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Se realizó el Festival de Teatro Larroque 2024 en la provincia de Entre Ríos

Todavía es vívida la huella del fin de semana en que emprendimos el viaje a la ciudad de Larroque, ubicada a 50 km de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, aún con la promesa inclemente de un tiempo de lluvias. Fue el entusiasmo por participar de la VI Edición del Festival de Teatro lo que nos impulsó a salir a la ruta en busca de ese tiempo suspendido que se espesa tanto en la fiesta como en el teatro. Bastaron unas pocas horas para que el paisaje urbano de la Capital fuera quedando atrás y se abriera, vasto y amplio, el campo entrerriano. Suele resultar difícil escaparse de la rutina cotidiana y sus múltiples actividades, así que llegamos para el cierre de la primera jornada y debimos partir antes de la entrega de premios. Sin embargo, ese lapso fue de puro regocijo compartido.
El Festival de Teatro de Larroque viene realizándose desde el año 2018 y es un proyecto impulsado por el actor, director y dramaturgo Nazareno Molina, oriundo de la misma ciudad. El Festival, impulsado además por el Municipio de Larroque, cuenta con el apoyo en la organización del Grupo de Teatro Friwox, a cargo de Molina. Para esta sexta edición, que se llevó a cabo durante los días viernes 15, sábado 16 y domingo 17 de marzo, fueron convocadas doce obras, cuya dirección y actuación estuvieron a cargo de distintas compañías de teatro independiente. Puntos geográficos disímiles de nuestro país, como Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Tucumán, Santa Fe, el Gran Buenos Aires y la CABA, fueron los territorios con representación en este VI Festival. La ceremonia de inauguración estuvo a cargo de la actriz Ingrid Pellicori, mientras que la entrega de premios se realizó en el Salón Parroquial Juan Pablo II y contó con la conducción de la también actriz Susana Viviani, acompañadas ambas por Nazareno Molina.
Esta fiesta larroquense -a la que vimos asistir a toda la comunidad de los alrededores- debe su nombre al párroco Alberto Paoli fallecido en 1993, a quien la ciudad reconoce como la figura pionera del arte teatral. El Padre Paoli llegó a Larroque en 1958 y un año más tarde conformó el Grupo CATE (Conjunto de Aficionados de Teatro Experimental) donde se desempeñó como docente de actuación, dramaturgo y dramaturgista. Hacia los años ’70, llevó adelante un proyecto de institucionalización de la enseñanza de actuación creando la EPAE (Escuela Parroquial de Arte Escénico), convertida hoy en la EMAE (Escuela Municipal de Arte Escénico). El principal espacio teatral donde se llevaron adelante las puestas en escena lleva por nombre, también en su homenaje, Sala Padre Alberto Paoli. Un salón de usos múltiples completó el escenario del Festival junto a un taller de técnica vocal y entrenamiento de la voz, dictado por el profesor Ernesto Notti.
Antes de compartir otras actividades de las que participamos con inmensa alegría en este marco festivo, nos detenemos un momento en las obras que fueron representadas durante cada una de las jornadas. El viernes dio bienvenida a Lo llaman viruta (CABA) con dramaturgia y dirección de Gustavo Rocco, texto que, a modo de viaje al pasado, invita a regresar al misterioso universo de los guapos, el tango y el malevaje. La reina de Turdera, dirigida por Juan Mako, llegó desde Lomas de Zamora, para contar en clave de biodrama, la historia de Teresina, inmigrante italiana. Historia familiar y memoria, por boca de Jazmín, nieta de Teresina, invitaron a dar con esas imágenes que, al ser narradas, encuentran un nuevo anclaje en el presente. La virgen del colibrí, texto de la santafesina Patricia Suárez, dirigido por Pablo Léger, recibió un merecidísimo premio otorgado por el público. Un matrimonio de judíos, a cargo de una mercería y casa de costura, ha perdido un hijo. Sin embargo, un día reciben la visita de la Virgen María, que como en el relato bíblico, promete una nueva oportunidad de ser padres aún en la vejez. La dramaturgia de Suárez, lúcida, abre las preguntas por los modos posibles de cuidar y criar, así como por las formas contemporáneas de la divinidad. Cerró la jornada del viernes, Angélica (zamba romántica para alienígenas), a cargo del grupo 2VO2 de la ciudad de Chajarí, Entre Ríos, con una temática centrada en la espera parsimoniosa que dos puesteros pampeanos. Que pase la sequía y advenga un tiempo húmedo, lleva la sorpresa de una aparición hecha mujer.

