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Ciudadanos/as y comunas. Genealogía política de la figura del vecino en la ciudad unitaria y liberal
Este año, la revista Con Fervor cumple tres años. La presentamos el 27 de marzo de 2019 en el Bar Cultural Pista Urbana de San Telmo. Desde ese día, hemos abordado la problemática artística, intelectual y el debate político cultural desde una gran diversidad temática, con una amplia colaboración periodística y el acompañamiento de las/os lectoras/es en nuestro país y en América Latina. Pero, fundamentalmente, nuestro objetivo fue, siempre, trabajar en la ciudad, con los barrios y comunas de Buenos Aires. La revista, justamente, se pensó como un homenaje a Jorge Luis Borges y el sentido fundacional de lo poético que tuvo, para el gran escritor argentino, la vida en los arrabales, la magia de las calles, las plazas, las esquinas.
También, para la revista es fundamental reconocer las tradiciones barriales y la importancia de la Ley 1777, la Ley Orgánica de Comunas, que le dio, a esta ciudad, una nueva división política. Para nosotros las comunas son unidades político culturales básicas que requieren una atención especial, que nos impone trabajar, integralmente, para que la Ley de Comunas tenga, justamente, una aplicación plena y que sea reconocida, a su vez, por el conjunto de las/os ciudadanas/os.
Considerando la importancia que tiene para nosotros el trabajo político cultural en la ciudad de Buenos Aires, quiero destacar el libro: La patria chica. Genealogía política de la figura del vecino, cuyo autor es Manuel Tufró, editado por el Centro Cultural de la Cooperación dentro de la colección Historia del Presente. Un texto realmente extraordinario por los alcances y aplicaciones que tiene. Sobre este libro y sus relaciones con la ciudad quiero expresar algunos comentarios.
Como destaca Manuel Tufró en este libro, para Michel Foucault existen tres tipos de sociedades: pastoril, disciplinaria y securitaria. Para el pensador francés, el tránsito de una sociedad disciplinaria a una securitaria (también conocida como sociedad de riesgo o de control) consiste en que el ejercicio del control institucional ya no se da en espacios cerrados, tales como la escuela, la fábrica, el hospital y la cárcel (propias de la sociedad disciplinaria), sino, que este se da en el afuera, en la cotidianidad, a través de redes penales difusas como las cámaras de vigilancia, el aumento de las penas, el uso de helicópteros de seguridad, el fortalecimiento de la policía, entre otras. La principal consecuencia de este tránsito consiste en la visualización del otro como un enemigo, especialmente, aquel otro que pertenece a las esferas más bajas de la sociedad, etiquetándose al marginado como una constante fuente de peligro. Lo anterior es trasladado al ámbito gubernamental y aplicado por las instituciones estatales, a través de dispositivos penales que programan, vigilan y controlan de forma imperceptible.
Este relato que, de alguna forma, transcribo, oficia como una suerte de axioma, de base teórica, para La patria chica. Genealogía política de la figura del vecino. Pero, si bien los estudios de campo y las investigaciones apuntan a considerar el tema de la seguridad como eje temático central, también, en la medida en que comentamos el libro, podemos disparar otros análisis que están, de alguna forma, implícita o explícitamente dentro de las páginas de este texto.
Hay que pensar, también, por extensión, en las sociedades vigiladas, en el rol de las nuevas tecnologías y la necesaria regulación frente a la soberanía de los Estados-Nación. Hay que replantearse, asimismo, la seguridad dentro del tema de la soberanía digital y el comercio electrónico. Vale elogiar los avances tecnológicos, pero, también, reconocer los usos del lenguaje, la soberanía de la palabra y la comunicación. A ello podemos agregar la importancia de los nuevos contratos con la naturaleza y la defensa de los cuidados necesarios para una vida como corresponde en este mundo, ante las pandemias y los desequilibrios ecológicos. Todos temas que hacen a la seguridad de la vida en este planeta.
Este es un libro que, justamente, permite otras lecturas sobre temas que se asocian naturalmente. La patria chica. Genealogía de la figura del vecino es, sin duda, una excelente investigación, profunda, reflexiva, original y que permite reconocer, a la vez, la calidad teórica asociada al trabajo de campo, una real forma de la praxis intelectual que permite recoger datos y experiencias sabiendo, previamente, cómo deben ordenarse esos procesos geográficos y temporales para construir dimensiones para una genealogía política de la figura del vecino.
