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Fotografía feminista mexicana en el MICA 2022

Del 19 al 22 de mayo, tiene lugar el Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) en el Centro Cultural Kirchner. Durante 4 días, el MICA ofrece más de 10 mil rondas de negocios y, aproximadamente, 150 actividades, como foros, ferias, masterclass, showcases, exhibiciones, charlas, talleres y más.

La Embajada de México en la Argentina invita a la exposición El cuerpo deshabitado, de Yamina del Real. Que se inauguró el fin de semana pasado. Y revista Con Fervor mantuvo un diálogo con la artista.

Con Fervor: ¿Desde cuándo estás residiendo en Buenos Aires y qué te decidió por este país?

Yamina del Real: Estoy viviendo intermitentemente, mitad de año acá y mitad en otros lados, desde el 2014. Y, desde 2017, ya como residente. Me decidió una historia de amor, resistente al tiempo. Además de muchas cosas más, en esta ciudad se vive muy bien a nivel seguridad. Creo que los que viven acá, desde siempre, no tienen idea de lo afortunados que son, a pesar de que no es la panacea, es una ciudad más segura y amigable que otras de nuestra Latinoamérica, incluyendo, por supuesto, la Ciudad de México.

CF: ¿Cómo definís la exposición fotográfica que se presenta en el próximo MICA?

YDR: Esta muestra es una síntesis de tres de mis trabajos anteriores. El cuerpo deshabitado, Presencia Ausente y Parte de las cosas. Además, incluí dos piezas que son mi interpretación de piezas que muchos conocemos y, al interpretarlas desde una perspectiva feminista y con mi cuerpo como vehículo de discurso, cambia el sentido y el significado. Estas piezas son: El Origen, que es una interpretación de la obra del pintor francés Gustave Courbet, El origen del mundo. Y otra, el símbolo de Amor y Paz. Con el símbolo de Amor y Paz, representado con mi vulva, si lo observás bien, te das cuenta que esta representación cambia el sentido. Sólo esos dos conceptos, Amor y Paz, engloban todo: equidad, respeto, justicia, cuidados, no violencia y amor. Parece simple, pero, es profundo.

El Origen, la pintura original, fue un escándalo para su época: 1886. Estuvo oculta durante muchísimo tiempo. Considerada pornográfica. Me atrajo por lo subversivo que resultaba ese acercamiento y perspectiva del cuerpo femenino, sin cara, sin ropa, atemporal. Pero, representado, signado por la mirada masculina. De alguna manera, apropiado, enajenado, como siempre fue en la historia del arte. Al representarla con mi cuerpo, era una forma de cambiar la mirada, era decirle al mundo: yo soy mi cuerpo. Dejar de ser interpretada, ser el sujeto pasivo, para ser activa, creativa. Somos el origen.

Tangible. Foto: Yamina del Real.

Las piezas que expongo de la serie El cuerpo deshabitado, son unos vientres hundidos que, a la distancia, semejan un paisaje, un valle y contienen un pájaro muerto. El pájaro muerto es la metáfora de la libertad, el vientre hundido representa la reducción de nuestros cuerpos hasta su desaparición. Hacerte pequeña para entrar, aunque sea, muerta a un sistema en el que no cabés. Como siempre digo, en el patriarcado nunca cabés. Insistimos en querer entrar, aunque, pensamos que no. Seguimos atrapadas en sus reglas de lo que debemos ser.

La serie Final la decidí hacer, porque, quedé muy conmocionada ante el suicidio de una chica que fue anunciándolo en tiempo real en Facebook. Y quedé con la idea del registro forense de las cosas del lugar y cómo se va quedando vacío. Y la necesidad de dejar el mensaje masivo, desaparecer para existir.