Por su parte, la tarde del sábado tuvo el color de una sustanciosa maratón teatral que comenzó con la que fue finalmente, la obra más premiada del Festival: Tinta para trincheras, proveniente de la localidad de Tigre, Buenos Aires. Elegida como la Mejor obra, Tinta…, también se alzó con los premios al Mejor actor (Federico Chaina), la Mejor dirección (Javier Zuker) y la Mejor puesta en escena. Un cartero español queda a la deriva el día en que el Golpe de Estado de 1936 puso fin a la República. En adelante su viaje silencioso recorre las palabras de las cartas que lleva, dando cuerpo y alma a cada una de esas voces que, como él, quedaron atrapadas. El trabajo actoral de Chaina construye en escena un universo poético tan pregnante como cada una de las imágenes que nos hace ver a partir de la resignificación de los objetos que manipula. La madera, será mesa y será trinchera, tumba y puerta; la lana, abrigo y bandera, y un enorme muñeco casi desmembrado, casi se parece a Dios. Así como el cartero todos y cada uno de los personajes que quedaron separados y atrapados en una correspondencia que no llega a destino, encuentran sobre el escenario una nueva posibilidad de existencia.
Comenzaba a caer el sol con cuando subió a escena Te veo arder sobre el camino de cuervo, con dramaturgia de María Ester Mazza. A cargo del grupo La puerta de Piro, de la localidad de Wilde, Buenos Aires, Te veo arder…, revisó uno de los tantas veces repetidos hechos trágicos de nuestro país. El asesinato de Darío Santillán, víctima de la violencia institucional, como tantos otros jóvenes aplastados en un margen socio – económico, hostil e invisibilizado, ocupa lugar central en el unipersonal creado por Mazza. Más tarde, lamentamos no contar con el elenco de De profesión maternal de Griselda Gambaro, ya que una de las actrices atravesaba una situación de salud que les impidió viajar. Sin embargo, pudimos reparar momentáneamente esa ausencia con otras dos obras que nos permitieron oscilar del registro de la hilaridad en La lechera a otro bien ácido en el caso de Cocinando con Elisa. La lechera, de Carlos Correa, proveniente de Tucumán, estuvo a cargo del Grupo Modelo Rojo Teatro y nos brindó un maravilloso momento de risa inteligente. Dos gauchos y un gallo habitaron la escena, en un duelo verbal por una vaca lechera que los ha dejado abandonados. Acompañados por las intervenciones cantadas de un gallo humano y la música en vivo de una guitarra, los “gauchos machos” van dando lugar a una puesta en crisis de estas configuraciones a medida que dejan a la vista la necesidad de revisar modelos de masculinidad. Por último, asistimos a la puesta de Cocinando con Elisa, texto de Lucía Laragione, a casi treinta años de su estreno en Madrid, ahora bajo la dirección de María Emilia Giovine (CABA). Dos mujeres, una cocinera y su aprendiz, encarnan en el idioma culinario una metáfora de la última dictadura militar en la Argentina: deshuesar, trozar, colgar, desgrasar, cazar y reservar la sangre son algunas de las acciones que Elisa deberá aprender.

La tarde del domingo anunciaba el fin de fiesta así que allí nos divertimos a la altura de las infancias con la propuesta de Clasiclown, una idea de Erica Gómez, para recrear dos clásicos tan clásicos como el amor y la amistad en los textos de Romeo y Julieta y Don Quijote de La Mancha. Siguió al clown, otra revisión histórica del Litoral propuesta por El apocalipsis del soñador (CABA, Corrientes y España), obra que contó con el premio a la Mejor Adaptación/Dramaturgia realizada por Gabriel Fernández Chapo. El apocalipsis… toma la obra del escritor español Blasco Ibáñez, responsable del impulso de colonias agrícolas de inmigrantes valencianos en la provincia de Corrientes, territorio donde no siempre completó un accionar exitoso. Ya aparecía la luna cuando Larroque asistió a la puesta de María Delfina, obra escrita y dirigida por Joaquín Gómez, también presente en el grupo de actores. Así, con otro gesto revisionista, cerraba la tercera jornada dedicada al teatro, al traer a escena la figura mítica de La Delfina, apodo con que se conoció a la mujer que el caudillo federal Pedro Ramírez hizo suya en uno de los enfrentamientos militares de la línea artiguista contra los portugueses, sangre ésta de María Delfina. Sólo quedaba la gala de premios y tras ella, la promesa de recomenzar el trabajo para el próximo marzo. Pero también quedaban en nuestro recuerdo, mientras el cielo rojo iba ganando estrellas, los paseos por dos lugares emblemáticos de la ciudad, que la Comisión organizadora del Festival hizo parte de la propuesta. Así conocimos el Museo de la Estación de Tren de Larroque, memoria no sólo de los trabajadores ferroviarios, sino también de las primeras familias que fueron poblando la localidad. Vitrinas con máquinas de escribir, libros de poemas, la campana de la primera escuela, fotografías, una vitrola, y un enorme mapa de pared de 1927 con la distribución de las principales propiedades rurales, entre tantos otros objetos, cobraron vida para nosotros los visitantes.
Fue la siesta del domingo la que nos regaló el cobijo verde de la Finca La Tera con la Casa Museo que perteneció a la cuentista y novelista María Esther de Miguel. A la calidez de la casa, hoy Centro Cultural, donde se realizan numerosas actividades relacionadas al ámbito artístico, se impusieron, altos, frondosos, innegables, árboles de numerosas especies que fueron plantados por María Esther y su marido, el editor Andrés Bravo. Arte, naturaleza, fiesta, cultura, teatro, encuentros, camaradería y el calor de los aplausos abrieron en Larroque, durante tan sólo tres días, la inefable distensión del tiempo. Felices de haber participado, no nos faltaron unas místicas empanadas al emprender nuestro regreso.
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