Es un libro que sorprende. Uno puede reconocer los alcances de una investigación tan importante en lo temático y en lo metodológico. Pero, el libro, también, visibiliza lo que implica, a la vez, la ausencia de propuestas alternativas en lo que hace al propio trabajo político concreto en la Ciudad de Buenos Aires. Este libro nos viene a señalar, realmente, las deficiencias políticas en las construcciones alternativas comunales y barriales. Es un libro que habla muy bien de lo que se propone y, a su vez, nos provoca ver lo mucho que falta por hacer en el terreno político con la seguridad en particular. O, dicho de otra forma, la calidad investigativa y teórica de La patria chica permite darle visibilidad a la necesidad de abordar, políticamente, de otra manera a la Ciudad de Buenos Aires. Uno siente que el volumen teórico de este libro debe ser, también, alcanzado por las tareas de construcción alternativa política en la ciudad. Un libro que pone en evidencia lo que le falta en cuanto a la construcción política en la Ciudad.
Un gran texto, bien presentado, bien titulado y producto de una gran investigación sobre materiales de archivo y datos etnográficos: discursos producidos en el período 1997-2011, por agencias estatales que, a nivel nacional, provincial, municipal y policial, tienen jurisdicción sobre la Región Metropolitana de Buenos Aires. Estos discursos interpelan a vecinas/os para incentivar su participación en prácticas securitarias en dicha Región. A ello hay que agregar datos etnográficos y entrevistas realizadas a integrantes de organizaciones vecinales que desarrollan sus prácticas securitarias en la Región Metropolitana de Buenos Aires.
Este libro de Manuel Tufró es el resultado de un gran trabajo de campo que se extendió entre los años 2005-2011, el cual involucró el relevamiento de treinta organizaciones vecinales y un trabajo etnográfico más profundo en los barrios de Núñez y Liniers, en CABA, y en Garín, Vicente López, San Isidro y San Martín, en la zona noroeste del Conurbano Bonaerense. Realmente, un gran recorrido territorial. También, trabajó con artículos de prensa para poder reconstruir la dimensión genealógica del objeto de estudio.
Para darnos una orientación de los alcances de este libro, Manuel Tufró ha trabajado: en la dimensión genealógica de los usos políticos de la categoría del/la vecino/a, en la dimensión de la interpelación estatal en la construcción de la vigilancia vecinal y en la dimensión de la apropiación y subjetivación en la configuración del ethos (forma de vida de las/os vecinas/os) vecinal y la cultura política vecinal. El objeto de estudio, además, se encuentra atravesado por distintas temporalidades. Desde los tiempos de la colonia, hasta comienzos del siglo XXI. La temporalidad de la interpelación estatal, que comprende desde mediados de la década del noventa hasta la actualidad, y la dimensión de la apropiación por parte de grupos concretos de vecinas/os tiene el alcance temporal de trabajo de campo en el que se registraron las marcas de los procesos de subjetivación, es decir, entre 2005 y 2011.
Es muy importante reconocer que, para Manuel Tufró, hablar de los usos políticos del/la vecino/a implica concebir que la categoría se pone en juego en las disputas mismas por la producción e imposición de sentidos sobre la ciudad y, en este caso, la seguridad ciudadana. Para Manuel Tufró una cultura política vecinal supone una estructura del sentir, que encuentra en la problematización de la seguridad ciudadana una superficie de emergencia y una articulación en un hacer concreto. Reconfirma Manuel Tufró que esta cultura y sus prácticas no son independientes de los modos históricos de la interpelación estatal, sino, que son, en parte, coproducidas por las distintas agencias estatales.
Para tomar un ejemplo del alcance de su investigación sobre los diversos comportamientos del/la vecino/a en la ciudad, en el capítulo V, titulado Cultura política vecinal, el ethos vecinal se pone en juego en situaciones en que los vecinos deben interactuar entre ellos, con funcionarios políticos, policiales, etc. En el caso del barrio de Liniers, es interesante reconocer cómo las asociaciones de vecinas/os debaten el tema de la seguridad considerando el límite con la Av. General Paz, que es una de las vías de escape, supuestamente, de los delincuentes que vienen del conurbano. Hay que sumar la estación de tren y las múltiples líneas de colectivos que alteran cierto orden en los horarios picos de circulación de público, a lo que se suma la presencia de numerosas comunidades migrantes, como la boliviana, que son señaladas, por algunas/os vecinas/os, como las responsables de alterar el orden y la limpieza en las calles. O los prostíbulos y las sospechas de que la policía protege diversas redes de ilegalidad. Frente a estas condiciones todas/os las/os vecinas/os recurrían al ethos vecinal y a recursos de la cultura política vecinal, pero, a su vez, entendían de diferentes maneras el lugar del/la vecino/a. Hay vecinas/os que elogian a la policía en la vigilancia y otras/os que dudan por ciertas experiencias de corrupción. Se abordan las formas en que el/la vecino/a debía relacionarse con la policía. Todo esto, siempre, en los diálogos con las/os vecinas/os, en el registro de las voces de las/os vecinas/os como parte del trabajo de campo. O las formas del/la vecino/a de relacionarse con otras agrupaciones -como La Alameda-, el tema de la politización y los temores al uso político en las movilizaciones.
