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La marcha de la bronca

En el recorrido por el cancionero popular argentino que hacemos desde Con Fervor, recordamos aquella época en donde se hablaba de la música de protesta. Queda para un debate posterior la idea de preguntarnos por qué hoy no hay canciones que protesten, preguntarnos qué nos pasa, si estamos conformistas o mirando otro canal. Por ese motivo, vamos a recordar una canción atemporal, una de esas letras que pareciera que todos los años es actualizada, pero no por el autor, sino, por la gente, por la vida misma. Estoy hablando de La marcha de la bronca, de Pedro y Pablo. Esta canción fue publicada en el año 1970, en plena Dictadura cívico-militar, en medio de un clima de censura y auto censura que ponía paranoica a la mayoría de la gente del arte.
Miguel Cantilo recuerda cómo conoció a su compañero Jorge Durietz, con quien funda Pedro y Pablo: “Jorge era el típico amigo del barrio, que hacía lo mismo que uno. No había muchos en el barrio: tocar la guitarra en el año 65 era una cosa rara. Entonces, vino un tercero, que me señaló: ‘mirá, acá vive uno que toca la guitarra como vos’. Fui a la casa y, efectivamente, apenas nos conocimos nos dimos cuenta de que teníamos un nivel muy parecido. Él tocaba mejor que yo, porque había estudiado desde más chico y sabía tocar bossa nova”.
Tiempos difíciles para ser músico de rock. Por ejemplo, no había dónde formarse o con quién. Ya era una tarea compleja dar con alguien que escuche la misma música. Lo único que por esos años aglutinaba era la música y la ideología de Los Beatles. Incluso, mucha gente de esa época reconoce a Los Beatles como los grandes disparadores de la maravillosa y revolucionaria idea de componer tus propias canciones.
Por ese entonces, el proyecto era un trío: Cantilo, Durietz y Guillermo Cerviño. Se hacían llamar Los cronopios, en homenaje a esos geniales personajes de Cortázar. Al poco tiempo, Guillermo decidió bajarse y hacer otra carrera.
El cantante de tango Horacio Molina los escuchó en un Café Concert de Punta del Este llamado La Fusa y se comprometió a presentarlos en el sello para el cual grababa: CBS. Los productores les recomiendan cambiar de nombre y allí surge la idea de Pedro y Pablo.
El dúo debuta con un simple que quedó en la historia: Yo vivo en una ciudad, canción en donde se escucha un bandoneón, dándole todo un mensaje porteño.
En 1970, se realiza el Segundo Festival de Música Beat y participan. Consiguen el primer puesto con La marcha de la bronca. Es el invierno de ese año. La masividad les sonríe y el simple vende alrededor de 80 mil copias. Una reflexión de Miguel sobre la canción: “La marcha de la bronca es simplemente el descontento que viene generando desde hace varias décadas la incapacidad de una clase dirigente que se aprovecha del poder para robarle al país. La escribí cuando era un adolescente y gobernaba la dictadura militar. Pero, después se han ido sucediendo otros gobiernos que han hecho lo mismo con diferentes matices y la canción sigue como vigente. Y creo que así seguirá mientras sigan sucediendo estas cosas”.
“Bronca porque ríen satisfechos al haber comprado sus derechos, bronca porque se hacen moralistas y entran a correr a los artistas…”. Ahora, que vivimos bajo un gobierno que pone a la Cultura en la lista de enemigos, que dialoga con los financistas y putea a músicas y músicos recordé este párrafo tantísimas veces. Ahora, que se aconseja no leer libros “pornográficos”, pero sí mostrar caridad para con los torturadores.
“Bronca cuando a plena luz del día sacan a pasear su hipocresía…”. Hoy, comprobamos que ya no tienen horario, los hipócritas trabajan en triple turno. “Para los que toman lo que es nuestro con el guante de disimular”, tremendo cachetazo al típico tilingo argentino, el asqueroso cholulo que pagaría una fortuna para ir a la Embajada del Terror cada 4 de julio a lamer botas.
“Marcha, un, dos, no puedo ver, tanta mentira organizada sin responder, con voz ronca, mi bronca, mi bronca…”. Si habré utilizado la frase “mentira organizada” para explicarme tantas cosas que nos confunden. Esos versos que, con una planificación milimétrica, marcan el rumbo hacia el abismo.