La serie Parte de las cosas es una idea que ironiza, un poco, el modo en que las mujeres hemos sido vistas como objetos sexuales. Y que, siempre, un cuerpo femenino desnudo debe seguir ciertas reglas de representación. Exaltar el erotismo. En esta serie, sin tener que esconder o negar los signos sexuales de mi cuerpo, lo que hice fue usarlo, cosificarlo en su sentido más literal. Tirado en el posabrazos de un sillón, como si fuera un abrigo, abrazando un tanque de agua, camuflada en la curva de la pared. Así es como desaparecemos como parte de las cosas. Cuando no somos lo que se quiere de nosotras.

Y esta serie se me presentó, un día, como una epifanía. Cuando recordaba que hubo un tiempo en que mi salud estuvo tan comprometida. Y recordaba a las mujeres que se han ido, a las que desaparecieron, a las que han dejado de ver, por azares del destino, por voluntad propia o de otros. Pensaba en cómo es el mundo sin ellas, sin mí, sin nosotras. Hice el proyecto, por primera vez, con personas presentes, sin asistentes, como siempre, y en los lugares donde estas personas que amo, amigos y familia, viven. Llegué y les pedí que hicieran lo que estaban haciendo, que fuera como si no estuviera ahí. No son fantasmas productos del photoshop, son imágenes de larga exposición, donde la luz dibuja presencia. Todos tuvieron que quedarse quietos ocho segundos, lo que duraba la toma. Fue una serie linda y nostálgica. Y un poco triste, también.

El cielo se resuelve. Foto: Yamina del Real.

CF: ¿Considerás a la fotografía un modo de mediación cultural? ¿Por qué?

YDR: Sí, por supuesto. En particular, en estos momentos donde las imágenes son el centro de los discursos en las redes sociales. Crean contenidos que repiten estereoptipos de género, clase y raza. Lo aspiracional invade y hace desaparecer la mirada social. Se imponen los modelos hétero cis normativos, pero, también, los modelos de las disidencias más privilegiadas. A veces, como subversión y, otras tantas, como imposición comercial de lo que se debe ser para ser cool. La idea de la individualidad como existencia social.

Las modas de los movimientos sociales desde la individualidad. Los filtros como posibilidad de ser dejando de existir. Soy lo que no soy. Hay una dismorfia corporal a todos los niveles y edades. Parece que lo que pensamos que habíamos logrado al hablar de aceptación no es tan así. Nos hemos vuelto nuestro propio producto de consumo. Una fantasía.

Por eso, la filosofía, el arte y, en este caso, las fotografías tienen la obligación de sacar de contexto, de romper con esa super producción de imágenes y obligarnos a detener la mirada en el discurso. En el otro, en lo social, como una forma de volver a pensar qué debemos cuestionar, pensar, hacer. Resignificar los cuerpos, los deseos, darle realidad a la vida. Estamos volviendo a los siglos XIII y XIV, donde las pinturas eran utilizadas para educar, cuando la mayor parte de la sociedad era casi analfabeta. Hoy, debemos volver a la imagen que cree discurso, que se vuelva palabra, que nos vuelva tangibles a las demás personas.

Foto: Yamina del Real.

CF: Tu obra profundiza los temas que vienen siendo abordados por los feminismos.

YDR: Sí, no puede ser de otra manera si soy mujer. Porque, todavía no existe un mundo que nos incluya a todas verdaderamente. No sólo debemos derribar el patriarcado, sobre todo, se trata de crear ese mundo y esas condiciones. Dejar de pedir permiso. De estar sujetas a esas reglas. Pero, estos cambios son dolorosos, de adentro hacia afuera y de afuera hacia dentro. Hay que resetear todo nuestro sistema y, en este caso, hablo de resetear nuestro sistema como mujeres. Ir más allá. Ya logramos llamar la atención de la sociedad, ya logramos vernos entre nosotras, identificarnos. Ahora, se trata de organizar el discurso y las acciones. Esa es la verdadera tarea.