El/la vecino/a, en general, tiene asociada que la figura de vecina/o está, totalmente, desvinculada de la política. El/la vecino/a es, de alguna forma, un/una vigilador/a social estable: alguien que no es reconocido como vecina/o no puede defender a las/os vecinas/os y, en la paradoja, el único que puede vigilar a las/os vecinas/os es otra/o vecina/o. Y la policía debe depurarse, por sí misma, en la lógica que tiene cierto tipo de vecina/o dominado por la ideología neoliberal. La agrupación La Alameda intentaba, por otro lado, un discurso de representación vecinal sin oponerse, necesariamente, a la politización y sin ser un partido político. La Alameda llevó adelante una tarea especial para garantizar que en el ethos vecinal pudieran ingresar relatos más críticos. Todas estas contradicciones son consideradas en la investigación, con los informes recogidos en las distintas asociaciones de vecinas/os realizadas por Manuel Tufró, lo que demuestra que el modelo hegemónico en la ciudad tiene, también, sus grietas y fisuras.
En este capítulo V, se aborda lo que fue La alternativa de la Seguridad Democrática, impulsada, en su momento, por el Gobierno Nacional, y la disputa que existía con el gobierno del PRO en CABA y La Mesa Barrial como una construcción más democrática. A la vez, la división entre militantes y vecinas/os indicaba las diferencias entre culturas políticas y la seguridad en un ámbito común de participación ciudadana.
El libro presenta una genealogía de las figuras políticas del/la vecino/a, que muestra cómo éstas emergen, producto de relaciones de fuerza que el propio gobierno macrista ha instalado en la Ciudad de Buenos Aires, para poder ejercer su hegemonía cultural y política.
Por diversos motivos, este es un libro clave para la vida democrática en la Ciudad de Buenos Aires y aporta, desde la figura política de lo que implica el/la vecino/a, a pensar en una nueva cartografía política de la ciudad, considerando la importancia que tienen las comunas como unidades político culturales y, también, en los barrios que integran estas comunas.
Extiendo lo que sugiere el libro hacia otras miradas
Una ciudad profundamente desigual, atravesada por la Av. Rivadavia, con un norte rico y un sur pobre. Donde las posibilidades de consumo de los bienes culturales son, totalmente, distintas. Sólo para pensar en los datos de un consumo cultural: en el norte de la ciudad están radicadas la mayoría de las librerías, los cines, los teatros y el servicio gastronómico más importante que tiene Buenos Aires. En el sur de la ciudad, el consumo cultural es mucho más bajo.
La sociedad porteña es una sociedad donde se desarrollan todo tipo de iniciativas comerciales, culturales y sociales y el/la vecino/a ha pasado a ser la figura que unifica todas las referencias en el espacio urbano. El/la vecino/a es el sujeto al que se toma como testigo para todo tipo de aplicaciones políticas, sociales y culturales. Por eso, es importante reconocer una genealogía política del/la vecino/a, que sería como una figura que se diferencia de otros sectores que viven, también, en la ciudad, pero, que no serían necesariamente vecinas/os. Vecina/o sería el/la ciudadano/a neutro políticamente, que recibe los beneficios del propio gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El/la vecino/a sería una categoría que permite identificar, de una manera neutra, al/la ciudadano/a y que le ha permitido al PRO, en la ciudad, crear una hegemonía política y cultural. El/la vecino/a sería un sujeto de clase media, neutral y a-político que conlleva la cultura de los buenos modales con el otro, o sea, la buena vecindad.
