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La gran ilusión

Con traducción y dirección del catalán Lluís Pasqual, se presenta esta brillante comedia grotesca La gran ilusión, del dramaturgo y actor italiano Eduardo De Filippo, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.

El tema que plantea es el de la dualidad entre ilusión y realidad. El primer acto o Prólogo muestra a un grupo de actores ensayando con gran confusión y desorden Señor y gentilhombre (que De Filippo escribió en 1928), donde se mezcla lo real y lo ficticio. Luego comienza esta versión de Pasqual de La gran magia.

En este caso la acción transcurre en la década de los años 50 en el balneario de Mar del Plata. Un grupo de parejas de clase social alta se alojan en un hotel de lujo. Aburridos y banales alternan su permanencia allí. Como parte del entretenimiento se presenta una noche en el Hotel Otto Marvuglia, mago e ilusionista, pobre y endeudado (protagonizado por Marcelo Subiotto), con su esposa y ayudante (Patricia Echegoyen) que amenaza con abandonarlo, sin ningún truco de magia. Y hacen su función de ilusionismo para los clientes del hotel.

Uno de esos clientes es el arrogante Calogero Di Spelta (el talentoso Pablo Mariuzzi) y su bella esposa Marta (Yanina Gruden). El truco, ya acordado previamente por el mago, consiste hacer desaparecer a Marta introduciéndola en un sarcófago. En realidad, esa desaparición implica la huida en bote con su amante, ante el desconcierto no solo del esposo sino de todos los concurrentes.

El mago hace una serie de reflexiones contrarias a la lógica, pero muy sugestivas y convincentes y entrega a Calogero una caja muy vistosa que si se anima a abrirla su esposa va a reaparecer. Es una decisión solo suya.

Así van transcurriendo cuatro años y se suceden una serie de circunstancias y contradicciones. El engreído Calogero se desmejora, envejece y pierde la confianza.  La relación con el mago ilusionista continúa y con su discurso convincente logra alterar el razonamiento y la percepción entre realidad y ficción. Hay un juego dialéctico entre engañador, engaño y engañado. Otto, que ya se ha dado cuenta que su manipulación ha llegado demasiado lejos y ante el regreso de Marta trata de hacer un “arreglo” para una aparición decorosa de la esposa fugada cuatro años atrás con su amante…

Escuetamente así queda presentado el argumento. Pero intervienen numerosas situaciones muy dinámicas y otros personajes no menos interesantes aparecen en escena y se despliegan de manera brillante todas/os, por ejemplo, Alejandra Radano, Pablo Razuk, Elvira Onetto, entre otras/os, todas/os excelentes.

Van ilustrando los cuadros un grupo de músicos y cantantes que interpretan animadamente letras y bailes. Todo el conjunto destaca con el vestuario deslumbrante de Renata Schussheim, con un cierto aire kitsch que subraya el tono decadente de los turistas del hotel. La obra se desenvuelve con aire vertiginoso, brillante y alegre. Algo del teatro grotesco, algo del teatro absurdo.

Es muy sorprendente la interacción de los personajes con la platea, que se extiende frente a sus ojos como dirigiéndose al inmenso mar. Con un cambio de luces en algunos momentos los actores se entremezclan con el público.

Con tanta prédica en torno a la ilusión y a la nueva realidad que él puede construir y dónde vivir, se aleja Calogero de su fracaso:   adquiere más poder y dominio que su mentor y recupera ánimo, ilusiones y poder. En cambio, Otto no cree en su magia, sabe que es ilusión. Él y su esposa, que lo amenaza con abandonarlo, pero sin el truco del sarcófago, eran conscientes de la estrechez y las deudas en la que vivían desde hacía años. Ellos viven la dura realidad de su vida. La vida de “ilusión” solo es posible para la clase social muy acomodada.

Dice el director Lluís Pasqual: “En un momento en que se están difuminando los límites de lo que hasta ahora llamábamos verdad y mentira, ¿tenemos el derecho de juzgar a alguien que se refugie en una ilusión que concede un soplo de esperanza a su propia vida? ¿No quisiéramos todos encontrar un mago que con sus poderes nos concediera nuevos ojos para observar la realidad con una sonrisa liberadora de este convulso y absurdo mundo contemporáneo?”.