“Bronca porque matan con descaro, pero nunca nada queda claro, bronca porque roba el asaltante, pero también roba el comerciante, bronca porque está prohibido todo, hasta lo que haré de cualquier modo, bronca porque no se paga fianza, si nos encarcelan la esperanza…”. Esta letra de Miguel Cantilo está en la senda de los tangos de Discépolo, aquellos que con poesía de la crueldad pintan la Década Infame, tangos que escuchamos hoy y nos asustamos al pensar que, quizá, todo siga igual, que los mismos de siempre cambian de cara y apellido, pero reparten las mismas desgracias. Incluso, habría que decir que ellos no paran de avanzar, pero, en cambio, nosotros hemos retrocedido. La prueba está en que hablamos de esta canción escrita en plena Dictadura cívico-militar, sistema de gobierno que le deja servida la mesa a la clase dominante para que lleve a buen puerto todas sus atrocidades. Sin embargo, hoy, ya no hay dictaduras, ni golpes de Estado, ya no hace falta semejante movida. Unos buenos lavajes de cerebros por los medios, con champú divertido, y grandes sectores irán con alegría a votar a sus verdugos. Los mirarán por televisión reírse a carcajadas, contar sus pedorreos y superficialidades sin enrojecer, para que las/os televidentes reflexionen y repitan las boludeces necesarias que les aseguren, a las/os poderosas/os, un futuro sin interrupciones “populistas” ¡Qué enorme derrota!
El éxito de La marcha de la bronca fue tan grande que el tema fue incluido en una nueva edición del primer álbum.
Miguel recuerda algún detalle técnico sobre la letra: “Solía escuchar a Bob Dylan entendiendo una mínima parte de sus mensajes, pero hechizado por sus músicas y su forma de cantar. Cierto día, escuchando un tema llamado Rainy day woman, me sorprendió que usara como pie de cada verso la frase “they stone you…” (te apedrean). Se me ocurrió aplicar esa técnica repetitiva para enumerar las cosas que venían dándome bronca a través de los últimos años, algo que ya había tratado en diferentes canciones”.
Durante los años de la última Dictadura cívico-militar, muchísimas veces participé en fogones ocultos en casas o espacios cerrados. Allí se cantaba esta Marcha con un entusiasmo extremo. Por un lado, expresábamos las broncas que nos rodeaban, mezclándolo con una melancolía que nos tenía acorraladas/os.
Miguel Cantilo es un caso muy particular en el rock argentino, es un enorme escritor, uno de los más politizados. Un poeta que siempre supo leer la realidad y cantó esas observaciones sobre canciones populares, con acordes sencillos y armonías conocidas. Creo que esta es una gran tarea del arte popular, pero, que no tiene tantos cultores como suponemos o necesitamos. Por suerte, cada tanto Cantilo y Durietz se ve que caen en la cuenta de reconocerse como artistas necesarios y salen de gira reviviendo por enésima vez a Pedro y Pablo.
Recuerdo que hace unos tres años, en una noche de juntada de La Barra Beatles, lo habíamos convocado a Jorge Durietz. Después de cenar y tomar unos ricos vinos, nos pusimos a tocar y cantar aquellos viejos temas. En un momento, me pidió que lo acompañe con la viola para cantar Yo vivo en una ciudad. En medio de una emoción que se multiplicaba, me pude dar uno de los grandes lujos de mi vida, como músico, espectador y estudiante del rock argentino. Cantar y tocar esos acordes mientras sonaba una de mis canciones favoritas que, entre tantas cosas, me marcó un rumbo letrístico. Fue maravilloso, esos minutos en donde uno es puro agradecimiento, porque, al final de cuentas, hay canciones que nos hicieron felices, que nos dijeron que no estábamos solos, que serán una compañía para siempre.
¿Qué pasará cuando seamos viejos y las escuchemos? ¿La emoción nos permitirá sobrevivir? No sé qué sucederá, pero estoy seguro de que en ese resurgir de nuestros momentos felices le daremos una soberana patada en el culo al destino y nos declararemos eternas/os.
Jorge Garacotche es músico, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.
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