¿En qué medida el/la vecino/a corporiza, realmente, un sujeto integral o se trata de una figura híbrida que sirve para legitimar ciertas políticas neoliberales? La pregunta tiene la intención, justamente, de considerar hasta dónde una/un vecina/o no termina siendo, de alguna forma, una/un ciudadana/o que no incorpora las obligaciones y deberes de manera plena y soberana. Inclusive, los relatos con que se convoca al/la vecino/a, son relatos, muchas veces, vacíos con toda intencionalidad, para que esa/e vecina/o coloque, en el relato, lo que falta y lo llene con lo que la/el propio vecina/o desea que le ocurra personalmente. Aunque el relato oficial no lo explique claramente, este juego comunicacional se usa mucho en las campañas políticas del PRO, donde, en los afiches callejeros, todos los dirigentes miran hacia un infinito rodeados de vecinas/os, aplicando lo que se llama, en la semiótica de la comunicación, el significante vacío.
La ciudad unitaria, la ciudad liberal
Este libro, La patria chica. Genealogía política de la figura del vecino, pone en evidencia que hay que ir, en la Ciudad de Buenos Aires, hacia una nueva cultura política y política cultural. Existe una cultura política dominante, que establece que todo se hace centralizadamente en el poder ejecutivo y legislativo y que no hay poder territorial. La ciudad es una ciudad dormitorio, donde el ciudadano no considera al barrio o a la comuna como el lugar de radicación, de construcción cultural y política independiente.
La importancia de la descentralización es determinante. Las comunas, como unidades político culturales y alternativas territoriales para un nuevo trabajo político en la ciudad, que permitan ir construyendo un nuevo bloque social histórico para cambiar los cursos actuales de la Ciudad de Buenos Aires.
En un debate que organizó la revista Con Fervor con comuneras/os y representantes culturales de las comunas se propuso que las elecciones comunales se realicen de manera independiente a las elecciones del ejecutivo y legislativas. La cultura política dominante impone elecciones en la Ciudad de Buenos Aires bajo el sistema peronismo-antiperonismo. Las alternativas políticas, tampoco, ofrecen diferenciaciones importantes, suelen comunicar el mismo relato en barrios como La Boca o Recoleta y establecer la contienda política unos pocos meses antes del acto electoral, considerando sólo como referencia “el candidato opositor que más mide”. No se trabaja con las/os ciudadanas/os en los barrios o en las comunas durante los períodos no electorales, no se particulariza las necesidades que tienen, territorialmente, cada barrio o comuna. Se termina, de alguna forma, aceptando el juego político que ofrece la derecha.
Es importante comenzar a pensar en una nueva centralización política y en una descentralización que permita que cada gobierno comunal pueda administrar la vida político-cultural. Que cada comuna tenga, por ejemplo, una representación del Complejo Teatral de Buenos Aires y de los diversos institutos y programas que tiene el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires con delegaciones en cada barrio. Que cada comuna tenga su feria del libro, su centro de exposiciones, su centro musical, etc. Que se aplique, como corresponde, la ley Orgánica de las Comunas. La Ley 1777 es muy progresista y garantiza, justamente, las formas democráticas de participación de los ciudadanos en cada una de las 15 comunas que tiene la Ciudad de Buenos Aires.
En la última página del libro La patria chica. Genealogía política de la figura del vecino, Manuel Tufró considera una definición esclarecedora para todas/os: “El sujeto impolítico no impugna al sistema, sino, sus puntos de ineficacia, de inconsistencia, de divergencia entre lo prometido por el mercado y lo concedido por la gestión. La identificación de ‘la política’ con la gestión de estos puntos de inconsistencia es, quizás, el gran triunfo del neoliberalismo”.
El/la vecino/a es, indudablemente, un sujeto político modelado por los medios dominantes y la política neoliberal. Por eso, vale considerar la importancia de una nueva cartografía política que reconsidere un nuevo sujeto territorial, que se integre como un ciudadano que puede, también, desde las comunas, formar un nuevo espacio político que considere al poder centralizado, para transformarlo, y a las lógicas descentralizadas, para salir de la ciudad unitaria y liberal, impulsando los gobiernos comunales, las gestiones participativas y democráticas desde nuevos imaginarios políticos. La oposición política debe aportar a la formación de un nuevo bloque social histórico en la Ciudad de Buenos Aires, que, desde lo mejor de las tradiciones barriales y comunales, permita una alianza popular que supere el seguidismo político y la encerrona neoliberal, que ha permitido unificar a las clases medias y sectores populares contra sus propios intereses.
Juano Villafañe es poeta y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación.
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