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Madame Blanca

La obra Madame Blanca está basada en un cuento de la antigua tradición china: La leyenda de la serpiente blanca. La historia tiene más de mil años de antigüedad y se remonta a la dinastía Song (1127-1279). Es un trabajo muy cuidado del dramaturgo Ignacio Huang.

De manera original y vistosa trae al público argentino una historia mitológica que no está solo pensada para jóvenes: contiene los elementos universales del alma humana como el amor, la valentía, las adversidades, el desafío del orden establecido, las injusticias, el dogmatismo de las religiones, la discriminación, las fuerzas del bien y del mal oponiéndose y, en definitiva, el destino que continúa enlazando las acciones a través del tiempo.

Aquí vemos la creencia del taoísmo de que todas las criaturas, incluidos los animales, tienen infinitas posibilidades de transmutación que los pueden llevar a tomar forma humana y, aún, divina. La metáfora permite que la realidad y el mundo fantástico puedan ser vehículos éticos y morales para la educación del pueblo.

Dos serpientes, Blanca y Azul, con bellas apariencias, salen a dar un paseo por el bosque y el lago Xihu en el mundo humano. Surge el amor a primera vista de Madame Blanca: se enamora de un joven sencillo Hsu Xian. Su hermana Azul y un monje budista muy estricto tratan de convencerla con buenas y malas artes de que la consumación de ese amor es imposible e inconveniente. Aun así, los enamorados consuman su unión y durante años conviven armónicamente, conforman una familia y prodigan la sabiduría de sanación de Madame Blanca para toda su comunidad.

La interdicción continua vigente y el monje despliega sus habilidades y conocimientos para destruir ese lazo. Madame Blanca y el Monje se enfrentan en una dura pelea. El inocente esposo no entiende bien qué sucede: de alguna manera, fue engañado. Azul, siempre con alegres y graciosas ocurrencias, a pesar de conocer muy bien la tradición a la que ambas pertenecen, por amor a su hermana, les da su apoyo. La hermosa doncella Blanca, que por la ancestral tradición debería, sumisamente, aceptar su destino, da una feroz batalla con el monje budista con destreza y valentía. Luchan el bien y el mal, la obediencia y el libre albedrío, la discriminación y la tolerancia y la mujer que desafía con valor los mandatos de su género.

Aquí sobreviene un desenlace no esperado que invita al espectador a seguir reflexionando sobre el poder, las jerarquías religiosas y el amor que busca manifestarse en la creación, aún en las más difíciles circunstancias.

El trabajo de Huang como dramaturgo, director y actor y el de todo el elenco es muy destacable. Toda la obra tiene ritmo dinámico y las escenas se van sucediendo coloridas y bellas. Las actuaciones de Carolina Hsu e Ignacio Huang tienen esa delicada gestualidad de los cuerpos en el espacio y en especial las manos y los rostros, tan típicos de las artes orientales. Florencia Solís y Walter Shao Gómez realizan brillante y convincentemente las escenas de artes marciales, con su experiencia como maestros avanzados.

También son de una gran sutileza estética la música, la coreografía, los títeres y la representación visual de las imágenes simbólicas del Tao. Las estilizadas armas de combate relucen en el escenario. Otro elemento visual muy bello es el vistoso vestuario y calzado confeccionado con colores, brillo sedoso y buen gusto por el mismo Ignacio Huang.

La combinación de actores orientales, con una espontánea y natural reminiscencia de su origen, y occidentales, que exhiben con gran lucimiento su maestría y especialización profesional en las artes orientales, nos traen ese halo de estar asistiendo a un trabajo de gran y cuidada calidad: el relato y su representación.

En los cuatro personajes: la muchacha enamorada, el joven, el guerreo y la bufona despliegan con equilibrio los personajes característicos de la Ópera de Pekín.

No se trata de una obra pintoresca o exótica: es una recreación, con reminiscencias de su ancestral tradición, que el arte de Ignacio Huang acerca a nuestro público.

El espectador atento tiene la sensación de ponerse en contacto, durante los 70 minutos que dura la obra, con lo mejor de la sabiduría que atesoran esos pueblos. Es un acercamiento no solo literario sino de las distintas disciplinas escénicas que se despliegan en Madame Blanca, de esa cultura varias veces milenaria, que da cuenta de la interacción entre lo natural y lo sobrenatural que plantean el taoísmo y el budismo.

El argumento tiene varios niveles de interpretación por eso la disfrutan con entusiasmo tanto el público adulto como el joven: la reciben con atención y sorpresa ¡Muy recomendable, entonces, para todos!

 

 

 

Ficha artístico-técnica:

Autor y dirección: Ignacio Huang

Actúan: Florencia Solís / Blanca – Carolina Hsu / Azul – Ignacio Huang / Hsu Xian – Walter Shao Gómez / Fa Hai

Coreografía: Rocío Nocelli

Diseño de combate: Walter Shao Gómez

Música original: Fernando Monteleone

Escenografía, vestuario y utilería: Ignacio Huang

Diseño de peinados: Vanesa Yang

Diseño gráfico: Daniel Chang

 

Madame Blanca puede verse los sábados a las 20.30hs., en el Espacio Experimental Leónidas Barletta, ubicado en Diagonal Norte 943, CABA.


Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Es integrante de EDIT (Encuentro de Divulgadores Independientes de Teatro). Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.

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