No hablo de un mundo paralelo. Eso no serviría. Además, es fantasioso e imposible. Hablo de crear, de demostrar la fuerza. De salirnos de los lugares que el sistema insiste en volver a meternos. La dependencia, la debilidad, la superficialidad. Aunque, pensamos que estamos avanzando -y algo hemos avanzado-, los tentáculos del sistema patriarcal nos vuelven a atrapar, porque, nos volvemos consumos. Las causas se vuelven parte del consumo, superficializándolas. Individualizándonos. Sólo la reflexión y la acción que nos conduzcan a pensar en una sociedad más justa, para todas y todos, podrá salvarnos.

CF: ¿Qué puntos de contacto tiene tu obra visual con la canción mexicana que venís difundiendo?

YDR: Estoy volviendo a las raíces. Soy una mexicana en Buenos Aires. Y, a pesar de que vengo del palo del rock como gusto y formación personal musical, estando en España y, ahora, en Buenos Aires me di cuenta de que pocas letras y músicas del mundo reflejaban tan bien el amor, el dolor del desamor y la confrontación como las canciones de José Alfredo, Cuco Sánchez y otros.

Como mujer cis feminista, cambiarle la dirección, posicionarme desde el tipo que compuso esa canción con toda su soberbia, su humillación, sus sentencias, la seguridad de que es tan chingón (lo mejor), que ella va a volver. Cantada por hombres parecen himnos machistas. Ellas jugaron con su honor, con su amor, con su paciencia y van a sufrir y a volver.

No es con las letras que hemos crecido las mujeres de más de 30, crecimos con otro tipo de letras. Para nosotras, eran letras de amor sumiso, infidelidades, dolor y abandono sin remedio. Éramos las dejadas. Las abandonadas, las que haríamos cualquier cosa para que vuelva. Hasta hace unos años, las mujeres cis que interpretaban a estos autores lo hacían respetando la letra. No se apropiaban, sólo la cantaban. Ellas eran cis, pero, su canto era masculino, ¡ojo!, no lésbico, que hubiese sido un avance. De hecho, hasta compositores como Juan Gabriel, que a todas luces era gay, seguían cantando como si fueran hombre cis.

El Origen. Foto: Yamina del Real.

CF: ¿Qué esperás del MICA?

YDR: Que haya mayores oportunidades de creación, distribución y consumo de las obras. Que el público tenga más opciones de productos artísticos. El arte mejora la calidad de vida de las personas, es un derecho humano. Sino, sólo tenemos que observar alrededor y ver que es casi imposible encontrar un ser humano que no necesite y consuma algún tipo de producto artístico.

CF: ¿Qué puntos de contacto encontrás entre la cultura mexicana y la porteña?

YDR: En lo humano, la gente es la misma, con sus deseos, necesidades, defectos y virtudes. Sin embargo, somos productos culturales de nuestra época y nacionalidad. Y ahí sí, somos muy diferentes, desde la comida, la forma de hablar, de hacer política, de enfrentar la alegría, el dolor, el enojo, la amistad y el amor. Acá, no me atrevería a hacer juicios de valor, porque, van más allá, es algo super complejo de explicar. En algunos casos, porque la misma virtud se convierte en defecto y, en otros, porque estar adentro y afuera al mismo tiempo te deja, siempre, en un lugar complicado. Me he vuelto outsider. Amo México, amo la Argentina y, al mismo tiempo, me siento que ya no pertenezco a ningún lugar. Como si hubiese roto con la nacionalidad como concepto. O, siendo más optimista, como si fuera parte de las dos.

Cumpleaños. Foto: Yamina del Real.

Claudia Quiroga es directora, actriz, dramaturga, artivista, docente y fotógrafa. Co-Fundadora de la Colectiva Feminista Artivista, MAT – Mujeres de Artes Tomar. Integrante Asociada y docente en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Integra la Colectiva de Autoras. Vive en Villa Sarmiento, Morón, Provincia de Buenos Aires.

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