos, pero, que tienen calidad artística. Ya sea abriendo convocatorias transparentes y al público, por caso, de manera que puedan participar de dichos festivales con caches dignos y no que tengan que ir gratis. Estas prácticas existen, aún, y son indeseables. De hecho, por ejemplo, hay un banco de músicos independientes, pero, que nadie usa, ni moviliza nunca con el fin de socializar y democratizar los escenarios, por ejemplo.

Lo mismo ocurre con el “mapa cultural federal”, que lo crearon y está inhabilitado. O, por ejemplo, el circuito federal y el convenio que el Instituto Nacional de la Música (INAMU) había hecho con algunas universidades -un circuito, sin dudas, potable y rico en materia de circulación-, que quedó en nada, ya que resultaba inviable en cuanto a que lo que otorgaban las universidades en metal no cubría ni un pasaje interurbano. Otro obstáculo grande en el mismo sentido es que el acceso a los premios por producciones, tampoco, esta allanado nunca.

Y, para completar, por poner sólo un ejemplo, en los premios nacionales para música sólo existen tango-folclore, jazz y contemporáneo. El resto de los músicos que hacen otros géneros musicales no estarían existiendo. Existen tradiciones y prácticas que siguen enquistadas y que se maquillan sólo con el discurso y no con actos concretos. Un claro ejemplo de que el cambio en el lenguaje no alcanza para la transformación de la realidad.

En fin, hay muchísimas cosas que revisar en materia de industria cultural y política cultural que se traduzcan en acciones reales y concretas que impacten en la vida de los artistas. No alcanza con la perspectiva de género.

Foto: Patricia Saravia.

CF: Hay una discusión que se instaló muy fuerte entre músicos, músicas y asociaciones con respecto al trabajo de las plataformas digitales. No logramos ponernos de acuerdo, sobre todo, en asuntos de dinero ¿Cómo ves esas actividades, qué opinión tenés al respecto?

DI: Las plataformas digitales me parecen una herramienta formidable, con algunos matices que hay que atender en cuanto a derechos de autor y monetización. A los músicos independientes, que no llegamos a tener tantos millones de “me gusta” o reproducciones en las redes, no nos genera, aún, un problema, porque no llegamos a monetizar. Sin embargo, estás un tanto desprotegido en materia de derechos. Al mismo tiempo, es un tema que requiere de regulaciones nuevas.

Por mi parte, no conozco el tema legal ni estoy empapada de las implicancias que, en términos de derechos, pueda afectar a la música que subo a las redes. Sin embargo, tenés la posibilidad de que escuchen tu música en todo el globo. Eso es extraordinario. Por ejemplo, tengo un fan de Egipto…, jajaja. Lo cual, sería imposible sin la red. Creo que hay que estudiar bien la situación, pero, es un gran portal para la música que no depende de discográficas, sellos o productoras.

CF: Durante la pandemia, la gente de la cultura planteó una serie de tensiones con respecto a su lugar en el mundo, su lugar en la lista de prioridades de la sociedad ¿Qué viste, en esos tiempos, con respecto a lo que ocurrió con la cultura y qué estás observando en la pospandemia?

DI: En tiempos de pandemia, cuando no se sabía, en verdad, cuánto tiempo se podía demorar ese estado de cosas, todo se volvió incierto. Sin embargo, si uno se tomaba el trabajo de leer la historia con una visión más macro, saliendo un poco de la cuadra de tu barrio, podías inferir un tiempo estimado. Dos a tres años era lo estimable. En ese contexto, fue la actividad cultural la más castigada y, al mismo tiempo, la última a tenerse en cuenta.

Había prioridad en el territorio de la salud y eso opacaba cualquier actividad artística. Lo cual, no sólo empeoró a la comunidad artística, sino, que, al mismo tiempo, interpeló el rol de la actividad cultural en el seno de una sociedad ¿Es o no es prioridad? Si las artes son el espejo del espíritu de lo humano, me preguntaba yo, por qué razón no estaba en el repertorio de las actividades prioritarias. En fin, un tema apasionante para discutir desde todos los ámbitos del conocimiento, me parece.

CF: Recién, hablamos de pospandemia y sé que estás, en este tiempo, con mucha actividad artística y rodeada de planes, un verdadero privilegio. Contanos tus proyectos, lo que estás haciendo, cuándo vas a publicar tus nuevos trabajos, de qué se trata y cuáles son las expectativas.

DI: Estoy en una etapa muy feliz. En plena producción de dos discos. Con producción artística mía y dirección musical de Hugo Dellamea. Este tercer disco, del que hablo, tiene todas letras y músicas mías. Viene con una impronta musical distinta a 17 cicatrices. Cada canción, además de la voz, tiene un instrumento líder que funciona como partener. Y el concepto de mezcla, también, viene distinto. Con primeros planos en la voz, pero, también, en ocasiones, con primeros planos de esos instrumentos que te mencioné.

Es un trabajo muy artesanal, en cuanto a que, también, nos dejamos llevar, con Hugo, por lo que la canción nos devuelve y nos interpela. Por otro lado, estoy haciendo otro disco, que se titula El regreso de la mañana y son poemas y textos que musiqué del poeta Juano Villafañe, para celebrar nuestra unión artística y celebrar sus 50 años de trayectoria. Es un disco que tiene otra templanza musical. Más orgánica con la banda que formamos para realizarlo: Hugo Dellamea y Marcelo Dellamea en guitarras (eléctricas, acústicas y españolas), con el bajo y contrabajo de Facundo Ciminelli y la percusión de Ariel Sánchez. Después, tendrá algunas pinceladas de algunos invitados especiales, que, en su momento, contaré. Son textos que recrean, un poco, imágenes de infancia, de juventud en una trama circular, junto a su visión poética plena de imágenes, que, siempre, recrean al mar, a la relación con los padres, al mundo artístico y al teatro. Probablemente, lo presentemos en abril de 2023.

Tengo otros proyectos de mediano y largo plazo que los contaré en la medida que vayan apareciendo. Por el momento, estoy disfrutando mucho el tiempo de creación y producción. Habrá que prepararse con otra energía para salir a compartir, con el público, el trabajo hecho.


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.

Comentarios de Facebook

Publicaciones relacionadas

Cerrar
Ir a la barra de herramientas