Más allá de la trama argumental flota en el ambiente un dilema que nos interroga directamente y que a muchos mueve a la reflexión de tono filosófico o existencial en este tiempo de límites evanescentes entre verdad y postverdad ¿Podemos crear una realidad distinta desde la voluntad personal? ¿Debe el ser humano vivir atrapado en una realidad muchas veces lacerante o es válido refugiarse en las ensoñaciones de una ilusión personal y tranquilizadora? ¿Hay otra realidad posible que nos eleve a buscar otros horizontes más luminosos y trascendentes? ¿Transgrede la ética y el pacto de convivencia crear una burbuja donde la vida real se convierta en ficción? ¿Los artistas, los creadores y los  poetas no estarían abriendo otras puertas de percepción de la realidad? ¿La fantasía es una forma de negación y de huida de la realidad? ¿Es posible la vida en sociedad basada en una fantasía? ¿En épocas como la actual donde es tan fácil y corriente tergiversar la realidad con aires de verosimilitud a través, por ejemplo, de los medios de comunicación, la creación del llamado meta universo y otras formas de abstracción por medio del mundo digital muchas veces distópico? ¿Es tan poderoso el ser humano como para manipular y aún ser manipulado mansamente hasta concentrarse en un individualismo recalcitrante?

Reflexiona Pablo Mariuzzi, el actor que encarna Calogero Di Spelta: “Habrá algo más humano que la ilusión? Probablemente, no. Tal vez la ilusión sea un ejercicio intelectual lleno de sensorialidad en la que nos permitimos desplegar la imaginación, para construir futuros posibles sin otro propósito que el de hacer más soportable la vida en un presente en dónde el mundo, cada vez, es más hostil.  Releo y, ¡cuánto de ilusión tiene el teatro! ¡Y cuánto de realidad! ¿Alguien puede vivir sin ilusión? Quién puede vivir sin imaginar para su vida vínculos mejores, trabajos placenteros, gobiernos eficientes, relaciones empáticas, sistemas más justos, etc. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgar al que se ilusiona en algo que lo motoriza a seguir?”

La gran ilusión es una obra de ficción, ciertamente, pero invita a una indagación más profunda acerca de cómo vivimos. Mucho antes que ahora, la sabiduría del Vedanta de la India advertía acerca de la ilusión, “maya” (¿la gran ilusión?) que convierte a lo aparente en verdadero. No sería superfluo volver a observar nuestras certezas, nuestras dudas y nuestras mentiras.

El genial actor y dramaturgo Eduardo Filippo (1900-1984), que tuvo una destacada trayectoria no solo como artista sino como político comprometido con el antifascismo y condecorado como Senador Vitalicio de la República Italiana como representante de la izquierda, escribió Señor y gentilhombre en 1928. Veinte años después, pasada la devastadora segunda Guerra Mundial, en 1948 escribió La Gran magia. En ambas se cuestionan no solo el pacto ficcional en el arte, sino, fundamentalmente en la vida. Tuvo además la audacia de traducir Shakespeare al napolitano, y además escribir La gran ilusión esta obra en el idioma de su tierra, por lo cual fue criticado y admirado.

Se recuerda aún la puesta en escena en Buenos Aires en el año 2010 con los roles protagónicos de Víctor Laplace y Gustavo Garzón con gran éxito.

Se presenta así esta obra con un texto, una dirección y un trabajo actoral y artístico que muy entusiastamente celebra el público: una reunión de talentos y una recepción activa de los espectadores: pocas veces se siente tan claramente esta alianza entre ideas y emociones profundas dentro y fuera del escenario ¡Maravillas de la creación y de la recepción participativa que dialoga y comparte esta co-creación de una nueva realidad!

La sala Casacuberta acoje con brillante perfección este despliegue de maestría que nos conmueve ¡Y cuánto nos conmueve!

 

 

Ficha artístico-técnica

Autor: Eduardo De Filippo

Versión y dirección: Lluís Pasqual

Intérpretes: Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto, Yanina Gruden, Pablo Razuk, Santiago Sirur e Ignacio Sureda

Performer: Ema Peyla o Luz Benavento

Músicos: Santiago Sirur, Shino Ohnaga, Germán Martínez y Ernestina Inveninato

Vestuario: Renata Schussheim

Escenografía: Vanesa Abramovich

Iluminación: Omar San Cristóbal

Música y dirección musical: Julián Vat

 

La gran ilusión puede verse de miércoles a sábados a las 20.30hs. y los domingos a las 19.30hs. en el Teatro San Martín, ubicado en Av. Corrientes 1530.


Adriana Prado es licenciada en Ciencias Sociales y Humanidades y en Bibliotecología y Documentacion. Actualmente, realiza periodismo cultural por radio y por redes sociales en Voces y contexto. Es integrante de EDIT (Encuentro de Divulgadores Independientes de Teatro). Vive en Parque Chacabuco, Comuna 7, CABA.

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