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Furtivas, la nueva novela de Francisco Tete Romero, “un largo diálogo entre diferentes voces que se escriben entre sí”
Furtivas, de Francisco Romero, es un libro vertiginoso, de esos que te toman de la mano con fiereza y no te sueltan. Una prosa que guarda en sí la misma velocidad, el mismo riesgo de lo que narra.
Esta novela es un largo diálogo entre diferentes voces que se escriben entre sí, que se hablan, que, de esa manera, se acompañan y se calman mutuamente. Porque se han convertido en fieras para que las fieras más fieras no las devorasen. Y entonces hablar, escribir, escucharse, encontrarse en otras/os y con otras/os las devuelve a la condición humana, las vuelve personas capaces de recibir y dar abrigo en lugar de zarpazos.
Las mujeres de esta historia son mujeres sobrevivientes del trueque humano en sus diversas y perversas maneras, mujeres que siguieron vivas porque se sostuvieron mutuamente en las ciénagas de la esclavitud y de la muerte: “si se había mantenido con vida era porque había ido descubriendo una red invisible y sinuosa de gente dispuesta a ayudar” -escribe Romero- “una comunidad en la que cada vez que la halló se sintió menos sola, como parte de algo”.
Furtivas, rabiosas, haciendo que la justicia advenga allí donde el tajo de la crueldad derrama -y parece que derramará por siempre- una hemorragia interminable. Acá termina el espiral de violencia y miseria que nos dijeron desde el nacimiento que sería nuestra vida, dicen estas mujeres con sus actos. Y lo logran, no sin bajas, no sin pérdida, no sin espanto. Pero, hacen lo que tienen que hacer para zafarse del destino que les fue impuesto.
En estos tiempos donde la crueldad es nuestro pan cotidiano, en los que vuelven a resonar, como vuelven a resonar en este libro, las pesadillas de los años de la última dictadura cívico-militar, del tiempo de la guerra, del estallido de comienzos de siglo, escribir novelas como esta, leer novelas como esta -así de viscerales, así de crudas, así de vitales- nos recuerda que, por más áspero que sea el latigazo sobre el lomo, por más firme que sea la atadura de la correa en el pescuezo, es posible liberarse. Más allá del desprecio con que somos nombrados, más allá de la oferta de ser carne viva para el disfrute de otras/os o carne muerta, si no le servimos para nada al Amo, más allá del dolor y la miseria cotidiana, hay un horizonte. No podrán hacer que dejemos de ser personas, parece decirnos este libro. Hay un horizonte. Hacia allá vamos.
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