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El después de la Tierra arrasada

Una mirada sobre el documental de Tristán Bauer

El viernes pasado fui invitada, junto a mi familia, a ver el estreno de Tierra Arrasada en el Teatro Coliseo. Tierra arrasada es un documental urgente, conmovedor y bello. Excede lo periodístico, porque no se trata sólo de presentar las imágenes de una realidad que nos pertenece, sino, que el film logra, con un arte exquisito, conmover. En lo personal, me generó una emoción vibrante que me entrecortaba el aire y me mantenía agarrada a las imágenes. Al comienzo, los planos contundentes relatan el devenir de nuestra reciente realidad. Irrumpe, en estas primeras imágenes, la voz de Darío Grandinetti, que pregunta: “¿cómo llegamos hasta acá?”. No se trata de un sino fatal, se trata de un modelo económico político. La cámara de Bauer vuelve sobre sus pasos para desgranar la multiplicidad de decisiones políticas que consiguen arrasar una tierra próspera.

El arte nos permite entender no sólo con la razón, sino, con el cuerpo. La proyección me atravesó con sensaciones de una gran intensidad. Es que, con su película, Tristán Bauer le pone rostro a los porcentajes de excluidos que titulan, numéricamente, los diarios, como si se tratara de fracciones de un todo analítico teórico e irreal. La sensibilidad del film de Bauer me trajo, por momentos, un dolor viejo que, siempre, estuvo ahí y, repentinamente, se agolpó en mi pecho. Regresaron a mí todas las sensaciones vividas en estos años de maltrato social. Tal vez, porque ese dolor, que me produjeron las medidas de un gobierno neoliberal a lo largo de cuatro años, había sido guardado para poder seguir soñando, viviendo lo cotidiano y construyendo, socialmente, desde mi lugar.

Se ven, en continuidad, un desfile de las perversiones que nos fueron destinadas durante estos años. El film recorre las decisiones que, desde el Estado, instalaron el desamparo en todas sus formas posibles. Apenas asumido el poder, se quiebra el cumplimiento de las leyes constitucionales. Se dejan de lado las promesas de campaña. Se abandona el cuidado del más débil. Se descuida y ataca la educación pública. Se intenta avasallar los derechos humanos. Se olvida la urgencia vital de jubilados y niños con hambre. El documental muestra, como escenario de estos múltiples abandonos, los negociados gestionados desde un poder gubernamental que distribuye recursos con una impunidad obscena. Estas violencias simbólicas y reales quedan expuestas en las imágenes de las risas irónicas de funcionarios, en contraste con las lágrimas desesperadas de una ciudadana exhibiendo un impuesto con un monto impagable. Las dos caras de la misma moneda, recortes sociales y grandes negocios para pocos. Bauer nos habla a nosotros de nosotros, con su mirada atenta a captar los restos que deja un modelo perverso.

El documental, también, está atravesado por imágenes de las diferentes resistencias populares y políticas. Así, en medio de tanta violencia, ejercida desde el poder sobre el conjunto de la sociedad, hubo y hay resistencia de un pueblo fuerte, sufrido, claro y combativo. Agrupaciones de maestros, sindicatos, organizaciones sociales, jubilados y Madres de la Plaza. Un pueblo que, aún a pesar de las tácticas desplegadas para borrar la memoria, tiene memoria. Un pueblo que reclama, cansado y firme.

Tierra Arrasada es cine, cine del bueno. Su cámara atraviesa, toca lo que mira, opina profundo y claro. El documental de Bauer me agobió y me entristeció, sin embargo, también, me llenó de orgullo y de esperanza. Mi sufrida argentinidad está en el cuerpo del pueblo, que no baja los brazos. En el campo de esas luchas, el documental recupera la presencia de la política que, aunque denostada estos años, sigue construyendo realidades. Hay momentos en que Tristán Buaer cambia el ritmo de su narración y, como si el tiempo se detuviera para observar mejor, la cámara se posa sobre rostros que nos miran. No hay sonido, no hay acción. Sus planos, de gran hondura estética, hablan de lo que no se habla, de lo que no tiene palabras para ser dicho. La pantalla, invadida con miradas profundas y silenciosas, que ven directo a nuestros ojos. Miradas dolientes de una niña que nos recuerda y nos reclama, de una chacarera que ve morir su chacra, del padre de un tripulante del A.R.A. San Juan, de un empleado de una fábrica que perdió su trabajo, de un anciano que está en una marcha de jubilados, de Milagro Sala y de Santiago Maldonado. El director Bauer, con su cámara, nos devuelve miradas que fueron olvidadas e ignoradas. “La Patria es el otro”: estos argentinos miran, reclaman, esperan, padecen, recuerdan e interpelan.

Estos cuatro años, no solamente han dejado tierra arrasada, también, han dejado una cultura en sintonía con el resurgimiento de las derechas en el mundo. Siento mi país agrietado, como Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Padecimos un neoliberalismo que, si bien, está presente en nuestras vidas e intenta estructurarnos con su ideario individualista, confronta con las resistencias que libran la batalla cultural con la fuerza de lo colectivo. Será un trabajo cotidiano consciente, amoroso, solidario y político continuar proponiendo, para todos y todas, una realidad que recupere la empatía y la solidaridad. Estará en nosotros reconstruir nuestra tierra para que sea cultural, social y económicamente próspera.

El film de Bauer, con su registro de las miradas de los postergados, nos habla de las memorias y de un  dolor que debe ser recordado y revisitado para poder entender que nos sucedió. Tierra arrasada es un documental profundo, contundente, de una enorme calidad estética y ética, un registro de época obligatorio para repetirnos “nunca más”.

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